Para prevenir el
suicidio en la juventud
Los pensamientos sobre
el suicidio no deben ser
considerados sin
importancia o vistos con
indiferencia. Es falso
el concepto de que
“quien habla sobre el
suicidio no intenta ni
intentará suicidarse”
La juventud es la gran
fase de descubrimientos…
De experimentación de
nuevos sentimientos y
sensaciones. Es justo,
en este periodo de
transición entre los
estados infantil y
adulto, que el
torbellino de los más
diferentes pensamientos
se vuelvan presente en
la mente del joven,
levantando conceptos,
tabúes y asuntos que
eran tenidos como
ciertos e indiscutibles.
El suelo, otrora
sostenido por los
padres, poco a poco,
pasa a desvanecerse bajo
sus pies, exigiendo que
él, ahora, construya su
propio camino.
En este exacto momento
de decisión y reflexión,
el joven “inmaduro” o el
adolescente que jamás
poseyó un suelo firme y
estructurado por donde
pudiese caminar se
desorienta por completo
y busca, en actitudes
radicales, solucionar su
inquietud y malestar con
el mundo.
Delante de este cuadro,
puede surgir entonces el
comportamiento suicida,
que, por su parte, puede
ser dividido en gestos e
intentos suicidas. Los
gestos están
relacionados a un
comportamiento de lesión
auto-infligida, no
teniendo,
necesariamente, la
intención de morir; los
cuales pueden ser
considerados
“comportamientos para
llamar la atención”. Ya
en el intento, está la
intención del suicida en
ser seriamente herido o
morir.
Vale resaltar que
estudios sobre el asunto
han demostrado que hay
elementos y situaciones
que pueden contribuir
para tales gestos y
comportamientos.
FACTORES DE RIESGO
La depresión es,
ciertamente, el
diagnóstico psiquiátrico
más observado en
adolescentes que
intentan el suicidio.
Desesperanza, trastornos
de conducta, consumo de
drogas, disfunción
familiar, eventos
estresantes, abusos
(físicos, sexuales o
psicológicos) y factores
biológicos pueden ser
considerados los
principales agentes
causantes de este
disturbio.
En el entendimiento de
los técnicos del
Ministerio de Salud, el
suicidio ya es
considerado un problema
de salud pública y tiene
como principal causa la
depresión. Esta
dolencia, según la
Organización Mundial de
la Salud, alcanza por lo
menos a un 8% de la
población mundial, lo
que constituye, en
términos de nuestro
país, aproximadamente 15
millones de brasileños
en estado depresivo.
Casi siempre el joven
que piensa en el
suicidio da señales de
esta idea, a través de
un comportamiento
diferente en su modo de
vivir, pasando a buscar
refugio en la soledad,
aislándose de todo y de
todos. Se notan
principalmente la falta
de amigos y el
aislamiento, pues el
joven, por su propia
naturaleza, busca al
grupo como forma de
afirmación de su
identidad.
Los pensamientos sobre
suicidio no deben ser
considerados sin
importancia o vistos con
indiferencia. Es falso
el concepto de que
“quién habla sobre
suicidio no intenta ni
intentará suicidarse”.
Cuales quiera que sean
sus problemas,
pensamientos, como: “Yo
prefería estar muerto”,
“Yo no puedo hacer
nada”, “Yo no aguanto
más”, “Yo soy un
perdedor y un peso para
los otros”, y “Los otros
van a ser más felices
sin mí”, indican que el
joven está corriendo
serios riesgos.
Ese es el momento de
ayudarlo, procurando
estar más cerca de él,
demostrando que la
presencia de padres y
amigos le hacen bien.
Hacerlo sentirse amado
es fundamental para
levantar su auto-estima.
Es importante saber que
el joven con baja
auto-estima siente
miedo, ansiedad y otros
estados negativos en los
ámbitos físicos y
psicológicos. Pasa, en
razón de eso, a no
cuidarse: presenta una
apariencia descuidada,
mira hacia abajo, la
cabeza curvada. Se
siente menor que los
otros, aislándose de los
amigos y del grupo a que
está vinculado. Sin
objetivos en la vida, él
acaba entrando en un
proceso depresivo de
funestas consecuencias.
EL PAPEL DE LA FAMILIA
La mayoría de los
intentos y de los hechos
de suicidios entre
jóvenes ocurren
principalmente en
hogares perturbados, con
familias
desestructuradas; u
oriundos de grupos
familiares que presentan
dolencias somáticas y/o
mentales; o aun, por
jóvenes que tienen
problemas con la policía
o con la justicia.
Cuántas veces fueron
niños no deseados, en
familias de
comportamiento frío, sin
cariño, tristes,
inseguros, rebeldes;
familias con tendencias
a la promiscuidad sexual
y al uso del alcohol,
tabaco y drogas.
Los actos de los jóvenes
buscando la
auto-eliminación son una
forma desesperada de
conseguir cariño, de
llamar la atención.
Luego, el papel de la
familia es el de
funcionar como eficaz
antídoto al suicidio.
DATOS ESTADÍSTICOS
Los índices del recién
lanzado “Mapa de la
Violencia IV” (WAISELFISZ,
2004), de la UNESCO,
abarcando el periodo
entre 1993 y 2002,
demuestran que los
suicidios en Brasil
pasaron de 5.553, en
1993, para 7.715 en el
2002, representando un
aumento del 38,9%. En el
mismo periodo, el
aumento es bien superior
al registrado en muertes
por accidentes de
tráfico (19,5%), pero
aun está por debajo de
los homicidios (62,3%).
Entre los adolescentes y
jóvenes de 15 a 24 años,
el aumento fue menor
(30,8%), pasando de
1.252 para 1.637
suicidios, entre 1993 y
el 2002. Las situaciones
por estado son bien
diferentes: en el Amapá,
Maranhâo y Paraíba, por
ejemplo, el número de
suicidios de jóvenes se
cuadriplicó. Ya en
Estados como San Pablo,
Paraná y Distrito
Federal, se registró la
caída de los índices.
En las capitales, el
crecimiento de los
suicidios en el periodo
de 1993/ 2002 fue bien
menor que en los Estados
como un todo: 38,9% para
los Estados y 17,9% para
las capitales. En la
población joven, esa
diferencia es mayor aun:
30,8% de aumento en los
Estados, y sólo un 4,9%
en las capitales.
También verificamos que,
en las capitales, los
suicidios de la
población en general
crecieron mucho más que
los de la faja joven. De
entre ellas, se destacan
Macapá y Cuiabá, por
tener más que triplicado
su número absoluto de
suicidios en la
población total, en el
periodo considerado.
Entre los jóvenes de las
capitales, las tasas de
suicidios (5 en 100 mil)
son levemente mayores
que las de la población
total (4,4 en 100 mil),
pero con tendencia a
caer. Las mayores tasas,
tanto para la población
total como para la de
jóvenes, pueden ser
encontradas en las
regiones metropolitanas
de Porto Alegre y
Fortaleza.
Considerando los datos
según el tamaño de la
población, presentados
en el referido Mapa, se
verifica que la tasa de
Brasil, en el año de
1993, fue de 3,7
suicidios por cada 100
mil habitantes. Con
oscilaciones, ella fue
creciendo lentamente
para, en el 2002,
presentarse en 4,4
suicidios por 100 mil
habitantes. Comparado
con los restantes 66
países analizados,
Brasil presenta bajas
tasas de suicidios,
ocupando el 57º lugar,
cuando se trata de
suicidios en la
población total, y el
53º en los suicidios
juveniles.
No obstante, el tema tan
grave como delicado,
debe continuar
mereciendo la mayor
atención de todos.
LA CUESTIÓN DE
LA EDAD
La incidencia estaría en
las muertes por
suicidios prácticamente
inexistentes hasta los
10 años. A partir de
esta edad se inicia una
fuerte escalada
ascendente, para llegar
a su máxima expresión a
los 22 años, faja que
registró 218 suicidios
en el año 2002. A partir
de ahí ocurre una leve
caída, disminuyendo
progresivamente el
número absoluto a la
medida que la edad
avanza.
