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Año 3 125 – 20 de Septiembre del 2009


 

Traducción
ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org
 

La cuestión de las drogas
y sus implicaciones

 
 
Tema central de la entrevista concedida por el compañero Valci Silva, uno de los destaques de esta edición, la temática de las drogas, a pesar de su importancia en la vida de nuestro País, es aún muy poco abordada por el movimiento espírita.

Las consecuencias del uso de las drogas son bien conocidas, pero toda vez que la televisión enfoca las maldades de eso derivadas no hay quién no se conmueva, y se coloca, entonces, la clásica pregunta: ¿Existe solución para tal problema?

Obviamente, si bien los problemas humanos sean siempre complejos, hay soluciones para todos ellos. Lo que varía de una dificultad para otra es el tiempo necesario para resolverla. El caso de que ahora tratamos requiere tiempo, buena voluntad e inversión, no solamente de dinero, sino inversión de amor, atención, cuidado, ya que estamos delante de vidas humanas, de criaturas que no pueden continuar cayendo en aquello que Herculano Pires llamó de círculo vicioso de la reencarnación.

Vale la pena recordar el pensamiento del notable compañero, expuesto en su libro “Pedagogía Espírita”.

El desarrollo del ser humano, dice Herculano, no es continuo, sino discontinuo. En cada existencia terrena el individuo desarrolla ciertas potencialidades, pero la ley de inercia lo retiene en una posición determinada por los límites de la cultura en que se desarrolló. Con la muerte corpórea él vuelve al mundo espiritual, donde sus percepciones se amplían permitiéndole comprender que su perfectibilidad no tiene límites. Retornando la nueva encarnación, él puede recomenzar con más eficiencia el desarrollo de su perfectibilidad, pero, si no recibiera en la vida terrena los estímulos necesarios, podrá sentirse nuevamente preso a la condición de la vida anterior en la Tierra, estacionando en una repetición de estadio. Es a eso que el dio el nombre de círculo vicioso de la reencarnación.

Sabemos que en la periferia de las grandes ciudades existen jóvenes y niños necesitados que, dada su carencia, pueden volverse blanco fácil de los que trafican con las drogas.

Es preciso, entonces, que esos niños y esos adolescentes, así como sus familiares, tengan acceso efectivo a una vida digna y puedan aspirar a mejores días, gracias a los estudios y a la posibilidad de trabajo honesto que la sociedad no les puede negar, ni a ellos ni a sus padres.

En incontables ciudades son muchas las organizaciones que vienen dedicándose a esa tarea y contribuyendo para que el niño y el joven salgan de las calles y ocupen de forma más útil su tiempo ocioso. En el medio espírita, diversas instituciones se dedican a ese trabajo. Pero ese esfuerzo sólo se completará cuando los jóvenes y los adultos dotados de recursos – que son los compradores y los grandes usuarios de las drogas – sean convencidos de que el uso de los alucinógenos es un equívoco, es una forma de suicidio, es una llaga que necesita ser erradicada. Y para eso hay necesidad de una integración mayor de la sociedad y de los grupos religiosos que, en vez de disputarse, deberían unirse para que juntos cooperen en el tratamiento y en la cura de esa enfermedad que se propaga en todo el mundo y tiene su correspondiente en el plan espiritual, donde deambulan criaturas desencarnadas igualmente enfermas reclamanando nuestra ayuda.


 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita