Sería un fin de semana
largo y con mucha
alegría los niños se
preparaban para viajar.
¡Podrían jugar todo lo
que quisieran!
¡La alegría era grande!
A pesar de eso, sabían
que sentirían nostalgia
de sus amigos. A Juliana
le gustaba estar con sus
compañeras y
acostumbraba a ir a sus
casas o que ellas
vinieran a la suya
después de clases, y
jugaban toda la tarde.
Ese día, al llegar a
casa, el papá avisó que
no iría a trabajar en
esos feriados y que
irían a la casa de sus
papás.
Juliana se puso muy
contenta:
- ¡Wow! ¡Hace tiempo que
no vemos al abuelo Pedro
y a la abuela Carmela!
¿Cuándo partimos, papá?
- Tan pronto como
consiga poner el carro
en orden, pero no va a
demorar.
Ansiosa, la niña comenzó
a separar todo lo que
iba a llevar: ropa y
zapatos; tomó sus
muñecas, sus juguetes
preferidos y fue
colocándolos en su
maleta. De repente, ¡no
cabía nada más! Intentó
cerrar la maleta y no lo
logró. Juliana fue a la
cocina a quejarse con su
mamá: |
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- ¡Mamá, no puedo cerrar
mi maleta!
¿Qué sucede?...
- ¿Qué crees que sucede,
hija? –respondió la
mamá, moviendo una olla.
- ¡No sé! ¡Tal vez he
colocado muchas cosas
adentro!
- Exactamente. Entonces,
vacía tu maleta, después
separa lo que no puedes
dejar de llevar.
Y solo lleva lo
necesario, ¿entendiste,
Juliana?
- Entendí, mamá.
Juliana volvió a su
cuarto y comenzó todo de
nuevo.
¡Aun así, había
demasiadas cosas!
Entonces regresó a la
cocina y dijo:
- ¡Mamá, no sé qué
hacer! Todavía no entra
todo en mi maletita.
- Está bien, hija.
Después del almuerzo voy
a ver lo que puedo
hacer, si tú me ayudas y
pones la mesa para el
almuerzo.
Pero Juliana dijo que
iría a sacar algunas
cosas de la maleta y
salió de la cocina. La
mamá puso la mesa,
colocó los platos con la
comida y llamó a los
gemelos y al marido para
almorzar. Se sentaron,
hicieron una oración y
comenzaron a servirse.
Pero Juliana estaba
molesta porque no podía
hacer su maleta.
Todos estaban felices
con la noticia de que
iban a viajar, pero la
niña estaba muy
nerviosa. Después del
almuerzo, la mamá le
pidió a la hija que la
ayudara a limpiar la
cocina, pero Juliana
dijo que estaba cansada
y que iría a dormir.
La madre no dijo nada.
Lavó los platos, los
cubiertos y las ollas;
secó todo y lo guardó en
el armario. Después fue
al cuarto de Juliana
para ver qué estaba
haciendo. Su
hija dormía.
A las cinco de la tarde,
como la hija ya había
dormido bastante, la
mamá la llamó:
- ¡Juliana! ¡Despierta,
hija mía!
- Tengo sueño, mamá.
- ¿Pero no querías
arreglar tu maleta?
- Sí, mamá. Pero ahora
quiero dormir.
La mamá salió del cuarto
y fue a encargarse de
otras cosas. Miró la
ropa de los gemelos, más
pequeños, vio lo que
querían llevar, los
ayudó a empacar, y ellos
quedaron muy contentos,
pues entró hasta un
juego que les gustaba
mucho.
Al despertar, Juliana
tenía hambre y fue a
tomar una merienda. La
mesa ya estaba puesta y
ella se sentó, se sirvió
café con leche, después
se quejó de que no había
queso.
- ¡¿Solo margarina?!...
¡Eh!
¿Ni un pedacito de
queso?
La mamita, que había
trabajado todo el día
mientras Juliana dormía,
respiró profundamente y
habló con cariño:
- Hija, todos aquí
colaboraron haciendo
algo. ¡Solo tú no
hiciste nada!
¿Y todavía te quejas?
- ¡Ay, mamá! ¡Traté de
hacer mi maleta, pero no
pude!
- Es verdad, Juliana.
Pero hacer tu maleta es
tu problema. Ya tienes
el tamaño suficiente
para eso. ¡Si hubieras
hecho lo que te pedí, yo
habría tenido tiempo
para ayudarte a empacar!
Sin embargo, tú creíste
que era mejor dormir
toda la tarde.
- ¡Estaba cansada, mamá!
- ¿Cansada de qué, hija
mía? ¿De no hacer
nada?...
La niña se puso roja
como un pimiento.
Después, se puso a
llorar:
- ¡Nadie me quiere en
esta casa! ¡Yo no soy
nadie!...
La mamá, que escuchaba
las palabras de su hija
con indignación,
respondió:
- Juliana, tu problema
es que solo piensa en
ti. Nunca tratas de
ayudar a tus hermanos
que son más pequeños que
tú. ¿Cuántas veces ellos
te piden que los ayudes
en sus tareas escolares?
Nunca me ayudas cuando
estoy llena de trabajo y
te pido ayuda. Siempre
estás fastidiada y solo
piensas en tus propios
problemas. Reflexiona un
poco sobre esto. ¡Piensa
en cómo actuaste hoy!
|
Ella miró a sus hermanos
y se dio cuenta que
ellos estaban de acuerdo
con su mamá. Entonces,
Juliana salió corriendo
de la sala, fue a su
cuarto y se echó en su
cama a llorar, sintiendo
que nadie de su familia
la quería. Después, más
calmada, fue a buscar a
su mamá, que estaba
sentada viendo la
televisión y haciendo
zapatitos de lana para
los bebés pobres que
iban a nacer.
Avergonzada, ella
reflexionó sobre su
forma de actuar, le dio
un beso a su mamá y se
disculpó:
- ¡Mamá, perdóname!
Reconozco que he actuado
mal. Prometo que voy a
cambiar de hoy en
adelante. Quiero
colaborar más en las
tareas de la casa,
ayudar a mis hermanos y
ser una mejor persona,
como tú que,
|
además de hacer
las tareas de la
casa, también
tejes para
ayudar a las
futuras mamás
que lo
necesitan.
|
Juliana dio un abrazo a
su mamá y dijo que,
desde ese día en
adelante, ella sería
diferente. Contenta con
el cambio de la hija, la
mamá sonrió y la invitó,
dándole un abrazo:
- ¿Vamos a hacer tu
maleta ahora?
MEIMEI
(Recibida por Célia X.
de Camargo.)
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