La Masonería y
el Espiritismo
Hay en el medio
espirita muchos
masones, lo que
implica decir
que existen
entre los
masones muchos
espiritas.
Apenas las
proporciones es
que ciertamente
son distintas.
Perseguida a lo
largo de los
siglos de forma
contundente y
sistemática por
la Iglesia de
Roma, la
Masonería
encontró en el
seno del
Espiritismo una
acogida que se
averiguó también
en el sentido
inverso, de tal
modo que las
relaciones entre
uno y otra son
antiguas y
fraternales.
En una época no
muy distante,
había en Río de
Janeiro un
periódico
católico que
ponía en realce
todos los meses
la siguiente
frase: “Aquí
están nuestros
enemigos” y, en
seguida, venían
tres nombres:
Masonería,
Espiritismo y
Comunismo, lo
que concurrió
también para que
muchos
activistas del
comunismo en
Brasil
mantuviesen
relaciones
estrechas con
cofrades
nuestros, como
compañeros de
sufrimiento
común que buscan
reunirse para
sumar fuerzas.
Leemos en la
Revista Espirita
de 1864 (Edicel,
págs.121 a 126)
tres
comunicaciones
allí puestas por
Kardec que
comentan las
relaciones entre
el Espiritismo y
la
Franco-masonería.
En la primera de
ellas,
Guttemberg
(Espíritu) dice
que todo masón
iniciado es
llevado a creer
en la
inmortalidad del
alma y en el
Divino
Arquitecto y a
ser bienhechor,
devotado,
sociable, digno
y humilde.
En las
sociedades a que
pertenece se
practica la
igualdad en la
más ancha
escala,
habiendo, pues
en ellas una
afinidad
evidente con el
Espiritismo.
Aseverando que
muchos masones
son espiritas y
trabajan mucho
en la propagada
de esta
creencia,
Guttemberg
previó que en el
futuro el
estudio espirita
entrará como
complemento en
los estudios
abiertos en las
logias.
En el según
mensaje, el
Espíritu de
Jacques de Molé
asegura que las
instituciones
masónicas fueron
para la sociedad
un guía para la
felicidad.
En una época en
que toda idea
liberal era
considerada
crimen, los
hombres
necesitaban de
una fuerza que
fuera emancipada
por sus
creencias, por
sus
instituciones y
por la unidad de
su enseñanza.
“En esa época –
dice Molé – la
religión aún
era, no madre
consoladora,
pero fuerza
despótica que,
por la voz de
sus ministros,
ordenaba, hería,
hacía todo
curvarse a su
voluntad.”
Concluyendo su
pensamiento,
Jacques de Molé
profetiza: “El
Espiritismo hizo
progresos, pero,
en el día en que
tuviere dado la
mano a la
Franco-masonería,
todas las
dificultades
estarán
vencidas, todo
obstáculo
retirado, la
verdad estará
esclarecida y el
mayor progreso
moral será
realizado y
tendrá
transpuesto los
primeros
peldaños del
trono, donde muy
pronto deberá
reinar”.
En el tercer
mensaje, el
Espíritu de
Vaucanson
observa que
Guttemberg fue
contemporáneo
del monje que
inventó la
pólvora –
invención esa
que transformó
el viejo arte de
las batallas –,
en cuanto la
prensa trajo una
nueva palanca a
la expresión de
las ideas,
permitiendo la
emancipación de
las masas y el
desarrollo
intelectual de
los individuos.
La
Franco-masonería,
contra la cual
tanto gritaron,
contra la cual
la Iglesia
romana no tuvo
anatemas en
cuantidad
suficiente y que
ni por eso dejó
de sobrevivir,
abrió de par en
par las puertas
de sus templos
al culto
emancipador de
la idea. “En su
seno – dice él –
todas las
cuestiones más
serias fueron
levantadas y,
antes que el
Espiritismo
tuviese
aparecido, los
venerables y los
gran-maestros
sabían y
profesaban que
el alma es
inmortal y que
los mundos
visible e
invisible se
intercomunican.”
Según Vaucanson,
el Espiritismo
encontrará en el
seno de las
logias masónicas
numerosa falange
compacta de
creyentes,
serios,
resolutos e
inalterables en
la fe, porque el
Espiritismo
realiza todas
las aspiraciones
generosas y
caritativas de
la
Franco-masonería.
De hecho, al
inscribir la
caridad como
siendo el alma
del Espiritismo,
Kardec enseñó
de manera
inequívoca cual
el rumbo que las
sociedades
espiritas
deberían seguir,
rumbo ese que
nosotros, los
adeptos del
Espiritismo, no
podemos perder
de vista, si
quisiésemos
efectivamente
hacer
merecimiento a
ese título.
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