¿Será un dragón a
corrernos por dentro o
una serpiente para
visitar nuestros
departamentos mentales
incitándonos a
reacciones inesperadas,
llenas de odio, cólera e
ira contra que o a quién,
en un determinado
momento y que puede
marcar para siempre
nuestras vidas?
Mejor sería que nos precaviésemos contra ese
sentimiento que puede
causar enormes daños.
Psicólogos, sociólogos y
antropólogos se unen en
el objetivo de estudiar
este tópico con miras a su recurrencia en
nuestras sociedades a
través de los individuos
que las componen.
¿Finalmente, cual es el
significado de la rabia?
En qué patrones ella se
estableció que no mira la calma y la paz,
necessárias a las buenas
costumbres?
Viene el hombre de muy
lejos archivando hechos
y maniobras, guardando
historias, irguiendo
columnas de escondites
en su memoria. Esos
hechos, no obstante
imersos en el
inconsciente, alguna vez
que otra emergen y,
dependiendo de su
intensidad, construyen o
destruyen.
La ciencia moderna, que aún no trabaja con la
reencarnación, intenta
buscar contenidos
válidos que justifiquen
como un ser sosegado,
anciano, de repente se
transforma en un gigante
de maldades y comete crímenes odiosos, como es el caso del señor
João Vicente, hombre
bueno y probo, de
setenta y cinco años
que, de repente, asesinó
a la esposa y dos nietos
em um sossegado lugareño
del interior de Brasil, sin ninguna causa
determinada.
Hay la neurobiologia de
la furia estudiada por
los neurocientíficos.
Amígdala, hipocampo,
corteza prefrontal y
corazón son indicados
como caminos que la
rabia recorre. La
amígdala es una
estructura primitiva del
cerebro que asocia
estímulos a emociones.
Ella hace la conexión
entre el hipocampo y el
área prefrontal.
Relaciona eventos
negativos a emociones
desagradables, siendo de
gran importancia en el
mecanismo de luchar o
huir. Si la removiéramos
y, en consonancia con
investigaciones hechas
en animales, ciertamente
que quedaríamos dóciles
e indiferentes a
cualquier peligro, por
lo tanto no sentiríamos
rabia de nada.
Ya el hipocampo se
caracteriza por una
importante región para
la memoria y el
aprendizaje. Permite
archivar experiencias
tanto agradables como
desagradables. La
corteza prefrontal es el
señor de las funciones
cognitivas superiores.
Nos permite frenar
comportamientos capaces
de perjudicar a nosotros
mismos y a los otros.
¿Qué emoción es esa que
nos priva de razón?
Interconectado con el
tálamo, la amígdala y
otras estructuras
subcorticales señalizan
su papel en la
regulación de la
expresión de los afectos.
Por fin, el corazón. La
amígdala envía señales
para las glándulas
suprarrenales,
responsables por la
liberación de hormonas
en situaciones de estrés.
Siendo así, gran
cantidad de adrenalina,
que acelera los latidos
cardíacos, cae en la
corriente sanguínea. Con
eso la sangre irriga
piel y órganos,
preparando los músculos
para una posible acción.
De ahí se pueden
originar impulsos
violentos a partir del
sentimiento de la rabia.
Dentro de este estudio,
podemos entender que el
individuo encolerizado
probablemente perderá el
autocontrol liberando
adrenalina y
preparándose para una
acción forzosamente más
allá de sus límites de
normalidad. Bien este es
el camino, pero debemos
buscar las raíces, las
causas que nos llevan a
sentir tamaña rabia al
punto de descontrolarnos
La periodista, psicóloga
y psicoanalista Gláucia
Leal, en
um reciente comentario
en una revista de
ciencia, indaga: “Que
emoción es esa, especie
de locura momentánea,
que nos priva de razón?
En variados grados, de
la mera irritación a los
accesos de furia, que
nos impulsa a actitudes
que, en momentos de
equilibrio, llegan a
asustarnos”. Y es lo que
comúnmente vemos. Tras
un arranque de cólera la
persona acostumbra a
decir que no entiende
como ocurrió. ¿Y el
tráfico? ¡Ah el tráfico!
