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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 2 - N° 83 - 23 de Noviembre del 2008

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org


El conejito perezoso

 

Rogério era un conejito de familia buena y preocupada con su educación.

Vivía en un sitio muy bonito, cerquita de la ciudad, con muchos otros animales.

Percibiendo que a Rogério no le gustaba trabajar, la mamá Coneja lo orientaba diciendo:

-- Hijo mío,  en  esta vida todos  tenemos  que  ser útiles de

alguna forma. Todos nosotros necesitamos realizar alguna tarea. Dios no nos concedió la vida para que seamos un peso para la naturaleza.

Pero el conejito huía a todo esfuerzo noble.

Cierto día él salió de casa contrariado porque la madre le pidió que la ayudase en las tareas domésticas barriendo la pequeña cueva donde vivían.

Andando a saltos por un c amino, Rogério iba protestando. Cansado, se sentó a la sombra de un árbol, a la vera de un río pequeño.

Perezoso, él suspiró y dijo:

-- ¡Ah! Me gustaría ser como ese riachuelo que no hace nada!

Para su sorpresa, oyó una voz que le decía:

-- Puro engaño. Trabajo bastante. Trasporto con mucho cuidado el agua que va a beneficiar las plantaciones y que será usada por las criaturas humanas en los más diversos servicios, y las aves y animales viene hasta mí para saciar la sed. Además de eso, sirvo de morada para muchos peces.

Asustado, Rogério pensó un poco y, contemplando una vaca manchada que rumiaba en el pasto, allí cerca, replicó:

-- Bien, entonces a mí me gustaría ser como aquella vaca que pasa todo el tiempo sin hacer nada. Sólo come y duerme.

La vaca que oyó las palabras del conejito, se apoyó en la cerca y mugió:
 

-- Múuuuu... múuuuu... ¿Cómo que no hago nada? Ofrezco leche todas las mañanas. Sin contar que, muchas veces, tenemos hermanas nuestras que dan hasta la vida para que los hombres puedan alimentarse.

Decepcionado por la reacción del animal, el conejito miró a su alrededor buscando a alguien que no hiciese absolutamente nada.

El árbol, que se mantuvo callado hasta aquel instante, entró en la conversación:

-- ¡No mires para mí! También trabajo. Doy flores y frutos que sirven de alimento. Acojo a los pájaros, pequeños animales e insectos en mis ramas fuertes. Además de eso, a todos les gusta  descansar en mi sombra acogedora. ¡Como tú, por ejemplo!

El carnero que se aproximaba para  participar  de

la conversación, aclaró que ofrecía la lana para dar calor; la gallina que picoteaba allí cerca, afirmó que entregaba sus huevos para la alimentación y, hasta una araña que tejía su red en una rama, tenía tarea:

-- ¡Si no fuese por mí, que me alimento de las moscas y pequeños insectos que existen en el aire, tu vida sería imposible! – afirmó orgullosa.

El conejito estaba muy avergonzado. Sólo a él no le gustaba hacer nada.

Pensativo, Rogério volvió para casa.

Encontró a su madre atareada en arreglar el alimento para la familia. Sin decir nada, cogió la escoba y se puso a trabajar. 

                                                                  Tía Célia 

 



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Revista Semanal de Divulgación Espirita