Nubor Orlando Facure
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En las fronteras de la
epilepsia |
Dostoievski y Machado de
Assis, portadores de
epilepsia, utilizaron
los protagonistas de sus
romances para describir
sus propias crisis.
Personajes ilustres de
la Historia tuvieron
epilepsia, pero, para el
hombre común, es en la
alcantarillas de las
calles que él acostumbra
a tomar contacto y se
asusta con la violencia
de la crisis convulsiva.
Aunque Hipócrates haya
hecho en sus escritos
una brillante
descripción de la crisis
del Gran Mal, indicando
el cerebro como el
responsable por toda esa
sintomatología, la
epilepsia fue tenida
como una enfermedad
mental por los siglos
pasados y sólo tras el
surgimiento de la
Neurología, el siglo
pasado, es que la
Epilepsia pasó a ser
comprendida como un
síndrome derivado de una
lesión orgánica en el
cerebro.
Hoy se entiende la
epilepsia como una
descarga eléctrica
desorganizada que
alcanza las neuronas
cerebrales, provocando
síntomas correlacionados
con el área cerebral
afectada.
Aunque los relatos
mediúmnicos del porte de
En el Mundo Mayor
y En los Dominios de
la Mediumnidad,
dictados por el Espíritu
André Luiz, hagan
descripciones
inconfundibles de
sintomatología
epiléptica en sus
protagonistas, sumisos a
la interferencia
espiritual francamente
obsesora, la medicina de
hoy
rechaza cualquier
presencia espiritual en
la génesis de crisis
epilépticas,
especialmente por el
temor de ver resurgir la
nefasta participación de
“demonios” de los
antiguos textos
bíblicos, versión de la
cual la Edad Media y la
Inquisición supieron
sacar provecho.
Los exámenes
sofisticados de hoy
identifican los traumas,
las infecciones, los
tumores y las
degeneraciones entre
diversas otras causas de
naturaleza orgánica para
la etiología de la
epilepsia; sin embargo,
ninguno de esos exámenes
está apropiado para
detectar las vibraciones
del plano espiritual que
nos harían comprender
más profundamente la
naturaleza esencial del
problema de la
epilepsia.
Ni siquiera de lejos
pretendemos excluir la
génesis cerebral de la
manifestación
epiléptica, pero la
visión exclusivamente
materialista de la
Medicina tradicional la
envuelve de un
oscurantismo estúpido
que no le permite
identificar otro
universo de
interferencia situado en
la dimensión espiritual
que, como causa o como
agravante, interfiere en
la frecuencia y en la
constelación de síntomas
que el epiléptico
manifiesta.
Negando la interferencia
del Espíritu, la
Medicina no consigue
entrever que, a través
del propio estudio de la
epilepsia, ella tendría
mucho que aprender, por
ejemplo, con lo que los
pacientes epilépticos
viven durante las
llamadas "crisis
psíquicas", en las
cuales se observa una
riqueza de expresión
clínica cognitiva, que
el simple desarreglo de
neuronas en “corto
circuito” no ofrece
argumentos para
justificar.
En la clasificación de
las crisis epilépticas,
la Neurología destaca un
tipo de crisis llamada
Crisis Focal o Parcial
en que no hay
compromisos de la
conciencia y la
sintomatología será
decurrente del lugar en
el cerebro afectado por
la descarga neuronal
desorganizada. En el
área motora, el paciente
irá a presentar
contracciones musculares
en la mano, en el brazo,
en la pierna o en
cualquier otra parte del
cuerpo correspondiente a
la región motora del
cerebro afectado.
En un área sensitiva,
los síntomas serán
referidos como
adormecimientos,
sensaciones extrañas o
deformaciones en el
miembro alcanzado.
En el grupo de las
crisis focales es que
están incluidas las
crisis psíquicas en las
cuales el paciente
relata sensaciones
subjetivas que
experimenta
espontáneamente,
pudiendo tener duración
de minutos, horas o
días.
Las descripciones
clásicas de las crisis
psíquicas hacen
referencia más
comúnmente a la crisis
de “Dejá vu" y de
“Jamás Vu". Esos
dos cuadros son
reconocidos como
decurrentes de lesiones
en la base del cerebro
en la región de los
lóbulos temporales.
El epiléptico
manifiesta, a veces,
sensación de
extrañeza
en lugares conocidos
En el "Dejá vu" (ya
visto), el paciente
relata una sensación de
familiaridad con el
ambiente o con las
personas, aunque le sean
extrañas y que él las
esté viendo por primera
vez. En un lugar que le
sea completamente
desconocido, el
paciente, al tener su
crisis, siente una
fuerte impresión de que
ya conoce o ya estuve en
aquel lugar.
En la crisis del "Jamás
vu" (jamás visto), el
paciente manifiesta
sensación de extrañeza
en lugares conocidos o
por personas de su
convivencia.
Ambas situaciones que
describimos pueden
ocurrir ocasionalmente
con cualquier persona
normal, pero, en el
epiléptico, esas
sensaciones son
comúnmente repetitivas y
duraderas.
