Hablando a una
gran
publicación
brasileña sobre
un tema en que
es especialista
– la
criminalidad -,
el sociólogo
americano John
Laub, presidente
de la Sociedad
Americana de
Criminología,
afirma que son
varias las
teorías que
intentan
explicar porqué
los criminales
desisten del
crimen.
Uno de los
factores de
cambio, explica
Laub, es el
casamiento con
alguien al que
el individuo se
sienta
fuertemente
unido. Otros
factores serían
la
identificación
con el trabajo,
la educación y
la religión.
Pero el factor
más importante
es el
casamiento, del
que, según él,
resultan
diversas
consecuencias
positivas, y no
sólo para el
crimen.
Asevera Laub que
la delincuencia
no se encuentra
concentrada en
las familias
pobres. Ella es
encontrada en
todas las clases
sociales.
Adolescentes
ricos y pobres
se envuelven en
crímenes,
especialmente
los menos
graves, como el
uso de drogas.
Tiene razón el
especialista
americano, que
podría hasta
haber dicho que
los grandes
asaltos contra
los cofres
públicos han
sido practicados
por personas que
pasaron por la
facultad y nada
tienen que ver
con la pobreza o
con las
privaciones
económicas. Lo
que senadores,
diputados,
gobernantes,
prefectos y
hasta
magistrados han
hecho en nuestro
país, en ese
tema titulado
corrupción,
supera en mucho
lo que los
secuestradores y
los asaltantes
de bancos
almacenaron por
aquí en toda
nuestra
historia.
La razón de
porqué la
delincuencia no
es condición de
los pobres es
explicada con
claridad por la
Doctrina
Espírita.
Los Espíritus
reencarnan en
los más
diferentes
lugares y
situaciones, en
el interés de su
ascensión en la
escala
evolutiva.
Pobreza y
riqueza no
constituyen
castigo ni
privilegio. Son
pruebas, cuya
finalidad es
experimentar al
individuo de
maneras
diferentes, de
acuerdo con sus
necesidades
evolutivas.
La riqueza y el
poder, tanto en
cuanto a las
dificultades y
la penuria, son
pruebas muy
difíciles,
porque en cuanto
la penuria
provoca las
quejas contra la
Providencia, la
riqueza incita a
todos los
excesos, y es,
por eso, en una
perspectiva
espiritual,
prueba más
peligrosa de lo
que la propia
miseria. (CF.
El Libro de los
Espíritus,
pregunta 814,
815 y 925.)
Lo que pocos
saben es que las
pruebas que
soportamos en la
vida corpórea
forman parte de
la llamada
programación
reencarnatoria,
tema que Kardec
desmenuza con la
claridad
habitual en el
ítem 872 de la
misma obra.
La delincuencia,
en uno u otro
caso, deriva de
las cualidades
del individuo.
Si fuera un
Espíritu fuerte
y consciente de
su deber, sabrá
resistir a todas
las
inclinaciones e
influencias
negativas que
recibiera; en
caso contrario,
podrá sucumbir,
lo que explica
porque no todos
los que viven en
un medio
violento y
miserable buscan
el camino de la
criminalidad.
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