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Desmitificando
el fenómeno de
la muerte
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Según Kardec, en
la partición de
la felicidad, a
que todos
aspiran, no
pueden estar
confundidos los
buenos y los
malos
Lo inevitable
del fenómeno de
la muerte es un
asunto que
incomoda y
asusta a buena
parte de la
población del
planeta. Incluso
entre nosotros
espíritas el
tema causa –
para usar un
eufemismo –
cierta
incomodidad en
muchos. El
sentido común
sugiere que la
convincente
mayoría de las
personas – es
decir, Espíritus
encarnados - no
se prepara
debidamente para
enfrentar ese
momento. En
general,
“aplazamos”
tanto como es
posible pensar
sobre el tema. Y
tal
comportamiento
no deja de ser
un tanto como
paradojal ya que
60% de los
brasileños creen
que existe vida
después de la
muerte, según
una
investigación
por la Data
Folha.1
De cualquier
manera, somos
constantemente
recordados – a
través de
incontables
acontecimientos
que nos rodean -
de que a nuestra
vez también
llegará a la
corta o a la
larga. Puesto
esto, el fin de
la existencia
física
(corporal) debe
ser encarado de
forma racional
por todos
nosotros. A fin
de cuentas, el
cuerpo humano,
como toda la
máquina orgánica,
con el tiempo
presenta señales
de fatiga,
extenuación, y
las células
inician el
proceso de
desagregación
hasta la
extinción
completa del
fluido vital.
No hay como
detener
indefinidamente
ese proceso, no
obstante los
cada vez más
expresivos
avances de la
ciencia,
medicina y
estética que han
ayudado en la
prolongación de
la existencia
humana con
efectos
benéficos en la
calidad de vida
en general. En
ese sentido,
cabe resaltar el
significativo
aumento en la
expectativa de
vida de los
brasileños, de
acuerdo con el
Instituto
Brasileño de
Geografía y
Estadística
(IBGE). Informes
de esa
institución
revelan, de
hecho, que, en
1940, se vivía
una media de
sólo 45 años en
el país. Ya para
el corriente año
la previsión
saltó para 73,7
años y, para el
final de siglo,
se estima que
viviremos en
torno del 84,3
años.2
En resumen,
todos tenemos un
tiempo
pre-determinado
para cumplir
nuestra misión
aquí en la
Tierra, aunque
no sepamos de
cuánto es. Sin
embargo, como
bien pondera el
Espíritu Hermano
José:
“La essência
sobrevive. Muere
la semilla y
nace la flor,
perece la flor y
viene el fruto,
que concluye, en
sí, la propia
inmortalidad”. 3
El Maestro
apareció a sus
discípulos
amados en varias
ocasiones
Además, asevera
también el
mentor que Nada
desaparece en la
economía del
Universo”.4
Por lo tanto, lo
fundamental es
que sepamos que
viviremos,
finalmente, para
siempre. Nuestra
individualidad
prevalecerá
aunque en
contextos o
dimensiones
diferentes. A
los que aún
calman dudas – a
pesar de las
incontables
evidencias
científicas -
vale recordar,
por ejemplo, la
gloriosa visión
del Tabor –
atestiguada,
además, por los
apóstoles Pedro,
Tiago y Juan –
relatada en el
Evangelio:
“Y se
transfiguró
delante de ellos;
y su rostro
resplandeció
como el sol, y
sus vestiduras
se hicieron
blancas como la
luz. Y he ahí
que les
aparecieron
Moisés y Elías,
hablando con él”
(Mateo, 17:
2-3).
Es importante
destacar que en
aquel episodio
descrito por el
apóstol, Jesús
dialogó con dos
personajes que
hacia mucho
habían dejado el
“mundo de los
vivos”.
