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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 5 205 17 de Abril de 2011

 
                                                            
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Receta de relacionamiento

 

Lucy estaba en el cuarto jugueteando con sus juguetes. De repente, quedó enfadada y tiró su muñeca preferida en el suelo, y, enseguida, salió del cuarto golpeando la puerta con fuerza.

La madre de Lucy, que estaba en la cocina haciendo el almuerzo, oyó el ruido y fue detrás de ella:

— ¿Qué está pasando, hija mía?

La niña respondió irritada:

— Estoy harta de mis juguetes. ¡No quiero más a mí muñeca, no quiero más nada!

Sorprendida, la madrecita dejó lo que estaba haciendo, se sentó y colocó a Lucy en sus brazos. Se sentía preocupada con la hija de sólo siete años. En una edad en que todo es alegría, ella parecía estar siempre malhumorada, mal con el mundo.     

Entonces, la abrazó con infinito amor y dijo:

— Hijita, tú eres bonita, tienes una buena casa, una familia, juguetes caros. ¿Por qué estás tan disgustada?

La niña pareció pensar por algunos instantes, después respondió:

— ¡No sé, mamá! Creo que a nadie gusto.

— ¡Hija mía, esto no es verdad! ¡Todos te aman, puedes creerlo! Lo que nosotros necesitamos es ser gratos a Dios que nos dio una vida tan buena y tanto amor. Tú tienes a mamá, el papá, tus hermanos, tus amiguitas...

— ¡Mis hermanos viven peleando conmigo! Paulo porque es más mayor y cree que puede mandar en mí; y Julio, por ser pequeño, cree que tiene derecho a todo. Yo cojo un juguete y él inmediatamente lo quiere y tengo que dárselo a él. ¡No es justo! Y en la escuela tampoco nadie gusta de mí. ¡Mis compañeras son unas pesadas!...

Con mucha paciencia, la madre explicó a la niña:

— Lucy, para vivir en el mundo, nosotros tenemos que aprender a convivir con todas las personas. Si nosotros vemos defectos en ellas, ellas también con seguridad ven defectos en nosotros, ¡porque nadie es perfecto!       

Entonces, mirando por la puerta de la cocina, la madre vio una escena encantadora y se la mostró a la hija:

— ¡Mira, Lucy! Tú perrito jugando con el gatito de Paulo! ¿No es bonito?

La niña extrañó el comportamiento de ellos:
 

— ¡Pero yo oí decir que gatos y perros son siempre enemigos! ¡Tú misma vives diciendo que yo y Paulo peleamos “como perro y gato”!

— ¡Exactamente, hija! Porque es lo que normalmente ocurre. ¡Los gatos no hacen amistad con perros!

La niña volvió a mirar encantada la escena. El gatito y el perrito rodaban, jugaban sin parar.

— Entonces, ¿por qué esos dos están ahí obrando diferente a los demás?

La madre pensó un poco y respondió:

— Cada uno de nosotros escoge el propio camino, lo que desea ser o hacer. En el caso de esos dos animalitos, tradicionalmente enemigos, ellos vieron que nada existe que los separe y están muy bien juntos. ¿Entendiste?

— Entendí, mamá. Quiere decir que yo también puedo convivir con mis hermanos sin pelear.

— Eso mismo, hija. ¡Además de eso, tú no sabes como ellos te ven! A ti te gustaría que los otros sólo vieran tú lado bueno, ¿no es? Entonces, busca ver en ellos también sólo el lado bueno. No critiques, no pelees. Sé amiga, compañera, habla con ellos y vas a sorprenderte.

Lucy aceptó la sugerencia de la madre.

A partir de aquel momento, ella pasó a actuar diferente con los hermanos. Comenzó por aproximarse más al pequeño Julio. Se sentó para juguetear con él en la sala y vio que el hermanito quedó todo feliz, hasta le dio un juguete, lo que la sorprendió.  

Cuando Paulo llegó de la escuela y encontró a Lucy jugueteando con el hermano pequeño, quedó admirado. Se aproximó, comenzó a hablar con ella, contándole lo que había ocurrido en la escuela y hablándole sobre sus compañeros.

Luego, un ambiente bueno de

entendimiento estacionaba en el aire. La casa estaba más alegre y un bienestar invadía a toda la familia.

Al acostarse en aquella noche, Lucy hizo una oración con la madre, agradeciendo a Jesús el cambio que ocurrió en su vida.

Lucy había percibido que, en verdad, el problema estaba en ella, en la manera como veía a las personas. Sus hermanos nada tenían contra ella. Bastó que resolviera actuar de forma diferente, abrirse para la comprensión y todo cambió para mejor.

Antes de dormir, aún pensó:

— Mañana voy a probar la nueva receta que mamá me dio, con las compañeras de la escuela. ¡Espero que se de bien!


                                                        Meimei 


(Recebida por Célia X. de Camargo em 21/3/2011.)



                                                          
                          



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Revista Semanal de Divulgación Espirita