¿Dónde fue que
nos equivocamos?
Después de salir
de un gran
evento como fue
el 6º Congreso
Espirita Mundial
realizado en el
mes pasado en
España, donde
tanto se habló
acerca de la
transición que
tiene lugar en
el mundo, es
difícil
comprender la
confusión que se
observa en la
Tierra, haciendo
frente a serios
problemas
políticos,
económicos y
ambientales.
En Europa, la
crisis económica
y sus
inevitables
consecuencias,
tales como, las
huelgas, que
ocurren en
numerosos
países, como
Grecia, por
ejemplo. En
España, donde se
realizó el
Congreso, la
tasa de
desempleo de
este mes ha
llegado a un
récord absoluto,
y en Indonesia,
como en
diversos lugares
del mundo, los
flagelos
naturales se
repiten, como
para indicar que
nuestra Tierra
sigue siendo, de
acuerdo con la
feliz expresión
usada por
Emmanuel, una
“Casa en
reforma”
Casa en reforma
– creemos que a
nadie lo ignore
– nos acuerda
confusión de
personas
entrando y
saliendo, cosas
fuera del lugar,
una especie de
caos que deja en
sus residentes
la impresión de
que aquello
jamás tendrá un
final.
Delante de eso
surge,
entonces, una
cuestión que de
vez en cuando se
repite: ¿Dónde
fue que nos
equivocamos?
¿Por qué el
mundo llegó a
este nivel?
La cuestión no
debería, por
supuesto, ser
hecha por los
adeptos del
Espiritismo.
Después de todo,
si existe una
doctrina, una
religión, un
movimiento de
ideas que
ninguna
responsabilidad
tiene por ese
estado de cosas,
esa doctrina es
el espiritismo.
La razón es muy
sencilla. Basta
reconocer que, a
pesar de que
estamos en el
siglo 21, el
Espiritismo no
ha llegado –
como Kardec
ciertamente
imaginaba – a la
fase en que
tendría
influencia sobre
los rumbos de la
sociedad, un
hecho que sólo
se da en
algunos
lugares, muy
pocos, y en
nivel
individual. Es
el ciudadano que
salió de la
depresión, es un
alcohólico que
se rehabilitó,
es un criminoso
que cambió su
vida, es el malo
esposo que ahora
respeta a su
mujer, es hombre
deshonesto que
se dio cuenta
que la
deshonestidad no
vale la pena,
es la criatura
infeliz que se
reencontró en la
vida y la
enfrenta ahora
con optimismo y
numerosos casos
similares.
En efecto, sería
pretensión
exigir
influencia sobre
la acción social
y política de
una doctrina
codificada en
Francia, que ni
en este país,
donde surgió, es
conocida, porque
en Francia como
bien sabemos,
Allan Kardec y
su obra
continúan siendo
ignorados, en
cuanto
conterráneos
suyos que nos
legaron una obra
más pequeña son
reverenciados.
Nos preocupa,
por causa de
eso, esa
insistencia de
autores y
conferenciantes
espiritas en
hablaren tanto
acerca de la
proximidad del
Mundo de
Regeneración,
pues las señales
que ahí están
nos muestran de
manera muy clara
que este planeta
aún tendrá de
cumplir, un
largo periodo de
ajustes con su
pasado de
guerras,
explotación,
torturas,
esclavitud y una
vasta gama de
crimines
distintos. El
Espiritismo nos
dice como se dan
tales ajustes,
que implican en
la necesidad
absoluta de
expiación bien
como de la
reparación de
los daños
causados a los
pueblos, a los
individuos y a
las naciones.
Hace poco más
de 60 años que
Francia,
Inglaterra,
Italia, Polonia
y los soviéticos
vivieron el
drama causado
por el nazismo,
que destruyó
Alemania y casi
extinguió los
descendentes de
Israel. Y,
después de eso,
tuvimos aún las
guerras de
Corea, de
Vietnam, de
Afganistán, de
Irak y decenas
de conflictos,
unos más
grandes, otros
más pequeños,
cuyos crímenes
tendrán que ser
expiados y
reparados.
En relación a lo
que nosotros
espiritas
hacemos hoy,
pensamos que se
repite ahora lo
que fue hecho
por los
primitivos
cristianos, que
se escondían en
las catacumbas
para que
pudieran oír
hablar de Jesús
y jamás
imaginaron que
un día ellos
dominarían el
mundo, aunque
ese dominio no
valió la pena
para la mejora
espiritual del
planeta.
Hace poco
siglos, los
reyes de Europa
- que dominaba
el mundo - eran
todos cristianos
y el
Cristianismo
detenía en la
Tierra todo el
poder, lo que no
impidió que
ocurrieran las
guerras, la
inquisición, la
explotación, el
destrozo de las
minorías, lo que
nos lleva a
concluir que la
edificación del
nuevo mundo, del
mundo
regenerador, del
mundo de la paz
y de la
concordia será
el resultado de
una construcción
espiritual en
que el hombre,
quitando su
pasado sombrío
se decida por
una nueva vida,
con nuevos
ideales y
compromisos bien
distintos de los
que caracterizan
la sociedad
actual.
En cuanto eso no
ocurra,
continuarán las
guerras, las
acciones
terroristas, las
crisis, las
huelgas, los
flagelos, las
enfermedades, el
sufrimiento.
Por lo tanto,
corresponde a
nosotros
espiritas, con
las pocas
posibilidades
que detenemos,
divulgar el
mensaje,
trabajar, actuar
en el bien,
enseñar el
camino que
facilitará las
cosas para las
generaciones
venideras,
imbuidas
entonces de
nuevos
sentimientos,
indispensables
para que nuestro
planeta pueda
atingir una
nueva etapa
evolutiva y se
transforme, sin
duda, en un
Mundo de
Regeneración,
como San Luís
describe en el
capítulo III del
Evangelio
segundo el
Espiritismo.
|