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Consideraciones
sobre el
suicidio
Parte
2 y final
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La idea del alma
de la Tierra,
entendida en ese
sentido, tan
bien en cuanto
aquella que hace
de la Tierra un
animal, debe,
pues, ser
alineada entre
las concepciones
sistemáticas y
quiméricas.
(KARDEC, 1993a,
p. 261-262).
De esos argumentos de
Kardec, nos resaltan
cuatro puntos: a)
establece una diferencia
entre el movimiento
molecular de atracción y
de repulsión, de
agregación y de
desagregación del
mineral y el principio
vital de la planta, lo
que de cierta forma es
diferenciándolos en el
aspecto de
tengan vida; b) que el
principio de la vida no
tiene la misma fuente
que el movimiento
molecular y ni del
principio inteligente;
c) que una roca o un
pedazo de hierro tengan
la facultad de pensar,
de querer y de
comprender; d) que el
progreso de la
inteligencia es
atributo de los seres de
la escala orgánica,
desde el pólipo hasta el
hombre, quedando, por lo
tanto, fuera de esa ley
los seres inorgánicos,
entre los cuales se
encuentran los
minerales. Para
nosotros, sólo viene a
corroborar lo que ya
hemos dicho sobre el
principio inteligente
que no estaciona en el
mineral.
Hay, es cierto, una cosa
común a los tres reinos
– mineral, vegetal y
animal – es que, en
todos ellos, los
elementos, que forman su
materia, son los mismos,
variando, obviamente,
sus combinaciones.
Discurriendo sobre los
fluidos espirituales,
Kardec pondera:
Todo se
conecta en la obra de la
creación.
En el pasado se
consideraban los tres
reinos como enteramente
independientes uno del
otro, y se habría reído
de aquel que hubiera
pretendido encontrar una
correlación entre el
mineral y el vegetal,
entre el vegetal y el
animal. Una
observación atenta hace
desaparecer la solución
de continuidad, y
prueba que todos los
cuerpos forman una
cadena ininterrumpida;
de tal suerte que los
tres reinos no
subsisten, en la
realidad, sino por los
caracteres generales más
importantes; pero sobre
sus límites respectivos
ellos se confunden, al
punto que se medita en
saber dónde uno acaba y
el otro comienza, y en
el cual ciertos seres
deben ser clasificados;
tales son, por ejemplo,
los zoófitos o animales
plantas, así llamados
porque, a la vez, tienen
del animal y de la
planta. La misma cosa
tiene lugar para lo que
concierne a la
composición de los
cuerpos.
Todos los cuerpos de la
Naturaleza están
formados con los mismos
elementos
Por mucho tiempo, los
cuatro elementos
sirvieron de base a las
ciencias naturales;
cayeron delante de los
descubrimientos de la
química moderna, que
reconoció un número
indeterminado de cuerpos
simples. La química
nos muestra todos los
cuerpos de la Naturaleza
formados de esos
elementos combinados en
diversas proporciones;
es de la variedad
infinita de esas
combinaciones que nacen
las innumerables
propiedades de los
diferentes cuerpos.
[...]
Todos
los cuerpos de la
Naturaleza, minerales,
vegetales, animales,
animados o inanimados,
sólidos, líquidos o
gaseosos, son, pues,
formados de los mismos
elementos, combinados de
manera a producir la
infinita variedad de los
diferentes cuerpos, la
ciencia va más lejos hoy;
sus investigaciones la
conducen poco a poco a
la gran ley de la
unidad. Ahora es casi
generalmente admitido
que los cuerpos
reputados simples no son
sino modificaciones,
transformaciones de un
elemento único,
principio universal
designado bajo el nombre
de éter, fluido cósmico
o universal; de tal
suerte que, según el
modo de agregación de
las moléculas de ese
fluido, y bajo la
influencia de
circunstancias
particulares, adquiere
propiedades especiales
que constituyen los
cuerpos simple; esos
cuerpos simples,
combinados entre sí en
diversas proporciones,
forman, como dijimos, la
innumerable variedad de
los cuerpos compuestos.
Según esta opinión, el
calor, la luz, la
electricidad y el
magnetismo no serían
igualmente sino
modificaciones del
fluido primitivo
universal. Así, ese
fluido que, según todas
las probabilidades, es
imponderable, sería a la
vez el principio de los
fluidos imponderables y
de los cuerpos
ponderables. (KARDEC,
1993b, p. 66-69)
(negrita nuestra).
Entonces, aquí, tenemos
lo que conecta los tres
reinos de la naturaleza:
los elementos químicos
que existen en las
materias de las cuales
son formados.
Hay lazos que unen al
mineral al vegetal, el
vegetal al animal y este
al hombre
Veamos, ahora, dos
transcripciones de las
obras de Kardec, en las
cuales es hablada la
cuestión de que el
principio inteligente
haya pasado por el reino
mineral.
La primera, vamos a
encontrar en la Revista
Espírita 1865, en un
mensaje recibido en
París, en la cual no
consta el autor
espiritual: Voy a tocar
una grave cuestión esta
noche, hablándoos de las
relaciones que pueden
existir entre la
animalidad y la
humanidad.
[...]
Más no todo se detiene
en creer solamente en el
progreso incesante del
Espíritu, embrión en la
materia y
desarrollándose al pasar
por el examen severo del
mineral, del vegetal,
del animal, para llegar
a la humanidad, donde
solamente comienza a
ensayarse el alma que se
encarnará, orgullosa de
su tarea, en la
humanidad.
Existen entre esas
diferentes fases lazos
importantes que es
necesario conocer y que
yo llamaré periodos
intermediarios o
latentes; porque es ahí
que se operan las
transformaciones
sucesivas. Os hablaré
más tarde de los lazos
que conectan el mineral
al vegetal, el vegetal
al animal; una vez que
un fenómeno que os
espanta nos lleva a los
lazos que conectan el
animal al hombre, os voy
a entretener con estos
últimos.
Entre los animales
domésticos y el hombre,
las afinidades son
producidas por las
cargas fluídicas que os
cercan y recaen sobre
ellos; es un poco la
humanidad que se detiene
sobre la animalidad, sin
alterar los colores de
una o de otra; de ahí
esa superioridad
inteligente del
perro sobre el instinto
brutal de la bestia
salvaje, y es a esta
causa solamente que
podrán ser debidas estas
manifestaciones que
vienen de vosotros leer.
No se está, pues,
engañado oyendo un grito
alegre del animal y
conociendo los cuidados
de su señor, y viniendo,
antes de pasar al estado
intermediario de un
desarrollo a otro,
trazarle un recuerdo.
La manifestación puede,
pues, ocurrir, pero ella
es pasajera, porque el
animal, para subir de un
escalón, es preciso un
trabajo latente que
aniquile, para todos,
toda señal exterior de
vida. Ese estado es
la crisálida espiritual
donde se elabora el alma,
periespíritu informe,
no teniendo ninguna
figura reproductiva de
trazos, quebrándose en
un estado de madurez,
para dejar escapar, en
las corrientes que los
cargan, los gérmenes de
almas que allí surgen.
Nos sería, pues, difícil
hablaros de los
Espíritus de animales
del espacio; él no
existe, o,
antes, su pasaje es tan
rápido que es como nulo,
y que, en el estado de
crisálida, no podrían
ser descritos. (KARDEC,
2000, p. 132-133)
(negrita nuestra).
El Espíritu del hombre,
antes de llegar a la
humanidad, sobre todos
los grados de la escala
En el inicio se tiene
como verdad el progreso
del alma en los tres
reinos; sin embargo, nos
pareció contradictorio,
cuando dije que “este
estado es la crisálida
espiritual donde se
elabora el alma”, por
cuanto estaba
refiriéndose solamente
al reino animal, asunto
que se propuso a tratar.
Promete, para más tarde,
hablar de la relación
entre el mineral y el
vegetal y de este para
la del animal, lo que,
infelizmente, no hizo.
Kardec, al comentar ese
mensaje, cautelosamente,
dice:
Cuando hayamos reunido
todos los documentos
suficientes, nosotros
los resumiremos en un
cuerpo de doctrina
metódico, que será
sometido al control
universal; hasta allá
no son sino balizas
colocadas sobre el
camino para clarearlo.
(KARDEC, 2000, p.
133-134). (negrita
nuestra).
La segunda, la quitamos
de la cogimos escrita
por el Dr. Charles
Grégory, fervoroso
adepto del Espiritismo,
a Kardec, que, a cierta
altura de su defensa de
la Homeopatía, da esta
opinión:
Y después, como creo que
el Espíritu del hombre,
antes de encarnarse en
la humanidad, sube todos
los grados de la escala
y pasa por el mineral,
la planta y el animal y
en la mayoría de los
tipos de cada especie
donde preludia su
completo
desarrollo como ser
humano,
¿quién me dice que,
dándole médicamente lo
que no es más ni el
mineral, ni la planta,
ni el animal, sino lo
que se podría llamar su
esencia, de alguna
suerte su espíritu, no
actúa sobre el alma
humana compuesta de los
mismos elementos?
Porque, es preciso
decirlo, el espíritu es
bien alguna cosa, y una
vez que se desarrolló y
se desarrolla sin cesar,
necesitó tomar esos
elementos de alguna
parte. (KARDEC, 1999, p.
169). (negrita nuestra).
Como casi siempre hacía,
Kardec no dejó de tejer
sus comentarios a esa
carta. Las observaciones
del Dr. Charles, en
cuanto a la Homeopatía,
fueron consideradas
pertinentes; sin
embargo, al final de sus
comentarios, el
codificador coloca:
Los hechos son más
concluyentes que las
teorías y son ellos las
que la confirman o
derrumban
En resumen, no
contestamos que ciertos
medicamentos, y la
homeopatía más que
cualquier otra, no
producen algunos de los
efectos indicados, pero
no les contestamos más
sino los resultados
permanentes, y, sobre
todo, tan universales
que algunos lo
pretenden. Un caso en
que la homeopatía, sobre
todo, parecería
particularmente
aplicable con éxito, es
el de la locura
patológica, porque aquí
el desorden moral es la
consecuencia del
desorden físico, y que
está constatado ahora,
por la observación de
los fenómenos espíritas,
que el Espíritu no está
loco; no se tiene que
modificarlo, sino darle
los medios de
manifestarse libremente.
La acción de la
homeopatía puede ser
aquí tanto más eficaz
como ella actúe
principalmente, por la
naturaleza
espiritualizada de sus
medicamentos, sobre el
periespíritu, que
desempeña un papel
preponderante en esta
afección.
Tendríamos más de una
objeción que hacer sobre
algunas de las
proposiciones contenidas
en esta carta;
pero esto nos llevaría
muy lejos;
contentándonos, pues, en
colocar las dos
opiniones enfrente. Como
en todo, los hechos son
más concluyentes que las
teorías, y son
ellos, en definitiva,
que confirman o
derrumban estas últimas,
deseamos ardientemente
que el Sr. doctor
Grégory publique un
tratado especial
práctico de la
homeopatía aplicada al
tratamiento de las
molestias morales, a fin
de que la experiencia
pueda generalizarse y
decidir la
cuestión. Más que
cualquier otro, él nos
parece capaz para hacer
ese trabajo ex-profeso.
(KARDEC, 1999, p.
171-172) (negrita
nuestra).
Sinceramente, creemos
que las “más de una
objeción” de Kardec
tenían por objetivo la
creencia de que el alma
humana, en su ascenso
rumbo a la meta final,
pasa por los tres
reinos, teniéndose en
cuenta todo cuanto
vimos, en sus obras, de
su manera de pensar.
Podemos aún encontrar
algo tratando el reino
mineral como “criatura”:
Ese fluido penetra los
cuerpos, como un océano
inmenso. Es en él que
reside el principio
vital que da origen a la
vida de los seres y la
perpetúa en cada globo,
conforme la condición de
este, principio que, en
estado
latente, se conserva
adormecido donde la voz
de un ser no lo llama.
Toda criatura,
mineral, vegetal, animal
o cualquier otra – por
cuanto hay muchos otros
reinos naturales, de
cuya existencia ni
siquiera sospecháis,
sabe, en virtud de ese
principio vital y
universal, apropiar las
condiciones de su
existencia y de su
duración.
