Continuamos con el
Estudio Metódico del
Pentateuco Kardeciano,
que focalizará las cinco
principales obras de la
Doctrina Espírita, en el
orden en que fueron
inicialmente publicadas
por Allan Kardec, el
Codificador del
Espiritismo.
Las
respuestas a las
preguntas presentadas,
fundamentadas en la 76ª
edición publicada por la
FEB, basadas en la
traducción de Guillon
Ribeiro, se encuentran
al final del texto.
Preguntas para debatir
A. ¿Es
exclusivamente moral el
afecto que los Espíritus
dedican a las personas?
B. Entre
los males que nos
alcanzan, ¿cuáles son
los que más afligen a
los Espíritus
protectores?
C. ¿Hay
Espíritus que se unen a
un individuo, en
particular, para
protegerlo? ¿Cuál es su
misión y cómo se les
denomina?
D. ¿Puede
el protector espiritual
abandonar a su protegido
si éste se muestra
rebelde a sus
advertencias?
E. ¿Según
el Espiritismo, podemos
decir que Espíritu
familiar, ángel de la
guarda y Espíritu
simpático significan lo
mismo?
Texto para la lectura
263. Los
Espíritus buenos
simpatizan con los
hombres de bien, o
susceptibles de
mejorarse; los Espíritus
inferiores, con los
hombres viciosos o que
pueden enviciarse. De
allí su apego, resultado
de la semejanza de
sensaciones.
(L.E.,
484)
264. El
afecto verdadero nada
tiene de carnal; pero
cuando un Espíritu se
apega a una persona, no
siempre lo hace por
afecto, pudiendo existir
en este caso un recuerdo
de las pasiones humanas.
(L.E.,
485)
265. Los
Espíritus buenos hacen
todo el bien que pueden
y se sienten felices por
nuestras alegrías. Se
afligen por nuestros
males cuando no los
sobrellevamos con
resignación, porque
entonces tales males no
producirán resultados.
Es como el enfermo que
rechaza el medicamento
amargo que lo sanará.
(L.E., 486)
266. El
egoísmo y la dureza del
corazón, de los que todo
procede, constituyen la
clase de males que más
aflige a los Espíritus.
Ellos se ríen de todos
esos males imaginarios
que nacen del orgullo y
de la ambición, y se
regocijan por los que
tienen como fin abreviar
nuestro tiempo de
prueba. (L.E., 487)
267.
Sabiendo que la vida
corporal es transitoria,
y que las tribulaciones
que la acompañan son
medios para conducirnos
a un estado mejor, los
Espíritus se afligen más
por las causas morales
que pueden distanciarnos
de ese estado, que por
los males físicos, que
sólo son pasajeros. El
Espíritu, que ve en las
aflicciones de la vida
un medio de
adelantamiento para
nosotros, las considera
como la crisis
momentánea que ha de
salvar al enfermo. Se
compadece de nuestros
sufrimientos como
nosotros nos
compadecemos de los
sufrimientos de un
amigo, pero viendo las
cosas desde un punto de
vista más justo, los
aprecia de diferente
manera, y mientras los
buenos revitalizan
nuestro coraje, en
interés de nuestro
futuro, los otros nos
incitan a la
desesperación, buscando
comprometernos. (L.E.,
487, comentario de
Kardec)
268.
Nuestros parientes y
amigos que desencarnaron
antes que nosotros
tienen más simpatía por
nosotros que los
Espíritus que nos son
extraños, y con
frecuencia nos protegen
como Espíritu, según su
poder. Además de eso,
son muy sensibles al
afecto que les
dispensamos, olvidando,
sin embargo, a quienes
los olvidan. (L.E.,
488)
269. El
Espíritu protector está
obligado a velar por
nosotros porque aceptó
esa tarea, pero puede
elegir a los seres que
le son simpáticos. Para
unos, eso es un placer;
para otros, una misión o
un deber. Claro que,
uniéndose a una persona,
no renuncia a proteger a
otros individuos, pero
lo hace de manera más
general. (L.E., 493 y
493-a)
270.
Sucede con frecuencia,
que ciertos Espíritus
dejan su posición para
cumplir diversas
misiones, pero en ese
caso son sustituidos.
