La película
producida en
2008, en Estados
Unidos,
intentando
reactivar el
tema
catastrófico –
2012 – El DÍA
DEL JUÍCIO FINAL
– es en verdad
un intento más
de crearse una
onda de
terrorismo
psicológico de
que el mundo va
a acabar en el
2012, explorando
sin fundamento
las profecías
relativas a la
transformaciones
por las que la
Tierra pasará
para ingresar en
una nueva era.
Según supimos,
los productores
de esa película
usaron las
profecías Mayas
e intentaron
cristianizarlas,
pero se
olvidaron de
que, cuando ella
fue concebida,
aquel pueblo ni
había oído
hablar de Jesús,
y mucho menos
pensaban en
creer en un
único Dios.
Según Emmanuel,
en el capítulo
VI de la segunda
parte, titulado
“Alboradas del
reino del
Señor”, del
libro Hace
dos mil años,
psicografiado
por Chico
Xavier, Jesús,
cuando recibían
en el mundo
espiritual un
grupo de
mártires
sacrificados en
el circo romano,
profetizó acerca
de lo que la
humanidad
pasaría en los
días actuales.
En esas
profecías
encontramos de
qué forma se
dará la
transición de
nuestro mundo de
expiaciones y
pruebas para un
mundo de
regeneración.
Lo que va a
ocurrir sin
fecha marcada
He ahí las
palabras del
Maestro:
"Cuando la
oscuridad se
haga más
profunda en los
corazones de la
Tierra,
determinando la
utilización de
todos los
progresos
humanos para el
exterminio, para
la miseria y
para la muerte,
derramaré mi luz
sobre toda la
carne, y todos
los que vibrarán
con mi Reino y
confíen en mis
promesas, oirán
nuestras voces y
apelos
santificantes.
Un soplo
poderoso de
verdad y vida
barrerá toda la
Tierra, que
pagará,
entonces, a la
evolución de sus
instituciones,
los más pesados
tributos de
sufrimientos y
de sangre...
Exhausto de
recibir los
fluidos
venenosos de la
ignominia y de
la iniquidad de
sus habitantes,
el propio
planeta
protestará
contra la
impenitencia de
los hombres,
rasgando las
entrañas en
dolorosos
cataclismos. Las
impiedades
terrestres
formarán pesadas
nubes de dolor
que reventarán,
en el instante
oportuno, en
tempestades de
lágrimas en la
faz oscura de la
Tierra y,
entonces, de las
claridades de mi
misericordia,
contemplaré mi
rebaño
desdichado y
diré como mis
emisarios: Oh
Jerusalén, oh
Jerusalén…
Trabajaremos con
amor, en el
taller de los
siglos
venideros,
reorganizaremos
todos los
elementos
destruidos,
examinaremos con
detenimiento
todas las ruinas
buscando el
material posible
de nuevo
aprovechamiento
y, renovadoras
de la vida
planetaria,
organizaremos
para el mundo un
nuevo ciclo
evolutivo,
consolidando,
con las divinas
verdades del
Consolador, los
progresos
definitivos del
hombre
espiritual.”
“Para
las montañas”
En el Nuevo
Testamento,
vamos a
encontrar en
Mateo, en los
capítulo 24
(profecía de la
ruina de
Jerusalén) y 25
(señales del fin
del mundo), el
mismo sentido de
las palabras de
Jesús anotadas
por Emmanuel en
el romance
mediúmnico,
acerca del
momento de
transición por
el cual la
Tierra está
pasando.
Me gustaría
destacar, aún,
el versículo 16,
del capítulo 24,
de las palabras
proféticas de
Jesús, cuando
aconseja:
"Entonces, los
que estén en
Judea, huyan
para las
montañas", y
para entender el
significado de
ese consejo, nos
vamos a valer de
la
interpretación
de Emmanuel, en
el capítulo 140,
de la obra
Camino, Verdad y
Vida, que es
el siguiente:
‘Refiriéndose a
los instantes
dolorosos que
señalarían la
renovación
planetaria,
aconsejó el
Maestro a los
que estuvieran
en Judea buscar
las montañas, la
advertencia es
profunda,
porque, por el
término "Judea",
debemos tomar la
región
"espiritual" de
cuantos, por las
aspiraciones
íntimas, si
aproximen al
Maestro para la
suprema
iluminación.
Y la actualidad
de la Tierra es
de los más
fuertes cuadros
en ese género.
En todos los
rincones, se
establecen
luchas y ruinas.
Venenos
mortíferos son
inoculados por
la política
inconsciente en
las masas
populares. El
descenso está
repleto de
nieblas
tremendas. Los
lugares santos
permanecen
llenos de
tinieblas
abominables.
Algunos hombres
caminan a
siniestra
claridad de
incendios.
Adobaré el suelo
con sangre y
lágrimas, para
la siembra del
porvenir.
Es llegado el
instante de
retirarse los
que permanecen
en Judea para
las "montañas"
de las ideas
superiores. Es
indispensable
mantenerse el
discípulo del
bien en las
alturas
espirituales,
sin abandonar la
cooperación
elevada que el
Señor
ejemplificó en
la Tierra; que
ahí consolide su
posición de
colaborador
fiel, invencible
en la paz
y en la
esperanza,
convencido de
que, después del
pasaje de los
hombres de la
perturbación,
portadores de
destrozos y
lágrimas, son
los hijos del
trabajo que
siembran la
alegría, de
nuevo, y
reconstruyen el
edificio de la
vida.’
