Visión espírita de las
curas y pases en la
tradición
judaico-cristiana
A
imposición de manos fue
utilizada con frecuencia
por Jesús, aunque no
haya relatos de pases
(movimiento de manos), y
las obsesiones fueron
casi totalmente tratadas
con diálogos
establecidos con los
Espíritus que Jesús
trataba con autoridad
(1ª
Parte)
Los libros de la Biblia
son una gran referencia
cultural para la
civilización como un
todo. Afirmados o
contradictorios por los
sistemas filosóficos
contemporáneos, usados a
veces como un
conocimiento que fue
válido un día,
defendidos por creyentes
ardientes y confiados en
la fe, los postulados
bíblicos continúan
presentes en nuestro día
a día.
Kardec incentivó a los
espíritas al estudio
bíblico a la luz del
Espiritismo, al afirmar
que “El Espiritismo se
nos depara por todas
partes en la antigüedad
y en las diferentes
épocas de la Humanidad.
Por todas partes se le
descubren los vestigios:
en los escritos, en las
creencias y en los
monumentos. Esa es la
razón de porqué, a la
vez que rasga horizontes
nuevos para el futuro,
proyecta luz no menos
viva sobre los nuevos
misterios del pasado.”
(KARDEC, 1978, p. 27)
¿Las enfermedades eran
tratadas o curadas con
alguna práctica
semejante al pase en los
escritos bíblicos? ¿Cómo
se interpretaban en el
contexto del antiguo y
del nuevo testamento las
prácticas de cura a
partir de la imposición
de manos? ¿Cómo el
Espiritismo codificado
por Allan Kardec es
afectado por la
tradición cristiana de
la imposición de manos?
Dolencia y pecado
En la introducción de
“El Evangelio según el
Espiritismo”, Kardec
defiende la necesidad de
entender el significado
de las palabras
encontradas en los
escritos hebreos y
cristianos en su época
porque ellas
“caracterizan el estado
de las costumbres y de
la sociedad judía en
aquella época” y hoy
tienen un sentido
diferente, dificultando
la comprensión. Él
propone que se haga un
estudio hermenéutico,
que se diferencien los
mitos y leyendas de los
fenómenos históricos y
que se puedan explicar
algunos pasajes, hasta
hoy comprendidos por la
fe como milagros o
acción de Dios, a partir
de los principios y de
la fenomenológica
espírita.
Un estudio comprensivo
del Antiguo Testamento
va a encontrar en los
descendientes de Moisés
una comprensión de la
enfermedad como un
castigo divino a los
pecados de la propia
persona o de sus
ascendentes. Moisés, en
el Pentateuco,
estableció, en nombre de
Iaweh, todo un rito que
tenía por función el
reconocimiento y la
purificación de los
pecados. Originalmente,
este perdón de los
pecados estaba asociado
a los sacrificios de
animales, especialmente
los novillos, los
corderos y los chivos
(de ahí la expresión
chivo expiatorio).
El rito sacerdotal y los
sacrificios tenían una
función mediadora entre
los hombres y la
divinidad, o sea, hacían
pública y exterior la
creencia y la aceptación
ante la sociedad de las
leyes atribuidas a Dios.
La enfermedad de Job
La asociación entre
enfermedad y castigo
divino es muy clara en
el libro de Job. En este
posible mito bíblico,
Job es un hombre que
actúa en la atención
cuidadosa, por no decir
obsesiva, de los
cuidados prescritos por
Dios, para evitar el mal
y la enfermedad en su
vida. Él tiene muchas
esposas, hijos, rebaños
y riquezas, lo que
señaliza al lector que
él recibió la
prosperidad en pago de
la fe, la promesa del
Antiguo Testamento.
Inusitadamente, en una
esfera divina, Satanás
cuestionaría a Dios si,
al contrario de lo que
él afirmaba, la fe no
fuese fruto de la
prosperidad.
Sin que Job tuviera
conciencia, Dios, en
esta historia, le pone a
prueba la fe,
permitiendo que todos
sus bienes (incluyéndose
ahí su familia) le
fueran “tomados” y,
posteriormente, que la
salud le fuera afectada.
El texto bíblico se
desarrolla en un diálogo
intimista entre Job y
tres amigos que vinieron
a consolarlo, y se hace
una especie de reflexión
de la fragilidad y de la
incomprensión humana
ante los designios
divinos.
