Los desafíos del
desarrollo
de la
mediumnidad
Tema de los más
frecuentes en la
correspondencia
enviada por
nuestros
lectores, el
desarrollo de la
mediumnidad
todavía suscita
muchas dudas,
mismo en el
medio espirita.
Nos dice
Emmanuel que la
mediumnidad “es
aquella luz que
sería derramada
sobre toda carne
y prometida por
el Divino
Maestro a los
tiempos del
Consolador”,
pero no debe ser
fruto de
precipitación,
visto que la
espontaneidad en
tal asunto es
indispensable.
De acuerdo con
las
recomendaciones
que constan del
opúsculo
“Orientación al
Centro
Espirita”,
publicado por el
Consejo
Federativo
Nacional, el
candidato al
desarrollo
mediúmnico debe
frecuentar
inicialmente,
por cierto
tiempo, las
reuniones de
estudio
doctrinario y
las de
asistencia
espiritual
promovidas por
la Casa
Espirita. Si el
portador del
proceso
obsesivo, debe,
además de la
frecuencia a las
reuniones
mencionadas,
inscribirse para
el atendimiento
programado por
el Centro
Espirita para
los casos de
obsesión.
Recomienda la
mencionada obra
que el candidato
a la tarea
mediúmnica sea
orientado para
que ejerza el
control de las
manifestaciones
mediúmnicas que
transmite,
reprimiendo
cuanto posible
la respiración
jadeante, los
gemidos, los
gritos y las
contorciones,
tanto cuanto
batir las manos
y pies y
cualesquier
gestos
violentos. Y
sugiere, por
fin, que nadie
debe participar
de trabajos
mediúmnicos
antes de
educarse
satisfactoriamente,
esquivándose,
así, a la idea
de que detiene
responsabilidades
o misiones de
abultada
trascendencia,
pero, antes,
reconociéndose
portador de
tareas comunes.
El conocimiento
evangélico-doctrinario
es fundamental
en ese proceso,
porque los
centros
cerebrales del
médium
representan
bases de
operación del
pensamiento y de
la voluntad que
influyen en
todos los
fenómenos
mediúmnicos,
desde la
intuición pura
hasta la
materialización
objetiva.
Léon Denis
examinó el
asunto en una de
sus obras. Según
él, para
desarrollar el
don de la
mediumnidad, el
hombre tiene que
someterse a una
compleja
preparación y
observar ciertas
reglas de
conducta, siendo
necesario,
simultáneamente,
para eso, la
cultura de la
inteligencia, la
meditación, el
recogimiento y
el
desprendimiento
de las cosas
humanas.
Divaldo Franco
entiende, de
igual manera,
que la educación
mediúmnica
exige,
preliminarmente,
el conocimiento
que viene del
estudio de la
mediumnidad.
Luego a seguir,
la educación
moral y, por
fin, el
ejercicio y la
vivencia de la
conducta
cristiana.
A través de los
hábitos
saludables del
estudio y del
ejercicio del
amor, dice
Divaldo, el
médium se
liberta de
cualquier
atavismo para
hacerse puente
entre él y el
Creador, bajo
inspiración de
los Espíritus
Superiores.
Chico Xavier, el
inolvidable
médium que todos
admiramos, tenía
relativamente al
asunto
pensamiento
semejante. El
desarrollo de la
mediumnidad,
decía él, debe
ser el
mejoramiento de
la criatura en
sí, porque el
perfeccionamiento
del instrumento
naturalmente
permitirá al
Espíritu
comunicante
manifestarse en
mejores
condiciones y su
evolución moral
le facultará
sintonía con las
entidades
desencarnadas
más elevadas.
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