Allan Kardec
estableció que
muchos
acontecimientos
que se verifican
en nuestras
vidas fueron
anteriormente
previstos,
aunque sea
posible, hasta
cierto punto, el
cambio de ruta y
la alteración de
compromisos
reencarnatorios.
Eventos como el
lugar de
nacimiento,
boda, hijos,
profesión,
grandes dolores,como
enfermedades
congénitas y
otras, además
del género de
muerte y de la
época aproximada
de la
desencarnación
frecuentemente
fueron
previamente
escogidos,
conocidos,
esperados o
previstos por
los patronos de
la evolución
terrestre.
Encontramos en
la obra
kardecista citas
esclarecedoras:
Los espíritus
cuya similitud
de gustos,
identidad de
progresso moral
y afectos llevan
a reunirse,
forman familias
(ESSE, cap. XIV,
ítem 09)
¿A qué se deben
las vocaciones
de ciertas
personas y su
voluntad de
seguir una
carrera en vez
de otra? – Me
parece que
podéis responder
por vosotros
mismos a esta
cuestión. ¿No es
consecuencia de
todo lo que
dijimos sobre la
elección de las
pruebas y sobre
el progreso
realizado en una
existencia
anterior? (LE,
ítem 270)
No rechaceis al
hijo que en el
brazo repele la
madre, ni aquel
que os paga con
la ingratitud:
no fue el acaso
que lo hizo así
y que se lo
envió. (ESE,
cap. XIV, ítem
09)
El nacimiento en
tal o tal
familia no es un
efecto del
acaso, pero
depende muchas
veces de la
elección hecha
por el Espíritu
(Lo que es el
Espiritismo,
cap. III, ítem
122).
Solamente los
grandes dolores,
los
acontecimientos
importantes y
capaces de
influir en tu
evolución moral
son previstos
(LE, ítem 859-a)
Es en la muerte
que el hombre es
sometido, de una
manera absoluta,
la inexorable
ley de la
fatalidad,
porque él no
puede huir al
decreto que fija
el término de su
existencia, ni
al género de
muerte que debe
interrumpirle el
curso. (LE, ítem
872)
Las situaciones
de naturaleza
cármica
relacionadas
anteriormente, y
muchas otras,
van a
verificarse en
el transcurso de
necesidades
evolutivas de la
entidad
reencarnante,
relacionadas con
la naturaleza de
faltas
cometidas, con
imperfecciones
que necesita
depurar, con
afectos que
necesita rehacer
o con
conocimientos
que desea
acumular. En
suma: vivir
determinada
experiencia para
el crecimiento
espiritual.
Deducimos con
Kardec:
El Espíritu
puede querer
nacer entre
gente de mala
vida para luchar
contra el
instinto de
vandalismo (LE,
ítem 260).
Unos pueden
imponerse una
vida de miserias
y privaciones,
para intentar
soportarla con
coraje; otros
experimentar las
tentaciones de
la fortuna y del
poder (LE, ítem
264).
Renacer en el
mismo medio en
que vivió, y
encontrarse en
relación con las
mismas personas,
a fin de reparar
el mal que les
haya hecho (ESE,
cap. V, ítem
11).
Vivir entre
pueblos
atrasados para
hacer avanzarlos
más deprisa (LE,
ítem 273).
Vivir la
experiencia
Kardec
estabelece, de
forma precisa,
el objetivo
fundamental de
la reencarnación
en el ítem 634
de El
Libro de los
Espíritus:
[...] Si no
existieran
montañas, no
comprendería el
hombre que se
puede subir y
descender; si no
existieran
rocas, no
comprendería que
hay cuerpos
duros. Es
preciso que el
Espíritu
adquiera
experiencia; es
preciso, por lo
tanto, que
conozca el bien
y el mal. He ahí
por qué se une
al cuerpo.
Evolucionar es,
sobre cierto
aspecto, como
aprender a andar
en bicicleta. ¿Quién
desea hacerlo se
inscribe en un
curso o compra
el manual “Como
andar en
bicicleta”? ¡No!
El aprendiz sube
en la bicicleta
e intenta andar.
Caerá algunas
veces, hasta que
su cerebro,
“domando” los
circuitos
relacionados al
equilibrio,
automatice el
processo y
aprenda a andar
sin caer.
¡Sólo se
evoluciona
viviendo la
experiencia!
Podemos no
condolernos con
alguien que
pierde un ente
querido;
intentar,
incluso,
colocarnos en el
lugar de él,
pero vivir la
realidad de la
pérdida es
posible
solamente a
aquel que pierde
de verdad.