La tasa general de
suicidios en el mismo
periodo (1993 / 2002)
creció un 38,9% y, como
en el resto del mundo,
subió mucho en las fajas
más ancianas de la
población – que
acostumbran a sufrir de
dolencias graves,
dificultades financieras
o, en la tercera edad,
viudedad y rechazo de la
familia. Sin embargo,
lo que lleva a los
estudiosos a preocuparse
más con los jóvenes es
que la incidencia de
suicidios en esta faja
relativa a la edad
ocurre cada vez más
pronto y, muchas veces,
podría ser evitada.
ACCIÓN DE LOS ESPÍRITUS
OBSESORES
La obsesión es también
una de las causas de
muchos jóvenes dar fin a
la vida física. En el
libro de nuestra autoría
“Suicidio y Sus
Consecuencias”.
(MONTEIRO, 2000),
presentamos el informe
de Hilda, Espíritu de
una joven suicida, en el
cual relata sus
padecimientos después de
la muerte del cuerpo
físico, dejando bien
clara la causa de su
gesto infeliz.
Según Hilda, más allá de
su rebeldía en no
aceptar la vida con sus
naturales dificultades y
frustraciones, la
influencia de Espíritus
obsesotes también fue un
factor importante para
llevarlo al auto
exterminio. Además, sobre este asunto, Allan
Kardec, en “El
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|
Evangelio según el
Espiritismo”,
esclarece que casi
siempre la obsesión
expresa la venganza
que un Espíritu
ejerce y que, con
frecuencia, se basan
en las relaciones
que el obsesado mantuvo
con él en una
encarnación anterior.
Ese hecho puede ser
constatado en el
siguiente trecho de su
informe, por la
psicofonía del médium
Francisco Cándido
Xavier, registrado en el
libro “Voces del Gran
Más Allá”: |
“Os habla una humilde
compañera que aun sufre
después de una afligida
tragedia en el suicidio,
alguien que conoce de
cerca la responsabilidad
en la caída a que se
arrojó, infeliz.
Obsesada fui yo, es
verdad, una joven
caprichosa, contrariada
en mis impulsos
afectivos, acaricié la
idea de fuga,
menoscabando todos los
favores que la
providencia Divina me
concedió en el camino
juvenil. Alenté la idea
del suicidio con
voluptuosidad y, con
eso, a través de ella,
fortalecí las uniones
deplorables con los
desamores de mi pasado,
que hablaban más alto en
el presente.
Me olvidé de los
generosos padres, a
quien debía ternura, de
los familiares con los
cuales me empeñé en
bendecidas deudas de
servicio; olvidé a mis
amigos, cuya simpatía
podría tomar por valioso
escudo en justa defensa,
y me desvié del campo de
sagradas obligaciones,
ignorando
deliberadamente que
ellas representaban los
instrumentos de mí
restauración espiritual…
En razón de eso, padecí,
después de la muerte,
todas las humillaciones
que pueden rebajar a la
mujer indefensa”.
LA TERAPIA
El Espíritu Hilda, en el
relato de su dolorosa
experiencia, destaca que
su rebeldía en no
aceptar la vida, con las
naturales dificultades
de la juventud, generó
frustraciones, y
aconseja como los
jóvenes deben proceder
para defenderse de la
idea nefasta del
suicidio (XAVIER, 1990):
“Cumplamos nuestras
obligaciones, visitemos
al amigo enfermo,
atendamos al niño
desventurado, procuremos
la buena ejecución de
nuestras tareas,
busquemos la convivencia
del libro noble,
intentemos la
conversación robusta y
edificante, refugiemosno
en el santuario de la
oración y dediquémosno a
la felicidad del
prójimo, instalándonos
bajo la tutela del bien
y obrando siempre contra
el pensamiento
insensato, porque a
través de el, la
obsesión se insinúa, la
persecución se
materializa y, cuando
despertamos, delante de
la propia
responsabilidad, muchas
veces nuestra conciencia
llora demasiado tarde”.
PREDISPOSICIÓN AL
SUICIDIO
La idea recurrente, que
alguna vez que otra
surge en la mente de
muchos jóvenes, deriva
de experiencias de vidas
anteriores. Para mejor
entender esa cuestión,
nos valemos de los
esclarecimientos
presentados en el
capítulo “Conversaciones
Preciosas”, del libro
“Acción y Reacción”, de
André Luiz, por el
médium Chico Xavier
(Xavier, 1998), cuando
el Ministro Sânzio, de
la Colonia Espiritual
Nuestro Hogar, responde
a Hilario:
“Figurémosno a un hombre
acobardado delante de la
lucha, perpetrando el
suicidio a los cuarenta
años de edad en el
cuerpo físico. Ese
hombre penetra en el
mundo espiritual
sufriendo las
consecuencias inmediatas
del gesto infeliz,
gastando tiempo más o
menos largo, según las
atenuantes y agravantes
de su deserción, para
recomponer las células
del vehículo
periespiritual y,
después que es oportuno,
cuando vuelve a merecer
el premio de un cuerpo
carnal en la Esfera
Humana, de entre las
pruebas que repetirá,
naturalmente se incluye
la extrema tentación al
suicidio en la edad
justa en que abandonó la
posición de trabajo que
le cabía, porque las
imágenes destructivas,
que archivó en su mente,
se descubrirán, delante
de él, a través del
fenómeno al que podemos
llamar “circunstancias
reflejas”, dando baza a
recónditos
desequilibrios
emocionales que lo
situarán, lógicamente,
en contacto con las
fuerzas desequilibradas
que se le ajustan al
temporal modo de ser”.
|
En el último capítulo
del libro “Memorias de
un Suicida” (PEREIRA,
1998), cuando el
Espíritu Camilo Cândido
Botelho (seudónimo
utilizado por el
Espíritu Camilo Castelo
Branco) relata su
resolución de reencarnar
experimentando la
ceguera de los cuarenta
a los sesenta años de
edad, comenta también su
recelo de fracasar en
esa nueva experiencia
rehabilitadora. Pero los
instructores
espirituales,
dirigiéndose a él, le
aclaran que, al
reencarnar, Camilo
llevará sólidos
elementos de victoria
adquiridos en una larga
estancia educativa en la
vida espiritual y que,
por eso mismo, sería
poco probable que su
voluntad se corrompiese
al punto de arrastrarlo
a mayores y más graves
responsabilidades. |
Delante, por tanto, de
los esclarecimientos de
los Espíritus André Luiz
y Camilo Castelo Branco,
podemos concluir que, si
por un lado la
predisposición al
suicidio puede surgir en
el curso de la
existencia física, por
otro, la Misericordia
Divina cuida siempre los
recursos necesarios al
Espíritu fallido, antes
de su vuelta a la
Tierra, para que él
salga victorioso.
ASPECTOS PREVENTIVOS
La comprensión de los
conflictos de la
adolescencia debe ser
obligación de padres,
profesores, médicos,
clínicos, pediatras,
terapeutas y de
cualquier adulto que
trabaje con jóvenes. El
adolescente debe ser
estimulado a agruparse y
discutir entre sí sus
problemas. La sociedad
debe dar condiciones
para que nuestros
jóvenes, incluso
perturbados, incorporen
objetivos saludables en
sus perspectivas de
vida, para que puedan
volverse buenos padres y
así evitar o disminuir
el sufrimiento de nuevas
generaciones.
A los padres, cabe la
tarea de, desde pronto,
dar orientación
religiosa a sus hijos.
Ella consiste
básicamente en
enseñarnos a orar a
Dios, a valorar la vida
como don de ese nuestro
Padre de Amor y Bondad,
a enfrentar los desafíos
y demostrarles la
necesidad de amar a
todos sus hermanos en
humanidad, el camino
para transformasen en
verdaderos hombres de
bien.
Con esa orientación
espiritual, en la
adolescencia, ellos
serán capaces de
distanciarse de los
vicios y de las drogas
que naturalmente llevan
a muchos jóvenes a morir
antes de tiempo,
constituyéndose tal
comportamiento, en la
principal protección
para no acabar con la
propia vida. Delante de
eso, podemos concluir
que la educación del
Espíritu es el mejor
preventivo contra el
suicidio.
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