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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 2 – 92 – 1º de Febrero del 2009

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

 
Por una moneda

 

Fernando era un niño de buen corazón, y sensible al sufrimiento de los otros.

Cierto día pasando por una calle en la periferia de la ciudad, vio una casa muy pobre y dos niños delgados y pálidos que jugaban en la puerta.

En un impulso, se aproximó y comenzó una conversación con los niños. Supo que no tenían padre y que la madre estaba trabajando para proveer el sustento de la casa. Dijeron también, que nada habían comido aun, en aquel día, y que sólo comerían cuando la madre volviese del trabajo.

Apenado, Fernando deseó ayudar. ¿Pero, cómo? Tampoco tenía recursos y su padre trabajaba mucho para que nada le faltase en el hogar.

Tuvo una idea. Tenía muchos amigos y, si él sólo casi nada podía hacer, en conjunto ellos podrían hacer mucho.

Reunió a los amigos y expuso su plan. Si cada uno contribuyese con un poco, ayudarían a aquella familia sustancialmente. Todos aprobaron la idea de Fernando. Y más, entusiasmados, decidieron pedir la colaboración de los parientes, amigos y vecinos, pues, consiguiendo más recursos, extenderían la ayuda a otras familias necesitadas.

Y así fue hecho. No sólo recibiendo géneros alimenticios,   ropas,   calzados,  sino  cada  uno

también donando tiempo de trabajo, haciendo compañía a los niños, ayudando en la limpieza doméstica y enseñando los deberes de la escuela.

Poco a poco, como ellos preveían, la asistencia se extendió a otras familias igualmente necesitadas y que residían allí cerca.

Todos estaban felices y optimistas.

Pidiendo la colaboración de uno de los muchachos en la escuela, que Fernando sabía que era muy rico, quedó grandemente decepcionado, pues el chico respondió indiferente:

- Nada tengo que dar.

- ¿Cómo? ¡Tú eres el niño más rico de la escuela! – se extrañó

Como Fernando continuaba insistiendo, de mala voluntad el chico cogió una pequeña moneda del bolsillo y se la entregó diciendo:

- Esta moneda es sólo lo que puedo dar.

Perplejo, Fernando miró la moneda y tuvo ganas de no aceptarla, por ser de un valor insignificante. Sin embargo, cogió la moneda, lo agradeció y se apartó indignado.

Llegando  a  casa,  comentó  con la  madre  lo ocurrido, y

terminó diciendo:  

- ¡Tuve ganas de no aceptar la moneda, que es un insulto a las necesidades ajenas! ¡No vale nada!

La madre lo miró y dijo serena:

- Pues harías muy mal, hijo mío. Tú debes aprender que en la vida, cada cual da lo que tiene. Y eso, muchas veces, no tiene relación con lo que la persona cree poseer.

Sorprendido, Fernando preguntó:

- ¿Cómo es eso, mamá? No lo entiendo. ¡Él es muy rico!...

- Exactamente. Pero no aprendió a dar de sí. Por eso, hijo mío, esa moneda que tú desprecias tanto es la oportunidad de tu amigo dar alguna cosa, y que, para él, representa mucho. ¿Comprendes?

- Comprendí. Tú querías decir que dar es un aprendizaje que tenemos que ejercitar – respondió el niño, admirado de las sabias palabras de su madre.

- Eso mismo, hijo mío. El egoísmo es una dolencia de la cual nos liberamos muy lentamente. Y tu amigo está dando los primeros pasos para vencer esa terrible llaga.

Fernando miró para aquella monedita que brillaba en su mano con ojos diferentes y agradeció la lección que recibió.

Hizo un cuadro con la moneda, colocando un marco y lo colgó en su cuarto, en un lugar bien visible, para que nunca más se olvidase de la lección.

Un año después, aquel su amigo ya estaba plenamente integrado en el grupo y alegremente colaborando, muy feliz de la vida, para espanto general.

                                                                  Tía Célia 

 



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Revista Semanal de Divulgación Espirita