Imaginar el
dolor de una
hérnia de disco
es algo que
nuestra mente
puede intentar,
pero sólo quién
la tenga sabe de
verdad lo que
significa.
La reencarnación,
entonces, nos
permite vivir
experiencias
diferentes, que
son siempre
experiencias de
crecimiento. La
experiencia de
la escasez y la
experiencia de
la abundancia,
del desafío
profesional y de
la perseverancia,
de la
frustración
afectiva, de la
enfermedad
crónica y de la
limitación de
uno de los
sentidos. Son
muchas las
experiencias
donde se inserta
la
individualidad
reencarnante: la
soledad, la
belleza, la
fealdad, el
desempleo, el
desastre
financiero, la
genética
desfavorable de
las adicciones
sociales y de la
dependencia
química, el
ambiente
pernicioso, el
mal ejemplo de
los padres etc.
¿Cómo se dan los
hechos?
Los noticiários
informan:
Un actor famoso
muere ahogado.
Cae el avión y
mueren decenas
de atletas.
La gestante
contrae “zica” y
el hijito nace
con grave
deficiencia
intelectual.
Una adolescente
“coge” el Dengue
y muere de
hemorragia
generalizada.
El trabajador
rural es picado
por una cascabel
y muere de
insuficiencia
renal.
Comprender como
ocurren los
hechos cármicos
es, muchas
veces,
extremadamente
difícil, pero
podemos
reflexionar
sobre eso e
intentemos, por
lo menos en
parte, entender
el mecanismo
responsable por
el cumplimiento
de la ley de
causa y efecto.
Léon Denis, en Después
de la muerte,
coloca que las
leyes
inflexibles de
la naturaleza, o
antes, los
efectos
resultantes del
pasado, deciden
la
reencarnación.
El Espíritu
inferior,
ignorante de
esas leyes, poco
cuidadoso de su
futuro, sufre
maquinalmente su
suerte y viene a
tomar su lugar
en la Tierra
bajo el impulso
de una fuerza
que ni aún busca
conocer. André
Luiz, por su
parte, es
también
explícito al
afirmar, en el
libro Entre la
Tierra y el
cielo, cap. 28,
que la ley de
causa y efecto
se ejecuta sin
necesidad de
vigilancia de
nuestra parte.
Añade André
Luiz, en Obreros
de la vida
eterna, cap. XI:
[...]
reencarnaciones
y
desencarnaciones,
de modo general,
obedecen
simplemente a la
ley. Hay
principios
biogenéticos
orientando el
mundo de las
formas vivas en
la ocasión del
renacimento
físico [...]
Por lo expuesto,
podemos exponer
que estamos
todos nosotros
incluidos en un
automatismo
físico-psíquico
regido por el
orden natural,
que registra,
evalúa y
responde a todos
nuestros actos.
Actitudes
saludables,
útiles y nobles
nos colocan en
una reacción de
causalidad
promotora de
bienestar. Al
contrario,
actitudes
enfermizas,
personalistas y
que interfieren
negativamente en
el bienestar de
los otros atraen
para nosotros,
como recurso
educativo de la
ley, situaciones
de angustia y
sufrimiento.
¿Pero cómo se da
eso? Presentamos
como hipótesis
de trabajo tres
posibles
mecanismos.
Mecanismo I: la
zona de
remordimiento
Cuando Jesús
dijo, según Juan
8,34, que quién
comete el pecado
es esclavo del
pecado buscó
demostrar que
nuestros errores
caminan con
nosotros,
impresos que
quedan en
nuestra mente,
hasta que nos
liberemos de
ellos. André
Luiz se valió,
en el libro Evolución
en dos mundos,
parte II, cap.
XIX, de la
expresión “zona
de remordimiento”.
Comenta André
que, de modo
general, la
etiologia de las
molestias
crónicas, que
afligen el
cuerpo físico y
lo dilaceran,
guarda en el
cuerpo
espiritual sus
causas
profundas. El
registro de esa
o de aquella
falta grave crea
en la mente un
estado anómalo
que él clasifica
como “zona de
remordimiento”,
en torno a la
cual la onda
viva y continua
del pensamiento
pasa a enredarse
en circuito
cerrado sobre sí
misma, con
reflejo
permanente en la
parte del
vehículo físico
conectado al
recuerdo de las
personas y
circunstancias
asociadas al
error de nuestra
autoría.