Muchos epilépticos
presentan crisis
psíquicas frecuentes que
tienen, sin embargo,
merecido poca
importancia por parecer
corrientes, como los
cambios súbitos de
humor, un
entristecimiento súbito
o una agresividad no
motivada y
desproporcionada que
puede llevar a la
violencia.
En este artículo, estoy
interesado en relatar
otros tipos de crisis
psíquicas, relativamente
raras, en que los
propios pacientes tienen
mucha dificultad en
hallar términos
adecuados para
describirlas. Ellas
merecen, a mi ver, un
estudio meticuloso,
buscando valorar las
verdaderas sensaciones
de esas experiencias
subjetivas, que los
pacientes buscan
pasarnos, sintiendo
incluso, con frecuencia,
la incredulidad que la
mayoría de los médicos
manifiesta al oírlos.
Los relatos de esas
crisis, a la primera
vista, parecen
inconsistentes,
inverosímiles,
superficiales,
mezclándose con los
síntomas de la propia
ansiedad con que los
pacientes conviven
cuando son víctimas de
ese tipo de crisis.
Ellas pueden ser muy
demoradas y no tienen el
carácter de súbito de
las crisis convulsivas.
No hay una afectación de
la conciencia, pero sí
de la percepción de
funciones complejas como
de la noción de tiempo,
de espacio, de la
realidad, del
movimiento, de la noción
del Yo y hasta del
pensamiento.
Esas varias sensaciones
en el nivel de vivencia
psíquica del individuo a
mi me parecen
suministrar preciosa
observación de la
frontera entre las
experiencias vividas
física o espiritualmente
por esos pacientes.
Hay casos en que el
paciente tiene la
sensación
constante de
estar viviendo un sueño
Unos pocos relatos que
hicieron esos pacientes
me ayudaron a confirmar
que el mundo mental de
cada uno de nosotros
transita en una
dimensión espiritual que
transciende la
experiencia física.
Uno de ellos es médico,
frecuenta mi consultorio
desde chico, por tener
convulsiones decurrentes
de neurocisticercosi y,
recientemente, me buscó,
acompañado de la esposa,
con una cierta
inquietud, intentando
relatar que, en los
últimos dos días, había
perdido la capacidad de
acompañar el paso del
tiempo.
No era la identificación
del tiempo, de las horas
o del día y de la noche.
Él decía ser una pérdida
de la "noción del
tiempo". Los
acontecimientos se
procesaban en su mente
y, cuando él se daba
cuenta, esos
acontecimientos ya
habían acabado de
ocurrir. Al dirigirse
para su consultorio,
conduciendo su coche por
la carretera, hacía las
curvas, pero siempre con
la idea de que eso no le
tomaba tiempo, porque
ocurría en su mente,
literalmente hablando,
antes de ocurrir
físicamente.
Lo que tenía en mente,
del trayecto que
recorría, no era una
imaginación, era el
propio acontecimiento.
Decía que no le había
sentido el antes o el
después, porque todo lo
que ocurría en secuencia
él lo vivía ocurriendo
simultáneamente. Su
esposa lo auxiliaba como
auxiliar de anestesia y
en la entrevista me
contaba que, a pesar de
permanecer todo el
tiempo con esas
sensaciones que
describía, él procedía
normalmente mientras
anestesiaba a sus
pacientes, sólo decía
que toda actitud que
tomaba ya le parecía
haber ocurrido no como
una premonición, sino
como un acontecimiento
"ya hecho", si así
podemos decir, por él,
y, al terminar la
anestesia, para su
mente, los hechos le
parecían continuar
ocurriendo.
La neurología describe,
también, un estado de
crisis psíquica en que
el paciente tiene la
sensación constante de
estar viviendo un sueño.
Es llamado de “Dreamy
States" por los
clásicos.
Tuvimos dos pacientes
que nos relataron
episodios en que sentían
una alteración en el que
ellos llamaban de
“realidad". Una joven
señora refería que esas
sensaciones la
perturbaban hacía años,
principalmente por la
noche y si estaba cerca
de muchas personas. Esto
la dejaba insegura.
Parecía hacer las cosas
por instinto. Insistía
en decir que en las
crisis tenía la
sensación de estar
viviendo en un “estado
antes de la realidad”.
Hay pacientes que se
sienten fuera del
cuerpo, que la
Neurología da el nombre
de “despersonalización”
Otro paciente con crisis
semejantes añadía que
también tenía la
impresión de no "estar
viviendo la realidad" y
todo lo que hacía, para
él, "no tenía contenido
emocional". Dos niños y
dos adultos jóvenes, que
ya acompañábamos por
antecedentes de
convulsiones, nos
relataron episodios de
percepción alterada en
el movimiento de los
objetos y del propio
pensamiento. Oí de ellos
expresiones del tipo:
"los movimientos de las
cosas y de las personas
parecen aceleradas";
"cuando extiendo las
manos para coger un
objeto, parece que mis
gestos son muy rápidos";
“las personas atraviesan
la calle muy deprisa";
"queda difícil
atravesar la calle con
los coches todos
corriendo"; "todo
alrededor parece estar
acelerado"; "las
personas parecen hablar
muy rápido". Uno de los
chicos decía ser
despertado por la
crisis. Para uno de
ellos, su propio
pensamiento, cuando
estaba en crisis,
parecía acelerado.
