El progreso
moral y el
intelectual ni
siempre caminan
juntos
Con respecto al
progreso, hay
quien diga que
él es comparable
al amanecer, o
sea, aunque
aparentemente
lento, el
progreso culmina
por lograr
éxito.
Evidentemente,
la ignorancia,
aliada al poder
de la fuerza y
engañada por la
falsa cultura,
varias veces se
levantó con el
propósito de
crear embarazo
al desarrollo de
los hombres y de
los pueblos.
Ejemplo de eso
fue la
experiencia
vivida por
Galileo Galilei.
Pero el progreso
– como una de
las leyes que
rigen la vida en
todo el Universo
– acaba llegando
de manera
inevitable,
alterando la
faceta y la
constitución de
lo que encuentra
por delante,
desdoblando
recursos y
fomentando la
belleza, la
tranquilidad y
el confort.
De esa manera es
que se
verificará la
marcha del
progreso, que un
día erguirá el
hombre del suelo
de las
imperfecciones,
en que él aún se
detiene, para su
glorioso
destino, que es
la perfección.
Existen, como
nadie lo ignora,
dos tipos de
progreso – el
progreso moral y
el intelectual.
La criatura
humana se
desarrolla por
sí misma, de
manera natural,
pero es hecho
notorio que ni
todos progresan
simultáneamente,
en el mismo
ritmo y de la
misma manera.
Quien tiene
hijos ya observó
u observará ese
hecho ocurrir en
el seno de su
propia familia.
Delante de eso,
Dios hace con
que los más
adelantados
auxilien el
progreso de los
otros, por medio
de la
interacción, del
contacto social,
y es por eso que
constituye un
deber de todos
ayudar el
prójimo, deber
sintetizado por
Jesús en una
proposición
conocida: “Ama
al prójimo como
a ti mismo”.
El progreso
moral ni siempre
acompaña el
progreso
intelectual. Lo
normal es que
los individuos y
los pueblos
conquisten
primero un mayor
progreso
científico y,
sólo después y
poco a poco, se
moralicen.
El balance de
las novedades
tecnológicas
presentado por
la revista Veja
en su edición de
29/12/2010 nos
da la exacta
medida de cómo
el progreso
científico tiene
avanzado.
Aparatos
electrónicos que
funcionan sin
ningún contacto
físico.
Automóviles que
andan miles de
quilómetros sin
nadie al
volante.
Medicinas que
evitan la
infección por el
virus del Sida.
Tabletas
electrónicas,
como el iPad,
que permiten que
tú leas un libro
o una revista de
contenido
virtual como se
manosea una
revista o un
libro impresos.
Algún tiempo
atrás pasó a
circular en el
mercado un
aparato curioso
– un receptor
móvil de GPS,
acrónimo
utilizado para
identificar el
sistema de
posicionamiento
global, del
inglés Global
Positionning
System – que no
sólo indica el
local exacto –
ciudad, calle y
número en lo
cual la persona
se encuentra –
pero le fornece
las
informaciones
necesarias, con
todas las
minucias
posibles, para
que el
interesado
llegue a su
destino, hecho
que hace claro
como debe ser
fácil a los
protectores
espirituales
localizar las
personas que los
llaman en sus
oraciones o
pedidos de
socorro.
El desarrollo
moral, sin
embargo, se
encuentra, mucho
más allá de esa
y de otras
conquistas
tecnológicas que
tienen
contribuido para
el más grande
confort de los
que viven en la
Tierra, desde
que las
injusticias, la
corrupción, la
violencia, el
tráfico de las
drogas, las
guerras, el
terrorismo
continúan a
ocupar páginas y
páginas de
nuestros
principales
periódicos.
La razón de eso
no es, pues, de
difícil
comprensión: el
desarrollo
intelectual no
implica, por sí
mismo, la
necesidad del
bien. Una
persona dotada
de gran
inteligencia
puede ser mala.
Aquí está por
qué encontramos
en muchas
naciones
técnicamente
adelantadas
tantas
injusticias y
los males arriba
referidos. Es
que aún les
falta la
moralización de
sus integrantes.
Con el aumento
del
discernimiento
entre el bien y
el mal, y
gracias al
desarrollo del
libre albedrío,
se expande en
los seres
humanos la
noción de
responsabilidad
en el pensar, en
el hablar y en
el actuar, y es
eso que
determina el
llamado salto
vertical, o
progreso moral,
de las criaturas
humanas, único
factor que puede
asegurar a los
hombres la
felicidad en la
Tierra, al
frenar las malas
pasiones y hacer
con que reinen
entre todos la
concordia, la
paz y la
fraternidad.
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