Sufrir por Jesús
es…
“Pero [Jesús] se
vació a sí
mismo, tomando
la forma de
siervo,
haciéndose
semejante a los
hombres.”
(Filipenses 2:7)
Jesús prescindió
de toda su
potencia de
Espíritu puro
para actuar en
consonancia con
la humildad de
quien quiere ser
comprendido por
la flaqueza de
los hombres que
constituían su
rebaño. Cuidó
así de no
ofuscar ni
deslumbrar, para
hacerse
comprendido.
A pesar de las
curas
extraordinarias,
se presentó como
simple hombre,
enseñando que
todo hombre será
capaz de
realizarlas a su
tiempo.
Mostró para
nosotros que el
sublime de la
humildad es
presentarse como
siervo de todos
y reafirmó que
“Dios ama el que
da con alegría.”
(2 Corintios
9:7)
Humildad y
alegría. Dos de
las columnas que
sostienen el
tabernáculo de
nuestra mente
espiritual.
Humildad de
servir. Alegría
de realizarse
como siervo.
“Porque el Hijo
del Hombre
también no vino
para ser
servido, pero
para servir y
dar su vida en
rescate de
muchos.”
(Marcos 10:45)
“Siervo es –
informa la Gran
Larousse – aquél
cuyos bienes y
persona dependen
de otro;
subordinado y
dependiente.”
Jesús nos dio de
eso el ejemplo.
Se colocó en la
dependencia de
Dios, y
subordinado a
Él, mostrando
que sin el Padre
nada podemos y
que necesitamos
de un norte que
nos enseñe cual
es el camino
para la
adquisición de
la humildad
necesaria a fin
de que nos
tornemos
servidores
auténticos. Ese
camino está todo
trazado en el
Evangelio, que
nos esclarece y
sustenta y nos
rehace las
energías.
“Y hallándose en
la forma de
hombre, se
humilló a sí
mismo, siendo
obediente hasta
la muerte, y
muerte de cruz.”
(Filipenses
2:8)
Todos se
acuerdan del
pasaje del
huerto donde
Jesús dijo al
Señor que sea
hecha su
voluntad. Pero
es intrigante
que él también
pida al Padre
que, si posible,
pase aquel
cáliz.
Es obvio que ese
pasaje puede no
ser auténtico,
tal vez para dar
un toque de
humanidad a
Jesús, porque
nadie presenció
el hecho. Los
tres discípulos
más íntimos
dormían. Sin
embargo, lo que,
a la primera
vista, parece
una flaqueza de
Jesús es notable
por ilustrar su
obediencia y su
optimismo.
Jesús está
consciente de la
necesidad del
sacrificio, pero
pide aún una
oportunidad para
que los hombres
se conviertan.
Aquello que
parecía una duda
o hasta mismo un
disgusto por la
voluntad del
Padre es un voto
de confianza en
la capacidad del
hombre de
cambiar la
dirección de sus
caminos. Pero
que, antes de
todo, fuese
hecha la
voluntad de
Dios.
“Porque a
vosotros os fue
concedido, en
relación a
Cristo, no
solamente creer
en él, como
también padecer
por él.”
(Filipenses
1:29)
Ese pasaje
parece
asustador para
algunos
creyentes. El
sufrimiento
asusta algunas
personas menos
avisadas.
¿Sufrir por
Jesús es una
necesidad?
¿Jesús quiere
que suframos?
¿Jesús necesita
de nuestro
sufrimiento?
Jesús no
necesita de
nuestro
sufrimiento, él
sólo nos da
fuerzas para
soportar el
inevitable y
saber cómo
transformar
nuestro
sufrimiento en
un bien para
nuestra vida y
para la vida de
los otros.
Jesús también no
quiere que
suframos, pero
como nuestro
sufrimiento se
presenta como
inevitable, de
acuerdo con la
ley de causa y
efecto, él nos
da elementos
para que
suframos con
dignidad y con
menos dolor.
También no es
una necesidad
sufrir por Jesús
porque, donde
haya escoja o
libre albedrío,
sufrir por Jesús
es una opción,
la más saludable
escoja.
Sufrir por Jesús
es colocarse,
delante de la
vida,
enteramente
vuelto para el
crecimiento
espiritual,
acordándonos
siempre del
crisol
purificador que
acrisola
nuestros
sentimientos y
de la búsqueda
necesaria e
incesante de
mejor servir a
los semejantes
sin esperar nada
en cambio.
Sufrir por Jesús
significa,
finalmente,
negar a nosotros
mismos, tomar
nuestra cruz y
seguirlo.
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