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La
extraña
moral
de Jesús
Sabemos
que
Jesús no
dejó
nada
escrito
y por
eso
muchas
palabras
atribuidas
a Él no
concuerdan
con su
forma
amorosa
de
enseñar.
Más
aquellos
que
combaten
el
Cristianismo
en
general
y el
Espiritismo,
en
particular,
usan
esos
argumentos
para
contestarlo
|
Volvamos
un poco
al
tiempo
que
antecedía
la
venida
de
Jesús.
Los
conceptos
éticos
aún no
definidos,
no
estructurados,
crecían
en un
contexto
perverso.
-
predominancia
del
derecho
de la
fuerza
sobre la
fuerza
del
derecho;
-
esclavitud
política,
social,
económica,
de credo
y de
raza;
- la
familia
sometida
al
patriarcado
soberano
y a
veces
cruel;
- los
intereses
girando
en torno
a la
posesión,
fuera de
bienes
materiales
o de
personas.
Por otro
lado, en
la
religión
ocurrían
transformaciones
acentuadas:
- el
paganismo,
culto a
varios
dioses,
entraba
en
decadencia;
- el
sacrificio
humano
para
aplacar
la furia
divina
era
sustituido,
en
Israel,
por el
sacrificio
de
animales,
transformados
en
valiosos
recursos
para
absolución
de los
pecados
y
ofrenda
de
gratitud
a Dios.
El
discernimiento
y la
valorización
de la
criatura
ya se
iniciaba,
pasando
ella a
ser
vista
como
imagen y
semejanza
de Dios.
Ese
proceso,
que aún
continúa
en
nuestros
días,
tendría
que
superar
todos
los
impulsos
agresivos
que
constituyen
la
naturaleza
humana,
víctima
por la
herencia
animal
resultante
del
proceso
evolutivo
como ser
biológico,
social y
psicológico,
al cual
aún
estamos
sometidos.
Es en
ese
momento,
en que
las
primeras
señales
para la
adquisición
de la
conciencia
individual
y
colectiva
aparecen,
es que
llega
Jesús
para
auxiliar
y
facilitar
la
transición
de la
barbarie
para la
civilización.
Para
enfrentar
la
sombra
colectiva
en que
aquella
sociedad
estaba
sumergida,
y
también
romper
con las
raíces
que aún
prendían
al
hombre a
los
sentimientos
más
agresivos,
Jesús
necesitó
traer
una
doctrina
de
comprensión
y
bondad,
ternura
y
compasión,
que no
podía
ser
comparada
a
cualquier
actitud
de
agresividad
interna
o
externa,
fuera
ella
ostensiva
o
disfrazada.
Era
preciso
usar de
energía
y valor
moral
para
enfrentar
los
desafíos
que
surgían
con la
intención
de
impedir
la
marcha
para la
revolución
espiritual
que Él
traía. Y
Él no
cedió en
ninguna
de las
directrices
que
trazó
para el
cumplimiento
de su
tarea:
romper
con las
estructuras
del
pasado
donde
debería
haber:
supremacía
de la
humildad
sobre el
orgullo;
supremacía
del
altruismo
sobre el
egoísmo;
supremacía
de la
comprensión
y de la
bondad
sobre la
intolerancia.
Esa era,
como
mínimo,
una
nueva y
extraña
moral,
por ser
diferente
de todo
lo que
existía
y por
contrariar
todas
las
convicciones
que
prevalecen.
Para
usar las
enseñanzas
de Jesús
como
recursos
en la
superación
de
nuestras
dificultades,
necesitamos
estudiarlos
Infelizmente,
para la
gran
mayoría
de
nosotros,
esa
doctrina
continúa
siendo
extraña
porque
viene de
frente a
nuestros
intereses
personales,
a
nuestros
deseos y
caprichos
egoístas.
“No
es mi
incumbencia”,
dicen
unos. “No
tengo
paciencia
para
quedarme
oyendo o
leyendo”,
dicen
otros,
justificando
la total
incapacidad
de
comprender
y mucho
menos de
aceptar
las
invitaciones
que
Jesús
nos hace
para la
transformación
de
nuestros
sentimientos,
para la
liberación
de los
comportamientos
desajustados
y
enfermos.
Aún
entre
los
espíritas,
esa
incapacidad
existe.
Muchas
veces se
comprende
la
necesidad
de
cambiar,
pero no
poseemos,
aún, los
instrumentos
íntimos
para
enfrentar
nuestra
realidad.
Por eso
es por
lo que
aún
necesitamos
de las
enseñanzas
de
Jesús.
Él, en
verdad,
nos
invita a
la
terapia
de la
renovación
espiritual.
Cuando
entendemos
esa
invitación,
preguntamos:
¿Jesús
alejará
nuestras
cruces?
Ciertamente
que no,
pero sus
enseñanzas
se
transforman
en
instrumentos
poderosos
para
dejarlas
más
leves.
