Problemas de
alimentación
(Parte 1)
“No
me interesa ninguna
religión cuyos
principios no mejoran ni
tienen en consideración
las condiciones de los
animales.”
Abrahán Lincoln
Constituye un punto
neurálgico en los
estudios y discusiones
espiritistas la temática
de la alimentación.
Especialmente, en lo que
alcanza al consumo de
productos de origen
animal (carne). Este
artículo no tiene el
propósito jactancioso de
aseverar si debe o no
ser ingerido tal
alimento. Eso pertenece
al foro íntimo de cada
persona. Sin embargo, se
hace menester lanzar
esclarecimientos a la
luz del Espiritismo
sobre esa problemática,
que ha sido inmerecida
por muchas personas.
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Argumentación de los
Espíritus
En la obra El
consolador, se
preguntó al Espíritu
Emmanuel:
129 – ¿Es un error
alimentarse el hombre
con carne de los
irracionales?
|
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Y el replicó: |
La ingestión de las
vísceras de los animales
es un error de enormes
consecuencias, del cual
derivaron numerosas
adicciones de la
nutrición humana. Es de
lamentar semejante
situación,
aún porque, si el estado
de materialidad de la
criatura exige la
cooperación de
determinadas vitaminas,
esos valores
nutritivos pueden ser
encontrados en los
productos de origen
vegetal, sin la
necesidad absoluta de
los mataderos y
frigoríficos. Tenemos
que considerar, sin
embargo, la máquina
económica del interés y
de la
armonía colectiva, en la
cual tantos obreros
fabrican su pan
cotidiano. Sus piezas no
pueden ser destruidas de
un día para el otro, sin
peligros graves.
Consolémosno con la
visión del porvenir,
siendo justo trabajemos,
dedicadamente, por el
advenimiento de tiempos
nuevos en que los
hombres terrestres
podrán dispensar de la
alimentación los
despojos sangrientos de
sus hermanos inferiores.
(Emmanuel, 1997: 82.) [Surrayado
mío.]
Y en otra obra, del
mismo autor espiritual,
él describe la condición
ontológica del terráqueo
como un ser que aun
Se reconforta con las
vísceras de sus hermanos
inferiores,
como en las eras
pre-históricas de su
existencia, marchan unos
contra los otros al son
de himnos guerreros,
desconociendo los más
simples
principios de la
fraternidad y poco
realizando en favor de
la extinción del
egoísmo, de la vanidad,
de su infeliz orgullo.
(Emmanuel, 1996: 34.)
[Paréntesis mío.]
|
Se añade aún, para
corroborar el
pensamiento de Emmanuel,
la afirmación de
Humberto de Campos, en
Cartas y Crónicas, que
recomienda:
Comience la renovación
de sus costumbres por el
plato de cada día.
Disminuya gradualmente
la voluptuosidad de
comer la carne de los
animales. El cementerio
en la barriga es un
tormento, tras la gran
transición. El lomo
|
de cerdo o el
filete de
vitela,
templados con
sal y pimienta,
no nos sitúan
muy lejos de
nuestros
antepasados, los
tamoios y los
caiapós, que se
devoraban unos a
los otros.
(Hermano X, 1991: 22.)
[Paréntesis mío] |
A propósito de ese
tormento en el mundo
espiritual, André Luiz
(Espíritu), en la obra
Nuestro Hogar, en el
capítulo homónimo de ese
artículo, ejemplifica lo
que Humberto de Campos
ya mencionó arriba. En
la colonia Nuestro
Hogar, “muchos recién
llegados (...)
duplicaban exigencias.
Querían mesas
abundantes, bebidas
excitantes, dilatando
viejas adicciones
terrenas” (2002: 55). La
lectura atenta del
referido capítulo
demuestra que el
problema de alimentación
casi colocó en riesgo la
existencia de la noble
colonia y esfuerzos
inauditos fueron
necesarios para evitar
el caos. Es una alerta
de André Luiz que
nuestras idiosincrasias
permanecen con nosotros
y el cambio desde el
plano físico es
importante para una
entrada en el mundo
espiritual en mejores
condiciones.
Es del conocimiento de
todos nosotros que es
papel del superior
auxiliar el progreso del
inferior. No es lo que
ocurre en el mundo. En
la obra, Misioneros
de la Luz, André
Luiz se muestra
estupefacto delante de
la temática del
vampirismo, en el
capítulo 4.
Sin embargo, su
orientador cuestiona el
motivo por el cual él se
halla asombrado y
describe la condición
humana, que en vez de
auxiliar al inferior el
subyuga y los desmenuza: |
|
(...) ¿Y nosotros, en
cuanto en las esferas de
la carne? ¿Nuestras
mesas no se mantenían a
costa de las vísceras de
los toros y aves? A
pretexto de buscar
recursos proteicos,
exterminábamos pollos y
carneros, lechones y
cabritos incontables.
