¿Ha faltado Dios
en
nuestra vida?
Estos tiempos en
que son tantos
los desmanes y
los actos de
corrupción en la
esfera política,
es bueno
recordar lo que
Alexander
Soljenítsyn, el
consagrado autor
del libro
“Archipiélago
Gulag”, escribió
en un importante
artículo
publicado años
atrás por el
periódico El
Estado de S.
Paulo, en el
cual el conocido
escritor ruso
dijo que era
preciso traer a
Dios de vuelta a
la
preocupaciones
humanas, tanto
en el campo
político como en
el campo
cultural y
social.
Escribió
Alexander
Soljenítsyn: “No,
toda la
esperanza no
puede depender
de la ciencia,
de la
tecnología, del
crecimiento
económico. La
victoria de la
civilización
tecnológica
también instaló
en nosotros la
inseguridad del
espíritu. Sus
dádivas
enriquecen, pero
también nos
esclavizan”.
Es bueno
esclarecer que
“Archipiélago
Gulag” es
probablemente
una de la más
fuerte y
ciertamente de
más influyente
obra sobre cómo
funcionaban los
gulags (campos
de concentración
y de trabajo
forzado en la
antigua Unión
Soviética) los
tiempos de Josef
Stálin. El
libro, de 1.800
páginas, es
una narración
sobre hechos que
fueron
presenciados por
el autor,
prisionero
durante once
años en Kolima,
en un de los
campos del
archipiélago, y
por doscientas
treinta y siete
personas, que
confiaron sus
cartas y relatos
al autor.
Escrita entre
1958 y 1967, la
obra fue
publicada en
Occidente el año
1973 y circuló
clandestinamente
en la Unión
Soviética, en
una versión
minúscula,
escondida, hasta
su publicación
oficial el año
1989.
Nacido en una
época en que ya
estaba instalado
en Rusia el
régimen
socialista,
desde el momento
en que decidió
por la
publicación de
su libro el
escritor no pudo
vivir más en su
país. Como se
dice en
política, él
había caído en
desgracia al
desvelar las
mentiras y los
desmanes que se
escondían por
detrás de la
llamada Cortina
de Hierro. Su
denuncia, hecha
tantos años
antes de la
disolución de la
Unión Soviética,
le confiere,
pues, autoridad
moral
indiscutible
para apuntar no
sólo las
maldades del
socialismo
soviético, así
como las
ilusiones
inherentes a las
economías
capitalistas.
Su análisis
acerca del
comportamiento
materialista que
caracteriza la
sociedad terrena
parece extraído
de cualquiera de
las obras
espíritas
serias, tal la
afinidad de las
ideas. Con
efecto, el Dr.
Bezerra de
Menezes, en un
memorable
mensaje que abre
el libro “El
Espíritu de la
Verdad”, obra
publicada en
1961, de autoría
de Espíritus
diversos, por
intermedio de
Waldo Vieira y
Chico Xavier,
reportándose a
los problemas
del mundo,
proclamó que
“fuera de Cristo
no hay
solución”,
entendiéndose
por “Cristo”
el Evangelio
leído,
comprendido y
aplicado, que
Bezerra de
Menezes
considera
suficiente para
la solución de
cualquiera de
los llamados
problemas
humanos.
No hay como
censurar la
propuesta del
escritor ruso o
la conclusión
del amoroso
benefactor
espiritual.
Nosotros somos
Espíritus, no
meros compuestos
orgánicos. El
mundo material
es, en sí, un
sencillo paraje
transitorio para
servirnos de
escuela y taller
para la
preparación de
las almas con
vistas a un
destino
grandioso.
Apegarse a él,
esclavizarse a
sus valores, dar
a las cuestiones
temporales
importancia
mayor de lo que
ellas tienen,
significa
confundir los
objetivos
fundamentales de
la existencia
humana,
complicándonos
el futuro y la
vida.
Ante la pregunta
que da título a
este texto, la
respuesta es
fácil: Sí, ha
faltado Dios en
nuestra vida, en
nuestras
acciones, en
nuestros
proyectos, sea
en la esfera
individual, sea
en la esfera
política.
De Dios nos
llega todo lo
que tenemos y lo
que somos, pero
actuamos como si
Él no existiera
y ninguna
importancia
tuviera en
nuestra vida.
Enseña el
Espiritismo que
una de las
finalidades de
la encarnación
es posibilitar
que las personas
hagan la parte
que les cabe en
la obra de la
Creación, lo que
nos lleva a
concluir que el
hombre no puede
pensar sólo en
sí y en la
satisfacción
pura y simple de
sus intereses.
Las reflexiones
del laureado y
añorado escritor
ruso llaman la
atención
exactamente para
eso. Que ellas
sean leídas y
meditadas, para
que el
materialismo que
domina al hombre
moderno ceda un
poco, he ahí lo
que sinceramente
deseamos.
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