La vida es una
dádiva de
Dios y
solamente a Dios
compete quitarla
Enseña el
Espiritismo, a
ejemplo de lo
que la Iglesia
católica
apostólica
romana siempre
enseñó, que la
unión del alma
al cuerpo
empieza en la
concepción.
“Desde el
instante de la
concepción, el
Espíritu
designado para
habitar cierto
cuerpo a éste se
une por un lazo
fluídico, que
cada vez más se
va apretando
hasta el
instante en que
el niño ve la
luz. El grito,
que el recién
nacido emite,
anuncia que él
se cuenta en el
número de los
vivos y de los
siervos de
Dios”. (El libro
de los
Espíritus,
344.)
La identidad de
pensamiento
entre el
Espiritismo y la
Iglesia se
verifica también
en la cuestión
del aborto, que,
de acuerdo con
el entendimiento
de los
inmortales,
significa para
el Espíritu que
reencarna
nuevamente “una
existencia
anulada que él
tendrá que
recomenzar”.
“Hay crimen –
entiende el
Espiritismo –
siempre que
trasgredís la
ley de Dios. Una
madre, o quién
sea, cometerá
crimen siempre
que quitar la
vida de un niño
antes de su
nacimiento, pues
eso, impide un
alma de pasar
por las pruebas
a que serviría
de instrumento
al cuerpo que
estaba
formándose.”
(Obra
mencionada, 357
y 358.)
Nos referimos al
asunto porque
México está
filiándose al
grupo de países
que, aunque sean
de formación
cristiana,
permiten que el
aborto sea
libremente
practicado sin
razones de orden
médica que lo
justifiquen.
La cuestión en
México estaba –
en el momento en
que escribíamos
este texto – en
la dependencia
de lo que la
Suprema Corte
decidiría, algo
que, en el
momento en que
este editorial
está siendo
leído, ya deberá
estar definido.
He aquí un
resumen de los
hechos ocurridos
en México, como
nos fueron
transmitidos por
algunos
cofrades:
México está
constituido por
31 Provincias –
Miembros y un
Distrito
Federal. Cada
unidad
federativa tiene
su propio Código
Penal. En 2007,
el Distrito
Federal tornó
legal la
práctica del
aborto, si
realizada hasta
los primeros
tres meses de
embarazo,
contrariando lo
que piensa la
mayoría del
pueblo mexicano,
que está en
contra el
aborto.
En el mismo año,
diversos grupos
a favor de la
vida entraron
con acciones en
la Suprema Corte
pidiendo que el
tribunal
declarase la
inconstitucionalidad
de esa ley. El
resultado de las
acciones se
reveló, sin
embargo,
infructuoso,
porque en 2008
la Suprema Corte
juzgó
constitucional
y, por lo tanto,
válida la ley
promulgada en el
Distrito
Federal.
El argumento
principal
acatado por los
magistrados se
basó en la idea
de que antes
del nacimiento
no existe
derecho a la
vida. Según
las palabras
textuales de la
sentencia
definitiva:
“la legalización
del aborto no
contraria el
derecho a la
vida, porque
éste solamente
es válido para
las personas que
ya nacieron”.
En vista de esa
sentencia, 18
Provincias
mexicanas se
movilizaron y
enmendaron sus
propias
Constituciones
para reconocer
el derecho a la
vida desde la
concepción,
acatando con esa
medida el
pensamiento
mayoritario de
la población del
país en lo que
se refiere al
aborto.
Las Provincias
mencionadas se
basaron en el
hecho de que la
Suprema Corte
había decidido
en 2008 que la
Constitución de
México no
reconocía el
derecho a la
vida para los
que van a nacer
y, por
consiguiente, la
decisión de
legislar o no
acerca del
aborto, tanto en
un sentido
cuanto en otro,
era atribución
soberana de los
legisladores
locales.
Impugnadas por
los activistas a
favor del
aborto, las
enmiendas
constitucionales
promulgadas por
las 18
Provincias
fueron sometidas
a la apreciación
de la Suprema
Corte, que iría,
en los días
postreros del
mes de
Septiembre,
finalmente
manifestarse,
decisión que, en
la fecha en que
el lector está
leyendo el
presente texto,
ciertamente ya
fue adoptada.
*
En vista de lo
anterior, vale
la pena
recordarnos de
una importante
advertencia
hecha por
Emmanuel
(Espíritu)
acerca del
asunto:
“Admitimos que
sea suficiente
breve la
meditación
alrededor del
aborto
delictivo, para
que reconozcamos
en él uno de los
grandes
proveedores de
las molestias de
etiología
obscura y de las
obsesiones
catalogadas en
la mente,
ocupando vastos
departamentos de
hospitales y
prisiones”.
Según Emmanuel,
los seres que se
tornan cómplices
en las
ocurrencias del
acto del aborto
criminal
desajustan las
energías
psicosomáticas
con intenso
desequilibrio,
sobre todo del
centro genésico,
implantando en
los tejidos del
alma la
sementera de
males que
surgirán a
tiempo cierto.
Eso ocurre no
sólo porque el
remordimiento
les entraña en
el ser, pero
porque asimilan,
inevitablemente,
las vibraciones
de angustia y
desespero, de
indignación y
venganza de los
Espíritus que la
ley les
reservaba como
hijos, lo que
muestra cuán
equivocados
están todos
aquellos que,
tanto en Brasil
como en México,
promueven la
práctica del
aborto o la
defienden.
La vida es para
todos nosotros
una dádiva de
Dios y,
obviamente,
solamente a Dios
compete el
derecho de
quitarla.
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