El Espiritismo y el
carnaval
El carnaval es una
fiesta de origen pagano
que fue oficializada por
la Iglesia Católica y
que, por motivos
políticos, permanece en
los días actuales con
fuerza en nuestro país,
gozando de
simpatía de
gran parcela de la
población
Todos los años, en el
mes de febrero o marzo,
el carnaval llega hasta
nosotros, por eso,
hablemos un poco sobre
el.
Los historiadores no
tienen como precisar
cuando se iniciaron las
fiestas carnavalescas;
los estudiosos del
asunto hablan que su
inicio aproximado fue en
el IV milenio a. C.,
cuando en Egipto fueron
creados los cultos
agrarios. En esa época,
se danzaba con máscaras
y adornos alrededor de
hogueras.
Tiempo después surge el
carnaval pagano, que se
inicia en el siglo. VII
a.C., en Grecia. En el
reinado de Pisistrato
fue oficializado el
culto a Dionisio, donde
campesinos y labradores
participaban de las
procesiones dionisiacas,
llevando la imagen del
dios Dionisio en
embarcaciones con
ruedas, los llamados
carrum navalis. En esas
la sociedad ya está
dividida, esclavos para
un lado, nobleza para
otro, la pesada
jerarquía muestra la
faceta discriminatoria
del ser humano. Bebidas,
orgías, sexo y
permisividad ganan más y
más espacio en aquel
primitivo carnaval.
Y así camina la
humanidad. Pero algunos
siglos pasan y la
Iglesia Católica,
cansada de ver sus
intenciones de prohibir
los cultos paganos
fracasar, porque ya
estaban consagrados por
la costumbre de los
pueblos, decide, en el
590 d.C., oficializar el
carnaval. Las células de
ese carnaval están en
las ciudades de Venecia
y Niza;
en esa
época el
|
|
carnaval ya
comienza a ganar
un diseño más
parecido a los
días actuales;
carros
alegóricos,
personas
enmascaradas y
fantasiosas
comienzan a
participar del
ya tradicional
desfile. |
La Iglesia encuentra el
libertinaje y la
permisividad del
carnaval pagano
enraizados en la cultura
de los pueblos. Igual
oficializando el
carnaval, muchos
cristianos lo
combatieron, inclusive
con Inocencio II
(1130-1140), que se
mostró contra las ideas
carnavalescas.
La Iglesia y el Estado
feudal intentaron
combatir el carácter
libertino del carnaval y
poner alguna solemnidad
en los desfiles,
todavía, frustrado fue
el intento, por cuanto
el pueblo respondía de
manera irónica,
importándole poco las
prohibiciones de
carácter moral.
Hay un paradigma que se
obstina en permanecer:
la de que el carnaval y
las minúsculas fantasías
son algo necesario a
nuestra cultura
Y llegamos a los días
actuales, donde el
carnaval, principalmente
en nuestro país, ganó
status de gran
industria, siendo uno de
los mayores divulgadores
de nuestra cultura,
promoviendo así a Brasil
al cenit de “El País del
carnaval”.
Es verdad, querido
lector, el carnaval es
una industria que
proporciona millares de
empleos directos e
indirectos, mueve
nuestra economía,
promociona el turismo,
agita en las industrias
de bebidas…
Es una fiesta de origen
pagano y que por motivos
políticos fue traída al
Cristianismo. Y aun, por
motivos políticos,
permanece en los días
actuales con fuerza en
nuestro país, gozando de
simpatía de gran parcela
de la población.
Dicen algunos que es una
necesidad del pueblo
brasileño, un pueblo
sufrido, batallador que,
por tanto, merece
distraerse, olvidar los
problemas, festejar… y
el carnaval es el regalo
tan esperado.
Por algunos días el
pueblo se olvida de las
dificultades, de los
impedimentos de
relacionarse, de las
presiones financieras.
Son momentos libertarios
para todos los
ciudadanos. Al final, en
la avenida, pobres y
ricos se encuentran en
perfecta sincronía.
Negros, blancos, mulatos
sienten que forman parte
de la misma familia.
Es la tan soñada
igualdad; igualdad tan
deseada por los negros
discriminados de nuestro
país, igualdad que los
pobres quieren, igualdad
con la que sueñan las
mujeres… Sin embargo, en
mí opinión, ¡el carnaval
sólo vende ilusiones!
Hay un paradigma que se
empeña en permanecer: la
de que el carnaval, la
avenida y las minúsculas
fantasías son algo
necesario a nuestra
cultura. Como si Brasil,
en esa inconmensurable
inmensidad de valores,
de personas, de
habilidades, de
regiones, de costumbres,
referente de los
festejos carnavalescos
para ser mejor, más
felices, más fuertes.
Es ilusión juzgar que
seremos más o menos
felices en consecuencia
de los festejos
carnavalescos
Lamentablemente, algunos
brasileños no comprenden
la grandeza de nuestro
país y lo limitan sólo
al carnaval y al fútbol.
Necesitamos romper esa
idea de que Brasil es
sólo el país del
carnaval y del fútbol.
Brasil puede ser el país
de la honestidad, de la
cultura, de la
educación, de la salud,
de la tecnología; eso
sólo depende de
nosotros, de una
concienciación en masa
de que es necesario
romper con la variedad.
Brasil es el país donde
hay mayor y más avanzada
red de captación de
leche humana.
Brasil es ejemplo en el
combate al SIDA.
Somos el único país del
hemisferio sur en
participar del proyecto
genoma.
Nuestro proceso
electoral está todo
informatizado, dando en
tiempo record el
resultado de las
elecciones en un país de
dimensiones
continentales.
Nuestros internautas
representan el 40% del
mercado latino
americano.
Somos el segundo mayor
mercado de aviación y
helicópteros ejecutivos.
Todos esos predicados y
tantos otros más no
enumerados aquí son
motivo de orgullo para
nuestro país, pues nos
muestran efectivamente
que somos mucho más que
sólo el país del
carnaval y del fútbol.
Tampoco no quiero aquí
censurar a quien se
complace con los
festejos del rey momo,
cada uno sabe la mejor
forma de aprovechar la
vida, pero, quiero sólo
presentar otro punto de
la cuestión.
Es ilusión juzgar que
seremos más o menos
felices en consecuencia
de los festejos
carnavalescos, es
ilusión considerar que
algunos días de bullicio
irán a compensar al
pueblo brasileño por
faltarle educación,
salud, ocio de calidad y
acceso a la cultura.
El carnaval vende la
ilusión de que aquellos
días no se acabaran más,
que son eternos, por eso
mismo comienzan antes de
la fecha oficial y se
extiende después de su
término oficial… Vende
la ilusión de que
aprovechar la vida es
intoxicarse con
exageraciones, pasando
noches insomne en
excesivas borracheras,
donde no es raro, el
sexo sin compromiso con
el corazón tiene lugar
cautivo.
Muchas personas obtienen
inspiración para sus
expresiones grotescas en
visitas a regiones
inferiores del Más Allá
Pocas son las obras
espíritas que
centralizan con
profundidad el problema
del carnaval y sus
maldades. Una de ellas
es el libro En las
Fronteras de la Locura,
escrito en 1982 por
Manuel Philomeno de
Miranda (Espíritu),
valiéndose de la
mediumnidad de Divaldo
P. Franco.
El párrafo siguiente
extraído del cap. 6, pp.
51 a 53, de la obra
mencionada, muestra una
faceta del carnaval en
Rio de Janeiro, una
fiesta tan publicada por
los medios de
comunicación,
especialmente la Rede
Globo de Televisión.
En los días de carnaval
– relata Philomeno – la
ciudad refulgente, era
un pandemonio. Multitud
de Espíritus, que se
mezclan a la mole humana
en excitación de los
sentidos físicos,
dominaba el paisaje
sombrío de las avenidas,
calles y plazas, cuya
iluminación, aunque
fantástica, no conseguía
vencer la psicosfera
cargada de vibraciones
de bajo tenor.
