Dolencias espirituales
(Parte 1)
Corregir los problemas
espirituales implica
reeducar el espíritu;
los tratamientos
sintomáticos pueden
traer un socorro
inmediato o un alivio
importante, más
transitorio
El Objetivo Espírita
El Espiritismo es una
doctrina que introduce
al nivel del
conocimiento médico un
vastísimo campo de
estudio ampliando
diagnósticos e
introduciendo una nueva
comprensión para
justificar la razón del
sufrimiento que la
enfermedad nos trae. Sin
embargo, el Espiritismo
no vino para competir
con cualquier
especialidad médica y su
principal actuación no
es la de producir curas.
Con mucha frecuencia,
sus adeptos lo utilizan
con esos propósitos,
sugiriendo en su
búsqueda el consuelo y
la cura de las
enfermedades. Su papel
primordial es el de
iluminar y esclarecer,
para que cada criatura
promueva por sí mismo su
reeducación espiritual.
Sin reforma íntima no va
ocurrir progreso ni
cura. En ese sentido,
las enfermedades son
comprendidas como
lecciones con gran
potencial de
transformación y traen
oportunidades de
renovación y crecimiento
espiritual.
Una Anamnesis Volcada
para la Espiritualidad
La mayoría de nuestros
pacientes acepta muy
bien un diálogo con el
médico sobre su
espiritualidad. De
manera general nuestro
pueblo, por superstición
o sabiduría aún,
reconoce que muchas
enfermedades tienen
alguna cosa que ver con
la espiritualidad, o
como causa, o como
proceso benéfico para su
cura. Podemos explorar
el interrogatorio médico
de tal modo que el
paciente perciba que
hablar sobre la
espiritualidad no
implica comprometerse
con una religión y que
una y otra pueden ser
perfectamente separadas.
Método de Evaluación
Aprendemos a adoptar un
criterio arbitrario en
que la espiritualidad
del paciente es evaluada
en tres dominios
(1):
El dominio de la
creencia:
Aquí, el paciente revela
sus creencias o no en la
existencia de Dios, en
la existencia e
inmortalidad del alma,
en el mundo invisible
donde habitan los
espíritus, en la
posibilidad de su
comunicación con su
Dios, en la
reencarnación, en la
comunicación de los
espíritus con nosotros.
Esta relación con la
espiritualidad a que los
pacientes acostumbran a
referirse es, casi
siempre, muy específica
e individual, siendo, a
veces, muy difícil de
ser expresadas en
palabras, ya que está
conectada a una creencia
que es intransferible,
sagrada para cada uno
que la acepta, e
implica, como exigencia
máxima, el respeto que
cada uno espera tener
para con su convicción
propia.
El dominio de la
práctica:
Se refiere al
comportamiento que cada
uno desarrolla en
relación a sus creencias
o a la religión que dice
adoptar. Así,
identificaremos a los
frecuentadores
ocasionáis y los
asiduos, los
participantes y los
indiferentes, los
curiosos y los
inquisidores, todos
ellos con mayor o menor
empeño en poner en
práctica lo que oyen de
las lecciones que su
religión se dispone a
enseñar.
El dominio de la
experiencia trascendente:
Es la participación,
frecuentemente
“traumática”, episódica,
ocasional o persistente
y controlada que ciertas
personas disfrutan con
la espiritualidad.
Tenemos ejemplos de
personas que son
sorprendidas por la
visión de una entidad
espiritual, cosa que
pueda haberle ocurrido
sólo una vez en la vida
pero que la marcó
profundamente. Otros, en
un momento de fuerte
estrés, como un
accidente de automóvil o
la caída de avión, en
que fueron los únicos
supervivientes, se
sintieron, a partir de
ahí, tocados por una
actuación privilegiada
de las divinidades que
lo protegen. Están en
este grupo, también,
aquellos casos de
relatos de las
experiencias fuera del
cuerpo, que traducen un
desdoblamiento del
cuerpo espiritual, con
un desplazamiento más o
menos tardado por el
mundo espiritual. En
estos casos, puede o no
haber conciencia de
contactos con entidades
que los amparan en esos
desplazamientos “fuera
del cuerpo”. Entre tanto
otros ejemplos,
necesitan ser
destacados, también, con
énfasis, toda la
fenomenológia mediúmnica
que la doctrina espírita
tiene el privilegio de
esclarecer en sus
pormenores, revelando
los insondables caminos
de la mediumnidad cuyos
canales de comunicación
nos ponen en contacto
con la espiritualidad.
En la experiencia
trascendente de la
mediumnidad, la
disciplina moral ejerce
un papel productivo en
el grado de elevación
espiritual del fenómeno.
La Fisiopatogenia
La posibilidad de
existir una enfermedad
espiritual sólo puede
ser aceptada con la
creencia en un nuevo
paradigma que la
doctrina espírita
introduce en sus
fundamentos (2).
El Espiritismo enseña
que Dios es la
“Inteligencia Suprema
del Universo” y todo lo
que existe forma parte
de su creación. Cada uno
de nosotros es un
Espíritu encarnado que
está en proceso de
aprendizaje que,
necesariamente, va
llevarnos a la
perfección, tras un
número inimaginable de
reencarnaciones en este
y en otros mundos donde
también existe la vida.
Cuando el cuerpo perece,
el alma que lo anima
pasa a vivir en el mundo
espiritual donde están
todos los otros
Espíritus que nos
precedieron. El mundo
espiritual está en
estrecha conexión con el
mundo material que
habitamos, y los
Espíritus que ahí viven
ejercen constantemente
una fuerte interferencia
en nuestras vidas.
Además del cuerpo
físico, cada uno de
nosotros se sirve de
otro cuerpo de
naturaleza intermediaria
entre nuestra realidad
física y el mundo
espiritual. Ese cuerpo
espiritual o
periespíritu es
consolidado por el
“fluido cósmico”
disponible en cada uno
de los mundos habitados.
El pensamiento es fuerza
creadora proveniente del
Espíritu que lo impulsa.
Aún conociendo muy poco
sus propiedades, sabemos
que la energía mental
que el pensamiento
exterioriza ejerce total
influencia en el cuerpo
espiritual, modificando
su forma, su apariencia
y su consistencia. Por
eso es por lo que Allan
Kardec afirmó que se
sitúa en el periespíritu
la verdadera causa de
muchas enfermedades y la
Medicina tendría mucho
que ganar cuando
comprendiera mejor su
naturaleza (3).
Cada uno de nosotros
vive en sintonía con el
ambiente espiritual que,
por medio de sus
actitudes y sus deseos,
construye para sí mismo.
Diagnóstico de la
Dolencia o Manifestación
Espiritual
Nos parece que tenemos
en el medio espírita dos
adicciones de
interpretación de las
manifestaciones de la
espiritualidad. Casi
siempre aquel que busca
en el centro espírita
una orientación delante
de sus problemas va a
oír que su caso es de
“obsesión” o como mínimo
de “mediumnidad” y que
él “necesita
desarrollar”.
Es preciso reconocer
que, mientras criaturas
humanas que somos,
recorriendo una
encarnación más en el
planeta, pertenecemos a
un vastísimo grupo de
Espíritus que, sin
excepción, aún está muy
endeudado y comprometido
con sus rescates, para
imaginar que alguno de
nosotros pueda
aventurarse a decir que
no tiene cualquier
problema espiritual.
En el medio médico, los
alemanes acostumbran a
decir que “sólo tiene
salud aquel que aún no
fue examinado”. Del
punto de vista
espiritual una
afirmación de este tipo,
lejos de ser una
exageración de la
exigencia minuciosa de
los germánicos, es una
verdad que sólo aquel
que no se detuviese en
examinar su conciencia
puede contestar.
Clasificación
Considerando la
fisiopatogenia de las
enfermedades
espirituales
acostumbramos adoptar el
siguiente conjunto de
diagnósticos (4):
1 – Dolencias
espirituales
autoinducidas:
·
Desequilibrio vibratorio
·
auto-obsesión
2 – Dolencias
espirituales
compartidas:
·
Vampirismo
·
Obsesión
3 - Mediumnismo
4 – Dolencias carmicas.
Desequilibrio Vibratorio
El periespíritu es un
cuerpo intermediario que
permite al Espíritu
encarnado ejercer sus
acciones sobre el cuerpo
físico. Su conexión es
hecha célula a célula,
alcanzando de más
profunda intimidad a los
átomos que constituyen
la materia orgánica del
cuerpo físico. Esa
conexión se procesa a
costa de las vibraciones
que cada uno de los dos
cuerpos, el físico y el
espiritual, poseen
(5). Se comprende
entonces que este
“ajuste” exige una
determinada sintonía
vibratoria. El
periespíritu no es
prisionero de las
dimensiones físicas del
cuerpo de carne y puede
manifestar sus acciones
además de los límites
del cuerpo físico por la
proyección de sus
fluidos. La sintonía y
la irradiación del
periespíritu son
dependientes únicamente
de las proyecciones
mentales que el Espíritu
elabora. Así, la
apariencia y la relación
entre el cuerpo físico y
el cuerpo espiritual son
dependientes
exclusivamente del flujo
de ideas que
construimos.
Debemos reconocer que,
de manera general, el
ser humano aún pierde
mucho de sus días
comprometido con la
crítica a los
semejantes, el odio, la
maledicencia, las
exigencias insensatas,
la ociosidad, la cólera
y los celos, entre
tantas otras
reclamaciones livianas
contra la vida y contra
todos. El Orad y
Vigilad aún está
distante de nuestra
rutina y la tentación de
enumerar los defectos
del prójimo aún es muy
grande.
Son estos los motivos
que desajustan la
sintonía entre el cuerpo
físico y el periespíritu.
Es esta desarmonía que
desencadena las
acostumbradas
sensaciones de malestar,
de “fatiga”
desproporcional, la
fatiga sistemática, la
disnea con suspiros
donde el aire parece
siempre faltar, los
músculos que duelen y
parecen no aguantar el
cuerpo (6),
la jaqueca que el médico
no consigue eliminar, la
digestión que nunca se
acomoda y tantas otras
manifestaciones tenidas
a cuenta de
“enfermedades
psicosomáticas”. Son
tantos a buscar a los
médicos, pero muy pocos
a dedicarse a una
reflexión sobre los
perjuicios de sus
mezquinas actitudes.
La Auto-obsesión
El pensamiento es
energía que construye
imágenes que se
consolidan en torno a
nosotros diseñando un
“campo de
representaciones” de
nuestras ideas. A costa
de los elementos
absorbidos del “fluido
cósmico universal”, las
ideas toman formas,
sostenidas por la
intensidad con que
pensamos en lo que tales
ideas proponen. La
materia mental (7)
construye en torno a
nosotros una “atmósfera
psíquica” – la
psicosfera – en que
están representados
nuestros deseos. En este
escenario están los
personajes que en nos
aprisionan el
pensamiento por el amor
o por el odio, por la
envidia o por la
codicia, por la
indiferencia o por la
protección que
proyectamos para
aquellos a quien
queremos bien.
De la misma forma, los
miedos, las angustias,
las amarguras no
resueltas, las ideas
fijas, el deseo de
venganza, las opiniones
cristalizadas, los
objetos de seducción, el
poder o los títulos
codiciados también se
estructuran en
“ideas-formas”. A partir
de ahí seremos
prisioneros del propio
miedo, de los fantasmas
de nuestra angustia, de
las imágenes de nuestros
adversarios, de la falsa
ilusión de los placeres
terrenos o del brillo
ilusorio de las
vanidades humanas. La
materia mental produce
la “imagen” ilusoria que
nos esclaviza. Por
capricho nuestro, somos,
pues, “obsesados” por
los propios deseos.
Las Dolencias
Espirituales Compartidas
Incluimos aquí el
vampirismo y la
obsesión. Decimos
compartidas porque son
ellas producidas por la
asociación perturbadora
de un Espíritu
desencarnado y su
víctima, estando ambos
sufriendo un mismo
proceso psicopatológico.
La participación como
víctima o como reo
frecuentemente se
alterna entre ellos.
(Continúa en la próxima
edición de esta
revista.)
Referências:
1 - Ver Willian Miller: Integrating
Spirituality into
Treatment: Resource for
Practioners
2 - Ver “Paradigmas
Espíritas na Prática
Médica”
no meu livro
“Muito Além dos
Neurônios”.
3 – O
Livro dos Espíritos.
Allan Kardec.
4 - A classificação que
aqui adotamos é
arbitrária. Nós a temos
divulgado em várias
ocasiões, sempre que
falamos sobre “Doenças
Espirituais”. O livro Missionários
da Luz,
de André Luiz/Chico
Xavier, serviu de
inspiração para a
descrição dos quadros
aqui apresentados.
5 - Mecanismos
da Mediunidade.
André Luiz/Chico Xavier.
6 – O
Livro dos Espíritos,
pergunta 471.
7 - Mecanismos
da Mediunidade.
André Luiz/Chico Xavier.
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