Tema central de
la entrevista
concedida por el
compañero Valci
Silva, uno de
los destaques de
esta edición, la
temática de las
drogas, a pesar
de su
importancia en
la vida de
nuestro País, es
aún muy poco
abordada por el
movimiento
espírita.
Las
consecuencias
del uso de las
drogas son bien
conocidas, pero
toda vez que la
televisión
enfoca las
maldades de eso
derivadas no hay
quién no se
conmueva, y se
coloca,
entonces, la
clásica
pregunta: ¿Existe
solución para
tal problema?
Obviamente, si
bien los
problemas
humanos sean
siempre
complejos, hay
soluciones para
todos ellos. Lo
que varía de una
dificultad para
otra es el
tiempo necesario
para resolverla.
El caso de que
ahora tratamos
requiere tiempo,
buena voluntad e
inversión, no
solamente de
dinero, sino
inversión de
amor, atención,
cuidado, ya que
estamos delante
de vidas
humanas, de
criaturas que no
pueden continuar
cayendo en
aquello que
Herculano Pires
llamó de círculo
vicioso de la
reencarnación.
Vale la pena
recordar el
pensamiento del
notable
compañero,
expuesto en su
libro “Pedagogía
Espírita”.
El desarrollo
del ser humano,
dice Herculano,
no es continuo,
sino
discontinuo.
En cada
existencia
terrena el
individuo
desarrolla
ciertas
potencialidades,
pero la ley de
inercia lo
retiene en una
posición
determinada por
los límites de
la cultura en
que se
desarrolló.
Con la muerte
corpórea él
vuelve al mundo
espiritual,
donde sus
percepciones se
amplían
permitiéndole
comprender que
su
perfectibilidad
no tiene
límites.
Retornando la
nueva
encarnación, él
puede recomenzar
con más
eficiencia el
desarrollo de su
perfectibilidad,
pero, si no
recibiera en la
vida terrena los
estímulos
necesarios,
podrá sentirse
nuevamente preso
a la condición
de la vida
anterior en la
Tierra,
estacionando en
una repetición
de estadio. Es a
eso que el dio
el nombre de
círculo vicioso
de la
reencarnación.
Sabemos que en
la periferia de
las grandes
ciudades existen
jóvenes y niños
necesitados que,
dada su
carencia, pueden
volverse blanco
fácil de los que
trafican con las
drogas.
Es preciso,
entonces, que
esos niños y
esos
adolescentes,
así como sus
familiares,
tengan acceso
efectivo a una
vida digna y
puedan aspirar a
mejores días,
gracias a los
estudios y a la
posibilidad de
trabajo honesto
que la sociedad
no les puede
negar, ni a
ellos ni a sus
padres.
En incontables
ciudades son
muchas las
organizaciones
que vienen
dedicándose a
esa tarea y
contribuyendo
para que el niño
y el joven
salgan de las
calles y ocupen
de forma más
útil su tiempo
ocioso. En el
medio espírita,
diversas
instituciones se
dedican a ese
trabajo. Pero
ese esfuerzo
sólo se
completará
cuando los
jóvenes y los
adultos dotados
de recursos –
que son los
compradores y
los grandes
usuarios de las
drogas – sean
convencidos de
que el uso de
los alucinógenos
es un equívoco,
es una forma de
suicidio, es una
llaga que
necesita ser
erradicada. Y
para eso hay
necesidad de una
integración
mayor de la
sociedad y de
los grupos
religiosos que,
en vez de
disputarse,
deberían unirse
para que juntos
cooperen en el
tratamiento y en
la cura de esa
enfermedad que
se propaga en
todo el mundo y
tiene su
correspondiente
en el plan
espiritual,
donde deambulan
criaturas
desencarnadas
igualmente
enfermas
reclamanando
nuestra ayuda.
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