Establecida la
idea fija sobre
ese “nódulo de
fuerzas mentales
desequilibradas”,
es indispensable
que
acontecimientos
reparadores se
nos contrapongan
al modo
enfermizo de
ser, para que
nos sintamos
exonerados de
ese o de aquel
fardo íntimo, o
exactamente
redimidos ante
la Ley. Añade el
autor que esas
enquistaciones
de energías
profundas, en el
interior de
nuestra alma,
expresan las
llamadas deudas
cármicas, por
afiliarses la
causas infelizes
que nosotros
mismos plasmamos
en la senda del
destino, y que
son
perfectamente
transferibles de
una existencia
para otra. Así,
prosigue el
autor, el
remordimiento
provoca
distonias
diversas en
nuestras fuerzas
recónditas,
desarticulando
las sinergias
del cuerpo
espiritual,
creando
predisposiciones
mórbidas para
esa o aquella
enfermedad.
Algunos hechos
cármicos pueden
ser explicados
por el mecanismo
expuesto. Veamos
un ejemplo:
determinado
Espíritu se
comprometió, en
existencias
pasadas, con el
abuso de bebidas
alcohólicas y
cometió fallos
morales en
virtud de esa
adicción,
perjudicando a
muchas personas.
Él podrá
reencarnar
entonces com
marcas en las
áreas del
periespíritu que
son responsables
por la
vitalización del
aparato
digestivo. Esas
marcas estarán
creando una
predisposición a
la aparición de
enfermedades,
como la
gastritis
crónica o
disfunciones
hepáticas. Así,
el Espíritu
reencarna con
“puntos débiles”
en su
periespíritu,
que determinan
los órganos que
estarán más
predispuestos a
enfermar. Si el
Espíritu va a
enfermar, o no
eso puede
depender,
naturalmente,
del estilo de
vida y de la
conducta moral
que adoptara.
El concepto
equivalente
puede ser
aplicado a la
génesis de
ciertos
trastornos
mentales, pues
el cerebro es un
órgano como otro
cualquiera. Así,
si en el pasado,
el Espíritu
adquirió débitos
en virtud del
mal uso de sus
atributos
intelecto
morales, puede
crear marcas
cármicas en su
periespíritu en
la región
correspondiente
al cerebro. Al
reencarnar,
traerá consigo
tendencias a
desequilibrios
químicos en sus
neurotransmisores
cerebrales. Si
ese
desequilibrio
neuroquímico se
verifica, la
Individualidade
reencarnada
podrá venir a
padecer de
enfermedades
dichas
“mentales” (que
en verdad son
cerebrales),
como la
depresión, lo
transtorno
obsesivo-compulsivo,
las fobias, a
esquizofrenia
etc. Obviamente
que más allá dos
fatores cármicos
precisan ser
considerados los
fatores actuales,
muchas vezes tan
o más
importantes que
los fatores
pasados.
Mecanismo II:
sugestión
pos-hipnótica
En la Revista
Espírita de
marzo de 1858,
Kardec se
reporta a una
carta recibida
de uno de sus
lectores, que
dice lo
siguiente:
“El mes de
septiembre
último, una
embarcación
ligera, haciendo
la travesia de
Dunquerque a
Ostende, fue
sorprendida por
la noche por el
mal tiempo; el
barco volcó y,
de las ocho
personas que
allá estaban
cuatro
perecieron; las
otras cuatro, en
el número de las
cuales me
encontraba,
consiguieron
mantenerse sobre
la quilla.
Quedamos la
noche entera en
esa horrible
posición, sin
otra perspectiva
sino esperar la
muerte, que nos
parecía
inevitable y de
la cual ya
experimentábamos
todas las
angustias. Al
romper del día,
teniendo el
viento
empujándonos
para la costa,
pudimos ganar la
tierra a nado.
¿Por qué en ese
peligro, igual
para todos, sólo
cuatro personas
sucumbieron?
Notad que, a mi
respecto, es la
sexta o séptima
vez que escapo
de un peligro
tan inminente y
más o menos en
las mismas
circunstancias.
Soy llevado
realmente a
creer que una
mano invisible
me protege. ¿Qué
hice para
merecer eso? No
sé bien; soy
alguien sin
importancia y
sin utilidad en
este mundo y no
me vanglorio de
valer más que
los otros; lejos
de eso: entre
las víctimas del
accidente había
un digno
eclesiástico,
modelo de
virtudes
evangélicas, y
una venerable
hermana de San
Vicente de Paul,
que iban a
cumplir una
santa misión de
caridad
cristiana. La
fatalidad parece
desempeñar un
gran papel en mi
destino. ¿Los
Espíritus no
estarían allí
para alguna
cosa? ¿Sería
posible obtener
de ellos una
explicación a
ese respecto,
preguntándoles,
por ejemplo, si
son ellos que
los provocan o
alejan los
peligros que nos
amenazan?”