(L.E.,
494)
271. A
los que pensasen que es
imposible para los
Espíritus realmente
elevados que se limiten
a una tarea tan
laboriosa, y de todos
los instantes, diremos
que ellos influencian en
nuestras almas aun
estando a millones de
leguas de distancia:
para ellos, el espacio
no existe, y aunque
vivan en otro mundo,
conservan su relación
con nosotros. (…) Cada
ángel de la guarda tiene
su protegido y vela por
él, como un padre vela
por el hijo, se siente
feliz cuando lo ve en el
buen camino, llora
cuando sus consejos son
desdeñados. (L.E., 495)
272. Los
Espíritus buenos nunca
hacen el mal; dejan que
lo hagan los que toman
su lugar y entonces
acusamos a la suerte de
las desgracias que nos
oprimen, cuando la falta
es nuestra.
(L.E.,
496)
273.
Existe la unión de los
Espíritus malos para
neutralizar la acción de
los buenos, pero si el
protegido lo quiere,
dará toda la fuerza a su
Espíritu bueno.
(L.E.,
497)
274. Son
la debilidad, la dejadez
o el orgullo del hombre
los que dan fuerza a los
Espíritus malos.
(L.E., 498)
275. El
Espíritu protector no
está constantemente con
su protegido, pues hay
circunstancias en que su
presencia no es
necesaria.
(L.E.,
499)
276.
Cuando el Espíritu puede
guiarse por sí mismo, ya
no tiene necesidad del
ángel de la guarda; pero
eso no sucede en la
Tierra.
(L.E.,
500)
277. La
acción de los Espíritus
que nos quieren bien
está siempre regulada de
manera que nos deja a
nuestro libre albedrío,
porque si no tuviésemos
responsabilidad, no
avanzaríamos en la senda
que debe conducirnos a
Dios.
(L.E.,
501)
278. El
Espíritu protector se
siente feliz cuando ve
sus cuidados coronados
por el éxito; es para él
un triunfo, como un
preceptor triunfa con
los logros de su
discípulo.
(L.E.,
502).
279. El
Espíritu protector sufre
por los errores de su
protegido, y los
lamenta, pero esa
aflicción no tiene las
angustias de la
paternidad terrestre,
porque sabe que el mal
tiene remedio y que lo
que no se hizo hoy, se
hará mañana.
(L.E.,
503)
280.
Cuando estemos en la
vida espírita
reconoceremos a nuestro
Espíritu protector,
porque a menudo lo
conocíamos antes de la
presente existencia.
(L.E.,
506)
281. Cada
hombre, aun en estado
salvaje, tiene un
Espíritu que vela por
él, pero las misiones
son relativas a su
objetivo. No daréis un
profesor de filosofía a
un niño que aprende a
leer. El progreso del
Espíritu familiar sigue
al del Espíritu
protegido.
(L.E.,
509)
282. Es
verdad que los Espíritus
malos tratan de desviar
al hombre del buen
camino cuando encuentran
ocasión, pero cuando uno
de ellos se une a un
individuo, lo hace por
sí mismo, porque espera
ser escuchado. Entonces
habrá una lucha entre el
bien y el mal, y vencerá
aquél a cuyo dominio se
entregue el hombre.
(L.E., 511)
283. Cada
hombre tiene siempre
Espíritus simpáticos,
más o menos elevados,
que le dedican afecto y
se interesan por él,
como también hay los que
le asisten en el mal.
(L.E., 512)
284.
Algunas personas ejercen
un efecto sobre otras,
una especie de
fascinación que parece
irresistible. Cuando eso
sucede para el mal, son
Espíritus malos de los
cuales se sirven otros
Espíritus malos para
subyugar mejor a sus
víctimas. Dios puede
permitirlo para
probarnos. (L.E., 515)
285.
Algunos Espíritus se
unen a los miembros de
una misma familia, que
viven juntos y están
unidos por el afecto,
pero no creamos en
Espíritus protectores
del orgullo de las
razas.
