En este domingo que
coincide con el Día de
los Muertos, fecha en
que se homenajea a los
muertos, es preciso
parar y reflexionar.
Jesús dejó bien claro
que la muerte no existe.
La muerte del cuerpo
físico representa sólo
el pasaje de un mundo
para el otro. El
Espíritu deja el mundo
material y pasa a vivir
en el mundo espiritual,
que es su verdadera
vida.
El Maestro no sólo habló
sobre la importancia de
la vida futura,
ejemplificó sus
enseñanzas volviendo
después de su muerte en
la cruz para mostrar a
los discípulos la verdad
que enseñó.
Por eso, amiguito mío,
no sirve que busquemos a
nuestros muertos
queridos en el
cementerio, porque ellos
no están allí. Bajo la
tierra permanecen sólo
los restos mortales, que
no importan más. Es como
una ropa vieja que no
sirve más para usar, de
tan estropeada que está.
Y además de eso, ¿quién
es al que le gusta los
lugares tristes?
Si pudiésemos escoger,
naturalmente iríamos a
los mejores lugares, más
agradables y alegres.
Así también ocurre con
el Espíritu que ya dejó
la Tierra.
La realidad del mundo
espiritual es muy
bonita. La vida allá es
mucho mejor que la
nuestra, que estamos aun
aquí encarnados. Todo lo
que vemos aquí en la
Tierra, y que nos parece
bello, es sólo una
pálida e imperfecta
copia de lo que existe
en la Espiritualidad.
De esa forma, si tenemos
algún ente querido que
ya partió para la
realidad mayor, nos
acordemos de el con
alegría, recordando los
momentos felices que
pasamos juntos o pasajes
graciosos de nuestra
vida en común, emitiendo
pensamientos de cariño y
de nostalgia, pero sin
rebeldía o
desesperación. Hagamos
oraciones envolviéndolos
en vibraciones
afectuosas para que el
se sienta amado y
protegido. Si sentimos
necesidad de ofrecerle
alguna cosa, que no sea
nuestra ida al
cementerio, donde a el
ciertamente no le
gustará volver.
Coloquemos un jarrón de
flores en nuestra casa
igual, recordando su
presencia querida.
Podemos dar algo a
alguien más necesitado,
en su nombre, lo que lo
dejará gratificado.
O entonces, mi amiguito,
tú puedes enviarle un
ramo de flores.
¿Cómo? Bien, piensa en
las flores que a tu ente
querido más le gustaba
o, entonces, aquellas
que a ti te parezcan más
bonitas. Imagina un
bonito ramo de flores,
adórnalo con el papel y
la cinta que desees,
demostrando tu cariño.
Después, escribe
mentalmente una bella
postal, con las palabras
que te gustaría decirle.
Enseguida, entrega tu
ofrenda diciendo:
-
¡Estas flores son para
ti!
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Ten la seguridad de que
tu ente querido recibirá
tu presente. Así, el va
realmente a sentirse
homenajeado y agradecerá
el feliz recuerdo que tú
tuviste. |
¡Prueba!
Tía Célia
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