En esas horas él evitaba
el diálogo con recelo de
demostrar a los otros
alguna perturbación. Uno
de esos pacientes, con
23 años, es pintor y
decía que en las crisis
sentía que todo pasaba
lentamente, sus propios
gestos al lidiar con el
pincel le parecían ser
hecho en cámara lenta,
aunque sus compañeros no
confirmasen esa
lentitud. Él se sentía
así por más de una
semana seguida, entrando
y saliendo de las crisis
sin ningún motivo
aparente.
Una señora que también
acompañábamos por tener
desmayos tenía un
electroencéfalo con
alteraciones focales en
el hemisferio izquierdo
y una tomografía
cerebral típica de
neurocisticercose. Ella
contaba que venía
teniendo episodios en
que parecía desplazarse,
se sentía estar muy
lejos, "como en otro
mundo", "ocupando otro
espacio". Esos episodios
duraban 20 minutos y, a
continuación,
manteniéndose siempre
muy lúcida, ella sentía
la cabeza vacía, quedaba
pálida y ansiosa. Otros
cuadros, más complejos y
a veces muy elaborados,
han sido rotulados como
alucinatorios y
comúnmente relacionados
con las arritmias del
lóbulo temporal o las
patologías del sueño.
Algunos pacientes dicen
sentirse fuera del
cuerpo, sensación que la
neurología llama de
despersonalización "".
Para otros, los objetos
que ven o los sonidos
que oyen están
aumentados, disminuidos
o distorsionados. A
veces hay una
concentración de escenas
y episodios memorizados
y el paciente, en un
relance, recapitula toda
su existencia. Se da el
nombre de “visión
panorámica” de la vida.
Los cuadros descritos no
sorprendieron al
neurólogo habituado a
atender epilépticos
Tuvimos, entre muchos
otros, el caso de una
chica de nueve años que
nos consultaba debido a
manifestaciones comunes
de epilepsia.
Ella nos relató que por
algunas ocasiones,
estando absolutamente
despierta, se siente
saliendo de su cuerpo en
completa lucidez. En una
de esas últimas crisis
estaba sentada en el
sofá, asistiendo a un
programa de televisión
cuando, súbitamente, se
vio, al lado del cuerpo
físico. Cuestioné sobres
sus miedos en esa hora
y cual su actitud al
verse en esa duplicidad.
Ella nos respondió con
mucha simplicidad que,
asustada, buscó
dirigirse para cerca de
la televisión para ver
si su cuerpo allí
sentado a acompañaba.
Los cuadros que
describimos no
sorprenderían a
cualquier neurólogo
habituado a atender a
casos de epilepsia.
Seguramente serán
atribuidos a la
presencia de disturbios
de la actividad
neuronal, especialmente
del lobo temporal, y la
mayoría de ellos va a
verse libre de esas
crisis con medicación
disponible para actuar
específicamente en las
arritmias de esa región.
Es curioso, sin embargo,
que esas descripciones,
los relatos de como esos
pacientes viven o
“decodifican” la noción
del sentido del tiempo,
de la aprehensión de la
realidad, de la relación
espacio-tiempo en el
desplazamiento de los
objetos, de la síntesis
y proyección del
pensamiento, nos permite
sin pretensiones
conjeturar una serie de
semejanzas con ciertas
descripciones no
académicas en la
literatura
espiritualista.
Los textos
especializados en
descripciones sobre
técnicas de meditación,
por ejemplo, revelan que
los "grandes maestros" y
místicos que alcanzan
los grados más profundos
de interiorización de la
conciencia hacen
interesantes
descripciones en
relación al sentido del
tiempo, al espacio
ocupado por la materia,
a la velocidad de las
partículas de
materia/energía que
sintonizan, así como el
torbellino del flujo del
pensamiento,
descripciones estas que,
a mío ver, tienen
correspondencia muy
provocativa con las de
los epilépticos que aquí
registramos. Para
nosotros, espíritas, los
conceptos de tiempo en
el mundo espiritual, de
espacio en la dimensión
extrafísica, de
proyecciones del
pensamiento, de
desplazamiento del
cuerpo espiritual pueden
ser fácilmente
reconocidos en esa serie
de historias que
registramos. Las
lesiones objetivas que
la masa cerebral
evidencia en esos
cuadros son, para mí,
nada más que puertas de
intercesiones entre las
dos dimensiones, la
expresión física de una
realidad que el cuerpo
nos permite palpar y la
percepción espiritual
que vivimos sin los
sentidos percibirlos.
Nubor Orlando Facure es
médico neurocirujano y
director del Instituto
del Cerebro de
Campinas-SP. Ex-profesor
catedrático de
Neurocirugía en la
Unicamp (Universidad de
Campinas), es escritor y
expositor espírita.
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