(L.E., 517)
286. Los
Espíritus van, de
preferencia, adonde
están sus semejantes,
pues en esos lugares
pueden estar más cómodos
y más seguros de ser
escuchados. El hombre
atrae a los Espíritus en
virtud de sus
tendencias, ya sea
estando solo o
constituyendo todo un
colectivo, como una
sociedad, una ciudad o
un pueblo. Hay pues
sociedades, ciudades y
pueblos que son
asistidos por Espíritus
más o menos elevados,
según su carácter y las
pasiones que los
dominan. (L.E., 518)
287. Los
Espíritus imperfectos se
alejan de aquellos que
los rechazan, y de allí
resulta que el
perfeccionamiento moral
de un todo colectivo,
como el de los
individuos, tiende a
alejar a los Espíritus
malos y a atraer a los
buenos, que despiertan y
mantienen el sentimiento
del bien en las masas,
de la misma manera que
los otros pueden incitar
en ellas las malas
pasiones.
(L.E.,
518)
288. Las
sociedades, las ciudades
y las naciones tienen
Espíritus protectores
especiales, porque
marchan hacia un
objetivo común y
necesitan de una
dirección superior.
(L.E.,
519)
Respuestas a las
preguntas propuestas
A. ¿Es
exclusivamente moral el
afecto que los Espíritus
dedican a las personas?
No. El
verdadero afecto nada
tiene de carnal; pero
cuando un Espíritu se
apega a una persona, no
siempre lo hace sólo por
afecto. A la estima que
esa persona le inspira
puede agregarse una
reminiscencia de las
pasiones humanas.
(El
Libro de los Espíritus,
preguntas 484 y 485.)
B. Entre
los males que nos
alcanzan, ¿cuáles son
los que más afligen a
los Espíritus
protectores?
Los
Espíritus buenos hacen
todo el bien que les es
posible, y se sienten
dichosos por nuestras
alegrías. Se afligen por
nuestros males cuando no
los sobrellevamos con
resignación, porque
ningún beneficio sacamos
de ellos, asemejándonos
en tales casos al
enfermo que rechaza el
brebaje amargo que lo ha
de curar. Los males que
más los afligen son
nuestro egoísmo y la
dureza de nuestros
corazones, de los que
proceden todos los
males; pero se ríen de
todos esos males
imaginarios que nacen
del orgullo y de la
ambición, y se regocijan
por los que redundan en
la abreviación del
tiempo de nuestras
pruebas.
(Obra
citada, preguntas 486 y
487.)
C. ¿Hay
Espíritus que se unen a
un individuo, en
particular, para
protegerlo? ¿Cuál es su
misión y cómo se les
denomina?
Sí. Se
trata del hermano
espiritual, al que
llamamos el Espíritu
bueno o genio bueno,
cuya misión es como la
de un padre en relación
a los hijos: guiar a su
protegido por la senda
del bien, ayudarle con
sus consejos, consolarle
en sus aflicciones,
levantarle el ánimo en
las pruebas de la vida.
(Obra
citada, preguntas 489,
491, 492 y 493.)
D. ¿Puede
el protector espiritual
abandonar a su protegido
si éste se muestra
rebelde a sus
advertencias?
Él se
aleja cuando ve que sus
consejos son inútiles y
que, en su protegido, es
más fuerte la decisión
de someterse a la
influencia de los
Espíritus inferiores.
Pero no lo abandona
completamente y siempre
se hace oír. Entonces es
el hombre quien cierra
los oídos. El protector
vuelve en cuanto éste lo
llame. (Obra citada,
preguntas
495, 497,
498, 499, 500, 501 y
503.)
E. ¿Según
el Espiritismo, podemos
decir que Espíritu
familiar, ángel de la
guarda y Espíritu
simpático significan lo
mismo?
No. El
Espíritu familiar es más
bien el amigo de la
casa. El Espíritu
protector, ángel de la
guarda o genio bueno es
aquél que tiene por
misión acompañar al
hombre en la vida y
ayudarle a progresar. Es
siempre de naturaleza
superior, en relación a
su protegido. Los
Espíritus simpáticos son
aquellos que se sienten
atraídos a nuestro lado
por afectos particulares
y además por una cierta
semejanza de gustos y
sentimientos, tanto para
el bien como para el
mal.
(Obra
citada, preguntas 514,
490, 507 e 520.)
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