La casa de Manuel y Rita
estaba muy triste.
Clara, la hija de apenas
seis años y que era la
luz de sus ojos, había
regresado al Mundo
Espiritual debido a una
enfermedad grave,
dejando a la familia en
gran sufrimiento.
Debido al dolor de los
padres que no se
conformaban por la
partida de la pequeña
Clara, los Amigos
Espirituales de la
pareja pensaban cómo
disminuir el sufrimiento
de Manuel y Rita, que no
soportaban su existencia
sin su querida hija. La
pequeña sufría al
recibir los pensamientos
del papá y la mamá que
le rogaban su presencia.
Decía el papá en sus
oraciones:
|
- ¡Vuelve, hijita! No
podemos seguir viviendo
sin tu presencia.
¡Lamentamos mucho tu
falta y el sufrimiento
es tanto que deseamos
también partir a tu
encuentro!
Y la mamá, entre
lágrimas, afirmaba:
- ¡Clara, hijita mía, no
vamos a soportar la vida
sin ti! ¡Solo consigo
pensar en ti, querida!
¡Vuelve con nosotros!
¡Solo lloramos
acordándonos de tu bello
pequeño rostro, de las
conversaciones que
teníamos y hasta tu
cachorrita Fifi está
desani-
|
mada, no ladra
ni quiere comer
más!... Que
Jesús pueda
mandarte de
vuelta con
nosotros, tus
padres, que
tanto te amamos,
es lo único que
queremos.
|
Los Amigos Espirituales
escuchando esas
palabras, se preocupaban
del bienestar de la
pequeña Clara, aún débil
por la enfermedad que la
llevó de vuelta al Mundo
Espiritual, y estudiaban
el problema, buscando
una soluciona que
calmara a los muy
sufridos padres.
Hasta que uno de ellos
decidió, después de
mucho pensar:
- Lo mejor será llevar a
la pequeña Clara para
que haga una visita a
sus padres quienes, al
darse cuenta que ella
está bien, calmarán sus
corazones y se
desligarán un poco de la
pequeña.
Los amigos que formaban
parte del grupo
estuvieron de acuerdo,
hallando que era la
única manera de calmar a
los padres tan sufridos.
Así, un día en que
Manuel y Rita hacían el
Evangelio en el Hogar,
con mucha delicadeza los
Amigos Espirituales
llevaron a la pequeña
Clara a visitar su
hogar.
Apenas leyeron un
fragmento del Evangelio,
los papás comenzaron a
conversar sobre el tema
que fue enfocado a
través del libro, que
era “Motivos de
Resignación”, del
capítulo V,
Bienaventurados los
afligidos.
De repente, al recordar
a la pequeña Clara
desencarnada, los padres
comenzaron a sentir que
las lágrimas brotaban de
sus ojos incapaces de
evitar el dolor.
No se habían dado cuenta
de que la perrita de
Clara había entrado en
la sala al ver la puerta
abierta y se había
quedado quieta, sentada
junto a ellos.
De pronto, cuando ellos
comentaban el texto, la
perrita Fifi se levantó
y empezó a ladrar,
mirando hacia arriba.
Los padres se miraron
entre sí, luego la
miraron sorprendidos por
su comportamiento, a lo
que Rita dijo:
- ¡Mira, Manuel! ¡Fifi
no ladra desde que
nuestra pequeña Clara se
fue al Mundo
Espiritual!...
La madre abrió los ojos
mirando a la perrita y
las lágrimas brotaron de
sus ojos, ahora
sonrientes y contentos:
|
|
- ¡Manuel! ¡Fifi solo le
ladraba así a nuestra
hija Clara! ¡Es una
señal de que ella está
aquí con nosotros! |
El padre, que no quería
que su esposa tuviera
muchas esperanzas,
respondió:
- No, querida.
¡Ciertamente Fifi está
ladrando porque vio
algún insecto volando
por la sala!
A lo que su esposa,
moviendo la cabeza y una
gran sonrisa en su
rostro, no estuvo de
acuerdo:
- No, Manuel.
Fifi solo ladraba así al
ver llegar a nuestra
Clara.
¡Ve cómo mira hacia lo
alto y ladra feliz!
El padre, al ver a la
madre tan contenta,
finalmente estuvo de
acuerdo con ella,
también con los ojos
nublados por las
lágrimas.
Ellos se abrazaron e
hicieron la oración
final con gran alegría
en sus corazones,
comentando el texto del
Evangelio y, más que
eso, hablando sobre la
inmortalidad del alma y
la alegría de volverse a
encontrar con su hijita
querida.
Y Rita dijo a su marido:
- ¡Estoy segura, Manuel,
de que cuando durmamos
vamos a encontrarnos con
nuestra querida hija
Clara!
¡Oh, que el Señor la
bendiga!...
Así, animados y llenos
de esperanza, terminaron
el Evangelio en el Hogar
y, después de una comida
ligera, se prepararon
para dormir, satisfechos
y agradecidos.
Y los Amigos
Espirituales que estaban
allí intercambiaron una
sonrisa, también
contentos por poder
ayudar a la pareja de
amigos, los padres de la
pequeña Clara.
Poco tiempo después,
apenas se quedaron
dormidos, Rita y Manuel
se desprendieron y
fueron al Mundo
Espiritual, y lo primero
que vieron fue a Clara,
la hija amada que
acababa de despertar.
Los padres le dieron un
abrazo a la pequeña,
conversaron un poco con
ella y luego regresaron
al cuerpo, felices y
agradecidos por haber
visto y abrazado a la
hijita que ahora estaba
en el Mundo Espiritual.
Y la pequeña se acordó,
contenta, que pronto
sería el cumpleaños del
padre, y lo abrazó y lo
besó, diciendo:
- ¡Feliz cumpleaños,
papá!...
MEIMEI
(Recibida por Célia X.
de Camargo, en Rolândia,
el 08/08/2016.)
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