|
Anita era una niña muy
malcriada.
Por cualquier motivo se
irritaba, se tiraba al
suelo gritando,
golpeando con los pies.
Rasgaba todos los libros
y revistas que poseía,
rompía los juguetes
caros que ganaba como
regalos de los padres y
peleaba siempre con los
pocos amiguitos que aun
tenía.
Resultado: en poco
tiempo se quedó sola. Se
volvió una niña tan
desagradable que nadie
quería jugar más con
ella.
|
Sus padres, cariñosos y
pacientes, le decían con
blandura:
- ¡No hagas eso, Anita!
- ¡No rompas la muñeca
que es tan bonita!
- ¡No rasgues el libro
que tiene una historia
tan interesante!
- ¡No golpees a tus
amiguitos!
¡Pero, que! No servía
aconsejar.
Después Anita se ponía a
berrear que quería otros
juguetes, libros y
revistas nuevas, y no
paraba de gritar
mientras no le
satisficiesen sus
gustos.
Su madre, muy bondadosa,
ya estaba desanimada. No
sabía como obrar.
Anita era su única hija
y la crió con exceso de
cariño, atendiéndole los
menores caprichos. Ahora
quería volver atrás y no
lo conseguía.
Desesperada, elevaba los
ojos en oración,
suplicando a Dios que la
ayudase, mostrándole
cómo obrar, inspirándole
qué actitud tomar. Ya no
sabía qué hacer más.
No servían consejos y
orientaciones. Anita no
cambiaba.
Cierto día Anita había
sido excesivamente
maleducada. Su madre, en
lágrimas, oró con
especial fervor
suplicando la ayuda del
Padre Celestial.
En aquella noche, Anita
se durmió.
Durmió y soñó.
Soñó que se encontraba
en su propia casa. Vio
su cuerpo adormecido,
sin saber explicar lo
que estaba ocurriendo.
Se sintió más ligera y
“volando” dentro del
cuarto. Al principio lo
encontró gracioso y se
divirtió con la
situación.
Después, sin embargo,
vio entrar en el cuarto
a unos seres extraños
que querían pelear con
ella. La acusaban de ser
mala, egoísta y
prepotente.
Mirándolos bien, comenzó
a reconocer a aquellas
figuras. Eran personajes
de los libros y revistas
que rasgaba. Estaban
enfadados porque habían
perdido su casa. Con la
destrucción de los
libros y revistas no
tenían dónde estar.
|
|
|
Anita, asustada,
procuraba defenderse,
gritando socorro,
pero nadie apareció para
ayudarla.
Intentó salir del
cuarto, huyendo por la
puerta abierta, pero en
ese instante aparecieron
sus juguetes avanzando
en su dirección. Todos
estropeados, faltándoles
piezas, la muñeca con la
pierna rota, el carrito
sin ruedas, el perrito
sin orejas… ¡En fin,
todos en pedazos!
|
Aterrorizada, vio a sus
amiguitos que veían la
escena por la ventana.
Grito socorro, suplicó
ayuda, pero ellos se
reían de sus apuros. |
Grito para su madre y su
padre, pero parece que
no oían su pedido de
ayuda.
Después de mucho gritar,
se acordó de que su
madre la enseñó a orar.
Entonces, con lágrimas
suplicó:
- ¡Jesús,ayúdame! No
sabía cuanto mal estaba
haciendo. ¡Quiero
mejorarme!
En ese instante sintió
que caía en un agujero
muy hondo y despertó en
su cama. La madre,
aprensiva, estaba a su
lado mirándola
preocupada.
- ¿Qué paso, hija mía?
¡Tú estabas teniendo un
sueño tan agitado!
Anita se abrazó a la
madre diciéndole,
llorando:
- ¡Ah! ¡Mamá, si tú
supieras!
Tuve una terrible
pesadilla. Pero me
sirvió de lección.
Prometo ser diferente de
hoy en adelante.
Y realmente, a partir de
ese día, para sorpresa
general, Anita se volvió
una niña dócil, buena y
obediente. Pasó a cuidar
de sus libros, revistas
y juguetes con cariño, y
nunca más peleó con sus
amiguitos ni faltó el
respeto a ninguna
persona.
Tía Célia
|