El otro día vi a un
hermano espírita
enfureciendo vehemente
con un conductor al lado
porque el mismo lo cerró,
intentando revasarlo. Sí,
cerrar a alguien en el
tráfico está errado y
puede causar accidentes,
pero la actitud de aquel
hermano, nada coherente
con lo que aprendemos
con los mentores amigos,
me dejó asustado. Y él
enfadado, enfurecido,
quedó rojo que ni la
pimienta. Creí que
tendría allí un ataque
cardíaco, en consonancia
con lo que expusimos
arriba sobre la
neurobiologia de la
furia. Pasados algunos
días, intenté una
conversación con él. En
el momento en que cité
el hecho él se enrogeció
y las artérias se
hincharon. Era de nuevo
el ataque de la furia,
por el simple hecho de
recordar el momento en
el tráfico. O sea:
nuestras furias quedan
archivadas y nos asaltan
por un simple recuerdo
del hecho ocorrido. Esto
es grave y peligroso.
tro día alguien
desencarnó en un ataque
de esos. El padre ya
desencarnado vino a
recibirlo. El momento
era tenso y el
desencarnado continuaba
enfurecido, enfadado,
emitiendo palabrotas que
asustarían a Pablo de
Tarso cuando dijo, en su
segunda carta a Timoteo:
“(...) evita los
vocerios profanos,
porque producirán mayor
impiedad”. Está en el
capítulo 2 – Vv. 16.
Las señales de rabia,
Según Paul Ekman
Emmanuel comenta en el
libro Viña de Luz,
capítulo 73: “Vocerío es
desperdício y cuando así
no sea no pasa de oscura
corriente de venenos
psíquicos, amenazando
Espíritus valerosos y
comunidades enteras”. El
pobre desencarnado se
lastimó por mucho tiempo
y aún hoy suplica la
oportunidad del retorno,
pero, antes, tendrá que
trabaja mucho en sus
reacciones emotivas
disparatadas.
“Aléjese, si cree que
puede hacer algo de que
pueda arrepentirse en el
futuro, quede lejos del
objeto de rabia. Tenga
en mente que la furia
pasa, pero los estragos
hechos pueden permanecer
por mucho tiempo”, nos
propone Gláucia Leal.
En la década de los 70
el psicólogo americano
Paul Ekman demostró que
el reconocimiento de una
expresión de rabia o
agresividad no depende
de la edad del individuo
o de la cultura a la
cual pertenece. Funciona
como una estratégia de
supervivencia
determinando si es hora
de protegerse o huir. Y
él apuntó interesantes
señales de rabia
evidentes en el rostro,
como cejas unidas, mirar
fijo, labios
comprimidos, en el
intento de contener la
ira o la boca abierta,
exhibiendo los dientes,
como se quisiera morder
al otro. No es raro la
cara queda rojiza, la
nariz se dilata y la
respiración queda
sofocada. Levanta la
cabeza y busca encarar
al adversario de arriba
para abajo, llena el
pecho de aire y se
levanta en la punta de
los pies, como si en
aquel momento aumentara
su tamaño para intimidar
el adversario.
Bien, en aquella marcha
el escenario está hecho
y los actores están
puestos. La pelea ocurre.
¿Y los resultados?
“Pasado el auge de la
rabia, es común buscar
estratégias para culpar
al otro, pero la verdad
es que somos
responsables por
nuestras elecciones y
actitudes. No importa lo
que el otro hizo – él no
obligó a usted a lo que
quiera que fuese”,
observa Gláudia Leal.
Un artículo publicado en
el periódico científico
Human Nature dice
que hombres fuertes y
mujeres más atractivas
serían especialmente
propensos a demostrar
rabia, según el
psicólogo evolucionista
Aaron Sell, de la
Universidad Griffith, de
Queensland, Australia.
Según él, esas
características
funcionan como permisos
sociales para que las
personas desborden la
irritación. En el
concepto de ellos, ser
fuerte, en el caso de
los hombres, y
atrayentes, en el caso
de las mujeres, les
facultan el derecho de
irritarse y salir
vencedores por sus dones
físicos.
¿Engullir la rabia es
peligroso?
Ya el psicólogo inglés
Mike Fischer cree que
reacciones rabiosas
descontroladas estén más
conectadas a la
autoestima baja y a la
insatisfacción consigo
mismo. Eso es porque el
estado interno de
malestar hace que se
eleve el nivel de estrés
y eso incomoda.
