Algún tiempo atrás, en una entrevista concedida a la revista Veja, el psicólogo americano Michael Shermer reafirmó la postura que ha seguido, en los últimos años, su lucha contra los mitos, las supersticiones y las creencias.
Para Shermer, creer en Espíritus o en la telepatía no es, como muchos piensan, algo “inofensivo”. Se trata, según él, de un comportamiento de riesgo, porque – reproducimos aquí sus palabras – “quien cree en cosas para las cuales no existe ninguna evidencia puede creer en todo”.
Sólo el hecho de mezclar telepatía y existencia de los Espíritus con los mitos y las supersticiones revela que Michael Shermer habla de asuntos que no estudió profundamente y, por tanto, no conoce. La telepatía es, por ejemplo, uno de los fenómenos aceptados de forma pacífica por los parapsicólogos de todas las corrientes.
La existencia de los Espíritus y sus manifestaciones entre nosotros ha sido objeto de estudios e investigaciones no sólo por parte de religiosos, como el Pe. François Brune, autor del libro “Los Muertos nos Hablan! (Edicel, 1991), sino de investigadores con titulación académica que nada quedan debiendo al Sr. Shermer.
En su libro “Transcomunicación – Comunicaciones Tecnológicas con el Mundo de los Muertos”, Clovis S. Nunes (Edicel, 1990) presenta una recolección minuciosa sobre las investigaciones que fueron realizadas en ese área en los últimos cincuenta años.
Es evidente que, delante de alguien que no cree en la existencia de los Espíritus, podríamos citar nombres de científicos celebres que también los negaban y, sin embargo, vencidos por los hechos que no desdeñaron investigar, declararon alto y buen sonido su convicción espírita. William Crookes, Premio Nobel de Química, fue uno de ellos. Lombroso, Bozzano, Aksakok y muchos otros vivieron experiencia semejante.
Michel Shermer tiene todo el derecho de creer o no creer en Espíritus, pero debería ser más comedido al expresar sus opiniones, respetando a los que no piensan como él y evitando bobadas pretendidamente científicas como algunas de sus frases dichas en la referida revista, a ejemplo de esta: “No hay ninguna evidencia de que exista de hecho vida después de la muerte”.
La lectura del libro del Pe. François Brune haría un bien inmenso a Michael Shermer, porque, francamente, nos sorprende a todos que las concepciones materialistas por él defendidas puedan ser, aun, en pleno siglo XXI, dirigas y acogidas por publicaciones serias como Veja y otras.
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