Una cuestión en especial
incomoda la Job: él era
fiel a aquello que Dios
le había solicitado por
medio de la ley mosaica,
y no comprendía porqué
padecía todas aquellas
pérdidas y enfermedades,
como se puede leer en el
libro de Job, capítulo
27: “¡Por el Dios Vivo
que me niega justicia,
por Shaddai que me
amarga el alma, mientras
en mí haya un soplo de
vida y el aliento de
Dios en la nariz, mis
labios no dirán
falsedades, ni mi lengua
pronunciará mentiras!
¡Lejos de mí daros
razón! Hasta el último
aliento mantendré mi
inocencia, quedo firme
en mi justicia y no la
dejo. La conciencia no
me avergüenza por mis
días (...)”.
Queda evidente que el
hombre del Antiguo
Testamento, que cumple
el “pacto ritual con
Dios”, no entiende la
enfermedad que no cede a
la rudimentaria medicina
hebraica o a los
sacrificios, si no
hubiera cometido algún
pecado. La enfermedad
que resiste al tiempo y
a los remedios es vista
como castigo de Dios. En
Job, la enfermedad es
una prueba de fe, que el
héroe del Antiguo
Testamento no es capaz
de percibir.
Aún en el Antiguo
Testamento hay otras
evidencias de que la
enfermedad sea una señal
de la acción divina. El
Espiritismo no defiende
la existencia de una
divinidad del mal. En el
mito de Jó, Satanás no
personifica un Espíritu
malo, sino la
precariedad del mundo y
de la vida, que
posibilita que cualquier
hombre pase por pruebas,
sea él religioso o no.
Shaddai, según la Biblia
de Jerusalén, es un
“antiguo nombre divino
de la época patriarcal,
mantenido especialmente
por la tradición
sacerdotal”. El sentido
de la palabra podría ser
“Dios de la Montaña”, si
la palabra fue originada
en el acádico Shadû
(lengua semítica hablada
en la antigua Acadia), o
“Dios de la Estepa”, si
es oriundo del hebraico
Sadeh.
Elías, el “Hombre de
Dios”
Elías es otro héroe
legendario bíblico que
defiende la fe en Iahweh
y se opone a otras
creencias, como la del
Dios Baal. En el primer
libro de Reyes, capítulo
17, Elías va a la ciudad
de Sarepta, ordenado por
Dios, y se queda en la
casa de una viuda con el
hijo enfermo. Después de
un episodio semejante a
la multiplicación de los
panes del Nuevo
Testamento, el hijo de
la viuda “enfermó, y su
mal fue tan grave que él
vino a fallecer”.
Para nuestro estudio,
interesa el comentario
de la madre del niño,
que dice: “¿Qué hay
entre mí y tú, hombre de
Dios? ¡Viniste a mi casa
para reavivar el
recuerdo de mis faltas y
causar la muerte de mi
hijo!”
La viuda no pregunta,
afirma sonoramente su
creencia en la
asociación entre las
faltas y la muerte del
hijo. Ella entiende
también que Elías es
hombre de Dios, porque
la capacidad de castigar
las faltas con la muerte
o la enfermedad es un
poder divino. Elías toma
al niño, se extiende
sobre él por tres veces,
y pide a Iaweh que le
devuelva el alma,
haciéndolo revivir.
Inmediatamente, la viuda
comenta: “¡Ahora sé que
eres un hombre de Dios y
que Iaweh habla
verdaderamente por tu
boca!”
Mito o realidad,
historia o leyenda, ya
se encuentra en el
Antiguo Testamento una
práctica semejante a la
de los pases magnéticos,
sólo que en el contexto
cultural de la época,
explica la comprensión
de su resultado por
medio de una acción
divina.
El Mesías de Isaías
El libro de Isaías, en
el conjunto del Antiguo
Testamento, además del
carácter político, en el
cual él incentiva su
pueblo a abandonar las
alianzas políticas con
asirios y egipcios para
confiar en Dios,
denuncia la corrupción
de las costumbres y
anuncia
a venida del Mesías. La
concepción del Mesías en
Isaías es compleja y
huye al designio de este
texto, interesando una
de sus características
divinas: la capacidad de
curar las enfermedades,
liberando a los hombres
del sacrificio ritual
para Dios.
Isaías así escribe: “...
y sin embargo, eran
nuestras enfermedades
que él llevaba sobre sí,
nuestros dolores que él
cargaba” (Isaías 53:4).
Iahweh, según la Biblia
de Jerusalén, es el
nombre que Dios da a
Moisés para ser enseñado
al pueblo, cuando está
en la montaña. Hay una
discusión etimológica
sobre su nombre, pero la
palabra está relacionada
al verbo ser y puede ser
traducida como “Aquel
que es” y trae en su
interior el significado
de la existencia, o sea,
él se presenta como el
único que realmente
existe.
Baal, según el Houaiss,
es el nombre de una
divinidad cananea y
fenicia, adorada por
otros pueblos del
Oriente próximo en la
antigüedad. Ese pasaje
llevó al evangelista
Mateo a reconocer en
Jesús, después de la
expulsión de los
Espíritus y la cura de
enfermos en la casa de
la suegra de Pedro, la
persona del Mesías
predicado por Isaías (Mt
8:17).
Las curas de Jesús
Parte significativa de
los evangelios trata de
las curas realizadas por
Jesús. Kardec evita
discutirlas en “El
Evangelio según el
Espiritismo”, pero
dedica toda una parte de
“La Génesis”
explicándolas con el
auxilio de la Doctrina
Espírita.
Kardec entiende que
Jesús no actuaba como
médium en las curas que
efectuaba, por no
necesitar de asistencia,
sino que “actuaba por sí
mismo, en virtud de su
poder personal, como lo
pueden hacer, en ciertos
casos, los encarnados,
en la medida de sus
fuerzas”. (KARDEC, 1973,
p. 311.)
Las descripciones de las
curas en los evangelios
comprenden imposición de
manos, toques,
aplicación de barro
sobre el órgano
afectado, cura la
distancia, entre otras.
a) Imposición de
manos - Son muchos
los pasajes en que Jesús
cura imponiendo las
manos sobre los
enfermos. Como ejemplos,
Mateo narra el pedido de
Jairo a Jesús, que
imponga las manos sobre
la hija, considerada
muerta (Mt 9:18 y Mc
5:21) y Marcos relata
que Jesús curaba
enfermos imponiendo las
manos (Mc. 6:5). Esta
capacidad, en la cultura
judaica, como ya fue
dicho anteriormente, era
propia de los profetas.
Fue después de un
episodio de curas que
Mateo identifica a Jesús
cómo siendo el
Mesías (Mt
8:17), al
transcribir un
habla de una
persona del
pueblo,
|
|
que repite la
profecía de
Isaías. El
concepto de
salud no se
disociaba de la
influencia de
demonios. Son
incontables los
pasajes en que
Jesús conversa
con demonios o
los expulsa de
personas. Lucas
(Lc. 13:11)
narra la cura de
una posesa
encorvada por
medio de la
imposición de
manos. La
imposición de
manos parece
tener otro
sentido, tal vez
una bendición o,
en lenguaje
médico
contemporáneo,
un papel
profiláctico. En
otro pasaje
evangélico,
Mateo (Mt. 19:14
y 15) relata que
Jesús impone las
manos sobre los
niños que
querían verlo y
en principio
habían sido
impedidos por
los apóstolos.
Ellos no se
encontraban
enfermos y, al
parecer, sólo
deseaban conocer
a Jesús. Además
de la imposición
de manos, otras
formas de
tratamiento son
descritas en los
Evangelios. |
b) Toque de manos -
Jesús curó a la suegra
de Pedro tocándola con
las manos (Mt. 8:15).
También la mujer
hemorrágica tuvo su
enfermedad curada, pero
fue ella quien tocó las
vestiduras de Jesús (Mt
9: 20-22), que le dice:
“Ánimo, hija mía, tu fe
te salvó”. Tres de los
evangelistas (Mt. 9:
18-26, Mc 5:21-43 y Lc
8:40-56) narran la cura
de la hija de Jairo,
jefe de la Sinagoga.
Ella estaba considerada
muerta, pero Jesús dice
que ella no había
muerto, que estaba sólo
durmiendo. Él “la tomó
por la mano y ella se
levantó”.
c) Cura a distancia o
por medio del diálogo
- Jesús curó los diez
leprosos (Mt. 17:11-19)
mandándolos de vuelta a
la ciudad. La cura se
efectuó en el camino y
uno de ellos volvió para
agradecerlo. Jesús le
pregunta sobre los otros
nueve y le dice:
“Levántate y ve; tu fe
te salvó.” Jesús cura al
paralítico de Cafarnaún,
según Mateo (Mt. 8:1-8),
apenas diciendo: “Ten
ánimo, hijo mío; tus
pecados son perdonados”
y después “Levántate,
toma tu cama y ve para
casa”. En el templo (Mc
3:1-5) Jesús sólo pidió
que un hombre extendiera
su mano atrofiada y ella
quedó curada. Jesús (Mc.
1:23-28) advierte a un
“espíritu impuro” en una
sinagoga, el cual
subyugaba a un hombre,
ordenándole: “cállate y
sal de él”. También
conversando, Jesús cura
a los dos endemoniados
ganaderos, considerados
violentos (Mt 8:28-33),
expulsando los demonios.
Marcos (Mc. 9:14-29)
relata la expulsión de
un demonio que
atormentaba un niño con
señales de epilepsia
(“Cuando él lo toma, lo
tira por el suelo. Y él
espumajea, cruje los
dientes y queda
reseco”). Jesús dirigió
la palabra al Espíritu
impuro diciéndole:
“Espíritu mudo y sordo,
yo te ordeno: déjalo y
nunca más entres en él”.
El niño quedó como
muerto y Jesús le tomó
la mano, levantándolo.
El hijo de una viuda de
la ciudad de Naim (Lc.
7:11-17) y Lázaro (Jo.
11:1-43), considerados
muertos, despiertan de
su sueño mediante la voz
sonora de Jesús que los
llama de vuelta.
d) Cura con saliva y
barro - Marcos (Mc
8:22-26) narra la cura
del invidente de
Betsaida en la cual
Jesús pasa saliva sobre
los ojos y le impone las
manos. La cura es
comentada por Kardec en
“La Génesis” (cap. 15).
Juan (Jo. 9:1-41) relata
la cura de un invidente
de nacimiento, para el
cual Jesús mezcla saliva
al barro, pasa sobre sus
ojos y manda sea lavada
la mezcla en el tanque
de Silo. El mendigo,
ahora curado, va al
templo y enfrenta a
fariseos y sacerdotes,
confirmando la cura de
Jesús y considerándolo
un profeta por eso.
Estas citas están lejos
de agotar todas las
narraciones de curas
encontradas en los
Evangelios. Kardec
destaca el
desconocimiento de
enfermedades que eran
tomadas como acción de
demonios y Espíritus
impuros, como la
epilepsia, los estados
de coma y la mudez,
enfermedades que el
Espiritismo
contemporáneo no
confundiría con obsesión
espiritual, aunque
puedan presentar un
componente obsesivo.
La imposición de manos
fue extremadamente
utilizada por Jesús,
aunque no haya relatos
de pases (movimiento de
manos). Las obsesiones
fueron casi totalmente
tratadas con diálogos
establecidos con los
Espíritus que Jesús
trataba con autoridad,
autoridad esta que
estamos lejos de tener
en los días actuales.
La idea de que Jesús
tenía una capacidad
superior es mantenida
por Kardec, pero no se
puede olvidar de
analizar la trayectoria
de los apóstoles. Ellos
también presentan
capacidad de curar y
usan para eso la
imposición de manos.
(Lea la conclusión de
este artículo en la
próxima edición de esta
revista.)
Fontes bibliográficas:
A Bíblia
de Jerusalém. São Paulo:
Paulinas, 1985.
GOMES,
Mauro. O toque das mãos
do rei. Disponível em
http://www.pulmonar.org.br/blog/tuberculose/o-toque-das-maos-do-rei/.
Acesso em 01/12/ 2007.
KARDEC,
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Rio de Janeiro: FEB,
1978. [Edição Popular]
A
Gênese. Rio de Janeiro:
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MICHAELUS.
Magnetismo Espiritual.
Rio de Janeiro: FEB,
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OLIVEIRA,
Maria Izabel B. Morais.
O milagre régio e o
ciclo legendário em prol
do fortalecimento do
poder, no círculo de
Carlos V França
(1364-1380), Revista d
História e Estudos
Culturais, v.3, n. 1,
jan/mar 2006.
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