WEB

BUSCA NO SITE

Edição Atual
Capa desta edição
Edições Anteriores
Adicionar
aos Favoritos
Defina como sua Página Inicial
Biblioteca Virtual
 
Biografias
 
Filmes
Livros Espíritas em Português Libros Espíritas en Español  Spiritist Books in English    
Mensagens na voz
de Chico Xavier
Programação da
TV Espírita on-line
Jornal
O Imortal
Estudos
Espíritas
Vocabulário
Espírita
Efemérides
do Espiritismo
Esperanto
sem mestre
Divaldo Franco
Site oficial
Raul Teixeira
Site oficial
Conselho
Espírita
Internacional
Federação
Espírita
Brasileira
Federação
Espírita
do Paraná
Associação de
Magistrados
Espíritas
Associação
Médico-Espírita
do Brasil
Associação de
Psicólogos
Espíritas
Cruzada dos
Militares
Espíritas
Outros
Links de sites
Espíritas
Esclareça
suas dúvidas
Quem somos
Fale Conosco
 
 
Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 2 - N° 99 – 22 de Marzo del 2009

 
                                                            
Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

 

Sacrificio de madre

 
 

El padre había desencarnado hacia ya algún tiempo, partiendo para la Patria Espiritual, y Maneco quedó solo con su madre.

La vida que hasta aquella fecha fue tranquila, sin que nada les faltase, se volvió difícil. Los recursos que el padre dejó menguaban día a día y, en pocos meses, acabaron por completo.

Maneco, sin embargo, sin notar la situación, continuaba en la misma vida: estudiaba, jugaba y se divertía.

Acostumbrado a tener lo que deseaba, sin privarse de nada, comenzó a protestar por todo: de la comida, de las ropas gastadas, de los zapatos usados, mostrándose exigente e insatisfecho.

La madrecita amorosa, cuyos recursos se restringían a la pensión que le quedó al  desencarnar el marido.

No tengo dinero, la pobre recorría a la voluntad de los vecinos y amigos prestándole lo suficiente para comprar algo mejor para el hijo: una fruta, un trozo de carne, algunas patatas, algún dulce.

Cuando el muchachito se sentaba a la mesa y comía con apetito, la madre se sentía compensada por sus esfuerzos y lo miraba embobada, satisfecha. Maneco preguntaba:

- ¿No vas a almorzar, mamá?

Invariablemente ella respondía, dando una disculpa:

- No tengo hambre, hijo mío.
 

O, entonces, alegaba que ya había almorzado, o que almorzaría después.

Cierto día, al llegar a su casa, Maneco encontró a la madre en la cama, desfallecida.

El médico, llamado aprisa, después que la examinó, informó:

- El estado de tu madre es de debilidad extrema. Probablemente no come hace varios días. Necesita alimentarse mejor para poder recuperar las fuerzas.

Maneco, sorprendido, no sabía qué decir. Aproximándose a la cama, preguntó a la madre:

- ¿Por qué no te has alimentado, mamá?

La generosa señora, un poco avergonzada, no dijo nada; sólo una lágrima descendió por su rostro pálido.

Maneco, perplejo, comprendió al fin. Poco a poco fue uniendo los hechos, acordándose de todo lo que venía ocurriendo, y entendió que la madrecita se sacrificaba por él. Daba lo mejor de sí para el hijo, no reservando nada para ella misma. Y él, insensible y prepotente, nunca notó el sacrificio de la madre.

Maneco cayó arrodillado, en lágrimas, al lado de la cama pobre, mientras le decía con voz entrecortada de emoción:

- Perdón, mamaíta, por no haber notado nuestra situación real y la grandeza de tu generosidad. ¡Pero, nunca sentí falta de nada! ¿Cómo es que tú conseguías comprar todo lo que me ofrecías?

Una vecina que llegó hacía poco y oyó la conversación, respondió conmovida:

- Tú madre pedía prestado el dinero a uno y a otros para que nada te faltase, Maneco.

- ¡Dios mío! ¿Cómo pude estar tan ciego? Mamá, yo buscaré un empleo, pues ya tengo edad para trabajar. No ganaré mucho, por cierto, pero lo poco que reciba será suficiente para suavizar nuestro infortunio. Dios nos ayudará, mamá, y seremos muy felices aun.

La madre, con una sonrisa tierna, afirmó contenta:

- ¡Dios ya nos ayudó, hijo mío, y me considero muy feliz por haberme dado Él, un hijo como tú!

                                                                  Tía Célia 

 
 



O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita