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Año 3 119 – 9 de Agosto del 2009


 

Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org
 

La siembra es grande y
pocos los trabajadores

 
 
Diferente de otros movimientos, en el Espiritismo no existen sacerdocio ni funciones remuneradas. El deber de trabajar y de participar compite a todos los que se dicen espíritas, desde el simple cerrar de una puerta hasta la dirección de la institución más importante.

Se verifica, sin embargo, una carencia generalizada de trabajadores en la siembra espírita, hecho que impide que muchos trabajos sean desarrollados o que se realicen con la eficacia deseada. Participar de un trabajo en favor del prójimo o de la comunidad debería ser un propósito común de todas las personas, por el bien que proporciona sobre todo a aquel que lo realiza, una vez que el trabajo es una de las alabanzas del progreso individual y colectivo.

Contrariamente a los que algunos filósofos escribieron, el trabajo nada tiene que ver con castigo o punición divina. Si lo fuera, no habría razón alguna para Jesús haber dicho: “Mi Padre trabaja hasta hoy, y yo también” (Juan, 5:17).

La Doctrina Espírita nos muestra que el trabajo es ley de la Naturaleza y es a causa de eso que el hombre debe el su sustento y su seguridad al trabajo que desarrolla.

Veamos en una breve síntesis lo que el Espiritismo nos enseña acerca del trabajo y de su importancia en nuestra vida:

– “El hombre quintaesencia el espíritu por el trabajo y tú sabes que sólo mediante el trabajo del cuerpo el Espíritu adquiere conocimientos.” (El Libro de los Espíritus, Prolegómenos.)

– ¿Por trabajo sólo se deben entender las ocupaciones materiales? “No; el Espíritu trabaja, así como el cuerpo. Toda ocupación útil es trabajo.” (L.E., pregunta 675)

– “Sin el trabajo, el hombre permanecería siempre en la infancia, en cuanto a la inteligencia. Por eso es que su alimento, su seguridad y su bienestar dependen de su trabajo y de su actividad.” (L.E., 676)

– “Todo en la Naturaleza trabaja. Como tú, trabajan los animales, pero el trabajo de ellos, de acuerdo con la inteligencia de que disponen, se limita a cuidar de la propia conservación. De ahí viene que del trabajo no les resulta progreso, mientras que el del hombre busca doble fin: la conservación del cuerpo y el desarrollo de la facultad de pensar, lo que también es una necesidad y lo eleva por encima de sí mismo.” (L.E., 677)

– ¿Se hallará excluido de la ley del trabajo el hombre que posea bienes suficientes para asegurarse la existencia? “Del trabajo material, tal vez; no, sin embargo, de la obligación de hacerse útil, conforme a los medios de que disponga, ni de perfeccionar su inteligencia o la de los otros, lo que también es trabajo. Aquel a quién Dios facultó la posesión de bienes suficientes para garantizarle la existencia no está, es correcto, obligado a alimentarse con el sudor de su rostro, pero tanto mayor le es la obligación de ser útil a sus semejantes, mientras más ocasiones de practicar el bien le proporciona el adelantamiento que le fue hecho.” (L.E., 679)

– “Los sufrimientos voluntarios de nada sirven, cuando no concurren para el bien de otros. ¿Supones que se adelantan en el camino del progreso los que abrevian la vida, mediante rigores sobre-humanos, como lo hacen los bonzos, los faquires y algunos fanáticos de muchas sectas? ¿Por qué de preferencia no trabajan por el bien de sus semejantes? Vistan al indigente; consuelen al que llora; trabajen por el que está enfermo; sufran privaciones para alivio de los infelices y entonces sus vidas serán útiles y, por lo tanto, agradable a Dios. El sufrir alguien voluntariamente, sólo por su propio bien, es egoísmo; sufrir por los otros es caridad: tales los preceptos de Cristo.” (L.E., 726)

– “La moral sin las acciones es lo mismo que la semilla sin el trabajo. ¿De qué os sirve la semilla, sino la hacéis dar frutos que os alimenten?” (L.Y., 905)

*

En base de lo de arriba expuesto, sería de gran utilidad examinar lo que hemos hecho de las horas, acordándonos de la seria advertencia que Abel Gomes nos hizo en un mensaje constante del libro “Hablando a la Tierra”, obra psicografiada por Francisco Cândido Xavier: “A la manera que nos desarrollamos en sabiduría y amor, consideramos la pérdida de los minutos como siendo la más lastimosa y ruinosa de todas”. “Guardamos, cada día, la cosecha de los recursos y de las emociones que estamos realmente plantando. No existe infelicidad, sino aquella que decretamos para nosotros mismos.”



 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita