Algunas dudas
fueron aclaradas
con relación a
la posición
espírita en el
caso de la niña
de 9 años que,
al quedarse
embarazada por
una violación
cometida por su
padrastro, fue
sometida al
aborto. La
excomunión de la
madre de la niña
y de los
médicos, por
parte de una
autoridad de la
Iglesia, provocó
protestas de
todos los lados,
inclusive del
Presidente de la
República, y
desde que el
caso vino a la
superficie no
hubo más
noticias
comentadas en
nuestro país.
La justificación
médica fue
puesta con
claridad para
que todos
supiesen: el
aborto fue
practicado para
preservar la
vida de la
gestante, ya que
su embarazo fue
considerado de
altísimo riesgo
en base a la
poca edad de la
niña y de no
tener ella los
órganos
perfectamente
formados para
dar curso a la
gestación de dos
bebés.
He aquí lo que
los inmortales
dijeron sobre el
asunto (El Libro
de los
Espíritus,
pregunta 359):
- Dado el caso
que el
nacimiento de la
criatura pusiera
en peligro la
vida de la
madre, ¿habrá
crimen en
sacrificarse a
la primera para
salvar a la
segunda?
“Preferible es
que se
sacrifique el
ser que aun no
existe a
sacrificar al
que ya existe.”
El motivo de tal
entendimiento es
por demás obvio.
Preservándose la
vida de la
gestante, puede
quedar
perfectamente
embarazada de
nuevo. Muriendo,
no. Y, en caso
de
fallecimiento,
si del parto
nace alguna
criatura, está
dependerá del
favor ajeno para
sobrevivir,
crecer y ser
amparada a lo
largo de la
vida.
Es bueno, no
obstante, que
quede claro que
el aborto en una
causa se
justifica por el
riesgo que la
continuidad de
la gestación
impondría a la
gestante, y no
por la
circunstancia
del aborto,
aunque en los
dos casos la
legislación
brasileña
considere legal
el
procedimiento.
Los motivos por
los cuales
varios autores
espíritas se
posicionan
contra el aborto
en los demás
casos,
exceptuado el
que se efectúa
para salvar la
vida de la
gestante, ya
fueron
examinados aquí
en otra
oportunidad.
*
Con relación al
acto de
excomunión,
invitamos al
lector a que lea
en esta edición
el artículo
“Los nuevos
excomulgados”,
en el que el
compañero Milton
R. Medran
Moreira analiza
con un primor
especial lo que
la excomunión
provocaba en el
pasado remoto y
lo que ella
provoca en los
días que corren,
algo que los
verdaderos
cristianos y
nosotros
espíritas sólo
podemos
lamentar.
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