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Editorial Português   Inglês    
Año 5 245 – 29 de Enero de 2012 


 

Traducción
Elza F. Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 

¿Por qué es tan difícil transformarnos?


Un conocido cofrade, en seminario que fue  llevado a cabo años atrás en Balneário Camboriú, propuso al público presente la siguiente cuestión: - ¿Por qué, como nadie ignora, el progreso intelectual se efectúa de modo más rápido que el progreso moral?

La veracidad del contenido de la pregunta es incontestable. Un joven totalmente ignorante de las leyes que rigen determinada ciencia consigue, después de cinco o seis años en una facultad, dominar buena parte de los secretos de esa o de aquella asignatura, tornándose, en un tiempo relativamente corto, un profesional respetado de medicina, de ingeniería o de derecho.

Paralelamente a eso, existen personas que guardan en su corazón disgustos profundos por algo que les ocurrió 20,30, 40 años atrás. Si eran celosas en la juventud, continúan  celosas, si eran aficionadas al dinero, su afición a la materia aún persiste, y tal  comportamiento se repite en las diversas manifestaciones que se presentan a la criatura humana a lo largo de la vida.

En nuestro medio existe algo que es por demás conocido  y tanto mal ha hecho a las personas y a las  instituciones espiritas. Hablamos de los melindres, esa facilidad de ofenderse que muchas  personas de las más diferentes edades y clases sociales presentan.

Es evidente que nadie tiene melindres porque quiere. En muchos casos, es probable que el individuo gustaría de comportarse de manera diferente, sin importarse con el hecho que lo ofendió. Pero la tendencia para melindrearse – resultado del nivel evolutivo en que se encuentra – es más fuerte.

En el seminario a que inicialmente nos referimos el público emitió opiniones diversas como respuesta a la cuestión presentada.

De una manera general, el pensamiento más común es que aprender una nueva asignatura es más fácil que educar los sentimientos, lo que explicaría aquello que todos vemos en el planeta Tierra, que nos ofrece a cada día ideas inventivas e innovaciones tecnológicas extraordinarias y, no obstante, no ha sido capaz de erradicar de su faz la guerra, la corrupción y muchas de las mancillas morales que la Iglesia relacionó como siendo los llamados siete pecados capitales – la codicia, la lujuria y la ira, para mencionar sólo algunos de ellos. 

Oídas las diferentes opiniones, el conferenciante examinó el problema propuesto y sus varios matices y, concluyendo, afirmó que el principal factor que determina la lentitud del progreso moral tiene sido no darnos a él la importancia que él merece.

Recordó entonces que muchos padres suelen matricular los hijos en las mejores escuelas, con el objetivo a un futuro próspero en una facultad importante, pero no encuentran tiempo de orar con ellos, de orientarlos y mismo de llevarlos a las escuelas de moral cristiana que las iglesias y las casas espiritas ofrecen gratuitamente.

Es evidente que solamente ese hecho no es suficiente para determinar la transformación moral de una persona, porque mismo entre los llamados religiosos, espiritas o no, el problema  de los melindres y muchas de las mancillas mencionadas también se averiguan; pero preocuparse con la educación moral de nuestros niños constituye, sin duda, un importante paso.  

La transformación moral es un objetivo que todos nosotros, adultos y niños, debemos perseguir, y es necesario tener en mente que ella vendrá solamente si para eso nos esforcemos, como ocurre en los diferentes sectores de la vida, visto que el joven, para lograr entrar en una facultad, tiene que esforzarse bastante, enfocando para tal objetivo toda  su energía y su tiempo.

Luego, no cuesta acordarnos que, según Kardec, el verdadero espirita se reconoce por su transformación moral y por los esfuerzos que hace para frenar sus inclinaciones inferiores, lo que implica decir que los que se dicen espiritas no pueden contentarse con la etapa moral en que se encuentran, porque en cuanto estuviesen por aquí aún habrá tiempo.    



 


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Revista Semanal de Divulgación Espirita