Grupos enmascarados eran
acompañados por
frenéticas masas de
Espíritus voluptuosos,
que se entregaban a
desmanes y orgías
lamentables,
inconcebibles del punto
de vista terreno.
Algunas Entidades
atacaban a los burlescos
transeúntes intentando
perjudicarlos con sus
inducciones nefastas.
Otras buscaban las
víctimas en potencia
para alejarlas del
equilibrio, dando inicio
a procesos nefastos de
obsesiones largas.
Muchas personas
fantasiosas habían
obtenido inspiración
para sus expresiones
grotescas en visitas a
regiones inferiores del
Más Allá. Además, las
incursiones a los sitios
de desesperación y
locura son muy comunes a
los hombres que se
vinculan a los allí
residentes por los hilos
invisibles en el mundo
íntimo.
La sucesión de escenas,
deprimentes unas,
salvajes otras, era
opresora, lo que mereció
del Dr. Bezerra de
Menezes el siguiente
comentario: “Grande,
expresiva faja de la
humanidad terrena
transita entre los
límites del instinto y
los inicios de la razón,
pero sedientos de
sensaciones más que
ansiosos por las
emociones superiores.
Natural que se permitan,
en estos días, los
excesos que reprimen por
todo el año,
sintonizados con
Entidades que les son
afines. Es de lamentar,
sin embargo, que muchos
se presentan, en los
días normales, como
discípulos de Jesús,
prefiriendo ahora, a
Baco y sus asesores de
orgía al Amigo
Afectuoso…”
La caridad tiene todo
que ver con aprovechar
bien la vida, con
librarse de la
influencia de Espíritus
menos felices
En ese libertinaje
confundido con libertad,
donde todo puede, todo
es bello, todo es alto
astral, promovemos en
nosotros mismos
desordenes físicos y
psíquicos, que a lo
largo de los años van
minando nuestra
resistencia física y nos
comprome
espiritualmente, por
cuanto sintonizamos con
Espíritus que guardan
afinidad con esos
ideales de desajuste. El
resultado no es difícil
de prever, esos
Espíritus ejercen en
nosotros una nefasta
influencia y acaban por
maximizar cada vez más
nuestras tendencias
menos felices.
Si no luchamos por
desvencijarnos de esas
cadenas de desatinos,
somos fácilmente
manipulados por esos
Espíritus desencarnados
que, resalto al querido
lector, están
influenciándonos sólo
porque les dejamos las
puertas abiertas para
deleitarnos con el vicio
y el desequilibrio.
En ese particular, para
que no seamos
influenciados por
Espíritus infelices, se
hace menester que
observemos la sublime
frase acuñada por Allan
Kardec: “Fuera de la
caridad no hay
salvación”.
El amigo lector podrá
preguntar: - ¿Pero qué
tiene que ver la caridad
con el carnaval, con
influencia de Espíritus
menos equilibrados, con
aprovechar bien la vida?
La caridad, querido
lector, tiene todo que
ver con aprovechar la
vida, con librarse de la
influencia de Espíritus
menos felices que nos
estimulan a caer en los
excesos de todos los
matices.
La caridad que hacemos a
nosotros mismos nos
libra de los vicios, de
los desajustes, de las
noches sin provecho,
donde castigamos nuestro
cuerpo físico a pretexto
de placer. Donde nos
equivocamos en la mejor
manera de aprovechar la
vida, porque aprovechar
la vida es vivir sus
momentos con el mejor de
los placeres: el de la
conciencia en paz, en la
seguridad que hicimos lo
mejor por nosotros
mismos y por el
semejante.
La caridad nos
proporciona ver también
las virtudes y
habilidades de nuestro
pueblo, no reduciéndonos
a considerar que somos
sólo el país del
carnaval y del fútbol.