Pero,
para
usar las
enseñanzas
como
recursos
en la
superación
de
nuestras
dificultades,
necesitamos
estudiarlos
a fin de
comprenderlos
y,
comprendiéndolos,
reflexionar
sobre
ellos
para,
que
después,
podamos
vivirlos
en
plenitud.
Sabemos
que
Jesús no
dejó, él
mismo,
nada
escrito
y por
eso
muchas
palabras
atribuidas
a Él no
concuerdan
con su
forma
amorosa
de
enseñar.
Aquellos
que
combaten
el
Cristianismo
en
general
y el
Espiritismo,
en
particular,
usan
esos
argumentos
para sus
contestaciones.
Es
posible
esclarecer
algunas
de esas
contradicciones,
quitando
algunas
dudas.
En
primer
lugar,
necesitamos
saber si
Jesús,
efectivamente,
las
pronunció,
con
miras a
no haber
dejado
nada por
escrito.
Y, en
caso
afirmativo,
saber
cuál era
el
significado
de esas
palabras
en la
lengua
en que
se
expresaba,
pues, al
leer o
estudiar
un texto
antiguo,
no
importa
cual
sea, no
podemos
usar los
mismos
significados
de hoy.
En el
caso
específico
de
Jesús,
la
lengua
hebraica
no era
rica y
una
palabra
podría
tener
más de
un
significado.
Tenemos
dos
ejemplos
que
pueden
ayudar:
·
en el
Génesis,
libro
del
Viejo
Testamento,
las
frases
que
indican
la
creación
del
mundo
podían
significar
un
periodo
cualquiera
y el
periodo
diurno.
Con el
pasar
del
tiempo,
la
tradición
se
encargó
de
colocar
el mundo
físico
creado
en seis
días.
·
Otro
ejemplo
puede
ser
encontrado
en el
Nuevo
Testamento,
cuando
Jesús
enseña
que es
más
fácil
que un
“camello”
pase por
el
agujero
de una
aguja
que un
rico
alcance
el
cielo.
En ese
caso el
término
que
significa
camello
también
significa
cabo.
Así, un
error
cometido
una
única
vez
permaneció
hasta
nuestros
días.
Eso
muestra
que la
traducción
de una
lengua
para
otra
puede
traer
engaños
que
alteran
todo el
real
significado
que se
pretende
dar al
que se
escribe.
La idea
de
abandono
de la
familia
no
concuerda
con la
doctrina
de
Jesus;
es,
antes,
su
negação
Tenemos
que
observar,
aún, la
naturaleza
particular
de cada
lengua,
el
cambio
del
significado
con el
tiempo,
los
errores
de los
copistas
de
aquella
época
(analfabetos,
sólo
diseñaban
lo que
estaba a
su
frente;
cualquier
observación
que
hubiera
sido
escrita
al
margen
del
documento
sería
por
ellos
copiada
como si
formara
parte
del
cuerpo
del
texto),
la
traducción
literal
que
muchas
veces
altera
el
significado
real.
El cap.
23 de
El
Evangelio
según el
Espiritismo
trae
cuatro
de esos
ejemplos
y que
deben
ser
comprendidos
de forma
figurada
y no
tomados
al pie
de la
letra:
1) Si
alguien
viene a
mí y no
odia a
su
padre, a
su
madre...
no es
digno de
mí.
(Lucas,
XIV:
25-27,33).
Si
pensáramos
en la
palabra
odia
dentro
del
significado
moderno
del
término,
la frase
no
tendrá
sentido,
pues ahí
no
encontramos
la forma
bondadosa
con que
Jesús
enseñaba.
Sin
embargo,
si
consideráramos
la
posibilidad
de
significar
amar
menos o
estimar
poco,
podremos
comprender
que hubo
engaños
en la
interpretación,
porque
en la
doctrina
amorosa
de
Cristo
no había
espacio
para la
palabra
odiar
como la
concebimos
hoy.
2)
Abandonar
padre,
madre,
esposa,
hijos,
haciendas...
para
Seguirlo.
La idea
de
abandono
de la
familia
no
concuerda
con la
doctrina
de
Jesús.
Es,
antes,
su
negación.
Pero, si
pensamos
que la
enseñanza
contenida
en ese
pasaje
es para
que
aprendamos
a
colocar
el
interés
de la
vida
futura
por
encima
de la
vida
material,
entonces,
hay
concordancia
con la
esencia
de la
enseñanza.
Queda
claro
que
Jesús
pretendió
concienciarnos
de que
la vida
futura,
o sea,
la vida
del
Espíritu
es más
importante
que la
vida de
la
materia.
Es
interesante
notar
que
existe
la
necesidad
de
separación
para el
progreso.
¿Quién
podría
condenar
al hijo
o la
hija que
se
separen
de sus
padres
para
casarse?
¿Y qué
decir de
los
hijos
que
dejan a
sus
familias
para
defender
su país?
