En una ocasión, una
patita estaba nadando a
la orilla de un lago
azul, contenta por el
día soleado y la brisa
que soplaba trayendo el
perfume de las flores
que estaban en la
orilla.
Satisfecha, jugaba con
sus hermanos en el agua
cuando, al alejarse un
poco, escuchó a alguien
que lloraba
desconsoladamente.
Curiosa, la patita se
puso a buscar quien
lloraba tanto.
Entonces, nadó
lentamente a la orilla,
examinando la hierba que
crecía para ver si
encontraba a la
criaturita que parecía
sufrir
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mucho.
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De repente, se
quedó
atenta.
El llanto se hacía más
alto, mostrando que
quien lloraba estaba muy
cerca. Buscando con más
cuidado, pronto lo vio:
¡era un pequeño
saltamontes! Entonces,
acercándose más a él,
dijo:
- ¡Hola! ¿Por qué estás
tan triste?
La cría de saltamontes,
restregándose los ojos y
moviendo las alas,
respondió:
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- ¡Es que acabo de
perder a mi mamá!
Estábamos juntos, pero
vi una linda flor y fui
hacia ella, esperando
sentir su perfume.
¡Oh, me encanta
el
aroma de las flores! ...
La patita movió sus
alas, feliz:
- ¡A mí también me
encanta el perfume de
las flores! Pero no nos
hemos presentado.
¿Como te llamas?
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- Yo soy Gafinho. ¿Y tú?
- Mi nombre es Petucha.
Un placer conocerte,
Gafinho. Voy a ayudarte
a buscar a tu mamá, no
te preocupes. Súbete a
mi espalda y vamos a
recorrer la orilla del
lago. De seguro ella no
estará lejos.
La cría de saltamontes
saltó a la espalda de
Petucha y empezaron a
examinar la orilla del
lago. De repente,
Gafinho gritó:
- ¡Veo a mi mamá! ¡Está
volando por aquí cerca!
¡Mamá! ¡Mamá!... se puso
a gritar, feliz, hasta
que su madre lo vio:
- Hijo mío, ¿por dónde
has estado? ¡Estuve
buscándote por todas
partes! - preguntó,
abrazándolo contenta por
haberlo encontrado.
Gafinho sonrió y contó:
- Tenía mucho miedo de
haberte perdido, mamá,
cuando Petucha, una
amiga, decidió ayudarme.
¡Dejó que me subiera a
su espalda y me llevó
por el lago hasta que te
encontramos!
La mamá saltamontes
agradeció a la linda
patita que ayudó a su
cría y, con lágrimas en
los ojos, consideró:
- Si alguna vez
necesitas un poco de
ayuda, puedes contar
conmigo. ¡Soy tu amiga
para toda la vida!
Gracias, Petucha.
Se abrazaron y cada uno
se fue por su lado muy
feliz.
Algún tiempo después,
Petucha estaba nadando
en el lago cuando
escuchó un alboroto de
alas acompañado del
ruido de insectos.
Curiosa, levantó la
cabecita del agua y vio
que una nube oscura
venía en su dirección.
Asustada, se hundió un
poco, pero fue en vano.
“¿Qué quieren esos
insectos conmigo?”,
pensó ella.
Entonces se acordó que,
hace poco, había nadado
por un lugar lleno de
restos de comida dejados
por un grupo de niños
que habían hecho un
picnic. Petucha pensó
que lo mejor sería
sumergirse para alejar a
los insectos. Sin
embargo, ellos querían
alimentarse de los
restos que se habían
quedado en su espalda.
Entonces, ella comenzó a
graznar alto, intentando
llamar la atención de
alguien que pudiera
salvarla.
En ese momento, Gafinho
reconoció la voz de su
amiga y fue a ayudarla,
avisando a los demás
saltamontes:
- Esa patita es mi
amiga, ¿entendieron?
Vayan a buscar otra
fuente de comida.
¡Petucha me ayudó y no
dejaré que la molesten!
Los saltamontes, a pesar
de no haberles gustado
mucho, obedecieron a la
petición de Gafinho, que
quería proteger a su
amiga Petucha. ¡Incluso
un sapo se quedó con la
boca abierta! Viendo que
los saltamontes se iban,
Petucha agradeció con
una sonrisa a Gafinho
que la defendió de sus
amigos:
- Gracias, Gafinho. ¡Me
demostraste que eres
realmente un gran amigo!
Él se posó en una rama a
la orilla del lago y
dijo:
- Te debo mucho a ti,
Petucha. Cuando
necesitaba ayuda, tú me
ayudaste, y siempre
estaré agradecido
contigo.
¡Puedes contar conmigo!
Gafinho se levantó de la
rama y, agitando sus
alas, se despidió de su
amiga patita.
Y Petucha entendió lo
importante que era hacer
amigos. Nadando cerca de
su madre, ella le contó
lo que había sucedido:
- Mamá, jamás esperé que
Gafinho me ayudara por
la ayuda que le di, pero
reconoció mi gesto y me
devolvió la ayuda.
Entonces la mamá de
Petucha abrazó a su hija
y estuvo de acuerdo:
- En la vida, hija mía,
todo lo que hacemos a
nuestro prójimo, nos
será devuelto a través
del amor. Actuaste muy
bien al proteger a tu
amigo Gafinho, y él
devolvió la gentileza
con otra gentileza.
Porque el amor atrae al
amor, como el odio atrae
el odio.
La patita pensó un poco
y dijo:
- Qué bueno que escogí
el amor, ¿verdad, mamá?
Nunca olvidaré esta
lección. ¡Prometo ser
buena siempre, porque
quiero que otros sean
buenos conmigo también!
MEIMEI
(Recibida por Célia
Xavier de Camargo en
Rolândia-PR, el día
14/03/2016.)
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