Diferente de
otros
movimientos, en
el Espiritismo
no existen
sacerdocio ni
funciones
remuneradas. El
deber de
trabajar y de
participar
compite a todos
los que se dicen
espíritas, desde
el simple cerrar
de una puerta
hasta la
dirección de la
institución más
importante.
Se verifica, sin
embargo, una
carencia
generalizada de
trabajadores en
la siembra
espírita, hecho
que impide que
muchos trabajos
sean
desarrollados o
que se realicen
con la eficacia
deseada.
Participar de un
trabajo en favor
del prójimo o de
la comunidad
debería ser un
propósito común
de todas las
personas, por el
bien que
proporciona
sobre todo a
aquel que lo
realiza, una vez
que el trabajo
es una de las
alabanzas del
progreso
individual y
colectivo.
Contrariamente a
los que algunos
filósofos
escribieron, el
trabajo nada
tiene que ver
con castigo o
punición divina.
Si lo fuera, no
habría razón
alguna para
Jesús haber
dicho: “Mi Padre
trabaja hasta
hoy, y yo
también” (Juan,
5:17).
La Doctrina
Espírita
nos muestra que
el trabajo es
ley de la
Naturaleza y es
a causa de eso
que el hombre
debe el su
sustento y su
seguridad al
trabajo que
desarrolla.
Veamos en una
breve síntesis
lo que el
Espiritismo nos
enseña acerca
del trabajo y de
su importancia
en nuestra vida:
– “El hombre
quintaesencia el
espíritu por el
trabajo y tú
sabes que sólo
mediante el
trabajo del
cuerpo el
Espíritu
adquiere
conocimientos.”
(El Libro de los
Espíritus,
Prolegómenos.)
– ¿Por trabajo
sólo se deben
entender las
ocupaciones
materiales? “No;
el Espíritu
trabaja, así
como el cuerpo.
Toda ocupación
útil es
trabajo.” (L.E.,
pregunta 675)
– “Sin el
trabajo, el
hombre
permanecería
siempre en la
infancia, en
cuanto a la
inteligencia.
Por eso es que
su alimento, su
seguridad y su
bienestar
dependen de su
trabajo y de su
actividad.”
(L.E., 676)
– “Todo en la
Naturaleza
trabaja. Como
tú, trabajan los
animales, pero
el trabajo de
ellos, de
acuerdo con la
inteligencia de
que disponen, se
limita a cuidar
de la propia
conservación. De
ahí viene que
del trabajo no
les resulta
progreso,
mientras que el
del hombre busca
doble fin: la
conservación del
cuerpo y el
desarrollo de la
facultad de
pensar, lo que
también es una
necesidad y lo
eleva por encima
de sí mismo.”
(L.E., 677)
– ¿Se hallará
excluido de la
ley del trabajo
el hombre que
posea bienes
suficientes para
asegurarse la
existencia? “Del
trabajo
material, tal
vez; no, sin
embargo, de la
obligación de
hacerse útil,
conforme a los
medios de que
disponga, ni de
perfeccionar su
inteligencia o
la de los otros,
lo que también
es trabajo.
Aquel a quién
Dios facultó la
posesión de
bienes
suficientes para
garantizarle la
existencia no
está, es
correcto,
obligado a
alimentarse con
el sudor de su
rostro, pero
tanto mayor le
es la obligación
de ser útil a
sus semejantes,
mientras más
ocasiones de
practicar el
bien le
proporciona el
adelantamiento
que le fue
hecho.” (L.E.,
679)
– “Los
sufrimientos
voluntarios de
nada sirven,
cuando no
concurren para
el bien de
otros. ¿Supones
que se adelantan
en el camino del
progreso los que
abrevian la
vida, mediante
rigores
sobre-humanos,
como lo hacen
los bonzos, los
faquires y
algunos
fanáticos de
muchas sectas?
¿Por qué de
preferencia no
trabajan por el
bien de sus
semejantes?
Vistan al
indigente;
consuelen al que
llora; trabajen
por el que está
enfermo; sufran
privaciones para
alivio de los
infelices y
entonces sus
vidas serán
útiles y, por lo
tanto, agradable
a Dios. El
sufrir alguien
voluntariamente,
sólo por su
propio bien, es
egoísmo; sufrir
por los otros es
caridad: tales
los preceptos de
Cristo.” (L.E.,
726)
– “La moral sin
las acciones es
lo mismo que la
semilla sin el
trabajo. ¿De qué
os sirve la
semilla, sino la
hacéis dar
frutos que os
alimenten?” (L.Y.,
905)
*
En base de lo de
arriba expuesto,
sería de gran
utilidad
examinar lo que
hemos hecho de
las horas,
acordándonos de
la seria
advertencia que
Abel Gomes nos
hizo en un
mensaje
constante del
libro “Hablando
a la Tierra”,
obra
psicografiada
por Francisco
Cândido Xavier:
“A la manera que
nos
desarrollamos en
sabiduría y
amor,
consideramos la
pérdida de los
minutos como
siendo la más
lastimosa y
ruinosa de
todas”.
“Guardamos, cada
día, la cosecha
de los recursos
y de las
emociones que
estamos
realmente
plantando. No
existe
infelicidad,
sino aquella que
decretamos para
nosotros
mismos.”
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