Las moléculas del
mineral tienen una
cierta suma de esa vida,
de igual manera que la
semilla del embrión, y
se agrupan, como en el
organismo, en figuras
simétricas que
constituyen los
individuos.
Dios, como se sabe, ha
creado siempre, crea
incesantemente y nunca
dejará de crear
Mucho importa que nos
compenetremos de la
noción de que la materia
cósmica primitiva se
hallaba revestida, no
sólo de las leyes que
aseguran la estabilidad
de los mundos, como
también del universal
principio vital que
forma generaciones
espontáneas en cada
mundo, a la medida que
se
presentan las
condiciones de la
existencia sucesiva de
los seres y cuando suena
la hora de la aparición
de los hijos de la vida,
durante el periodo
creador.
Se efectúa así la
creación universal. Es,
pues, exacto decirse
que, siendo las
operaciones de la
Naturaleza la expresión
de la voluntad divina,
Dios ha creado siempre,
crea incesantemente y
nunca dejará de crear.
(KARDEC, 2007b, p.
135-136).
El problema, que reside
aquí, es que Kardec
insistió en colocar que
“Este capítulo es
textualmente extraído de
una serie de
comunicaciones dictadas
a la Sociedad Espírita
de París, en 1862 y
1863, bajo el título
“Estudios uranográficos”
y firmadas GALILEO.
Médium: C. F.”
(KARDEC, 2007b, p. 121).
Lo que nos lleva a creer
que, de esa forma, deja
claro que no hubo
Control Universal de la
Enseñanza de los
Espíritus; por eso, el
asunto debe ser tratado
como hipótesis, no como
verdad doctrinaria.
Conforme descubrimos,
esa hipótesis
probablemente haya sido
retirada de los libros
En el Mundo Mayor
y Evolución en Dos
Mundos, de la serie
André Luiz. No seremos
nosotros quienes irán a
contestar a ese autor;
sin embargo, tal vez por
osadía, lo cuestionamos
en la siguiente frase:
“La
crisálida de conciencia,
que reside en el cristal
a rodar en la corriente
del río, ahí se halla en
proceso, libertador;...”
(XAVIER, 1984, p. 45).
¿Cómo un cristal, que
rueda en el lecho de un
río, “muere” para que la
crisálida, que
posiblemente esté en él,
pase para el estadio
evolutivo siguiente?
¿Cuándo nosotros usamos
esos cristales,
incrustándolos en las
paredes de nuestras
casas, la crisálida
quedaría allí presa
indefinidamente?
¿Debemos proteger los
cristales como estamos
buscando hacer en
relación a los seres
vivos de los otros
reinos de la naturaleza?
Esos son algunos
requisitos que podríamos
presentar a André Luiz.
Es por esas cosas que
tenemos enorme
dificultad en aceptar
tal premisa, que,
también, si no
estuviéramos engañados,
no es aquella que
encontramos en las obras
de la codificación.
De esa forma nos
alineamos con otros
autores, ya consagrados
en el medio espírita,
que ya respondieron a la
pregunta, que da título
a este nuestro texto,
con un sonoro no.
Referências
bibliográficas:
DENIS, L. O Problema
do Ser, do Destino e da
Dor. Rio de Janeiro:
FEB, 1989.
KARDEC, A. A Gênese.
Araras-SP: IDE, 1993.
KARDEC, A. O
Livro dos Espíritos –
Primeira edição de 1857.
Itaim Bibi, SP: Ipece,
2004.
KARDEC, A. O Livro
dos Espíritos. Rio
de Janeiro: FEB, 2007.
KARDEC, A. Revista
Espírita 1865.
Araras, SP: IDE, 2000a.
KARDEC, A. Revista
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Araras, SP: IDE, 1993b.
KARDEC, A. Revista
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Araras, SP: IDE, 1993a.
XAVIER, F. C.
Evolução em Dois Mundos.
Rio de Janeiro: FEB,
1987.
XAVIER, F. C. No
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NETO SOBRINHO, P. S.
A alma dos animais:
estágio anterior da alma
humana?.
Divinópolis-MG: Panorama
Espírita, 2006.
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