Las Pruebas no
vienen para
abatirnos, pero
para que sean
superadas
Uno de los
asuntos más
frecuentes en
las consultas
que esta revista
recibe, pruebas
y expiaciones,
aunque sean
diferentes
cuanto a sus
causas, tienen
igualmente
importante valor
educativo.
Pruebas, como el
lector
ciertamente
sabe, son
desafíos, tests,
oportunidades de
adquisición de
experiencia,
dificultades que
ninguna relación
tiene con
equívocos o
errores
cometidos en el
pasado.
Riqueza,
belleza, mesa
harta, vida
fácil, tanto
cuanto pobreza,
fealdad, vida
difícil son
pruebas. Su
existencia está
de manera íntima
unida a la
necesidad que
los Espíritus
tienen de
progresar, rumbo
a la meta que
Dios señaló para
todos nosotros,
que es la
perfección.
Enseña el
Espiritismo que
los Espíritus no
ocupan de manera
perpetua la
misma categoría
y que todos se
mejoran pasando
por los
diferentes
grados de
jerarquía
espirita. Esa
mejora se
efectúa por
medio de la
reencarnación.
La existencia
corpórea es,
pues, una prueba
que les cumple
sufrir
repetidamente,
hasta que haya
atingido la
perfección
moral.
En la 2ª Parte,
cap. II, de su
libro El
Cielo y el
Infierno,
Kardec incluyó
un importante
testimonio
acerca de lo que
realmente
representan las
pruebas en
nuestra vida. El
testimonio fue
dado por el
Espíritu de
Paula, que fue
condesa en su
última
encarnación.
Bella, joven,
rica y de
estirpe ilustre,
Paula – que
falleció a los
36 años de edad
– era también
perfecto modelo
de cualidades
intelectuales y
morales.
He aquí parte
del mensaje
firmada por ese
Espíritu:
“En varias
existencias pasé
por pruebas de
trabajo y
miseria que
voluntariamente
había escogido
para fortalecer
y depurar mi
Espíritu; de
esas pruebas
tuve la
felicidad de
triunfar,
faltando, sin
embargo, una,
por ventura de
todas la más
peligrosa: la de
la fortuna y
bienestar
material, un
bienestar sin
sombras de
disgusto. En esa
consistía el
peligro. Y antes
de intentarlo,
yo quise
sentirme
bastante fuerte
para no
sucumbir. Dios,
teniendo en
vista mis buenas
intenciones, me
concedió la
dádiva de su
auxilio. Muchos
Espíritus hay
que, seducidos
por las
apariencias,
presurosos
escogen esa
prueba, pero,
flacos para
afrontarle los
peligros, dejan
que las
seducciones del
mundo triunfen
de su
inexperiencia.
¡Trabajadores!
Estoy en
vuestras
hileras: yo, la
dama noble, gané
como vosotros el
pan con el sudor
de mi rostro; me
saturé de
privaciones,
sufrí reveses y
fue eso que me
revigorizó las
fuerzas del
alma; caso
contrario yo
tendría fallido
en la última
prueba, lo que
me tendría
dejado para
tras, en mi
carrera. Como
yo, también
tendréis vuestra
prueba de
riqueza, pero no
os apresáis en
pedirla muy
temprano. Y
vosotros otros,
ricos, tened
siempre en la
mente que la
verdadera
fortuna, la
fortuna
inmortal, no
existe en la
Tierra; buscad
antes saber el
precio por lo
cual podéis
alcanzar los
beneficios del
TODOPODEROSO.”
*
La expiación
tiene causas
distintas, pues
transcurre de
faltas cometidas
por el Espíritu
en ocasiones
diversas, parte
de ellas en la
existencia
actual y la
mayoría en
precedentes
existencias.
Según las
enseñanzas
espiritas, la
expiación se
cumple durante
la existencia
corpórea por
medio de las
dificultades o
vicisitudes a
que el Espíritu
se encuentra
sometido y, en
la vida
espiritual, por
los sufrimientos
morales
inherentes al
estado de
inferioridad del
Espíritu. Así es
que el malo
rico, por
expiación, podrá
venir y tendrá
que pedir
limosna y se
verá con todas
las privaciones
oriundas de la
miseria; el
orgulloso, con
todas las
humillaciones;
lo que abusa de
su autoridad y
trata con
desprecio y
dureza a sus
subordinados se
verá forzado a
obedecer a un
superior más
áspero de lo que
él lo fue.
De conformidad
con lo que
aprendemos en la
doctrina
espirita,
sabemos que Dios
jamás apresura
la expiación y
sólo la impone
al Espíritu que,
por su
inferioridad o
mala voluntad,
no se muestra
apto a
comprender lo
que le sería más
útil y, aún,
cuando tal hecho
sea realmente
útil para su
purificación y
progreso.
Cuando un
Espíritu
enfrenta y
supera una
adversidad, sea
ella consecuente
de prueba, sea
consecuente de
expiación, él
avanza un poco
más en la senda
de la evolución,
al mismo tiempo
en que asimila
la lección de
ahí originada.
Las pruebas
escolares nos
dan una buena
imagen acerca
del valor de las
pruebas que la
vida nos ofrece.
Si el alumno se
sale bien y
alcanza la nota
deseada, él sube
para el grado o
serie siguiente,
hasta que
después de algún
tiempo,
concluido el
proceso, él
recibe el
certificado o el
diploma que
compruebe la
conclusión del
curso.
Debemos
comprender, así,
que las pruebas
no fueron
creadas por Dios
para abatirnos,
pero para que
sean superadas y
asimiladas, y
nada tiene que
ver con castigo
o con punición,
porque tales
palabras no
hacen parte del
vocabulario de
Dios.
|