Explicando mejor,
Moisés hubo
vivido entre
1592-1474 a.C. y
Elías entre
874-852 a.C. Por
lo tanto, el
recado de la
inmortalidad del
Espíritu fue
absolutamente
claro. El
episodio fue tan
importante –
constituyendo, a
buen seguro
alguna, una de
las mayores
manifestaciones
mediúmnicas de
que se tiene
noticia - que
Pedro, extático,
“... tomando la
palabra, dijo a
Jesús: Señor,
bueno es que
estemos aquí; si
quieres, hagamos
aquí tres
tabernáculos,
uno para ti, uno
para Moisés, y
uno para Elías.
Y, estando él
aún hablando, he
ahí que una nube
luminosa los
cubrió. Y de la
nube salió una
voz que decía:
Este es mi amado
Hijo, en quien
me complazco;
escuchadlo” (Mateo,
17:4-5).
Además de eso,
el capítulo 20
del Evangelio de
Juan es todo
dedicado a la
resurrección del
Maestro. En el
versículo 17,
por ejemplo,
leemos un
diálogo singular
entre Jesús y
María Magdalena.
Cupo a ella, de
hecho,
probablemente
como un premio a
su esfuerzo
ingente de
autoiluminación,
la honra de ser
la primera
persona en ver a
Jesús después de
su muerte, o sea:
“Le dijo Jesús:
No me detengas,
porque aún no
subí para mi
Padre, pero ve
para mis
hermanos, y
diles que yo
subo para mi
Padre y tu
Padre, mi Dios y
tu Dios”.
El Maestro
apareció
posteriormente a
sus discípulos
amados en varias
ocasiones. Llegó
incluso a
invitar a Tomás,
en una de ellas,
a tocarle las
manos ya que
este era dado al
escepticismo.
Tal vez en la
más importante
de todas sus
apariciones
post-muerte, él
surgió a los
llamados 500 de
Galilea,
conforme
describió el
Espíritu
Humberto de
Campos en la
referida obra
Buena Nueva.
La noción del
purgatorio no
forma parte de
las concepciones
islámicas
El Espíritu
Joanna de
Ângelis, por su
parte, esclarece
que el recelo de
la muerte
transcurre “...
de la ignorancia
acerca de la
vida”. Y añade
aún: “El miedo
de la muerte, de
alguna forma, es
atávico,
procedente de la
caverna, cuando
el fenómeno
biológico
sucedía y el
hombre primitivo
no entendía,
desconociendo la
razón de su
ocurrencia” 5
Por otro lado,
las ancoras
religiosas
lanzaron más
oscuridad que
luz sobre el
tema. Sin tener
la pretensión de
hacer un estudio
comparativo
sobre las varias
corrientes y,
desde ya
reconociendo el
valor de cada
una, podemos
recordar algunos
aspectos
centrales de
algunas de ellas
en lo tocante al
asunto bajo
aprecio. De ese
modo, las
religiones
cristianas –
vale fijar - no
aceptan la
posibilidad de
una segunda
oportunidad o
reencarnación.
Para ellas, de
hecho, el
infierno es para
siempre y, tras
el Juicio Final,
las almas del
cielo y del
purgatorio irán
a resucitar.
De manera
similar, el
Islamismo
también acepta
que la muerte
lleva a la
eternidad. O sea,
el alma queda
igualmente a la
espera del día
del Juicio Final
en que será
juzgada por el
Creador.
Enseguida podrá
ir para el cielo
o el infierno,
dependiendo del
comportamiento
en vida. La
noción de
purgatorio no
forma parte de
las concepciones
islámicas. En el
Judaísmo, los
muertos son
conducidos para
el Sheol, una
especie de
limbo, para
aguardar el
Juicio Final
(como vemos, tal
noción está
presente en
varias
religiones
populares). Para
los judíos
ortodoxos, no
obstante, la
esperada vuelta
del Mesías va a
resucitar a
todos.
Las religiones
espiritualistas,
por su parte,
proporcionan un
nivel de
esclarecimiento
muy parcial
sobre el tópico.
Con efecto, en
el Hinduismo se
cree que la
reencarnación
ocurre
inmediatamente
después de la
muerte, lo que
no es correcto.