Conforme el
deseo de su
correspondiente,
Kardec dirigió
algunas
preguntas al
Espíritu San
Luis. Destacamos
algunas de
ellas:
¿Cuando un
peligro
inminente
amenaza a
alguien, es un
Espíritu quién
dirige el
peligro, y
cuándo de él
escapa, es un
otro Espíritu
que lo aleja?
R.: Cuando un
Espíritu se
encarna, escoge
una prueba;
eligiéndola, se
establece una
especie de
destino que no
puede más
conjurar, una
vez que a él
está sometido;
hablo de las
pruebas físicas.
Conservando su
libre-albedrío
sobre el bien y
el mal, el
Espíritu es
siempre señor de
soportar o de
repeler la
prueba [...]
¿La fatalidad
que parece
presidir a los
destinos
materiales de
nuestra vida
también es
resultante de
nuestro libre
albedrío?
R.: Tú aún
escogiste tu
prueba. Mientras
más ruda ella
sea y mejor a
soportas, tanto
más te elevarás.
Los que pasan la
vida en la
abundancia y en
la ventura
humana son
Espíritus
pusilánimes, que
permanecen
estacionarios.
Así, el número
de los
desafortunados
es muy superior
al de los
felices de este
mundo, atento
que los
Espíritus, en su
mayoría, buscan
las pruebas que
les sean más
provechosas.
Ellos ven
perfectamente
bien la
futilidad de
vuestras
grandezas y
gozos. Añade que
la más dichosa
existencia es
siempre agitada,
siempre
perturbada, aún
cuando hubiera
ausencia del
dolor.
Comprendemos
perfectamente
esa doctrina,
pero eso no nos
explica si
ciertos
Espíritus
ejercen una
acción directa
sobre la causa
material del
accidente.
Supongamos que
un puente se
desmorone en el
momento en que
un hombre pasa
sobre ella. ¿Quién
impulsó al
hombre a pasar
por ese puente?
R.: Cuando un
hombre pasa
sobre un puente
que debe caer,
no es un
Espíritu que lo
lleva a pasar
allí, es el
instinto de su
destino que lo
conduce a ello.
¿Pueden los
Espíritus
advertirnos
directamente de
un peligro? He
ahí un hecho que
parece
confirmarlo: Una
mujer salió de
casa y seguía
por el bulevar.
Una voz íntima
le dice: Va
aunque; vuelve
para tu casa.
Ella duda. La
misma voz se
hace oír varias
veces; entonces
ella vuelve;
pero, pensando
mejor, se dice a
sí misma: ¿Qué
voy a hacer em
mí casa? Acabo
de salir de
allá; a buen
seguro es efecto
de mi
imaginación.
Entonces,
continúa su
camino. Algunos
pasos más
adelante, una
viga que
quitaban de una
casa le alcanza
la cabeza y la
derrumba,
inconsciente.
¿Qué voz era
aquella? ¿No era
un
presentimiento
de lo que iba a
ocurrir a esa
mujer?
R.: La voz del
instinto; ningún
presentimiento,
de hecho,
presenta tales
carácteres: son
siempre libres.
¿Qué entendeis
por voz del
instinto?
R.: Entiendo
que, antes de
encarnar, el
Espíritu tiene
conocimiento de
todas las fases
de su
existencia;
cuando estas
fases tienen un
carácter
fundamental,
conserva él una
especie de
impresión en su
foro íntimo y
tal impresión,
despertando
cuando el
momento se
aproxima, se
hace
presentimiento.
Esa voz
del destino,
o sea, algo que
despierta cuando
el momento se
aproxima y que
San Luís se vale
para explicar
los
presentimientos,
puede ser
utilizada
también para
explicar ciertos
hechos que se
dan en nuestra
vida, y que no
tienen una
explicación
lógica. Así
piensa Ernesto
Bozzano. Bozzano
cree que esos
hechos pueden
ser explicados a
través del
fenómeno de la
sugerencia
post-hipnótica.
