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Año 5 234 – 6 de Noviembre de 2011 
PAULO NETO   
paulosnetos@gmail.com     
Belo Horizonte, MG (Brasil)
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org

 

Consideraciones sobre el suicidio

Parte 2 y final
 

 

La idea del alma de la Tierra, entendida en ese sentido, tan bien en cuanto aquella que hace de la Tierra un animal, debe, pues, ser alineada entre las concepciones sistemáticas y quiméricas. (KARDEC, 1993a, p. 261-262).

De esos argumentos de Kardec, nos resaltan cuatro puntos: a) establece una diferencia entre el movimiento molecular de atracción y de repulsión, de agregación y de desagregación del mineral y el principio vital de la planta, lo que de cierta forma es diferenciándolos en el aspecto de tengan vida; b) que el principio de la vida no tiene la misma fuente que el movimiento molecular y ni del principio inteligente; c) que una roca  o un pedazo de hierro tengan la facultad de pensar, de querer y de comprender; d) que el progreso de la inteligencia es atributo de los seres de la escala orgánica, desde el pólipo hasta el hombre, quedando, por lo tanto, fuera de esa ley los seres inorgánicos, entre los cuales se encuentran los minerales. Para nosotros, sólo viene a corroborar lo que ya hemos dicho sobre el principio inteligente que no estaciona en el mineral. Hay, es cierto, una cosa común a los tres reinos – mineral, vegetal y animal – es que, en todos ellos, los elementos, que forman su materia, son los mismos, variando, obviamente, sus combinaciones.

Discurriendo sobre los fluidos espirituales, Kardec pondera:

Todo se conecta en la obra de la creación. En el pasado se consideraban los tres reinos como enteramente independientes uno del otro, y se habría reído de aquel que hubiera pretendido encontrar una correlación entre el mineral y el vegetal, entre el vegetal y el animal. Una observación atenta hace desaparecer la solución de continuidad, y prueba que todos los cuerpos forman una cadena ininterrumpida; de tal suerte que los tres reinos no subsisten, en la realidad, sino por los caracteres generales más importantes; pero sobre sus límites respectivos ellos se confunden, al punto que se medita en saber dónde uno acaba y el otro comienza, y en el cual ciertos seres deben ser clasificados; tales son, por ejemplo, los zoófitos o animales plantas, así llamados porque, a la vez, tienen del animal y de la planta. La misma cosa tiene lugar para lo que concierne a la composición de los cuerpos.

Todos los cuerpos de la Naturaleza están formados con los mismos elementos

Por mucho tiempo, los cuatro elementos sirvieron de base a las ciencias naturales; cayeron delante de los descubrimientos de la química moderna, que reconoció un número indeterminado de cuerpos simples. La química nos muestra todos los cuerpos de la Naturaleza formados de esos elementos combinados en diversas proporciones; es de la variedad infinita de esas combinaciones que nacen las innumerables propiedades de los diferentes cuerpos. [...]

Todos los cuerpos de la Naturaleza, minerales, vegetales, animales, animados o inanimados, sólidos, líquidos o gaseosos, son, pues, formados de los mismos elementos, combinados de manera a producir la infinita variedad de los diferentes cuerpos, la ciencia va más lejos hoy; sus investigaciones la conducen poco a poco a la gran ley de la unidad. Ahora es casi generalmente admitido que los cuerpos reputados simples no son sino modificaciones, transformaciones de un elemento único, principio universal designado bajo el nombre de éter, fluido cósmico o universal; de tal suerte que, según el modo de agregación de las moléculas de ese fluido, y bajo la influencia de circunstancias particulares, adquiere propiedades especiales que constituyen los cuerpos simple; esos cuerpos simples, combinados entre sí en diversas proporciones, forman, como dijimos, la innumerable variedad de los cuerpos compuestos. Según esta opinión, el calor, la luz, la electricidad y el magnetismo no serían igualmente sino modificaciones del fluido primitivo universal. Así, ese fluido que, según todas las probabilidades, es imponderable, sería a la vez el principio de los fluidos imponderables y de los cuerpos ponderables. (KARDEC, 1993b, p. 66-69) (negrita nuestra).

Entonces, aquí, tenemos lo que conecta los tres reinos de la naturaleza: los elementos químicos que existen en las materias de las cuales son formados.

Hay lazos que unen al mineral al vegetal, el vegetal al animal y este al hombre

Veamos, ahora, dos transcripciones de las obras de Kardec, en las cuales es hablada la cuestión de que el principio inteligente haya pasado por el reino mineral.

La primera, vamos a encontrar en la Revista Espírita 1865, en un mensaje recibido en París, en la cual no consta el autor espiritual: Voy a tocar una grave cuestión esta noche, hablándoos de las relaciones que pueden existir entre la animalidad y la humanidad. [...]

