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Estudio de las Obras de Allan Kardec Português   Inglês

Año 10 - N° 476 - 31 de Julio de 2016

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

Obras Póstumas

Allan Kardec

(Parte 22)

Continuamos en esta edición el estudio del libro Obras Póstumas, publicado después de la desencarnación de Allan Kardec, pero compuesto con textos de su autoría. El presente estudio se basa en la traducción hecha por el Dr. Guillon Ribeiro, publicada por la editorial de la Federación Espírita Brasileña.

Preguntas para debatir

142. Aun siendo posible el advenimiento de la aristocracia intelecto-moral, tendremos mucho tiempo por delante. ¿Es esto correcto? Las ideas espíritas, ¿podrán abreviarlo?

143. ¿Hay desertores también en el Espiritismo?

144. ¿Hubo deserciones motivadas por decepciones?

145. Esos problemas que el Espiritismo tuvo que enfrentar, ¿tuvieron alguna utilidad?

146. ¿Ocurren deserciones entre los adeptos convencidos?

Respuestas a las preguntas propuestas

142. Aun siendo posible el advenimiento de la aristocracia intelecto-moral, tendremos mucho tiempo por delante. ¿Es esto correcto? Las ideas espíritas, ¿podrán abreviarlo?

Sí. Seguramente, ese estado de cosas no podrá ser obra de un día, pero, si hay una causa que puede apresurar su advenimiento, sin duda alguna, esa es el Espiritismo. Agente por excelencia de la solidaridad humana, al mostrar las pruebas de la vida actual como una consecuencia lógica y racional de actos realizados en existencias anteriores, haciendo de cada hombre el artífice voluntario de su propia felicidad, de su divulgación universal resultará, necesariamente, una sensible elevación del nivel moral de la actualidad. Los principios generales de la filosofía espírita están apenas elaborados y coordinados, y ya han reunido en una imponente comunión de pensamientos, a millones de adeptos diseminados por toda la Tierra. Los progresos realizados bajo su influencia, las transformaciones individuales y locales que han provocado nos permiten apreciar las inmensas modificaciones fundamentales que serán llamados a determinar en el futuro. Pero si gracias al desarrollo y la aceptación general de las enseñanzas de los Espíritus el nivel moral de la Humanidad tiende constantemente a elevarse, se engañaría de manera singular al suponer que la moralidad se volverá preponderante en relación a la inteligencia.

El Espiritismo, en efecto, no pide ser aceptado ciegamente. Hace un llamado a la discusión y a la luz. En lugar de la fe ciega, que anula la libertad de pensar, nos dice: “Solo es inquebrantable la fe que puede mirar a la razón cara a cara, en todas las épocas de la Humanidad. La fe necesita una base y esa base es la perfecta comprensión de lo que se debe creer; para creer, no basta ver, es necesario sobre todo comprender”. Podemos, pues, considerar al Espiritismo como uno de los más poderosos precursores de la aristocracia del futuro, es decir, de la aristocracia intelecto-moral. (Obras Póstumas – Las aristocracias.)

143. ¿Hay desertores también en el Espiritismo?

Si todas las grandes ideas tienen sus apóstoles fervorosos y dedicados, también las mejores tienen sus desertores. El Espiritismo no podía escapar a las consecuencias de la debilidad humana; tuvo los suyos, y al respecto algunas observaciones no serán inútiles. En sus inicios, muchos menospreciaron la naturaleza y el objetivo del Espiritismo, y no percibieron su importancia. Al comienzo, excitó la curiosidad; muchos vieron en las manifestaciones sólo un asunto de distracción; se divirtieron con los Espíritus, mientras estos quisieron divertirlos; era un pasatiempo, a menudo, una anécdota de la noche. Esa manera de presentar este asunto fue en el inicio una táctica de los Espíritus; bajo la forma de diversión, la idea penetró en todas partes y sembró gérmenes sin asustar a las conciencias timoratas; se jugó con el niño, pero el niño debía crecer. Cuando los Espíritus serios, moralizadores, tomaron el lugar de los Espíritus bromistas, cuando el Espiritismo se convirtió en ciencia y filosofía, las personas superficiales ya no lo encontraron divertido. Para los que aprecian la vida material por encima de todo, era un censor inoportuno e incómodo que más de uno apartó a un lado.

No hay, pues, que lamentarse por esos desertores, porque las personas frívolas son, en todas partes, pobres auxiliares. Sin embargo, esa primera fase no fue tiempo perdido, ni mucho menos. Gracias a ese disfraz, la idea se popularizó cien veces más que si se hubiese revestido desde su origen de una forma severa; pero de esos medios frívolos y despreocupados, salieron pensadores serios. (Obras Póstumas – Los desertores.)

144. ¿Hubo deserciones motivadas por decepciones?

Sí. Los fenómenos puestos de moda por el atractivo de la curiosidad, convertidos en una maravilla, tentaron la codicia de personas que están al acecho de lo que es nuevo, con la esperanza de encontrar allí una puerta abierta. Las manifestaciones parecían una materia maravillosamente explotable, y más de uno soñó con hacer de ella un auxiliar de su negocio; otros vieron en ella una variante del arte de la adivinación, tal vez un medio más seguro que el de la cartomancia para conocer el futuro y descubrir las cosas ocultas, porque según la opinión de entonces, los Espíritus lo sabían todo.

Cuando esas personas vieron que la especulación se les escapaba de las manos y volvía a la mistificación, y los Espíritus no venían a ayudarlas a hacer fortuna, darles números que premiaría la lotería, hacerles descubrir tesoros o recibir herencias, descubrir un buen invento fructífero y patentable, suplir su ignorancia y librarlas del trabajo material e intelectual, los Espíritus ya no fueron considerados útiles para nada, y sus manifestaciones fueron consideradas como ilusiones.

Tanto ensalzaron al Espiritismo mientras tuvieron la esperanza de obtener algún provecho de él, como lo denigraron cuando vino su decepción. Más de un crítico que lo ridiculizó lo habría elevado hasta las nubes si le hubiese hecho descubrir un tío rico en América o ganar en la Bolsa. Esta constituye, sí, la más numerosa categoría de desertores, pero se comprende que no se puede, conscientemente, calificarlos de espíritas. Fueron sólo parásitos que se retiraron del Espiritismo, y no adeptos sinceros. (Obras Póstumas – Los desertores.)

145. Esos problemas que el Espiritismo tuvo que enfrentar, ¿tuvieron alguna utilidad?

Sí. Todas las doctrinas tienen su Judas; el Espiritismo no podría dejar de tener los suyos. Son los espíritas de contrabando que han tenido, no obstante, su utilidad: han enseñado al verdadero espírita a ser prudente, circunspecto,  y a no fiarse de las apariencias, porque en principio es necesario desconfiar de los apasionamientos febriles que son, casi siempre, fuegos de paja, o simulacros, entusiasmos ocasionales que suplen los actos con la abundancia de palabras. 

La verdadera convicción es serena y reflexiva; se revela como el verdadero coraje, por los actos, es decir por la firmeza, la perseverancia y, sobre todo, por la abnegación. El desinterés moral y material es la verdadera piedra de toque de la sinceridad. La sinceridad tiene un sello sui generis; se revela a través de matices a menudo más fáciles de ser comprendidos que definidos; es sentida por efecto de la transmisión del pensamiento, cuya ley nos vino a revelar el Espiritismo, y que la falsedad no logra simular jamás por completo, puesto que no puede cambiar la naturaleza de las corrientes fluídicas que proyecta, de la misma forma que el hielo jamás puede imitar al calor. (Obras Póstumas – Los desertores.) 

146. ¿Ocurren deserciones entre los adeptos convencidos?

No. Entre los adeptos convencidos no hay deserciones en la verdadera acepción de la palabra, porque aquél que deserta por un motivo de interés, o cualquier otro, jamás fue un espírita sincero. Puede, sin embargo, que existan desalentados. El coraje y la perseverancia pueden flaquear ante una decepción, una ambición frustrada, una superioridad no obtenida, un amor propio herido, una prueba difícil. Se retrocede ante el sacrificio del bienestar, ante el temor de comprometer intereses materiales, ante el miedo al qué dirán; se sienten desconcertados por una mistificación. La persona no renuncia, sino pierde el entusiasmo; vive para sí y no para los otros; quiere beneficiarse de la creencia, pero con la condición de que eso no le cueste nada.

Con certeza, los que actúan así pueden ser creyentes, pero creyentes egoístas, en los cuales la fe no ha encendido el fuego sagrado de la devoción y la abnegación. Su alma tiene dificultad para liberarse de la materia. Son numerosos nominalmente, pero no se puede contar con ellos.  

Los demás son espíritas que merecen verdaderamente ese nombre porque aceptan, por sí mismos, todas las consecuencias de la doctrina y se les reconoce por los esfuerzos que hacen para mejorarse. Sin descuidar los intereses materiales, estos son para ellos lo accesorio y no lo principal; la vida terrestre es sólo una travesía más o menos penosa; de su empleo útil o inútil depende su futuro; sus alegrías son mezquinas comparados con el objetivo espléndido que entrevén más allá; no se afligen nunca con los obstáculos que encuentran en el camino; las vicisitudes y las decepciones son pruebas ante las cuales no se desalientan nunca. Por eso es que no se ve entre ellos ni deserciones ni flaquezas. (Obras Póstumas – Los desertores.)

 

 


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