Veamos a través
de un ejemplo en
que consiste la
sugerencia
post-hipnótica:
Un operador se
dirigió al
paciente
hipnotizado del
siguiente modo:
“Diez minutos
después
despierta, usted
sentirá un deseo
ardiente de
abrir su
paraguas,
independiente
del tiempo (si
sol o lluvia) e
inmediatamente a
continuación lo
cerrara. Usted
no sabrá que yo
le determiné eso.
Lo hará
simplemente, sin
ningún motivo
lógico”. El
paciente es
despertado y en
el tiempo
previsto hace
exactamente lo
que le fue
determinado, sin
darse cuenta del
motivo de por
qué hizo lo que
hizo. Según esa
hipótesis,
Bozzano cree que
el Espíritu
reencarnado busca inconscientemente
las experiencias
necesarias a su
perfeccionamiento,
a partir de
sugerencias
autoconstruídas
en su mente y
relacionadas a
las pruebas y
expiaciones que
debe vivir.
Veamos una
situación
práctica: Una
individualidad
se comprometió
negativamente a
través del uso
de las manos. La
actitud
equivocada
imprime en su
mente la falta
cometida. La
necesidad de
pacificar la
conciencia
culpable
funciona como la
sugerencia
post-hipnótica.
La entidad
citada
reencarna,
olvidando
transitoriamente
el pasado, pero
trae consigo la
sugerencia
previamente
inscrita en sí
misma. Cierto
día, en visita a
una carpintería,
ella se distrae
y coloca, sin
darse cuenta de
eso, una de las
manos en una
afilada cuchilla
de corte,
sufriendo uma
grave lesión,
con pérdida de
algunos dedos o
de toda la mano.
Se cumple así,
la ley de causa
y efecto, a
través de un
automatismo
físico-psíquico
regido por el
orden natural.
Escribió Bozzano
en Fenómenos
premonitórios:
Si la existencia
terrestre no
representa sino
un anillo de una
cadena
indefinida de
vidas sucesivas,
y si el espíritu,
en la hora de su
reencarnación,
preestablece, él
mismo – con el
objetivo de una
expiación, de
prueba, de
perfeccionamiento
espiritual – los
acontecimientos
principales a
los cuales él
deberá someterse
en su nueva
existencia
encarnada; si
estos
acontecimientos
se borran de su
memoria
fisiológica en
su entrada en la
vida, permanecen,
sin embargo,
registrado en su
subconsciencia,
de donde emergen,
un día, ellos se
realizan por un
proceso análogo
a aquel por el
cual se destacan
las sugerencias
post-hipnótica.
Mecanismo III:
intervención del
más allá
Hechos ocurren
en nuestra vida
donde parece
obvia la
actuación de
entidades
desencarnadas,
para el bien
como para mal.
Kardec admitió
eso en varios
ítems de El
Libro de los
Espíritus:
Un hombre debe
perecer; sube
entonces a una
escalera, ésta
se quiebra y él
muere. Fueron
los Espíritus
que hicieron
quebrar la
escalera, para
que se cumpla el
destino de ese
hombre? - En el
ejemplo que
citas, la
escalera se
quiebra porque
está estropeada
o no era
bastante fuerte
para soportar el
peso del hombre;
si estuviera en
el destino de
ese hombre morir
de esa manera,
ellos le
inspirarían el
pensamiento de
subir en la
escalera que
debería
quebrarse con su
peso. (Ítem 526)
Un hombre debe
morir por un
rayo; se esconde
debajo de un
árbol, el rayo
estalla y él
muere. ¿Los
Espíritus
podrían haber
provocado el
rayo,
dirigiéndolo
sobre él? - El
rayo estalló
sobre aquel
árbol, y en
aquel, momento,
porque el hecho
estaba en las
leyes de la
Naturaleza. No
fue dirigido
para el árbol
porque el hombre
allá se
encontraba, pero
al hombre fue
dada la
inspiración de
refugiarse en un
árbol, sobre el
cual él debería
estallar. (Ítem
527)
¿Un hombre mal
intencionado
dispara un tiro
contra otro,
pero el proyetil
pasa sólo de
cerca, sin
alcanzarlo. Un
Espíritu
benefactor puede
haber desviado
el tiro? - Si el
individuo no
debe ser
alcanzado, el
Espíritu
benefactor le
inspirará el
pensamiento de
desviarse, o aún
podrá ofuscar a
su enemigo, de
manera a
perturbar la
puntería... (ítem
528)
El tema es
complejo y está
abierto a nuevas
ideas. Esperamos
que otros
colaboradores se
dispongan a
examinarlo.