Hace mucho tiempo, en
cierta región había dos
familias vecinas, Bastos
y Gomes, que vivían
peleando entre sí.
La disputa había
comenzado por un
problema de divisa de
tierras y, como cada
cual creyera andar con
la razón, no llegaban a
un acuerdo. Los años
pasaban, los miembros de
las familias eran
sustituidos por otros,
el proceso crecía y la
solución para el
problema no venía.
Así, con el tiempo, la
enemistad sólo hizo
aumentar. Si alguien de
las dos familias se
encontraba, partía
inmediatamente para la
pelea y acababan con
heridos de ambos lados.
Por eso, ellos no se
aproximaban de la divisa
entre las propiedades,
cortada por un bosque.
Cierto día, Joel, chico
de la familia Gomes,
decidió pasear por el
bosque de la hacienda y,
caminando entretenido
por las plantas, por los
animales que surgían a
cada paso y por los
pájaros que cantaban en
las alturas, se adentró
más de lo que pretendía
por el bosque.
De repente Joel oyó
gritos de dolor.
Afligido, caminó
siguiendo la voz y vio a
una linda niña de su
edad. Acostada en el
suelo, ella lloraba y él
se aproximó para
socorrerla.
— ¿Estás herida?
— ¡Fui picada por una
cobra! ¡Ayúdame! ¡No
quiero morir!... —
explicó la chica con los
ojos lacrimosos.
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Por la descripción de la
niña, la cobra era
venenosa. Joel, que
siempre estaba
preocupado en aprender,
sabía cómo actuar en un
caso de esos. Entonces,
rápidamente, rasgó un
pedazo de su camisa e
hizo con él un
torniquete en la pierna
de ella, para impedir
que el veneno se le
esparciera por el
cuerpo. |
Enseguida, preguntó
dónde vivía ella y la
chica le explicó. Joel,
que era mayor y más
fuerte que la niña, la
cogió en brazos y la
llevó hasta la casa, con
dificultad.
Al llegar a la sede de
la propiedad, Joel vio
mucha agitación. Hombres
armados y nerviosos se
preparaban para montar
sus caballos. Uno de
ellos, al ver al
muchachito llegando con
la niña en los brazos,
avisó a los demás:
— ¡Vean! ¡Nuestra Isabel
volvió!...
Los rostros mostraban el
alivio y la alegría por
ver de nuevo a la
pequeña Isabel, que
creían perdida para
siempre. Una señora y un
hombre de rostro severo
se aproximaron.
— ¿Qué ocurrió, hija
mía?
— ¡Papá, yo fui mordida
por una cobra! Joel me
encontró, cuidó de mí y
me trajo de vuelta para
casa.
Afligido, inmediatamente
el padre la cogió de los
brazos de Joel para
llevarla para dentro. La
madre, llorando, la
abrazó feliz y aliviada
al tener a la hija
querida.
Bien a tiempo. El chico
estaba exhausto por la
caminada que había hecho
con la niña en los
brazos. Se dejó caer en
el suelo y allá quedó
sentado recuperando las
fuerzas. De repente,
alguien se acordó de él
y volvió, invitándolo a
entrar.
Después de los cuidados
necesarios, el padre de
Isabel se aproximó a
Joel, conmovido:
— Gracias, mi joven, por
haber socorrido a mi
hija. Gracias a tu
acción, ella está fuera
de peligro. Pero, ¿cómo
la encontraste? ¿Dónde
vives?
— Vivo aquí cerca,
señor. Soy de la familia
Gomes — explicó él con
serenidad.
Al oír aquel nombre, las
expresiones cambiaron.
Varias miradas
amenazadoras se fijaron
en Joel, con odio. Antes
que se aproximaran, el
padre contuvo a los
hijos con una señal.
Después, volvió a
preguntar:
— ¿Tú sabes donde estás,
chico? ¿No? ¡Pues esta
es la propiedad de los
Bastos! ¿No tienes
noción del peligro?
¿Cómo te atreviste a
venir aquí?
— Señor, en la hora en
que vi a su hija caída
en el suelo, sólo pensé
que alguien estaba en
peligro y que yo
necesitaba de socorro.
No me importaba de quien
era ella hija.
— ¿Incluso si supieras
que ella pertenece a la
familia enemiga de la
tuya?
— Aún así, señor. Para
mí no haría diferencia.
Nunca vi razón para
tanto odio, que sólo
puedo lamentar. Creo que
nada en el mundo
justifica que las
personas se mantengan
alejadas por
desentendimiento, cuando
es mucho más simple y
fácil hablar y extender
la mano, buscando
entenderse.
Admirado del coraje y de
la sinceridad del chico
que, aunque estuviera en
territorio enemigo,
mostraba serenidad,
ajeno a las disputas
familiares, el jefe de
la casa se calló.
Como ya fuera tarde, y
atravesar el bosque por
la noche presentara
peligros, el jefe de la
familia llevó a Joel de
vuelta para casa. Allá
llegando, Bastos
insistió en entrar. Al
verlo, los dueños de la
casa quedaron
sorprendidos. Bastos se
adelantó, explicando al
jefe de la familia
Gomes:
— Ciertamente estás
extrañando mi presencia
en esta casa, que
siempre fue considerada
territorio enemigo. Sin
embargo, gracias a tu
hijo Joel, que salvó a
mi hija Isabel, y nos
hizo reflexionar con sus
palabras, vengo a
pedirles que hagamos una
reunión para conversar y
resolver nuestras
diferencias.
Perplejos, los padres y
hermanos de Joel oían
callados. Gomes,
respirando hondo, le
indicó una silla,
invitándole a sentarse.
— Explíquenos mejor, por
gentileza. Estábamos
preocupados, sin saber
dónde estaba nuestro
hijo Joel desde las
primeras horas de la
tarde.
Entonces, Bastos les
contó como Joel había
encontrado y salvado a
Isabel, que fuera
mordida por una cobra,
tomando las providencias
necesarias en el momento
y llevándola en sus
brazos para casa. Al
terminar, Bastos andaba
con los ojos húmedos de
emoción, y concluyó:
— Si un miembro de su
familia, Gomes, fue
capaz de tal acto de
generosidad y coraje
para salvar a una niña
desconocida, es señal de
que existen caminos para
resolver nuestras
contiendas. Para
comenzar, desisto de la
franja de tierra que
estábamos exigiendo.
Gomes, sorprendido, miró
al visitante y
respondió:
— ¡Bastos! La verdad es
que nosotros nunca
tuvimos gran interés en
aquella franja de tierra
que ha sido objeto de un
proceso largo e
interminable. ¡Como esa
disputa comenzó hace
mucho tiempo, lo que
hicimos fue sólo dar
secuencia a ella!...
Aquellos hombres
entendieron entonces, en
aquel momento, que
habían perdido mucho
tiempo, esfuerzo y
dinero para mantener un
proceso que no era del
interés de ninguna de
las dos familias.
Ambos sonrieron y se
apretaron las manos.
Después se abrazaron,
contentos y aliviados
por poner un fin en
aquella pelea.
A veces, la solución de
cualquier problema, aún
los más difíciles, está
en las cosas más
simples.
Basta que tengamos
sensibilidad y condición
para percibir.
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Así, delante de
cualquier
cuestión, es
importante
entender que el
odio y el
resentimiento
sólo complican,
aumentando los
problemas de
ambos lados. De
ese modo, usar
todos los
recursos
disponibles, con
paz y
fraternidad,
para resolver el
problema.
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MEIMEI
(Recebida por Célia X.
de Camargo, na cidade de
Rolândia-PR, em
29/8/2011.)
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