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Chico Xavier fue
Ruth-Céline
Japhet
Parte 2 e final
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Amélie Boudet (Gabi,
mujer de Allan
Kardec) lo
acompañaba
siempre. Allí,
tuvo inicio su
trabajo
misionero,
cuando pasó de
observador sagaz
a conductor de
los objetivos de
las reuniones.
El profesor
Rivail
inmediatamente
percibió que las
respuestas de
los Espíritus
eran de
contenido
transcendente y
deberían ser
conducidas para
el mejor
aprovechamiento.
Javary era uno
de los mentores
(en la época
llamados guías)
de las sesiones
de carácter
público. Ese
nombre encubría
un Espíritu que,
en la
encarnación
anterior, había
sido indio
americano. A
partir de
entonces, la
historia es
bastante
conocida.
Asumiendo de
hecho el control
de las sesiones,
Rivail recoge de
ellas notables
revelaciones,
que irán a
comparecer en
las páginas de
El Libro de
los Espíritus.
Propone abrir
los trabajos a
las 20 horas con
una plegaria e
introduce nuevo
método de
preguntas. En la
reunión de 1º de
enero de 1856,
estaban
presentes:
Zéfiro, Agustín,
Juan
Evangelista,
Vicente de Paul,
Sócrates,
Fénelon,
Swedenborg,
Hahnemann. Se
reunían los
miércoles y
sábados. Desde
abril de 1856,
las médiums
pasaron a usar
la pluma de pato
en vez de la
cubierta tupia.
En los primeros
momentos, la
mayor parte de
las respuestas
vinieron por la
mediumnidad de
las hermanas
Caroline y Julie
Baudin, de hecho
amigas íntimas
de Ruth-Céline.
En 1856, la
familia Baudin
estaba viviendo
en la rue
Lamartine nº 32.
Los puntos más
importantes, sin
embargo, fueron
psicografiados
por Ruth-Céline.
Fue también por
intermédio de
ella que el
profesor Rivail
recibió, el día
30 de abril de
1856, la primera
noticia sobre su
misión. Y
también que supo
de su
encarnación
pasada, al
tiempo de Julio
César, en las
Galias, cuando
había sido un
sacerdote druida
llamado Allan.
Después, por el
médium Roze, que
colaboraría en
la Sociedad
Parisiense de
Estudios
Espíritas, los
Espíritus
revelaron que el
complemento del
nombre era
Kardec. Esta
versión de que
el nombre fue
revelado de
manera
fraccionada, en
dos etapas, es
de la srta.
Japhet, en
conversación con
Aksakof.
Posteriormente
es que Rivail
habría hecho la
unión de los
dos, en la
onomatopella que
encubriría su
verdadero nombre
y que le habría
costado algunas
críticas,
bastante
injustas por
señal, durante
el famoso
Proceso de los
Espíritas. Allan
Kardec narra que
fue Z. (Zéfiro),
su Espíritu
protector, quien
reveló el nombre
y que los dos
vivieron juntos
en las Galias.
Añadió, en otra
oportunidad, que
también las
hermanas Baudin
eran galesas,
encarnadas en
aquella misma
época de Kardec.
Por su parte,
casi todos los
del grupo de la
srta. Japhet
eran antiguos
semitas,
convertidos al
cristianismo. Ya
Ermance Dufaux –
aprovecho para
revelar –
recibido de otro
guía, en otro
lugar, noticia
de que hubo
vivido
igualmente en
aquel grupo
galés de Kardec.
Sólo, se
concluyó, Ruth-Céline
era partidaría
de otra región.
Las hermanas
Baudin fueron,
por lo tanto,
las que más
concursaron para
la primera fase
de los trabajos
de composición
de El Libro
de los Espíritus.
Con todo, los
Espíritus
recomendaron que
fuera hecha una
revisión amplia,
de punta a
punta, trabajo
entonces
realizado con la
contribución de
la srta. Japhet
en sesiones
particulares, en
la residencia de
Roustan, en la
rue Tiquetone nº
14. Esa fue,
pues, la tarea
principal, que
se extendió de
junio a
diciembre de
1856, habiendo
Allan Kardec
declarado que la
médium “se
prestó con la
mayor buena
voluntad y el
más completo
desinterés a
todas las
exigencias de
los Espíritus”
(Revue Spirite,
1858, p. 36). En
cuanto al
desinterés,
parece que no
fue así...