Chupábamos los tejidos
musculares, roíamos los
huesos. No contentos en
matar a los pobres seres
que nos pedían guiones
de progreso y valores
educativos, para mejor
atender la Obra del
Padre, dilatábamos los
excesos de la
explotación milenaria e
infligíamos a muchos de
ellos determinadas
molestias para que nos
sirvieran al paladar,
con la máxima
eficiencia. El cerdo
común era localizado por
nosotros, en régimen de
cebar, y el pobre
animal, mucha veces a
costa de residuos, debía
crear para nuestro uso,
ciertas reservas de
grasa, hasta que se
postrarse, del todo, al
peso de vallas enfermas
y abundantes.
Colocábamos gansos en
las grasas para que
hipertrofiasen el
hígado, de modo a
obtener carpetas
substanciosas destinadas
a quietudes que quedaron
famosas, despreocupados
de las faltas cometidas
con la supuesta ventaja
de enriquecer valores
culinarios. En nada nos
dolía el cuadro
conmovedor de las
vacas-madres, en
dirección al matadero,
para que nuestras ollas
transpirasen
agradablemente.
Encarecíamos, con toda
la responsabilidad de la
ciencia, la necesidad de
proteínas y grasas
diversas, pero
olvidábamos que nuestra
inteligencia, tan fértil
en el descubrimiento de
comodidad y bienestar,
tendría recursos de
encontrar nuevos
elementos y medios de
incentivar los
suplementos proteicos al
organismo, sin recurrir
a las industrias de la
muerte. Nos olvidábamos
de que el aumento de
lacticinios para
enriquecimiento de la
alimentación constituye
elevada tarea, porque
tiempos vendrán, para la
Humanidad terrestre, en
que el establo, como el
Hogar, será también
sagrado (1997: 38).
André Luiz (Espíritu)
comenta en Los
mensajeros, después
de incontables
enseñanzas que cogió en
el mundo espiritual,
que: “(...) comencé a
comprender que nadie
falta al respeto a la
Naturaleza sin el
doloroso choque de
retorno, a todo tiempo”.
(Op.cit., 2000: 218.)
Vamos a encontrar en la
Revista Espírita de
abril, de 1858, el
posicionamiento del
Espíritu Bernard Palissy,
que fue un ínclito
pintor en la Tierra y
que habita el planeta
Júpiter. Allan Kardec,
en el ítem 7 de la
entrevista, pide al
Espíritu que establezca
una comparación entre la
Tierra y Júpiter, una
vez que él siempre vino
a la Tierra y tiene un
equipaje cultural y
moral para transmitir.
Entonces, una serie de
preguntas es hecha con
el propósito de conocer
mejor aquel planeta.
Hasta que, en la
cuestión 23, Allan
Kardec pregunta: “¿Cuál
es la base de la
alimentación de los
habitantes? ¿Es animal y
vegetal como aquí?”. A
lo que obtiene como
respuesta: “Puramente
vegetal; el hombre es el
protector de los
animales” (surrayado
mío). Alguien puede
proponer una posición
contraria a esa
cuestión. Alegando que
la condición de Júpiter
es bastante diversa de
la situación terrena
etc.
De hecho, concordamos.
Aquel planeta es
muchísimo superior a
nuestro. Sin embargo,
esa característica de
protección de los
animales e ingestión de
alimentos vegetales
denota la superioridad
de aquella población en
relación a la nuestra. Y
vamos además, no es algo
inalcanzable. Al
contrario, es
perfectamente exequible.
Ellos no más necesitan
de alimentos de origen
animal; aquí, en la
Tierra, ocurre el mismo.
Y si tal comportamiento
aún es diverso, no es
por una necesidad
eminentemente biológica,
pero por capricho y
falta de compasión para
con los animales,
nuestros hermanos. Ya
que alcanzamos un cenit
intelectual suficiente
para buscar recursos
energéticos en otras
fuentes.
Queda, así, bastante
claro el posicionamiento
de André Luiz, Emmanuel,
Humberto de Campos y del
propio Palissy en cuánto
a la cuestión. Después
de la breve presentación
del pensamiento de esos
personajes del
complemento espírita,
presentamos el punto
central de muchas
discusiones. En El
Libro de los Espíritus,
el preclaro codificador,
Allan Kardec, preguntó a
los inmortales: “¿La
alimentación animal es,
con relación al hombre,
contraría a la ley de la
Naturaleza?”