Emmanuel,
en el
libro
Fuente
Viva, en
la
lección
58,
dice,
refiriéndose
a ese
pasaje,
que
abandonar
es
renunciar.
Es una
renuncia
personal.
Ejemplifica
diciendo
que
“si tus
padres
no
buscan
la
intimidad
de
Cristo,
renuncia
a la
felicidad
de
verlos
comulgar
contigo
el
divino
banquete
de la
Buena
Nueva, y
ayuda a
tus
padres”.
Recuerda
él que
renuncia
con
Jesús no
quiere
decir
abandono,
sino
expresa
dedicación,
pues él
mismo,
olvidado
por
muchos,
relegado
a las
agonías
de la
negación,
sintiendo
las
angustias
del Amor
no
amado,
no se
alejó de
la
convivencia
de sus
discípulos.
Vuelve y
dice
confiado:
“He ahí
que
estaré
con
vosotros
hasta el
fin de
los
siglos”.
El
respeto
por los
muertos
no debe
prenderse
a la
materia,
más se
realiza
por el
recuerdo
del
Espíritu
ausente
3)
“Dejad
que los
muertos
entierren
a sus
muertos
y tú ve
y
anuncia
el Reino
de
Dios”.
(Lucas,
IX:
59-60).
Difícil
imaginar
que
Jesús
censurase
al hijo
que
quería
cumplir
su
obligación
de
piedad
filial.
¿Cuál es
el
sentido
de esa
enseñanza?
Respeto
por los
muertos
no puede
quedar
circunscrito
a la
materia.
La
verdadera
vida es
la vida
del
Espíritu
libre
del
cuerpo
físico.
El
sufrimiento
por la
pérdida
no nos
permite
percibir
que el
tiempo
para el
cumplimiento
de la
encarnación
se
concluyó:
prisionero
que
cumple
pena no
es
suelto;
prisionero
que no
cumple
pena es
suelto.
Queda
claro en
ese
pasaje
que el
respeto
por los
muertos
no debe
prenderse
a la
materia,
más se
realiza
por el
recuerdo
del
Espíritu
ausente.
4) “No
vine a
traer la
paz,
sino la
espada”.
(Lc,
XII:
49-53 y
Mt, X:
35-36)
Enseñanza:
Él se
refiere
ahí al
resultado
que
advendría
del
establecimiento
de su
doctrina.
Joanna
de
Ângelis
nos dice
que la
extraña
moral de
Jesús
vino
como una
espada,
para
separar
la
mentira
de la
verdad;
la
posesión
violenta
de la
conquista
honrosa;
en los
hogares,
vino
para
derrumbar
las
construcciones
rígidas
del
egoísmo,
del
patriarcado
sombrío,
del
orgullo
de clan
y de
raza;
que la
espada
vino a
herir,
fuertemente,
la
ignorancia,
el
orgullo,
los
prejuicios
de cada
nuevo
adepto,
con
luchas
íntimas,
por la
no
aceptación
por
parte de
los
entes
más
queridos,
de la
nueva
elección
hecha.
Ejemplo
de eso
fue
Pablo de
Tarso,
rechazado
por la
familia
y tenido
como
loco por
los
antiguos
compañeros
de
tribuna.
La
doctrina
de Jesús
no trajo
aún la
paz,
pues
surgieron
opositores
férreos,
ayer y
hoy,
tales
como los
detentores
del
poder,
los
explotadores
de la
credulidad
general,
los
usurpadores
de
bienes y
de
recursos,
los
perseguidores
de los
ideales
de
elevación
humana
(dentro
de los
propios
hogares).
Sin
embargo,
los
mayores
opositores
están en
el
interior
de cada
uno de
nosotros.
Son los
más
difíciles,
pues es
necesaria
la
espada
de la
decisión
para
superarlos
y de
ellos
nos
liberemos.
Es
verdad
que
Jesús
separó
padres e
hijos,
cónyuges,
hermanos,
por
hacer
oposición
a la
decisión
de
aquellos
que se
entregaron
a las
transformaciones
morales,
pero
también
los
transformó
en
puente
para
tocar
otros
corazones,
por los
ejemplos
que dan
aun hoy.
Concluyendo:
La nueva
y
extraña
moral
minaba
las
bases
del
status
quo
de los
poderosos
– como
aún hoy.
Muerto
Jesús,
muerta
la idea.
Pero
Jesús
sabe que
la paz
vendrá,
que la
fraternidad
se
consolidará
a través
de la fe
esclarecida.
Por eso
prometió
y
cumplió
enviándonos
El
Consolador,
el
Espiritismo,
para
enseñarnos
lo que
Él no
pudo
hacerlo
antes, a
causa de
nuestra
poca
comprensión,
y para
acordarnos
de
aquello
que ya
había
nos
había
enseñado
y que, a
causa de
nuestro
egoísmo
y
orgullo,
olvidamos.
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