En el Budismo, a
su turno, el ser
desencarnado
puede alcanzar
la llamada
Tierra Pura –
espacio de
sabiduría
iluminada. El
tipo de
reencarnación
que se sucederá
en el futuro
dependerá de
cada uno. En la
visión budista,
el individuo
puede volver en
reinos
celestiales,
humanos o
animales. La
idea de que un
ser humano
reencarne en el
cuerpo de un
perro (metempsicosis),
por ejemplo,
sería condenar a
alguien que ya
alcanzó el reino
hominal a un
injustificable e
inaceptable
retroceso, es
decir, algo
totalmente
incompatible con
las leyes de
evolución. En el
Espiritismo, por
fin, el alma
vuelve al mundo
espiritual6
donde, conforme
aseveró Jesús,
“En la casa de
mí Padre existen
muchas moradas…”
(Juan, 14:2).
La realidad de
la vida futura
es fruto de
nuestros actos
en la vida
presente
De hecho, el
Espíritu André
Luiz descubrió
en sus
investigaciones
en el plano
espiritual que
pocos encarnados
consiguen
cumplir
exactamente el
tiempo previsto.
De hecho, a lo
largo de la
encarnación
vamos
generalmente
haciendo muchas
cosas
inadecuadas, así
como siguiendo
un estilo de
vida que acaba
“abreviando
nuestro tiempo”.
En casos más
extremos,
cometemos el
auto suicidio.
Siendo así,
todos nosotros
vamos a
desencarnar sea
con ocasión de
enfermedades
incurables,
muerte violenta,
deficiencia
incorregible de
algún órgano,
accidente
inesperado (colectivo
o individual),
negligencia con
nuestra propia
salud (toxicómanos
y alcohólicos
están en este
grupo), por
desgaste
absoluto de la
máquina orgánica
o suicidio.
De ese modo, no
debemos temer la
muerte
propiamente
dicha, ya que
ella es
inevitable, sino
lo que vendrá
después. O sea,
¿bajo cuáles
condiciones
volveremos a la
patria
espiritual? Si
por las razones
expuestas no
podemos
interrumpir la
muerte, debemos
prepararnos para
la etapa
siguiente. Muy
apropiadamente,
la cuestión nº
961 del Libro de
los Espíritus
aborda esa
problemática – o
sea: “¿Cuál es
el sentimiento
que domina la
mayoría de los
hombres en el
momento de la
muerte: la duda,
el temor, o la
esperanza? La
duda, en los
escépticos
empedernidos; el
temor, en los
culpables; la
esperanza, en
los hombres de
bien”.
En la cuestión
nº 962, Allan
Kardec fue aún
más incisivo,
sino veamos:
“¿Cómo puede
haber escépticos,
una vez que el
alma trae al
hombre el
sentimiento de
las cosas
espirituales?
“Ellos son en
número mucho más
pequeño de lo
que se juzga.
Muchos se hacen
espíritus
fuertes, durante
la vida,
solamente por
orgullo. En el
momento de la
muerte, sin
embargo, dejan
de ser tan
fanfarrones”.7
Kardec concluyó
que la realidad
de la vida
futura es
decurrente de
nuestros actos
en la vida
presente. Él
también
argumentó con
lucidez: “Nos
dice la razón y
la justicia que,
en el reparto de
la felicidad a
que todos
aspiran, no
pueden estar
confundidos los
buenos y los
malos. No es
posible que Dios
quiera que unos
gocen, sin
trabajo, de
bienes que otros
sólo alcanzarán
con esfuerzo y
perseverancia”.8
Nadie conseguirá
esquivar la
muerte, por más
que lo intente
Por lo
tanto, nada más
sintonizado con
la noción de
realidad
espiritual que
el pensamiento
de Pablo, según
el cual Dios nos
recompensará de
acuerdo con
nuestras obras.