A finales de
1857, Julie y
Caroline Baudin
se casaron y la
familia se
dispersó
A principios de
1857, Allan
Kardec encaminó
a la editora los
originales y, el
18 de abril de
1857, como todos
saben, es
lanzado, en el
Palais Royal,
El Libro de los
Espíritus,
de repercusión
inmediata.
Kardec cargó con
todos los
costes, pues el
barón Tiedeman-Marthèse,
amigo
personal, “no
quiso prestar su
concurso
pecuniário”,
conforme el
llamamiento del
Codificador. Y
aquí comienzan
los
contratiempos,
muy bien
escamoteados del
público en
general. Ruth-Céline
Japhet andaba
con 20 años.
Después de esa
fecha, Allan
Kardec dejó el
grupo del sr.
Japhet y pasó a
hacer reuniones
en su propia
residencia, allí
bien cerca, en
la rue des
Martyrs nº 8,
donde vivió de
1856 a 1860, año
este en que se
cambió para el
pasaje Sainte-Anne
nº 59, sede
también de la
Revue Spirite.
Ruth-Céline,
Caroline y Julie
estaban
prometidas e
inmediatamente
se casaron.
Allan Kardec
explica,
sucintamente,
sin entrar en
detalles, que, a
finales de 1857,
las dos Baudin
se casaron, las
reuniones
cesaron y la
familia se
dispersó. Ruth-Céline,
no mencionada,
también se casó
y, extrañamente,
nunca más se
habló de ellas.
Hay registros
de que, por esa
ocasión, se
pretendió
realmente hacer
descender sobre
la médium Japhet
una cortina de
silencio, al
tiempo en que se
distinguían, en
los círculos de
estudiosos, dos
pensamientos
distinguidos en
cuanto a la
cuestión de la
reencarnación
(espiritualistas
versus
magnetistas).
Concomitantemente,
Mme. Japhet,
alejada,
guardaba algunas
desolaciones
mientras
esparcían que
ella había
desencarnado,
por cuenta de
desencuentros
con miembros del
grupo de la
Sociedad
Parisiense de
Estudios
Espíritas. En
ese grupo
debería
de hecho haber
personas
complicadas,
pues el propio
Allan Kardec irá
a escribir, más
tarde, que fue
traicionado
dentro de la
entidad. Sin
embargo, a pesar
de dada como
muerta, la
verdad es que
Mme. Japhet
prosiguió dando
consultas hasta
por lo menos
mediados de
1873, época en
que vivia con el
marido en París,
en la rue des
Enfants Rouges,
G.
Como
generalmente
ocurre (hasta en
el seno del
apostolado de
Jesus ocurrió),
el lanzamiento
de El Libro
de los Espíritus
provocó un
impacto
estruendoso en
todos los
círculos
religiosos y
culturales, pero
trajo también en
su interior
algunas
disensiones
internas entre
los integrantes
del grupo de
Roustan, donde
había
permanecido la
srta. Japhet, y
el grupo que
acompañó a
Kardec para las
sesiones en su
residencia,
donde vendría a
ser preparada la
segunda edición
definitiva de
El Libro de los
Espíritus.
Allan Kardec
nunca escondió
que Ruth-Céline
Japhet y las
hermanas
Caroline y Julie
Baudin fueron
sus médiums
principales. El
trabajo de la
srta. Japhet,
después de pasar
a la modalidad
directa de
psicografia, era
completamente
mecánico, por lo
que ella tenía
inclusive
dificultad en
seguir el enredo
del que
escribía. Sin
embargo de nunca
haber sido
impedida por su
guía espiritual,
ella no se
atrevía a
escribir a
solas. El
trabajo final de
la revisión de
El Libro de
los Espíritus,
inclusive la
Introducción y
la Conclusión,
fue hecho casi
que íntegramente
a través de la
mediumnidad de
ella, en la casa
de ella, a veces
con la
colaboración de
su padre en
algunos puntos
considerados más
difíciles. Ya la
revisión de la
segunda edición,
de 1860, cupo en
gran medida a la
médium Ermance
Dufaux,
realizada en la
residencia del
propio
Codificador.