Lo que dice
El Libro de los
Espíritus
Delante de las
profecías de
Jesús acerca de
ese momento que
estamos viviendo
en nuestro
planeta, vamos a
compararlas con
la respuesta de
los Benefactores
Espirituales a
la cuestión
1.019, del Libro
de los
Espíritus,
cuando Allan
Kardec indaga:
“¿Podrá jamás
implantarse en
la Tierra el
reinado del
bien?”.
He ahí lo que
respondió:
"El bien reinará
en la Tierra
cuando, entre
los Espíritus
que vienen a
habitarla, los
buenos
predominarán,
porque,
entonces, harán
que ahí reinen
el amor y la
justicia, fuente
del bien y de la
felicidad. Por
medio del
progreso moral y
practicando las
leyes de Dios es
que el hombre
atraerá para la
Tierra los
buenos Espíritus
y de ella
alejará a los
malos. Estos,
sin embargo, no
lo dejarán, sino
cuando de estén
barridos el
orgullo y el
egoísmo.
Predicha fue la
transformación
de la Humanidad
y las
aproximaciones
del momento en
que se dará,
momento cuya
llegada
apresuran a
todos los
hombres que
auxilian el
progreso. Esa
transformación
se verificará
por medio de la
encarnación de
Espíritus
mejores, que
constituirán en
la Tierra una
generación
nueva.
Entonces, los
Espíritus de los
malos, que la
muerte va
cortando día a
día, y todos los
que intenten
detener la
marcha de las
cosas serán de
ahí excluidos,
pues que
vendrían a estar
desplazados
entre los
hombres de bien,
cuya felicidad
perturbarían.
Irán para mundos
menos
adelantados,
desempeñarán
misiones
penosas,
trabajando
por su propio
adelantamiento,
al tiempo que
trabajarán por
el de sus
hermanos aún más
atrasados. ¿En
esta expulsión
de Espíritus de
la Tierra
transformada, no
percibís la
sublime alegoría
del Paraíso
perdido y, en la
venida del
hombre para la
Tierra en
semejantes
condiciones,
trayendo en sí
el germen de sus
pasiones y los
vestigios de su
inferioridad
primitiva, no
descubrís la no
menos sublime
alegoría de la
pecado original?
Considerado de
este punto de
vista, el pecado
original se
prende a la
naturaleza aún
imperfecta del
hombre que, así,
sólo es
responsable por
sí mismo, por
sus propias
faltas y no por
las de sus
padres.
Todos vosotros,
hombres de fe y
de buena
voluntad,
trabajad, por lo
tanto, con ánimo
y celo en la
gran obra de la
regeneración,
que acogeréis
por el céntuplo
el grano que
hayáis sembrado.
¡Ay de los que
cierran los ojos
a la luz!
Preparan para sí
mismos largos
siglos de
tinieblas y
decepciones. ¡Ay
de los que hacen
de los bienes
de este mundo la
fuente de todas
sus alegrías!
¡Tendrán que
sufrir
privaciones
mucho más
numerosas de los
goces de que
disfrutaron!
¡Ay, sobre todo,
de los egoístas!
No hallarán
quién los ayude
a cargar el
fardo de sus
miserias."
Conclusión
Todos esos
acontecimientos
relativos al
periodo de
transición por
el que pasamos
para el inicio
de una nueva era
fueron previstos
en el
Apocalipsis,
palabra
originaria del
griego, que
quiere decir
revelación, pero
él habla de
transición, no
destrucción del
mundo.
Fue Juan, uno de
los discípulos
de Jesús, ya
bien anciano y
viviendo en la
Isla de Patmos,
que escribió el
Apocalipsis, el
último libro del
Nuevo
Testamento. En
el, Juan
presenta la
descripción de
las visiones
proféticas
presentadas por
Jesús acerca de
los
acontecimientos
por los cuales
la humanidad
iría a pasar en
los tiempos
futuros,
los cuales, en
verdad, ya
estamos
viviendo:
violencia,
hambre,
cataclismos,
guerras
alimentadas por
el odio. El
lenguaje
empleado era en
diversos tramos
figurado: por
ejemplo, la
expresión
“pájaros
desovando huevos
de fuego”
describe, en
realidad,
aviones
expulsando
bombas
destructoras.
Pero, tras todo
eso, Jesús
revela a Juan el
surgimiento de
una era de paz
para nuestro
mundo.
Es claro que ya
estamos viviendo
las señales que
anteceden a ese
nuevo tiempo
para la
humanidad,
previstos por
Cristo, cuando
profetizó:
“Oiréis hablar
también de
guerras (...)
porque se verá
levantarse
pueblo contra
pueblo y reino
contra reino”.
Pero, como Él
mismo afirmó en
el “Sermón de la
Montaña”, “los
blandos y
pacíficos
poseerán la
Tierra”, o sea,
después de toda
esa turbulencia,
el hombre
pacificado
vivirá la paz en
el planeta.
|