Reacciones sobre
reacciones componiendo
caminos tortuosos cuando
esas costumbres nos
inducen a actitudes
violentas e infelizes.
Es bueno citemos aquí
opiniones que hasta
cierto punto están en
consonancia con la rabia,
como es el caso de Emuly
Butter, de la
Universidad de Arizona,
de Tucson. Según ella,
“No se debe tragar la
rabia porque las
personas que reprimen
sus emociones son menos
capaces de resolver
desafíos intelectuales.
Tienen más dificultad en
memorizar detalles de
experiencias
emocionalmente
significativas. En la
relación interpersonal
tampoco se salen muy
bien”. Concordamos en
parte. Realmente tragar
la rabia puede ser
peligroso, pero caerse
por sobre quién la
provocó también puede
ser peligroso. Entonces
el autocontrol aliado a
un análisis más filtrado
de los hechos es el
mejor camino.
¿Se acuerdan de la
amígdala y de la corteza
prefrontal citadas en el
inicio de este artículo?
Pues bien, según los
neurocientíficos, la
amígdala intenta
secuestrar nuestras
fuertes emociones y
echarlas para dentro del
hipocampo, que promoverá
las reacciones acordadas
con la intensidad de la
emoción. Pero los
investigadores están
aconsejándonos a hacer
lo contrário, o sea,
secuestrar de la
amígdala su acción y
echarla para el lado
izquierdo de la corteza
prefrontal para que un
análisis cognitivo sea
hecho, calmando y
dirigiendo a una
solución pacífica.
Intentad hacer eso. De
hecho, Chico Xavier nos
indicó el agua de la
paz. ¿Se acuerdan?
Joanna de Ângelis, a
través de Divaldo
Pereira Franco, nos
envió una importante
obra titulada:
Conflictos Existenciales.
En el capítulo tercero
ella estudia la rabia.
Vamos a utilizar aquí
sus valerosos registros:
“La rabia es un
sentimiento que se
exterioriza toda vez que
el ego se siente herido,
liberando ese adversario
que destruye la paz del
indivíduo. Se instala
inesperadamente, em base
a cualquier conflicto
patente u oculto,
asestando golpes
violentos de injuria y
de agresividad”. En
otras palabras y
siguiendo la línea de
razonamiento de aquella
mentora, podemos decir
que la rabia es un
objeto peligroso de
lidiarse. A veces ayuda
y em muchos casos
dificulta.
Todo lo que es reprimido
tiende a soltarse
Hay quién diga que la
rabia puede promover
câmbios sociales por la
no aceptación de las
imposiciones vigentes,
generando movimentos que
liberen.
¿Será que la rabia puede
traer esse benefício? ¿O
solamente y por el hecho
de enrabiarse los
indivíduos se reunen
para um cambio social?
Veamos lo que nos dice
Joanna de Ângelis:
“Inherente a todos los
animales, en el ser
humano, porque es
portador de voluntad y
discernimiento, la rabia
es responsable por
trastornos que consiguen
obscurecerle la razón y
perturbarle el
equilibrio, produciendo
daños emocionáis de
pequeño o gran alcance,
a depender de la
extensión y de la
profundidad de que se
reviste. Cuando existe
la primacia de los
instintos agresivos en
la contextura del ser,
este, delante de
cualquier hecho
desagradable, real o
imaginario, prefiere
situaciones dañinas en
agitaciones
inconsecuentes, cuyos
resultados son siempre
lamentables, cuando no
funestos”. Aquí la
mentora utiliza la
estructura del
inconsciente colectivo o
personal montado desde
nuestras ancestralidades
y a través de las eras.
De nuevo recurrimos a
Joanna de Ângelis y ella
nos dice que “El
silencio delante de
circunstancias
perturbadoras, no
permitiéndose la
invasión de los petardos
mentales asestandos por
el opositor, constituye
recurso imprescindible
para evitar la caída en
la irritación y sus
consecuentes daños”. Y
ella también nos habla
sobre los recursos
psicoterapéuticos
diciendo que la
psicoterapia cuidadosa
remontará a conflictos
adormecidos en el
inconsciente, que tanto
pueden haber sido
generados en el periodo
infantil o durante la
adolescencia, cuando no
se tenía el derecho de
una explicación o
justificación de un acto
cometido, o en las eras
primeras cuando el ser
no conseguia resolver
bien sus conflictos y
fricciones.