Más no todo se detiene en creer solamente en el progreso incesante del Espíritu, embrión en la materia y desarrollándose al pasar por el examen severo del mineral, del vegetal, del animal, para llegar a la humanidad, donde solamente comienza a ensayarse el alma que se encarnará, orgullosa de su tarea, en la humanidad. Existen entre esas diferentes fases lazos importantes que es necesario conocer y que yo llamaré periodos intermediarios o latentes; porque es ahí que se operan las transformaciones sucesivas. Os hablaré más tarde de los lazos que conectan el mineral al vegetal, el vegetal al animal; una vez que un fenómeno que os espanta nos lleva a los lazos que conectan el animal al hombre, os voy a entretener con estos últimos.

Entre los animales domésticos y el hombre, las afinidades son producidas por las cargas fluídicas que os cercan y recaen sobre ellos; es un poco la humanidad que se detiene sobre la animalidad, sin alterar los colores de una o de otra; de ahí esa superioridad inteligente del perro sobre el instinto brutal de la bestia salvaje, y es a esta causa solamente que podrán ser debidas estas manifestaciones que vienen de vosotros leer. No se está, pues, engañado oyendo un grito alegre del animal y conociendo los cuidados de su señor, y viniendo, antes de pasar al estado intermediario de un desarrollo a otro, trazarle un recuerdo.  La manifestación puede, pues, ocurrir, pero ella es pasajera, porque el animal, para subir de un escalón, es preciso un trabajo latente que aniquile, para todos, toda señal exterior de vida. Ese estado es la crisálida espiritual donde se elabora el alma, periespíritu informe, no teniendo ninguna figura reproductiva de trazos, quebrándose en un estado de madurez, para dejar escapar, en las corrientes que los cargan, los gérmenes de almas que allí surgen. Nos sería, pues, difícil hablaros de los Espíritus de animales del espacio; él no existe, o, antes, su pasaje es tan rápido que es como nulo, y que, en el estado de crisálida, no podrían ser descritos. (KARDEC, 2000, p. 132-133) (negrita nuestra).

El Espíritu del hombre, antes de llegar a la humanidad, sobre todos los grados de la escala

En el inicio se tiene como verdad el progreso del alma en los tres reinos; sin embargo, nos pareció contradictorio, cuando dije que “este estado es la crisálida espiritual donde se elabora el alma”, por cuanto estaba refiriéndose solamente al reino animal, asunto que se propuso a tratar. Promete, para más tarde, hablar de la relación entre el mineral y el vegetal y de este para la del animal, lo que, infelizmente, no hizo.

Kardec, al comentar ese mensaje, cautelosamente, dice:

Cuando hayamos reunido todos los documentos suficientes, nosotros los resumiremos en un cuerpo de doctrina metódico, que será sometido al control universal; hasta allá no son sino balizas colocadas sobre el camino para clarearlo. (KARDEC, 2000, p. 133-134). (negrita nuestra).

La segunda, la quitamos de la cogimos escrita por el Dr. Charles Grégory, fervoroso adepto del Espiritismo, a Kardec, que, a cierta altura de su defensa de la Homeopatía, da esta opinión:

Y después, como creo que el Espíritu del hombre, antes de encarnarse en la humanidad, sube todos los grados de la escala y pasa por el mineral, la planta y el animal y en la mayoría de los tipos de cada especie donde preludia su completo desarrollo como ser humano, ¿quién me dice que, dándole médicamente lo que no es más ni el mineral, ni la planta, ni el animal, sino lo que se podría llamar su esencia, de alguna suerte su espíritu, no actúa sobre el alma humana compuesta de los mismos elementos? Porque, es preciso decirlo, el espíritu es bien alguna cosa, y una vez que se desarrolló y se desarrolla sin cesar, necesitó tomar esos elementos de alguna parte. (KARDEC, 1999, p. 169). (negrita nuestra).

Como casi siempre hacía, Kardec no dejó de tejer sus comentarios a esa carta. Las observaciones del Dr. Charles, en cuanto a la Homeopatía, fueron consideradas pertinentes; sin embargo, al final de sus comentarios, el codificador coloca:

Los hechos son más concluyentes que las teorías y son ellos las que la confirman o derrumban

En resumen, no contestamos que ciertos medicamentos, y la homeopatía más que cualquier otra, no producen algunos de los efectos indicados, pero no les contestamos más sino los resultados permanentes, y, sobre todo, tan universales que algunos lo pretenden. Un caso en que la homeopatía, sobre todo, parecería particularmente aplicable con éxito, es el de la locura patológica, porque aquí el desorden moral es la consecuencia del desorden físico, y que está constatado ahora, por la observación de los fenómenos espíritas, que el Espíritu no está loco; no se tiene que modificarlo, sino darle los medios de manifestarse libremente. La acción de la homeopatía puede ser aquí tanto más eficaz como ella actúe principalmente, por la naturaleza espiritualizada de sus medicamentos, sobre el periespíritu, que desempeña un papel preponderante en esta afección.

Tendríamos más de una objeción que hacer sobre algunas de las proposiciones contenidas en esta carta; pero esto nos llevaría muy lejos; contentándonos, pues, en colocar las dos opiniones enfrente. Como en todo, los hechos son más concluyentes que las teorías, y son ellos, en definitiva, que confirman o derrumban estas últimas, deseamos ardientemente que el Sr. doctor Grégory publique un tratado especial práctico de la homeopatía aplicada al tratamiento de las molestias morales, a fin de que la experiencia pueda generalizarse y decidir la cuestión. Más que cualquier otro, él nos parece capaz para hacer ese trabajo ex-profeso. (KARDEC, 1999, p. 171-172) (negrita nuestra).

