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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 6 291 – 16 de Diciembre de 2012

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

El Libro de los Médiums 

Allan Kardec 

 (Parte 41)
 

Continuamos con el estudio metódico de “El Libro de los Médiums”, de Allan Kardec, la segunda de las obras que componen el Pentateuco Kardeciano, cuya primera edición fue publicada en 1861. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al final del texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Como se pueden presentar las reuniones espíritas?

B. ¿Cuál es la utilidad de las reuniones de estudio?

C. ¿Qué condiciones son necesarias para una reunión espírita?

D. Las causas de las perturbaciones en un grupo espírita ¿se originan sólo en el seno de los encarnados?

Texto para la lectura

376. Todo lo que se ha dicho sobre las reuniones en general naturalmente se aplica a las sociedades espíritas regularmente constituidas. El lazo que debe unir a los miembros de la Sociedad o Asociación, sólo existe entre los que perciben y comprenden el objetivo moral del Espiritismo y lo aplican a sí mismos. Entre los que ven en él hechos más o menos curiosos, no puede existir ningún lazo serio. (Ítem 334)

377. Una Sociedad donde esos sentimientos fuesen compartidos por todos, donde sus integrantes se reuniesen con el propósito de instruirse con las enseñanzas de los Espíritus, sería no sólo viable, sino también indisoluble. (Ítem 334)

378. La dificultad, también grande, de reunir a un copioso número de elementos homogéneos nos lleva a decir que, en el interés de los estudios y por el bien de la causa misma, las reuniones espíritas deben tender antes a la multiplicación en pequeños grupos que a la constitución de grandes aglomeraciones. Estos grupos, manteniendo correspondencia entre sí, visitándose, intercambiando sus observaciones, pueden formar el núcleo de la gran familia espírita. (Ítem 334)

379. En los grupos poco numerosos, todos se conocen mejor y hay más seguridad en cuanto a la eficacia de los elementos que a ellos se incorporan. El silencio y el recogimiento son más fáciles y todo transcurre como en familia. Las grandes asambleas excluyen la intimidad, por la variedad de los elementos que las componen. La divergencia de los caracteres, de las ideas, de las opiniones, ahí se manifiesta mejor y ofrece a los Espíritus perturbadores más facilidad para sembrar la discordia. (Ítem 335)

380. Además de las personas notoriamente mal intencionadas que se infiltran en las reuniones, hay los que por su propio carácter llevan consigo la perturbación adonde van: nunca, por lo tanto, será excesiva toda la prudencia para la admisión de nuevos miembros. En ese caso, los más perjudiciales no son los ignorantes en la materia, ni los que no creen: la convicción sólo se adquiere por la experiencia y hay personas que de buena fe desean esclarecerse. Aquellos contra los cuales deben ser tomadas mayores precauciones son los de sistemas preconcebidos, los incrédulos obstinados, que dudan de todo, hasta de lo evidente y los orgullosos que, pretendiendo tener el privilegio de la luz infusa, tratan en todas partes de imponer sus opiniones y miran con desdén a los que no piensan como ellos. (Ítem 338)

381. Es un error creer que las reuniones consagradas de manera especial a las manifestaciones físicas no requieran un ambiente fraternal y seriedad. El hecho de no requerir condiciones tan rigurosas para su celebración, no quiere decir que se pueda asistir a ellas con ánimo frívolo, y mucho se engañará quien suponga que allí el concurso de los asistentes sea absolutamente nulo. (Ítem 342)

382. Muchas personas piensan que “El Libro de los Espíritus” agotó la serie de las preguntas sobre moral y filosofía. Es un error. (Ítem 343)

383. El contacto con los Espíritus elevados nos permite ampliar el cuadro de los estudios. Además de las cuestiones psicológicas, que tienen un límite, podemos proponerles una inmensidad de problemas morales que se extienden hasta el infinito, sobre todas las situaciones de la vida, sobre la mejor conducta a ser adoptada en tal o cual circunstancia, sobre nuestros deberes, etc. (Ítem 344)

384. Las comunicaciones espontáneas proporcionan una infinidad de temas de estudio. En esos casos, se trata de esperar el tema que le plazca tratar al Espíritu. Pero no se debe olvidar la necesidad de comentarlas después, cuidadosamente, para apreciar todas las ideas que encierran. Hecho con rigor, ese examen constituye la mejor garantía contra la intromisión de Espíritus mistificadores. (Ítem 345) 

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Como se pueden presentar las reuniones espíritas?

Las reuniones espíritas requieren condiciones especiales y nos equivocaríamos si las comparáramos con las sociedades comunes. Según su naturaleza, pueden ser frívolas, experimentales o instructivas. Las reuniones frívolas son las que están integradas por personas que ven sólo el lado divertido de las manifestaciones, que se divierten con las gracias de los Espíritus ligeros y en las que se preguntan todo tipo de banalidades, se hace leer la “buena fortuna” y otras mil cosas de este género. Las reuniones experimentales son las que tienen por objeto la producción de manifestaciones físicas. Este género de experiencias tiene una utilidad innegable, porque fueron ellas las que permitieron descubrir las leyes que rigen el Mundo Invisible.  Si fueran dirigidas con método y prudencia, se obtendrá mejores resultados. Las reuniones instructivas son aquellas de las cuales podemos extraer la verdadera enseñanza y para eso, deben ser serias, o sea, ocuparse de cosas útiles, excluyendo todas las otras. (El Libro de los Médiums, ítems 324 a 327)

B. ¿Cuál es la utilidad de las reuniones de estudio?

Las reuniones de estudio son de inmensa utilidad para los médiums y para las personas que tienen un deseo serio de perfeccionarse. La instrucción espírita no comprende solamente la enseñanza moral dada por los Espíritus, sino también el estudio de los hechos: a ella le incumbe la teoría de todos los fenómenos, la investigación de sus causas y, como consecuencia, la comprobación de lo que es posible y de lo que no lo es; en una palabra, la observación de todo lo que pueda hacer  progresar a la ciencia. (Obra citada, ítems 328 y 329.)

C. ¿Qué condiciones son necesarias para una reunión espírita?

Una reunión es un ser colectivo cuyas cualidades y propiedades son la resultante de todas las de sus miembros y forman una especie de haz; ahora bien, ese haz tendrá tanto más fuerza cuanto más homogéneo sea. Toda reunión espírita debe, por lo tanto, tender a la mayor homogeneidad posible. Es necesario incluso el recogimiento y la comunión de pensamientos, siendo un hecho comprobado por la experiencia que los pequeños círculos íntimos son siempre más favorables para las buenas condiciones que la reunión debe reunir. Otros factores importantes son la regularidad de las reuniones y las disposiciones morales de sus integrantes. (Obra citada, ítems 331 a 333.)

D. Las causas de las perturbaciones en un grupo espírita ¿se originan sólo en el seno de los encarnados?

No. Los causantes de las perturbaciones se encuentran igualmente en el Mundo Invisible. Del mismo modo que hay Espíritus protectores para las sociedades, las ciudades y los pueblos, existen Espíritus malévolos que se apegan tanto a los grupos como a los individuos. Se apegan primero a los más débiles, a los más accesibles, y tratan de hacer de ellos sus instrumentos, para después intentar envolver al conjunto. Todas las veces, entonces, que una persona de un grupo caiga en la trampa, es necesario decir que hay un enemigo en el campo, un lobo en el aprisco y que debe mantenerse en guardia, porque lo más probable es que multiplicará sus tentativas.  Si no lo desalientan con una resistencia enérgica, la obsesión se hace un mal contagioso, que se manifiesta en los médiums por la perturbación de la mediumnidad y en los otros por la hostilidad de los sentimientos, la perversión del sentido moral y la perturbación de la armonía. (Obra citada, ítem 340.)

 

 


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