Y los Espíritus
respondieron:
Dada vuestra
constitución física, la
carne alimenta la carne,
de lo contrario el
hombre perece. La ley de
conservación le
prescribe, como un
deber, que mantenga sus
fuerzas y su salud, para
cumplir la ley del
trabajo. Él, pues, tiene
que alimentarse conforme
lo pida su organización
(2003: 344).
Reproducimos las
palabras del articulista
Leonardo Marmo Moreira
que habla sobre la
cuestión de arriba:
(...) al estudiar ese
intrincado tópico,
tenemos que admitir dos
hipótesis. O el hambre
en el mundo es tan
grande que, en estas
condiciones,
justificaría la
alimentación carnívora
como un mal más pequeño,
o los Espíritus,
inteligentemente, no
hallaron conveniente
suministrar una
respuesta definitiva a
esa cuestión en un
momento histórico en que
ciertamente el ser
humano no estaba
preparado para una
orientación contra el
hábito carnívoro.
Aparentemente, esos dos
factores deben haber
pesado para que los
Espíritus se abstuvieran
de mayores explicaciones
en cuanto a ese tópico.
Realmente, la pregunta
anterior de “El Libro de
los Espíritus” (L.E.
722) es bastante
interesante en función
de su sutileza y también
debe ser considerada en
el presente análisis,
pues los “Espíritus de
la Codificación”
responden que “Todo
aquello de que el hombre
se pueda alimentar, sin
perjuicio para su salud,
está permitido…”
(2008: s/p).
Ahora, muchas respuestas
del Libro de los
Espíritus no podían ser
desmenuzadas por falta
de recursos moral e
intelectual de la
humanidad de aquel
periodo. Era necesario
sedimentar la base
doctrinaria. Los
desdoblamientos de las
cuestiones vendrían
posteriormente. Tanto es
así, que fue necesaria
el complemento o el
detalle de los puntos
allá colocados por otros
Espíritus colaboradores:
André Luiz, Emmanuel,
Hermano X, Joanna de
Ângelis, Victor Hugo...
Muchas personas
juzgan que el dicho “la
carne nutre a la carne”
justifica la
voluptuosidad por la
alimentación carnívora.
Pero olvidan que debimos
esforzarnos para
disminuir la ingestión
de la carne
paulatinamente, de lo
contrario, la alerta de
los Espíritus ya
mencionados no tendría
el
más pequeño sentido.
Infelizmente, existen
personas que ni al menos
intentan disminuir la
ingestión de ese
alimento y justifican
sus acciones por la
supra citada cuestión.
Como si ese fuera el
tópico único, o aún, una
verdad absoluta e
incontestable. Necesitan
comer carne todos los
días, sino la comida no
existe. Necesitan sentir
el estómago pesado, de
lo contrario, no
almorzaron. Francamente,
es como mínimo ignorar
por completo los
conocimientos que
vendrían posteriormente.
Y es del propio
Codificador que el
Espiritismo andaría lado
a lado con el progreso y
con la ciencia.
Argumentación Científica
Un estudio del estado
nutricional y estilo de
vida en vegetarianos y
omnívoros, en la Gran
Vitoria, Espíritu Santo,
demostró que los
vegetarianos presentan
un perfil nutricional
más adecuado y más
pequeño riesgo para los
agravios crónicos de la
salud (Teixeira et.
Al., 2006).
En otro estudio, fue
evaluado el riesgo
cardiovascular en
vegetarianos y omnívoros
en la misma ciudad. Y se
constató que la
alimentación omnívora,
con excesos de proteínas
y grasas de origen
animal, potencia eventos
cardiovasculares.
Mientras que los
ovolactovegetarianos y
vegetarianos presentan
menores riesgos
cardiovasculares (Teixeira,
et. Al., 2007).
De Biase et.al. (2007)
realizó un estudio con
el propósito de analizar
los valores de
triglicérides (TG),
colesterol total (CT),
lipoproteína de baja
densidad (LDL) y
lipoproteína de alta
densidad (HDL) entre
individuos vegetarianos
y omnívoros. Fue
realizado un estudio
transversal.
Participaron 76
individuos, todos
voluntarios, de esos, 22
eran omnívoros y 54
vegetarianos. Se
concluyó que la dieta
vegetariana se asoció a
los más pequeños valores
de TG, CT
y LDL en comparación con
la dieta omnívora. Esa
constatación es
relevante, porque un
elevado índice de
colesterol sérico está
relacionado con
enfermedades arteriales.
Eventos que los
vegetarianos tienen más
pequeños riesgos de
presentar.
(Este artículo será
concluido en la próxima
edición de esta
revista.)
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