WEB

BUSCA NO SITE

Página Inicial
Capa desta edição
Edições Anteriores
Quem somos
Estudos Espíritas
Biblioteca Virtual
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English Livres Spirites en Français  
Jornal O Imortal
Vocabulário Espírita
Biografias
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English Livres Spirites en Français Spiritisma Libroj en Esperanto 
Mensagens de Voz
Filmes Espiritualistas
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Efemérides
Esperanto sem mestre
Links
Fale Conosco
Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 2 - N° 59 - 8 de Junio del 2008

 
                                                            
Traducción
MERCEDES CRUZ REYES - MERCHITA926@telefonica.net


El Esquilo huido
 

 

En una claridad de la selva, habitaba una familia de esquilos que  vivía en paz y armonía.

La pequeña familia estaba constituida del papa Esquilo, de la mama Esquila y de una pareja de hijitos muy obedientes. Todos se estimaban sinceramente, pues entre ellos había comprensión y amistad.

Mientras el padre esquilo salía a la búsqueda del sustento de la familia, la mama esquila permanecía en casa cuidando de los hijos u de los quehaceres domésticos.

Cierto día, Esquila descubrió que iba a ser  madre nuevamente. Todos quedaron muy felices. Al final las criaturas estaban creciditas y un bebe hacia falta en casa.

Dentro de poco tiempo, la familia aumento. ¡Era un lindo hijito!

El hijito creció rápido y se tornaba cada vez más exigente. La pequeña familia vivía en función de el, haciendo todas sus voluntades.

¿Más no todo podía ser permitido! Y cada vez que su madre lo reprendía, el quedaba enojado e infeliz.

Con el pasar del tiempo, comenzó a sentir que nadie lo amaba. Siempre vivían riñendo con el: ¡“No hagas esto, Esquilino!  ¡No hagas aquello! ¡Recoja sus cosas!

Un día cansado de todo, sintiéndose muy triste, se decidió a vivir libre en la selva. Su madre siempre lo alertara de los peligros que encontraría, más el nunca se preocupo. El padre también jamás le permitió que el se internase en el bosque solito preocupado con su seguridad. Ahora, no en tanto, ele estaba libre y no precisaba obedecer las ordenes de nadie

¡AF! Al final voy a llevar la vida que siempre desee. Ya soy bastante crecido para cuidar de mi mismo – pensó.           

Ando bastante por la selva, satisfecho de la vida.

A los pocos horas fue oscureciendo y el pequeño esquilo no había encontrado aun un lugar donde pudiese abrigarse. Los ruidos de la selva lo asustaban y el deseo estar al lado de su madre, siempre tan amorosa.

Más ahora estaba perdido. No sabía como volver. ¡Y, más allá de todo, estaba con un hambre terrible!

La oscuridad fue haciéndose cada vez mayor y más aterrorizante.

Cansado de tanto andar, Esquilino se cobijó en un tronco de un gran árbol y adormeció después de mucho llorar.

De madrugada, despertó oyendo el ruido de hojas secas. Alguien se aproximaba. Se levantó rápido.  ¡Quien sabe si era alguien que pudiera ayudarlo?

Era un lobo enorme y amenazador.

Cuando el lobo vociferó, enseñando los dientes peligrosamente, el esquilino salio disparado.

Al percibir que no estaba más al alcance del lobo, paró para descansar

 ¡AF! ¡Que sofocación! – dijo más aliviado.


En eso, oyó un ruido extraño, como si fuesen  silbidos. Miró para el suelo y se deparó con una enorme cobra pronta para dar el salto.

Aterrorizado, huyo nuevamente tan rápido como le permitían las piernas.

Con el corazón  dándola saltos  y  la respiración  muy

agitada, paró junto a una árbol. ¡Sus piernas estaban flojas! Se recostó en ellas para recuperar el aliento, cuando escucho un zumbido diferente.


¿Qué seria? Miró para un lado y percibió que casi tocara un gran nido de abejas. ¡Y ellas parecían realmente enfadadas!

Reuniendo las fuerzas, huyo de nuevo procurando escapar del enjambre que venia en su dirección.

Mirando para tras, no vio un riachuelo a su frente. Cayo dentro de el, quedando todo mojado.

Felizmente, las abejas lo  perdieron de vista y Esquilino pudo salir del agua tranquilamente.

Mirando a su alrededor, reconoció el lugar. ¡Si! ¡Estaba cerca de casa!

Más confiado, tomo una pequilla trilla y en pocos minutos llegó a la claridad donde residía.

Todos quedaron felices y aliviados con su regreso y lo abrazaron repetidas veces.

Más rehecho, después de alimentarse convenientemente, Esquelino dijo a su madre:

¡Sabe, mama, descubrí que nada es mejor que el hogar de la gente! Pensé que no me amaban, porque vivían reprendiéndome. Ahora, se que es justamente por amarme mucho que actúan así. Pase por muchos peligros, sintiéndome solo y desamparado. Apenas aquí, junto a ustedes, estoy seguro y tranquilo.

Y la madre, con lágrimas en los ojos, afirmo risueña:

Es verdad, hijo mio. Nada como el amor de la familia. Sin embargo, jamás estuvo desamparado. Dios velaba por usted y lo trajo sano y salvo a nuestro hogar.

Y Esquilino, bajando la cabeza, dijo conmovido:

 ¡Gracias, Dios mio, por la familia maravillosa que el señor me concedió!

                                                                       Tía Celia
 



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita