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Año 6 283 – 21 de Octubre de 2012
JOSÉ PASSINI                  
passinijose@yahoo.com.br 
  
Juiz de Fora, MG
(Brasil)
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 


José Passini

El Evangelio fuera de los templos


 “Porque Cristo me envió, no para bautizar, sino para evangelizar.”
– I Co, 1:17. 

En las varias religiones cristianas, el término evangelizar define la comprensión y la aplicación de las enseñanzas contenidas en el Nuevo Testamento de modo particular. En el Espiritismo, esa particularidad se revela en el énfasis que es dada a la vivencia, a la ejemplificación de las enseñanzas de Jesús y de los Apóstoles, no solo en los momentos de práctica religiosa, sino en todas las situaciones.

La propia comprensión de lo que significa religión fue modificado a partir de las enseñanzas de Jesús. Con Él, se aprende que religión no es algo mágico a ser vivido en el interior de los templos. No es más aquella idea de que religión es uma práctica mística, contemplativa, ritualista, llena de ofrendas y fórmulas repetitivas llevadas a efecto en el interior de las así llamadas “Casas de Dios”. Religión, conforme sus enseñanzas y, principalmente sus ejemplos, pasó a ser, para aquel que le entendió las lecciones, un nuevo modo de vivir, de relacionarse con el prójimo, en todos los ambientes, en todos los momentos. Enseñando que Dios está presente en todo el universo, alargo los limites de los templos, mostrando el Universo como un templo inmenso: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas” (J, 14:2).

Jesús liberó, así, a la criatura humana de la necesidad de comparecer em el templo, a fin de allí encontrarse con Dios. El Maestro jamás invitó a alguien a orar en un templo. Por el contrario, cuando la Samaritana se manifestó en el sentido de adorar a Dios en el Templo de Jerusalén, el Maestro desautorizó tal actitud, diciéndole: "Mujer, créeme que la hora viene, en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Dios es espíritu e importa que los que Lo adoran Lo adoren en espíritu y en verdad." (Juan, 4: 21 y 24). Para Jesús no había santuarios, lugares especiales. Sus enseñanzas, sus curas, sus oraciones siempre fueron llevadas a efecto donde quiera que el se encontrase.

Jesús fue un educador de almas

Sin embargo, una concepción religiosa liberadora no agrada a aquellos que desean ejercer el poder religioso, dominando conciencias. Estos buscan conservar la religión como algo mágico, místico, extático, complejo al punto de que a ella sólo tengan acceso los doctos y los sabios, personas supuestamente especiales, que estarían más habilitadas a intermediar los mensajes de las criaturas al Creador, y viceversa. Jesús concedió carta liberadora a la Humanidad, en relación a la intermediación sacerdotal, al informar a la criatura humana de que ella tiene el derecho legitimo e inalienable de comunicarse con su Creador, directamente, en cualquier lugar donde se encuentre: “Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y, cerrando tu puerta, ora a tu Padre que está oculto; y tú Padre, que ve secretamente, te recompensará.” (Mt, 6: 6).

Él fue crucificado exactamente por el coraje de contraponerse al poderio sacerdotal, aquella verdadera dictadura religiosa.

Jesús fue un educador de almas, que siempre enfatizó la necesidad del empeño de la criatura en el sentido de educarse, de progresar, conforme enseñó en el Sermón de la Montaña: “Así resplandezca vuestra luz delante de los hombres (...).” (Mt, 5: 16). Todo el mensaje religioso del Maestro se fundamenta en el esfuerzo de la criatura en el sentido de revelar esa herencia divina que todos traemos. Nada de gracias, más allá de la gracia de la vida. Nada de privilegios: “(...) y entonces dará cada uno según sus obras.” (Mt, 16: 27).

Su mensaje es un verdadero desafío, en el sentido de transcender los límites de la ley antigua, que preconizaba “ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie.” (Ex, 21: 24)

El Maestro no deseó discípulos pasivos

Jesús delinea un nuevo horizonte en la concepción religiosa del Mundo: “(...) si vuestra justicia no excede a la de los escribas y fariseos, de modo ninguno entraréis en el reino de los cielos.” (Mt, 5: 20). “Oísteis lo que fue dicho: amaréis a vuestro prójimo y odiaréis a vuestros enemigos. Yo, sin embargo, os digo: amad a vuestros enemigos, haz el bien a los que os odian y orad por los que os persiguen y calumnian; (...).” (Mt, 5: 42 y 43).

Como educador que fue, Jesús no deseó discípulos pasivos, encantados, deslumbrados. Por el contrario, siempre buscó tocar el sentimiento, juntamente con el llamamiento para que la criatura razonase, a fin de saber, de comprender porque debería actuar de ese o de aquel modo.

El Sermón de la Montaña, que para muchos es sólo un himno al sentimiento, es, también, un vigoroso mensaje a la inteligencia, al razonamiento: “Y cual de entre vosotros es el hombre que, pidiéndole pan su hijo, le dará una piedra? ¿Y, pidiéndole pez, le dará una serpiente? ¿Si vosotros, pues, siendo malos, sabeis dar buenas cosas a vuestros hijos, cuanto más vuestro Padre, que está en los cielos dara bienes a los que los piden?”

Entendiendo que el sistema pedagógico de Jesús se fundamenta en el binomio sentimiento/razón, el Espiritismo enseña que la evangelización no se restringe únicamente al campo del sentimiento, pues la fe razonada comenzó, incuestionablemente, con Jesús: “Mirad para las aves del cielo, que ni siembran, ni siegan, ni juntam en los graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No tenéis vosotros mucho más valor que ellas?” (Mt, 6: 26). Al enseñar a la criatura a no crear fantasias sobre la fe, muestra la línea divisoria entre aquello que debe ser objeto de la preocupación del hombre, y lo que debe ser entregado a Dios, preguntando: “Y cuál de vosotros podrá, con todos sus cuidados, añadir uma medida a su estatura?” (Mt, 6:27).

La importancia de la buena relación

La educación religiosa que Jesús propicia al hombre lo lleva a concienciarse de que no será a través de oraciones repetidas que estaremos agradando a Dios: “Y, orando, no uséis de vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por mucho hablar serán oídos.” (Mt, 6: 7). Ni a través de ofrendas o adulaciones: “Por lo tanto, si trajeras tu ofrenda al altar y ahí te acuerdes que tu hermano tiene alguna cosa contra ti, deja allí delante del altar tu ofrenda, y vê a reconciliarte primero con tu hermano, y después vienes y presenta tu ofrenda.” (Mt, 5: 23 y 24).

En su trabajo educativo del Espíritu humano, Jesús mostró la importancia de la buena relación con el prójimo como camino para Dios, conforme bien entendió el Apóstol Juan, que registró: “¿Pues quién no ama a su hermano, al cual vio, como puede amar a Dios, a quién no vio?” (I Juan, 4: 20).

Pero, con el pasar de los tiempos, el eje del mensaje cristiano se fue desviando, saliendo del área del estudio, de la meditación a la luz de la oración consciente, pasando a las prácticas exteriores.

Esas verdades religiosas simples, que estuvieron al alcance de humildes pescadores, de viudas y de desheredados, fueron, con el pasar del tiempo, relegadas a um segundo plano, habiendo sido puestos en primer lugar el ritual, la solemnidad, el manosea de objetos de culto, la vela, el vino, el incienso, los cantos, todo un conjunto inmenso de prácticas exteriores alienantes, buscadas en el paganismo romano, que distanciaban al hombre cada vez más del esfuerzo de autoperfeccionamiento preconizado por el Maestro.

Infelizmente, los pronunciamientos liberadores de Jesús no fueron objeto de estudio por los teólogos, que crearon las liturgias, los sacramentos, y, peor aún, la hedionda teoría de las penas eternas, deshaciendo la imagen de Dios Misericordioso, tan bien delineada por el Maestro.

La evangelización es un proceso continuo

El mensaje cristiano fue empequeñecido, podado, insertada por aquellos que de ella se apodedaron, construyendo una religión atemorizadora y salvacionista, con base en actitudes místicas y en la creencia de que sería la sangre de Jesús el remisor de los pecados de la Humanidad. Fue enfatizada la adoración extática a Jesus-muerto,

Pero, el Maestro, conocedor de la fragilidad humana, sabía que, de alguna forma, eso iría a ocurrir, por eso, prometió el Consolador: “Pero aquel Consolador, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mí nombre, ese os enseñará todas las cosas, y os hará recordar todo cuanto os he dicho.” (Juan, 14: 26)

Cumpliendo su promesa, nos envió el Espiritismo, que no es sólo una religión cristiana más, sino el propio Cristianismo Primitivo, que resurge en su pureza, grandeza y objetividad originales, destacándose de las demás religiones, por lo menos de las del Occidente, por su aspecto altamente educativo.

Dentro de esa perspectiva, queda claro que evangelizar, en la concepción espírita, tiene un sentido mucho más amplio que aquel que es entendido por otras corrientes cristianas, pues tiene como componente básico, indisociable, el elemento educación.

Evangelizar, en el concepto espírita, representa no sólo informar a alguien acerca de la vida, de las enseñanzas y de los ejemplos de Jesús, pero, principalmente, concienciar acerca de la necesidad de la aplicación constante de esos conocimientos teóricos a la vida diaria.

La evangelización, así comprendida, no se da en un determinado periodo de tiempo: es un proceso continuo de despertar de la criatura para la necesidad del esfuerzo, en el sentido de promover su transformación moral, en una búsqueda de auto-perfeccionamiento, que se inicia en un determinado momento de la vida, pero que no tiene fecha alguna que le marque el fin.



 


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O Consolador
 
Revista Semanal de Divulgación Espirita