Sinceramente, creemos que las “más de una objeción” de Kardec tenían por objetivo la creencia de que el alma humana, en su ascenso rumbo a la meta final, pasa por los tres reinos, teniéndose en cuenta todo cuanto vimos, en sus obras, de su manera de pensar.

Podemos aún encontrar algo tratando el reino mineral como “criatura”: Ese fluido penetra los cuerpos, como un océano inmenso. Es en él que reside el principio vital que da origen a la vida de los seres y la perpetúa en cada globo, conforme la condición de este, principio que, en estado latente, se conserva adormecido donde la voz de un ser no lo llama. Toda criatura, mineral, vegetal, animal o cualquier otra – por cuanto hay muchos otros reinos naturales, de cuya existencia ni siquiera sospecháis, sabe, en virtud de ese principio vital y universal, apropiar las condiciones de su existencia y de su duración.

Las moléculas del mineral tienen una cierta suma de esa vida, de igual manera que la semilla del embrión, y se agrupan, como en el organismo, en figuras simétricas que constituyen los individuos.

Dios, como se sabe, ha creado siempre, crea incesantemente y nunca dejará de crear

Mucho importa que nos compenetremos de la noción de que la materia cósmica primitiva se hallaba revestida, no sólo de las leyes que aseguran la estabilidad de los mundos, como también del universal principio vital que forma generaciones espontáneas en cada mundo, a la medida que se presentan las condiciones de la existencia sucesiva de los seres y cuando suena la hora de la aparición de los hijos de la vida, durante el periodo creador.

Se efectúa así la creación universal. Es, pues, exacto decirse que, siendo las operaciones de la Naturaleza la expresión de la voluntad divina, Dios ha creado siempre, crea incesantemente y nunca dejará de crear. (KARDEC, 2007b, p. 135-136).

El problema, que reside aquí, es que Kardec insistió en colocar que “Este capítulo es textualmente extraído de una serie de comunicaciones dictadas a la Sociedad Espírita de París, en 1862 y 1863, bajo el título “Estudios uranográficos” y firmadas GALILEO. Médium: C. F.” (KARDEC, 2007b, p. 121). Lo que nos lleva a creer que, de esa forma, deja claro que no hubo Control Universal de la Enseñanza de los Espíritus; por eso, el asunto debe ser tratado como hipótesis, no como verdad doctrinaria.

Conforme descubrimos, esa hipótesis probablemente haya sido retirada de los libros En el Mundo Mayor y Evolución en Dos Mundos, de la serie André Luiz. No seremos nosotros quienes irán a contestar a ese autor; sin embargo, tal vez por osadía, lo cuestionamos en la siguiente frase: “La crisálida de conciencia, que reside en el cristal a rodar en la corriente del río, ahí se halla en proceso, libertador;...” (XAVIER, 1984, p. 45). ¿Cómo un cristal, que rueda en el lecho de un río, “muere” para que la crisálida, que posiblemente esté en él, pase para el estadio evolutivo siguiente? ¿Cuándo nosotros usamos esos cristales, incrustándolos en las paredes de nuestras casas, la crisálida quedaría allí presa indefinidamente? ¿Debemos proteger los cristales como estamos buscando hacer en relación a los seres vivos de los otros reinos de la naturaleza?

Esos son algunos requisitos que podríamos presentar a André Luiz.

Es por esas cosas que tenemos enorme dificultad en aceptar tal premisa, que, también, si no estuviéramos engañados, no es aquella que encontramos en las obras de la codificación.

De esa forma nos alineamos con otros autores, ya consagrados en el medio espírita, que ya respondieron a la pregunta, que da título a este nuestro texto, con un sonoro no. 

 

Referências bibliográficas: 

DENIS, L. O Problema do Ser, do Destino e da Dor. Rio de Janeiro: FEB, 1989.

KARDEC, A. A Gênese. Araras-SP: IDE, 1993.

KARDEC, A. O Livro dos Espíritos – Primeira edição de 1857. Itaim Bibi, SP: Ipece, 2004.

KARDEC, A. O Livro dos Espíritos. Rio de Janeiro: FEB, 2007.

KARDEC, A. Revista Espírita 1865. Araras, SP: IDE, 2000a.

KARDEC, A. Revista Espírita 1866. Araras, SP: IDE, 1993b.

KARDEC, A. Revista Espírita 1868. Araras, SP: IDE, 1993a.

XAVIER, F. C. Evolução em Dois Mundos. Rio de Janeiro: FEB, 1987.

XAVIER, F. C. No Mundo Maior. Rio de Janeiro: FEB, 1984.

NETO SOBRINHO, P. S. A alma dos animais: estágio anterior da alma humana?. Divinópolis-MG: Panorama Espírita, 2006.



 


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