En ese sentido,
Jesucristo nos
orientó de forma
muy clara a no
juntar “...
tesoros en la
Tierra, donde la
traza y la
herrumbre todo
consumen, y
donde los
ladrones minan y
roban” (Mateo
6:19). Sino para
juntar “...
tesoros en el
Cielo, donde ni
la traza ni la
herrumbre
consumen, y
donde los
ladrones no
minan ni roban”
(Mateo 6:20).
Por lo tanto,
tenemos que
preocuparnos,
fundamentalmente,
con lo que
estamos
construyendo del
lado de allá.
Kardec concluyó
que la realidad
de la vida
futura es
derivada de
nuestros actos
en la vida
presente. Él
también
argumentó con
lucidez: “Lo
dicen la razón y
la justicia que,
en el reparto de
la felicidad a
que todos
aspiran, en el
pueden estar
confundidos los
buenos y los
malos. Por lo
tanto, nada más
sintonizado con
la noción de
realidad
espiritual que
el pensame. A
rigor, deben
temer la vida
futura los
orgullosos y
autoritarios ya
que “La soberbia
precede a la
ruina, y la
altivez del
espíritu precede
a la caída” (Proverbios
16:18). Deben
preocuparse con
la realidad
espiritual los
mezquinos y
avarientos, los
libidinosos y
depravados, los
perpetradores de
excesos de todo
orden, los
transgresores de
las leyes y los
malvados, los
agentes de la
destrucción y de
la villanía, los
hipócritas y
maledicientes,
los
inconsecuentes,
irresponsables y
suicidas.
Siendo así, cabe
recordemos la
triste condición
que el Espíritu
André Luiz - a
quién tanto
debemos acerca
de los altamente
esclarecedores
relatos de la
vida en el más
allá de la tumba
– retornó a la
patria
espiritual.
André, a
propósito,
padeció ocho
años en el
Umbral. Cuando
pudo ser
atendido por un
médico del más
allá, el
diagnóstico fue
irrefutable,
dado que el
aparato gástrico
del infeliz
compañero había
sido destruido a
causa de excesos
en la
alimentación y
en la ingestión
de bebidas
alcohólicas,
aparentemente
sin importancia.
La sífilis le
había consumido
las energías
vitales.
Lamentablemente,
la condición de
André era la de
un suicida
inconsciente. 9
Por fin, nos
esclarece Joanna
de Ângelis que
“Nadie
conseguirá
esquivar la
muerte, por más
que lo
intente”.10 Más
podemos y
debemos
esforzarnos para
volver al mundo
mayor en mejores
condiciones.
Notas
bibliográficas:
1. SALVADOR, A.
O Brasil
esotérico. Veja,
n. 2182, 15 set.
2010, p. 144.
2. IBGE.
Projeção da
População do
Brasil por sexo
e idade
1980-2050
revisão 2008.
Disponível 3.
BACCELLI, C.A.
(Pelo Espírito
Irmão José).
Dias melhores.
Uberaba: MG, Liv.
Espírita Edições
“Pedro e Paulo”,
2004, p. 183.
4. Idem, ibidem,
p. 184.
5. FRANCO, D.P.
(Pelo Espírito
Joanna de
Ângelis).
Entrega-te a
Deus. Catanduva:
SP, Intervidas,
2010, p. 89.
6. CARELLI, G.
Os vivos e as
outras vidas.
Veja, n. 1904,
11 mai. 2005, p.
116-117;
MENDONÇA, M. O
novo
Espiritismo,
Época, n. 424, 3
jul. 2006, p.
68-69.
7. KARDEC, A. O
livro dos
Espíritos.
(Tradução de
Guillon
Ribeiro). Versão
digital. FEB,
2007, p. 307.
8. Idem, ibidem.
9. XAVIER, F.C.
(Pelo Espírito
André Luiz).
Nosso lar. 9ª
edição. Rio de
Janeiro: RJ, p.
27-28, 1965.
10. FRANCO, D.P.
Op. cit, p. 90.
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