Lucy estaba en el cuarto
jugueteando con sus
juguetes. De repente,
quedó enfadada y tiró su
muñeca preferida en el
suelo, y, enseguida,
salió del cuarto
golpeando la puerta con
fuerza.
La madre de Lucy, que
estaba en la cocina
haciendo el almuerzo,
oyó el ruido y fue
detrás de ella:
— ¿Qué está pasando,
hija mía?
La niña respondió
irritada:
— Estoy harta de mis
juguetes. ¡No quiero más
a mí muñeca, no quiero
más nada!
Sorprendida, la
madrecita dejó lo que
estaba haciendo, se
sentó y colocó a Lucy en
sus brazos. Se sentía
preocupada con la hija
de sólo siete años. En
una edad en que todo es
alegría, ella parecía
estar siempre
malhumorada, mal con el
mundo.
Entonces, la abrazó con
infinito amor y dijo:
— Hijita, tú eres
bonita, tienes una buena
casa, una familia,
juguetes caros. ¿Por qué
estás tan disgustada?
La niña pareció pensar
por algunos instantes,
después respondió:
— ¡No sé, mamá! Creo que
a nadie gusto.
— ¡Hija mía, esto no es
verdad! ¡Todos te aman,
puedes creerlo! Lo que
nosotros necesitamos es
ser gratos a Dios que
nos dio una vida tan
buena y tanto amor. Tú
tienes a mamá, el papá,
tus hermanos, tus
amiguitas...
— ¡Mis hermanos viven
peleando conmigo! Paulo
porque es más mayor y
cree que puede mandar en
mí; y Julio, por ser
pequeño, cree que tiene
derecho a todo. Yo cojo
un juguete y él
inmediatamente lo quiere
y tengo que dárselo a
él. ¡No es justo! Y en
la escuela tampoco nadie
gusta de mí. ¡Mis
compañeras son unas
pesadas!...
Con mucha paciencia, la
madre explicó a la niña:
— Lucy, para vivir en el
mundo, nosotros tenemos
que aprender a convivir
con todas las personas.
Si nosotros vemos
defectos en ellas, ellas
también con seguridad
ven defectos en
nosotros, ¡porque nadie
es perfecto!
Entonces, mirando por la
puerta de la cocina, la
madre vio una escena
encantadora y se la
mostró a la hija:
— ¡Mira, Lucy!
Tú perrito jugando con
el gatito de Paulo! ¿No
es bonito?
La niña extrañó el
comportamiento de ellos:
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— ¡Pero yo oí decir que
gatos y perros son
siempre enemigos! ¡Tú
misma vives diciendo que
yo y Paulo peleamos
“como perro y gato”! |
— ¡Exactamente, hija!
Porque es lo que
normalmente ocurre.
¡Los gatos no hacen
amistad con perros!
La niña volvió a mirar
encantada la escena. El
gatito y el perrito
rodaban, jugaban sin
parar.
— Entonces, ¿por qué
esos dos están ahí
obrando diferente a los
demás?
La madre pensó un poco y
respondió:
— Cada uno de nosotros
escoge el propio camino,
lo que desea ser o
hacer. En el caso de
esos dos animalitos,
tradicionalmente
enemigos, ellos vieron
que nada existe que los
separe y están muy bien
juntos. ¿Entendiste?
— Entendí, mamá. Quiere
decir que yo también
puedo convivir con mis
hermanos sin pelear.
— Eso mismo, hija.
¡Además de eso, tú no
sabes como ellos te ven!
A ti te gustaría que los
otros sólo vieran tú
lado bueno, ¿no es?
Entonces, busca ver en
ellos también sólo el
lado bueno. No
critiques, no pelees. Sé
amiga, compañera, habla
con ellos y vas a
sorprenderte.
Lucy aceptó la
sugerencia de la madre.
A partir de aquel
momento, ella pasó a
actuar diferente con los
hermanos. Comenzó por
aproximarse más al
pequeño Julio. Se sentó
para juguetear con él en
la sala y vio que el
hermanito quedó todo
feliz, hasta le dio un
juguete, lo que la
sorprendió.
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Cuando Paulo llegó de la
escuela y encontró a
Lucy jugueteando con el
hermano pequeño, quedó
admirado. Se aproximó,
comenzó a hablar con
ella, contándole lo que
había ocurrido en la
escuela y hablándole
sobre sus compañeros.
Luego, un ambiente bueno
de
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entendimiento
estacionaba en
el aire. La casa
estaba más
alegre y un
bienestar
invadía a toda
la familia. |
Al acostarse en aquella
noche, Lucy hizo una
oración con la madre,
agradeciendo a Jesús el
cambio que ocurrió en su
vida.
Lucy había percibido
que, en verdad, el
problema estaba en ella,
en la manera como veía a
las personas. Sus
hermanos nada tenían
contra ella. Bastó que
resolviera actuar de
forma diferente, abrirse
para la comprensión y
todo cambió para mejor.
Antes de dormir, aún
pensó:
— Mañana voy a probar la
nueva receta que mamá me
dio, con las compañeras
de la escuela. ¡Espero
que se de bien!
Meimei
(Recebida por Célia X.
de Camargo em
21/3/2011.)
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