La influencia de
la religión en
la economía de
un país
¿El grado de
religiosidad de
un pueblo puede
afectar la
economía de una
nación?
Según
investigación
hecha por el
Instituto Gallup
en 114 países,
la respuesta es
sí. Existiría
fuerte
correlación
entre la renta
“per cápita” de
una nación y su
mayor o menor
apego a la
religión. La
lectura de la
investigación
está resumida
en la siguiente
frase: Cuanto
más religioso,
más pobre
propende a ser
un país.
La excepción se
queda por cuenta
de los Estados
Unidos, la mayor
economía del
mundo, donde 65%
de los
norteamericanos
atribuyen
importancia a la
religión en su
vida diaria, un
índice bien
superior a la
media de los
países más
ricos, que es de
47%.
No se pueden
contestar los
números
presentados por
el Gallup, pero
es importante
que se diga que
hay quien haga
de los
resultados de
esa
investigación
una lectura
diferente.
En el campo de
la Sociología,
por ejemplo,
tradicionalmente
se dicen que es
la pobreza que
facilita la
expansión de la
religión. No
sería la
religión que
determinaría la
penuria de un
país, pero, sí,
la penuria de un
país que
favorecería la
expansión de los
núcleos
religiosos.
Esa afirmativa
nos es dada por
Ricardo Mariano,
de la PUC-RS. He
aquí lo que él
declaró en
entrevista a la
Folha de S.
Paulo
(edición de
27/9/2010): “ En
general, las
religiones
ayudan a sus
adeptos a lidiar
con la pobreza,
explican y
justifican su
posición social,
ofrecen
esperanza,
satisfacción
emocional y
soluciones
mágicas para
enfrentar
problemas
inmediatos del
cotidiano”. “Las
religiones de
salvación
prometen aún
compensaciones
para los
sufrimientos e
insuficiencias
de esta vida en
el otro mundo.”
Otro aspecto que
se debe
resaltar en la
investigación
del Gallup es la
innegable
disminución del
fervor
religioso en
los países más
ricos, con la
notable
excepción de la
nación
americana.
En algunos de
esos países,
como los que
hacían parte del
bloque liderado
por la antigua
Unión Soviética,
la restricción a
la libertad
religiosa y el
ateísmo estatal
contribuyeron
para la baja
importancia que
la población
atribuye a la
religión, como
se da en Estonia
y en Rusia.
En Europa
Occidental,
según Ricardo
Mariano, los
motivos serían
otros. La
modernización,
el laicismo de
las Provincias y
el relativismo
cultural es que
tendrían
corroído la
religiosidad
del pueblo.
Religiosos
diversos oídos
por la Folha
de S.Paulo
(edición
mencionada)
entienden que la
riqueza puede,
de hecho,
reducir la
inclinación de
las personas a
la religiosidad.
Para el cura
jesuita Eduardo
Henriques, “la
apertura a Dios
es inversamente
proporcional a
la seguridad
ofrecida por la
estabilidad
económico-financiera,
con excepciones,
es obvio.
Espiritualmente
hablando, los
pobres se tornan
señales más
elocuentes de
que nadie, pobre
o rico, basta a
si mismo. Por
eso Jesús llamó
los pobres de
bienaventurados”.
El teólogo
evangélico
Marcos Noleto no
sólo apoya tal
pensamiento,
pero llega a ser
hasta más
radical: “Hay
una
incompatibilidad
de la fe
práctica con la
riqueza. Así
como dos cuerpos
no pueden ocupar
un mismo lugar
en el espacio,
en la mente del
hombre no hay
lugar para dos
afectos totales.
Vea que Dios
escogió un
carpintero y no
un banquero para
ser el padre de
Jesús”.
La discusión,
como se puede
ver, envuelve
dos conocidas
pruebas a que
los Espíritus no
pueden huir, si
quieran
realmente
progresar.
Según el
Espiritismo,
Dios concede a
unos la prueba
de la riqueza, y
a otros a de la
pobreza, para
experimentarlos
de modos
distintos.
Tanto una cuánto
otra son pruebas
muy difíciles,
porque, si en la
pobreza el
Espíritu puede
ser tentado a la
indignación y a
la blasfemia
contra el
Creador, en la
riqueza se
expone él al
abuso de los
bienes que Dios
le presta,
modificando, con
ese
comportamiento,
los objetivos
por los cuales
la riqueza le
fue concedida.
La pobreza es,
para los que
sufren, la
prueba de la
paciencia y de
la resignación.
La riqueza es,
para los que la
disfruten, la
prueba de la
caridad y de la
abnegación.
Es necesario que
entendamos: la
existencia
corpórea es
pasajera y la
muerte del
cuerpo priva el
hombre de todos
los recursos
materiales de
que
eventualmente
disponga en el
plan terráqueo.
Pobres y ricos
vuelven, pues, a
la vida
espiritual en
idénticas
condiciones, lo
que muestra que
la posición
social del rico
o del pobre no
pasa de
expresión
transitoria y no
tiene la
importancia que
la investigación
del Gallup, a lo
que parece,
sugiere.
|