La inspiración
puede ser un
vehículo
precioso
La inspiración
hace de todos
los hombres
médium. Allan
Kardec, n’ El
Libro de los
Médiums,
establece la
diferencia entre
intuición e
inspiración.
Dice que ésta es
una variedad de
intuición, pero
sin una
imposición por
parte del
comunicante. Su
característica
es la
espontaneidad, o
sea, su
manifestación es
libre, sin
vergüenza; el
médium responde
con sus propias
palabras, sólo
estimulado por
una idea, por
una percepción o
por un
sentimiento.
Así, es
realmente muy
difícil
distinguir si el
pensamiento
proviene de sí
mismo o de una
inteligencia
comunicante.
La inspiración
es el principal
medio de
comunicación de
los Espíritus
protectores; y
esa
manifestación
constituye
aquello que
denominamos la
voz de la
conciencia. No
hay ninguna
utilidad en
buscar discernir
pensamientos
propios de los
ajenos. Lo que
ocurre es la
opción por ése o
aquel
raciocinio,
resguardando la
capacidad de
escoja.
“¿Los Espíritus
ejercen alguna
influencia en
los
acontecimientos
de la vida?
Ciertamente,
pues que os
aconsejan.”
(El Libro de los
Espíritus,
cuestión 525.)
Kardec dice que,
de ordinario, la
inspiración es
un medio
utilizado por
los buenos
Espíritus, pero,
como cualquier
mediumnidad,
puede servir a
un Espíritu
impuro. Nuestros
pensamientos
pueden ser
dirigidos para
determinado fin,
con o sin
añadido de
nuevas ideas del
Espíritu
comunicante. Con
el mecanismo de
las
asociaciones, el
propio cerebro
del encarnado
puede producir
nuevas ideas. En
este caso, un
mismo contenido
puede
manifestarse por
arreglos
diferentes.
Manipulando este
mecanismo, el
Espíritu
comunicante
puede hacer
surgir ideas que
no participaban
de la memoria
del médium, sin
que sea privado
de su libre
albedrío.
“¿Los Espíritus
influyen en
nuestros
pensamientos y
en nuestros
actos? Mucho más
de lo que
imagináis, pues
frecuentemente
son ellos que os
dirigen.” (El
Libro de los
Espíritus,
cuestión 459.)
El libre
albedrío
consiste en las
opciones que
hacemos
reiteradamente
en un camino
pleno de
alternativas.
Nosotros podemos
rechazar la
influencia.
Nadie está
condenado a
seguir
determinada
inspiración.
Somos libres.
Pero,
dependiendo de
la afinidad y
del grado del
connubio entre
el encarnado y
los Espíritus,
puede decirse
que el médium se
comporta como un
fantoche,
teniendo
reducido
drásticamente su
libre albedrío.
“No que seamos
capaces, por
nosotros, de
pensar alguna
cosa, como de
nosotros mismos;
pero nuestra
capacidad viene
de Dios.” (2
Cor. 3:5.)
Refiriéndose a
las ideas
cristianas, a
todo contenido
elevado, Paulo
se afirma
incapaz de
generar los
pensamientos que
constituyen su
prédica, cuya
fuente está en
Dios. Su
humildad no
permite que se
considere una
persona capaz de
engendrar, el
contenido de la
buena nueva.
De cierta manera
él está lleno de
razón, porque la
doctrina
cristiana es una
fuente de agua
cristalina que
fecunda nuestras
macetas de
barro,
resintiéndose de
las impurezas
que traemos con
nosotros. Por
otro lado, su
humildad lo
impide de
considerarse
capaz de ser un
instrumento
adecuado para la
transmisión de
la buena nueva.
Y tal vez esté
con la razón
cuando considera
que somos
incapaces, por
nosotros mismos,
de producir algo
de bueno, pues
es en Dios que
está nuestra
capacidad. Dice
Emmanuel: “De
Dios viene la
semilla, el
suelo, el clima,
la savia y la
orientación para
el desarrollo
del árbol, como
también dimanan
de Dios la
inteligencia, la
salud, el coraje
y el
discernimiento
del cultivador,
pero somos
obligados a
reconocer que
alguien debe
plantar.”
(Cosecha de Luz,
cap. 39.)
Hay, todavía,
personas más
maleables por su
humildad y sus
conocimientos y,
por tanto, más
aptas a
desarrollar los
recursos de la
palabra y del
comportamiento,
que merecen la
simpatía de los
mensajeros, y se
tornan
instrumentos
adecuados al
trabajo en el
bien.
Mismo con la
limitaciones
inherentes, la
inspiración
puede ser un
vehículo
precioso en las
manos de los
protectores, si
ellos encuentran
médium
suficientemente
humildes y, por
tanto, capaces
de ser buenos
instrumentos.
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