Emmanuel nos afirma que
ellos surgen de nosotros.
Salen de nosotros
pidiendo soluciones. De
ahí que los padres y
educadores deben tener
el cuidado de oír más a
los niños y
adolescentes. Ellos
carecen de esa atención
de los adultos. Se
pueden evitar con esto
grandes problemas cuando
lleguen a la fase
adulta. Todo lo que es
reprimido tiende a
soltarse de forma
violente.
Este asunto es incluso
desafiante y necesita
ser siempre estudiado y
debatido en las escuelas,
centros comunitarios,
iglesias, templos
religiosos, centros
espíritas y en los
medios como un todo. Es
tiempo de mejorar
nuestras convivencias
sociales. Es tiempo de
armonizarnos para una
nueva era que viene
llegando. Es tiempo de
dejar em definitiva esas
reacciones funestas e
infelices que demuestran
fragilidade e
inseguridad.
Si alguien te golpea la
mejilla...
El autocontrol es la
llave para la solución
de ese gran problema. Y
aquí vamos a indicar
igualmente la vigilancia
y la oración. Si en
nuestros caminos un
adversario surje,
hagamos valer la máxima
evangélica de
“Conciliate deprisa con
tu adversario mientras
estás a camino con él”.
Jesús aún nos informó
que caso no lo hagamos
puede ser que seamos
entregados al Juez, al
Ministro o al Oficial
que nos prenderá y de
allá solamente saldremos
después de pagar la
última moneda. Por la
ley de acción y reacción
sabemos que adversarios
son todos y todo que nos
quita la tranquilidad o
nos molesta
perturbándonos en
nuestras zonas de
confort. Ellos surgen de
nuestros errores
cometidos en un pasado
lejano o incluso en el
presente. Pero las
reencarnaciones son
estaciones de
crecimiento espiritual,
de ahí que ellas siempre
nos remontarán a
plataformas donde
nuestras liberaciones se
encuentran. Para esto el
hombre del presente
necesita desarmarse.
Buscar vivir mejor y con
salud física y
espiritual, evitando
cargas excesivas de
adrenalina en el
organismo, las cuales
ciertamente van a
descompensar el perfecto
funcionamiento de su
cuerpo físico,
tabernáculo divino, como
nos dijo el apóstolo
Pedro en su segunda
carta a la comunidad
cristiana.
“La llave para estar en
estado de conexión
permanente con nuestro
yo interior, o sea,
nuestra conciencia en
expansión, es el deseo
de la sentirla en todos
los momentos. Esta
práctica puede
intensificar nuestros
avances, transformando
nuestras vidas. Mientras
más nos dirijamos para
nuestro campo interior,
más crece la frecuencia
vibracional tal cual la
luz que va quedando más
fuerte cuando accionamos
el botón del dimmer(1)
“, nos dice Eckhart
Tolle, de la Universidad
de Cambridge, en su
libro El Poder del
Ahora.
Joanna de Ângelis nos
afirma, concluyendo el
capítulo sobre rabia en
su libro Conflictos
Existenciales, que
debimos disciplinar la
voluntad, educar los
sentimientos y
adaptarnos a nuevos
hábitos saludables
imprescindibles a una
existencia rica de salud.
Y Jesús nos dijo: “Si
alguien golpea en una
mejilla, ofrecele
también la otra”. Y la
otra mejilla será
siempre la del amor ante
el odio, la paz ante la
guerra, la unión ante la
discordia, el perdón
donde haya ofensa, la
alegría donde haya
tristeza, la verdad
donde haya el error y la
luz donde haya tinieblas.
Y aún más, parafraseando
al Santo de Assis: es
mejor consolar que ser
consolado, compreender
que ser compreendido,
pues muriendo para las
reacciones infelices y
primeras del Espíritu es
que nacemos, em fin,
para la vida eterna.
(1)
Dimmers son
dispositivos utilizados
para variar la
intensidade de una
corriente eléctrica.
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