Ruth-Céline
lamentó no tener
su nombre y ni
el de los demás
médiums en los
libros
publicados
Aún en la
conversación que
tuvo, en 1873,
con el conocido
investigador
ruso Alexandre
Aksakof, la sra.
Japhet, ya
casada, se
lamentó de que
no había
recibido ningún
ejemplar de
El Libro de los
Espíritus y
que Allan
Kardec, al
alejarse de su
grupo para
montar el
propio, con el
médium Roze,
hubo llevado un
mazo de
manuscritos con
los cuales, en
parte, fue
compuesto El
Libro de los
Médiums, en
1861. Había
intentado
verlos, pero
supo sólo que
Allan Kardec
había sugerido
que ella
reclamara a la
Justicia. Esa
fue su
declaración, al
confesarse
abatida con los
acontecimientos
de la época que,
en el fondo,
ocultaban algo
por lo menos
extraño.
Con todo, no
debemos
precipitar
ilaciones que
pueden estar
divorciadas de
las intenciones.
En primer lugar,
sería preciso
saber de quien
eran los
manuscritos. ¿De
la médium, o de
Kardec? Mensajes
y respuestas
venían por la
mediunidad de
ella, pero las
preguntas
acostumbraban a
ser propuestas
por Kardec.
Probablemente,
no deseando que
se creara una
situación de
incomodidad para
los dos, Kardec
prefirió aclarar
con las leyes
pretendiendo tal
vez que todo se
resolviera en el
ámbito imparcial
de la Justicia,
camino muy
natural para los
que
anhelan
contornar
pendencias
personales. En
el fondo, es
hasta justo
suponer que de
hecho existía en
el malestar una
circunstancia
importante para
ambos.
Ruth-Céline
también lamentó
no tener su
nombre y ni el
de los demás
médiums en los
libros
publicados.
Sería una
compensación
para
quién hubo
trabajado
gratuitamente.
Ahora, habiendo
producido gran
parte del texto
y la integral
revisión de la
obra, la médium
vivía, no más,
una época de
ignorancia en
que la
mediunidad valía
dinero. Por lo
tanto, ella
estaría
considerándose
perjudicada.
Allan Kardec,
por su turno,
que ganaba
dinero con sus
obras
pedagógicas
(justa
remuneración de
su esfuerzo
profesional),
listamente
despertó para
una visión ética
mucho más
profunda de la
nueva religión
que hubo acabado
de codificar. No
podría
concordar,
aunque quisiera
y pudiera – como
podría, es
claro, si
hubiera fallado
en la misión –
con una
mercantilización
que
desmoralizaría,
en el origen, la
enseñanza de los
propios
Espíritus en el
sentido de que
ningún producto
espírita,
principalmente
mediúmnico,
debería ser
remunerado.
Añade que el
público, aunque
estuviera
acostumbrado a
eso,
difícilmente
creería en un
nuevo mensaje
cristiano-espírita
sabiendo que
había sido
obtenido a
cuesta del
dinero. Sin
embargo, ese era
concepto muy
nuevo para ser
entendido de
pronto por los
médiums
profesionales de
la
época... Allan
Kardec, en su
visión
misionera,
asimiló muy bien
y más rápido aún
la importancia
de ese criterio
y no podría
ceder; pero la
srta. Japhet y
todos los
sonámbulos
contemporáneos
no tenían la más
pequeña
capacidad de
alcanzar todos
los valores de
esa extraña
moral. Hay,
pues, que
entender al
Codificador; y
perdonar a la
más cualificada
médium del
periodo.
Kardec y Japhet
eran misioneros,
pero le faltaba
a ella la visión
luminosa que
afloró en él en
relación a sus
respectivos
papeles y a la
substancia de
los preceptos de
la Tercera
Revelación.
Reencarnacionistas,
médium y
Codificador no
tenían ninguna
duda más a
respecto
de esa cuestión
fundamental y,
pues, estaban
del mismo lado;
pero la cuestión
de la omisión de
su nombre en la
obra y de la
renuncia forzada
a cualquier pago
profesionales,
convengamos que
era demasiado
para la
comprensión de
ella.
La generosidad
fue siempre un
marco de honra
en la
mediumnidad del
misionero de
Pedro Leopoldo
En ese punto,
Allan Kardec
exhibía años luz
de progreso
espiritual y
rápidamente
asimiló el
juicio ético. De
cualquier forma,
como nadie tiene
el derecho de
alegar
desconocimiento
de la ley, el
Espíritu
Ruth-Céline
Bequet no se
perdonaría, en
la
espiritualidade,
de ese
comportamiento y
de ese
inconformismo,
imponiéndose a
sí misma una
nueva misión en
que, en las
mismas
condiciones de
gran médium,
pudiera vencer
todas las
tentaciones para
testificar su
desprendimento
total, su
humildad extrema
y su amor
incondicional a
favor de la
doctrina de
Jesús
Así, aquella
crisis del siglo
XIX se
transformó en un
clavo para el
Espíritu que, al
siglo siguiente,
reencarnaría en
Brasil
comprometido en
ampliar su
esfuerzo
mediúmnico en el
trabajo
desinteresado de
desdoblamiento
de la
revelación.
Ruth-Céline
Japhet hubo
conseguido
evolucionar
bastante para
caer en sí y
consertar su
posicionamiento
anterior. Esa
parte de la
historia es
reciente y todos
la conocen.
El
desprendimiento
fue siempre un
marco de honra
en la
mediumnidad del
misionero de
Pedro Leopoldo y
Uberaba. Vivió
toda la vida
como prisionero
de invencible
respeto a la
humildad.
Francisco
Cándido Xavier
rehusó
sistemáticamente
cualquier
intento, directa
o indirecta, que
por toda la vida
fue surgiendo en
términos de
remuneración
material. Nunca
aceptó cualquier
tipo de
compensación, y
vivió de su
trabajo de
funcionario,
tras su mísera
pensión oficial
y, más en la
vejez, de la
ayuda que amigos
particulares le
ofrecían, pero
siempre a cambio
de nada. Conocí
a algunos de
ellos.
Era preciso
notar aquel
tropiezo del
pasado. Lo
consiguió. Chico
Xavier fue un
vencedor y sabía
que tendría,
ahora, que
sacrificarse
hasta los
límites de lo
imposible para
ejemplificar lo
que podría haber
aprendido, en
ese particular,
en la
convivencia
personal con
Allan Kardec.
Tuvo siempre
repulsa – ese es
el término
exacto – a
cualquier tipo
de compensación
por su trabajo.
Y él arrastró
periodos de
grandes
dificultades y
de grandes
tentaciones.
Pero mantuvo
altanera la
dignidad y su
credibilidad
mediúmnica.
Nunca tuvo
adrenalina para
acompañar a los
que le envolvían
el nombre
asociándolo al
derecho de ser
recompensado en
la Tierra.
No obstante, es
siempre
necesario
repetir que
Ruth-Céline fue
una mujer de
muchas virtudes
y mucho afecto.
Simpáticamente
romántica, era
una figura que
se destacaba del
biotipo francés.
Tenía
personalidad,
talento propio y
un alma
generosa,
reconocida por
todos
que compartían
su amistad y de
su intimidad. No
era sin motivo
que Amélie
Gabrielle Boudet
la llamaba hija.
Delgada, pálida,
esculpida de
grandes ojos
negros y de
espesa cabellera
negra, con
marcados trazos
judaicos de los
pueblos
orientales.
Muchos la
juzgaban de
origen árabe. Su
vida se mezcló
de dolor y amor,
en un
caleidoscopio de
bellas
emociones.
Ruth-Céline
Japhet tuvo una
encarnación como
hebrea, en
Egipto; después,
volvió como
judía, en Canaán
vivió nueva
encarnación en
Palestina; y en
otra vida como
mora, en
Portugal. El
ramo de su
familia
descendia
remotamente de
moros
portugueses,
convertidos
hacia siglos al
cristianismo.
Esas
encarnaciones,
levantadas por
el erudito
investigador
Canuto Abreu,
tuvieron, por
escrito, la
aprobación de
Emmanuel, a
través del
propio médium.
Chico Xavier es
un Espíritu que
ha vuelto al
mundo
sucesivamente en
la forma
femenina
Bien, esa es la
historia de
Ruth-Céline
Bequet, conocida
por srta.
Japhet, y que
vino a
reencarnar en
Brasil como
Francisco
Cândido Xavier,
conocido por
Chico Xavier.
Y, antes de
cerrar y para
enfriar de una
vez el síncope
de los más
fanáticos, llamo
la atención para
tres hechos
capitales:
1. Hay una
comunicación de
Allan Kardec,
dictada el
30.3.1924, y
publicada en la
Revue Spirite
de julio de
1924.
2. Francisco
Cândido Xavier
tenía a Zilda
Gama en la
cuenta de médium
excepcional,
sobre quien
escribió para el
presidente de la
FEB, en 1946,
expresando su
contentamiento y
bienestar por la
noticia de un
libro más por
ella
psicografiado.
Pues es de ella
un mensaje de
Allan Kardec,
recibido el
27.12.1912,
estampada, con
otras más, en su
precioso libro
Diario de los
Invisibles
(contenido la 2ª
edición de
1943).
3. En la década
de los 60,
Francisco
Cândido Xavier
admitió, para un
grupo reservado
de amigos, que
Allan Kardec ya
estaba
reencarnado.
Nacido en
Brasil, fue a
estudiar en
Suiza y vive
allá hasta hoy,
con doble
nacionalidad (A.L.R.).
La hipótesis –
ya completamente
descartada –
tenía
al menos un
mínimo de
coherencia. Se
trata de un
profesor
humanista de
notable
erudicción,
principalmente
filosófica, y es
admirado por los
círculos más
cultos del
magistério
suizo. Sólo que
él mismo no
quiere ni oír
hablar del
asunto.
Relacioné, en el
inicio de este
texto, estas y
otras
reencarnaciones
que pude
registrar de ese
Espíritu
maravilloso.
Como puede ser
observado, se
trata de un
Espíritu que ha
vuelto
sucesivamente en
la forma
femenina,
ocurriendo la
excepción sólo
ahora, en Brasil
de 1910,
con miras a la
misión con la
cual se hubo
comprometido. Si
una vez más
hubiera venido
como mujer,
principalmente
en aquel inicio
de siglo, jamás
tendría ninguna
oportunidad de
hacerse oído y
respetado. El
prejuicio era
muy marcado e
impeditivo de
cualquier nivel
de los sexos.
Y cabe la
indagação:
viniendo como
vino en un
cuerpo
masculino,
¿quién cometería
el despautério
de creer que
aquella
personalidad no
era una mujer
declarada, en
todos los
sentidos? Su
psiquismo jamás
traicionó la
apariencia, la
feminilidad. Su
psicología
behaviorista
tenía el carimbo
consagrado de
los
automatismos, de
los reflejos, de
los gestos, de
los meneos, de
los
maneramientos de
delicada,
colorida y
hermosa mujer.
¿Es posible, en
sana conciencia,
identificar en
ese perfil
dulce, dúctil y
delicado
cualquier señal
de la robusta,
varonil,
vigorosa
personalidad de
Allan Kardec?
Sólo a cuenta de
intragable
degeneración
neurónica de
idólatras
ignorantes y
charlatanes.
Insistir en ese
disparate no
pasa de una idea
más, deshonesta
con el
Espiritismo.
Nota del Autor:
Claque en
http://vimeo.com/9098617
para ver la
conferencia
“Chico, Diálogos
y Recordaciones”
proferida el
9/10/2009, en
que Arnaldo
Rocha habla
sobre el añorado
Chico Xavier y
confirma la
información
contenida en
este artículo.
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