El Evangelio según Marcos
Segundo
libro del Nuevo Testamento
Marcos
(Discípulo de
Pedro)
(Parte 7)
Damos continuidad en esta
edición al Estudio
Sistematizado del Nuevo
Testamento, que comprenderá
el estudio de los Evangelios
de Mateo, Marcos, Lucas y
Juan y del libro Actos de
los Apóstolos. El estudio
está basado en la versión del Nuevo
Testamento que el lector
puede consultar a partir de
este link: http://www.bibliaonline.con.br/tb.
Las respuestas
correspondientes a las
cuestiones presentadas se
encuentran a finales del
texto de abajo.
Cuestiones
para el debate
1. Refiriéndose al episodio
de la higuera que secó,
Jesús dio a sus discípulos
dos lecciones acerca de la
plegaria. ¿Qué lecciones son
esas?
2. ¿Qué quiso Jesús enseñar
al decir: Dad a César lo que
es de César, y a Dios lo que
es de Dios?
3. Un escriba preguntó a
Jesús: ¿Cuál es el primero
de todos los mandamientos?
¿Cuál fue la respuesta del
Maestro?
4. Al referirse a las
grandes perturbaciones que
señalarían el llamado final
de los tiempos, ¿Jesús
mencionó cuando tales cosas
ocurrirían?
5. Finalizando el llamado
sermón profético, el Señor
recomendó: “Mirad, vigilad y
orad”. ¿Por qué el Maestro
dijo tales palabras?
Texto para la lectura
29. Los saduceos y la
resurrección - Algunos
saduceos, personas que no
creían en la resurrección,
se aproximaron a Jesús y
preguntaron: “Maestro,
Moisés nos dejó escrito que
morir el hermano de alguien,
dejando mujer, y que no
tenga hijos, su hermano se
casará con la viuda y dará
sucesión al fallecido. Había
siete hermanos: el primero
se casó y murió sin dejar
sucesión; el segundo desposó
a la viuda y murió, no
dejando sucesión; y del
mismo modo el tercero; así
ninguno de los siete dejó
sucesión. Después de todos
murió también la mujer. En
la resurrección, cuando
resuciten, ¿de cuál de ellos
será ella mujer? pues los
siete se casaron con ella”.
Les respondió Jesús: “¿No
proviene vuestro error de no
saber las Escrituras, ni el
poder de Dios? Pues cuando
resuciten de entre los
muertos, ni los hombres se
casan, ni las mujeres
son dadas en boda; sin
embargo son como los ángeles
en los cielos. En cuanto a
la resurrección de los
muertos, no habéis leído en
el libro de Moisés en el
pasaje concerniente a la
zarza,
como Dios le habló: ¿Yo soy
el Dios de Abrahán, el Dios
de Isaac y el Dios de Jacob?
Él no es Dios de muertos,
sino de vivos”. (Marcos,
12:18 a 12:27.)
30. ¿Jesús es hijo de
David? - Estando en el
templo, cuando allí enseñaba
al pueblo, Jesús preguntó:
“¿Cómo dicen los escribas
que Cristo es hijo de
David?” Y añadió: “El propio
David habló, movido por el
Espíritu Santo: Dijo el
Señor a mí Señor; siéntate a
mi mano derecha, hasta que
yo ponga tus enemigos bajo
tus pies. El propio
David le llama Señor;
¿cómo
es él su hijo?” La multitud
lo oía con placer. Jesús,
entonces, los advirtió,
diciendo: “Guardaos de los
escribas, que les gusta
andar con vestidos
ajustados, de ser saludados
en la plaza,
y de ocupar los primeros
asientos en las sinagogas y
los primeros lugares en los
banquetes; los cuales
devoran las casas de las
viudas y hacen por pretexto
largas oraciones; estos han
de recibir mucha mayor
condena”. (Marcos, 12:35
a 12:40.)
31. El óbolo de la viuda
- Enseguida, sentándose
frente al cofre, observaba
como el pueblo echaba allí
su dinero. Ahora, muchos
ricos echaban grandes
cuantías; pero, viniendo una
pobre viuda, echó allí dos
pequeñas monedas, del valor
de un cuadrante. Llamando a
sus discípulos, el Maestro
les dijo: “En verdad os digo
que esta pobre viuda echó
más en el cofre que todos
los donantes,
porque estos dieron de lo
que les sobraba; ella, sin
embargo, de su pobreza dio
todo lo que tenía para el su
sustento”. (Marcos, 12:41
a 12:44.)
32. El sermón profético
anuncia guerras, terremotos
y hambre - Al salir del
templo, le dijo uno de sus
discípulos: “¡Mira, Maestro,
que piedras y que
edificios!” Jesús, con todo,
lo avisó: “¿Ves estos
grandes edificios?
no quedará piedra, que no
sea derribada”. Dicho esto,
se dirigieron al monte de
los Olivos, situado enfrente
del templo, cuando Pedro,
Santiago, Juan y André le
preguntaron, en particular:
“Dinos, ¿cuándo sucederán
estas cosas, y que señal
habrá cuando todas ellas
estén para cumplirse?” Jesús
les respondió: “Ved que
nadie os engañe. Muchos
vendrán en mi nombre,
diciendo: Soy yo; y
engañarán a muchos. Cuando,
sin embargo, oigáis hablar
de guerras, no os asustéis;
porque es necesario que así
ocurra, pero no es aún el
fin. Pues se levantará
nación contra nación, y
reino contra reino. Habrá
terremotos en varios
lugares, y habrá hambre:
estas cosas son el principio
de dolores. Estad vosotros
sobre aviso; pues os han de
entregar a los tribunales, y
seréis azotados en las
sinagogas, y habéis de
comparecer delante de los
reyes y gobernadores por mi
causa, para servirles de
testimonio. Pero es
necesario que primero el
Evangelio sea predicado a
todas las naciones”.
(Marcos, 13:1 a 13:10.)
33. Aquel que perseverar
hasta el fin será salvado
- Jesús les recomendó aún:
“Cuando os conduzcan para
entregaros, no os preocupéis
con lo que habéis de decir,
pero hablad lo que os sea
dado en aquella hora;
porque no sois vosotros los
que habláis, sino el
Espíritu Santo. Un hermano
entregará a la muerte a su
hermano, y un padre a su
hijo; los hijos se
levantarán contra sus padres
y los harán morir. Seréis
también
odiados todos a causa de mi
nombre; pero aquel que
perseverara hasta el fin,
ese será salvado. Cuando,
sin embargo, veáis la
abominación de la desolación
estar donde no debe (quien
lee, entienda), entonces los
que estén en Judea, huyan
para los montes;
lo que hallaran en la
terraza, no descienda ni
entre para quitar las cosas
de su casa, y el que esté en
el campo, no vuelva para
tomar su capa. ¡Más ay de
las que estén embarazadas y
de las que amamantara en
aquellos días!
Rogad que no suceda esto en
el invierno; porque aquellos
días serán de tribulación,
tal cuál nunca hubo desde el
principio de la creación por
Dios hecha hasta ahora, ni
habrá jamás. Si el Señor no
abreviase aquellos días,
nadie sería salvado; pero
por causa de los elegidos,
que él escogió, los
abrevió”. (Marcos, 13:11
a 13:20.)
Respuestas a las preguntas
propuestas
1. Refiriéndose al episodio
de la higuera que secó,
Jesús dio a sus discípulos
dos lecciones acerca de la
plegaria. ¿Que lecciones son
esas?
La primera lección fue sobre
el valor de la fe para la
eficacia de la plegaria.
Jesús les dijo: Tened fe en
Dios; porque en verdad os
digo que cualquiera que diga
a este monte: Levántate y
lánzate en el mar, y no
dudara en su corazón, sino
creer que se hará aquello
que dice, todo lo que diga
le será hecho. Por eso os
digo que todas las cosas que
pidáis, orando, creed que
recibiréis, y las tendréis.
La segunda lección habla
respecto a la importancia
del perdón en nuestra vida,
especialmente cuando nos
dirigimos en plegaria al
Creador. Les dijo Jesús:
Cuando estéis orando,
perdonad, si tenéis alguna
cosa contra alguien, para
que vuestro Padre, que está
en los cielos, os perdone
vuestras ofensas.
(Marcos, 11:11 a 11:14;
11:20 a 11:26.)
2. Que quiso Jesús enseñar
al decir: ¿Dad a César lo
que es de César, y Dios lo
que es de Dios?
Recordemos primeramente el
contexto en que fueron
dichas las palabras
referidas. Preguntaron a
Jesús si era lícito pagar el
tributo a César. Él,
conociendo la malicia de la
pregunta, les dijo: ¿Por qué
me tentáis? Traedme una
moneda, para que la vea.
Ellos se la trajeron. El
Maestro indagó: ¿De quién es
esta imagen e inscripción?
Ellos le dijeron: De César.
Jesús, entonces, les dijo:
Dad, pues, a César lo que es
de César, y a Dios lo que es
de Dios, enseñando que
debemos cumplir nuestras
obligaciones en base de las
leyes de los hombres, sin
descuidar nuestros deberes
ante las leyes de Dios, y
viceversa. La existencia
terrestre los impone tareas
y compromisos que tienen que
ser atendidos, tanto como
los deberes del alma,
especialmente la observancia
de las leyes que Dios creó y
Jesús nos reveló en sus
enseñanzas. (Marcos,
12:14 a 12:17.)
3. Un escriba preguntó a
Jesús: ¿Cuál es el primero
de todos los mandamientos?
¿Cuál fue la respuesta del
Maestro?
Jesús le respondió en estos
términos: Amarás al Señor tu
Dios de todo tu corazón, de
toda tu alma, de toda tu
comprensión y de todas tus
fuerzas; este es el primer
mandamiento. Y el segundo,
semejante a este, es: Amarás
a tú prójimo como a ti
mismo. No hay otro
mandamiento mayor que estos.
(Marcos, 12: 28 a 12:34.)
4. Al referirse a las
grandes perturbaciones que
señalarían el llamado final
de los tiempos, ¿Jesús
mencionó cuando esas cosas
ocurrirían?
No. Pero, antes de decirlo,
él afirmó a sus discípulos:
Mirad que nadie os engañe;
porque muchos vendrán en mi
nombre, diciendo: Yo soy
Cristo; y engañarán a
muchos. Y, cuando oyerais de
guerras y de rumores
de guerras, no os
perturbéis; porque así debe
ocurrir; pero aún no será el
fin. Porque se levantará
nación contra nación, y
reino contra reino, y habrá
terremotos en diversos
lugares, y habrá hambre y
tribulaciones. Estas cosas
son los principios de los
dolores. En verdad os digo
que no pasará esta
generación, sin que todas
estas cosas ocurran. Pasará
el cielo y la tierra, pero
mis palabras no pasarán.
(Marcos, 13:1 a 13:8 e 13:30
a 13:32.)
5. Finalizando el llamado
sermón profético, el Señor
recomendó: “Mirad, vigilad y
orad”. ¿Por qué el Maestro
dijo tales palabras?
Las palabras de Jesús fueron
estas: Mirad, vigilad y
orad; porque no sabéis
cuando llegará el tiempo. Es
como si un hombre, partiendo
para fuera de la tierra,
dejara su casa, y diese
autoridad a sus siervos, y a
cada uno su obra, y
mandara al portero que
vigilara. Vigilad, pues,
porque no sabéis cuando
vendrá el señor de la casa;
si a la tarde, si a la
medianoche, si al cantar del
gallo, si por la mañana,
para que, viniendo de
improviso,
no os halle durmiendo. Y las
cosas que os digo, las digo
a todos: Vigilad. Esta
enseñanza de Jesús, tan
conocida, demuestra la
importancia de la vigilancia
en nuestros pensamientos y
en nuestros actos. La
vigilancia
y la oración son
providencias indispensables
en la vida de todos
nosotros, especialmente como
medidas preventivas ante las
tentaciones, que, como
sabemos, acompañan a la
criatura humana a lo largo
de su trayectoria evolutiva.
(Marcos, 13:31 a 13:37.)