El egoísmo solo
será superado
cuando el
individuo busque
entender su
realidad
eminentemente
espiritual
Transcurridos
155 años de la
publicación de
la primera
edición de El
Libro de los
Espíritus,
marco inicial de
la era del
Espíritu
inmortal o de la
inmortalidad del
alma, los
mentores
espirituales de
ese mundo han
apuntado el
egoísmo – asunto
que siempre
merece cuidadosa
reflexión de
nuestra parte –
como el mayor
obstáculo al
progreso
humano. En ese
sentido, en los
comentarios
referentes a la
pregunta nº 917
de la citada
obra, Allan
Kardec concluyó
que “El egoísmo
es la fuente de
todas las
adicciones, como
la caridad lo es
de todas las
virtudes [...]”.
El Codificador
incluyó también
que destruir una
y desarrollar la
otra debe ser el
objetivo de toda
la criatura
humana que desea
la felicidad –
tanto como es
posible
alcanzarla en
este planeta –
ahora y en el
futuro.
Básicamente, el
egoísmo deriva
de la fuerte
influencia de
las cosas de la
materia en
nuestra
personalidad;
por eso, es
difícil
eliminarlo, pero
no imposible.
Explicando más
sus maleficios,
Chico Xavier, ya
en la condición
de Espíritu
desencarnado, en
la obra que
lleva, de hecho,
su nombre
(psicografia de
Carlos A.
Bacelli),
ponderó que
“Todos los males
que asolan la
humanidad
derivan del
egoísmo; es él
el gran
responsable por
los perjuicios
de toda especie
– el orgullo
racial, el
fanatismo
religioso, la
ambición del
poder: es él que
fomenta las
guerras de
exterminio, la
subyugación de
un pueblo por
otro, el
desequilibrio
que asola las
mentes que
articulan los
atentados
terroristas…”.
Infelizmente, en
este inicio de
milenio, la
civilización
humana aún se
muestra, de
manera
inequívoca, por
el
comportamiento
egoísta,
considerando
que:
-
La pobreza y
la
desigualdad
ocupan el
primer lugar
en la
jerarquía de
los
principales
problemas de
la
humanidad,
según Koffi
Annan,
ex-Secretario
General de
las Naciones
Unidas;
-
1,4 billones
de personas
aún viven
con menos de
US$ 1,25 por
día;
• 925 millones
sufren de hambre
crónica;
• 2,6 billones
de personas no
tienen acceso a
las condiciones
decentes de
saneamiento y
884 millones de
personas no
tienen acceso al
agua potable;
• 828 millones
de personas en
los países en
desarrollo viven
en casuchas, sin
infraestructuras
básicas o
inadecuadas,
tales como
carreteras,
abastecimiento
de agua
canalizada y
electricidad o
agotamiento;
• 796 millones
de adultos son
analfabetos;
• 8,8 millones
de niños con
menos de cinco
años de edad
mueren
anualmente
debido a
problemas de
salud evitables;
• Cerca de 75%
de la población
no está cubierta
por sistemas de
seguridad social
adecuados;
• 150 millones
de personas
sufren
anualmente
catástrofes
financieras y
100 millones son
empujadas para
niveles bajo la
línea de
pobreza, cuando
son obligadas a
pagar por los
servicios de
salud.
Pablo de Tarso
no condena ni
demoniza el
dinero
Vale añadir
aunque, de
acuerdo con los
datos del
Ministerio de
Trabajo &
Empleo, fueron
rescatados
41.451
trabajadores en
Brasil entre
1995 y 2011
encontrados en
situación
análoga a la de
esclavo. Peor
aún: persisten
las señales
convincentes de
que tal
abominación aún
esté presente en
el
territorio
nacional.
Subyacente la
gran parte de
los males arriba
descritos, está
el notorio y
excesivo apego
al dinero como
forma vehemente
de manifestación
egoísta. Prueba
dificilísima
para el Espíritu
que, si no es
bien
aprovechada,
puede llevarlo
al abismo. Por
eso, Pablo de
Tarso con
acierto aseveró:
“Porque el
amor del
dinero es la
raíz de toda
especie de
males; y, en esa
codicia, algunos
se desviaron de
la fe y se
atraviesan a sí
mismos con
muchos dolores”
(I Timoteo, 6:
10).
Noten que Pablo
no condena,
abomina o
demoniza el
dinero. Como
persona
inteligente, él
ciertamente
sabía de la
importancia de
ese elemento
material para el
adecuado
funcionamiento
de las
sociedades
humanas. Aún hoy
necesitamos
ardientemente
del papel moneda
para nuestro
sustento,
preservación
y equilibrio
económico
mundial. De
hecho, estamos
aún muy lejos de
vivir en una
economía basada,
por ejemplo, en
el bônus-hora.
Pero es
previsible que a
medida que
avancemos en las
cosas del
espíritu, menos
relevancia el
dinero tendrá en
nuestras vidas.
Tejiendo otras
relevantes
consideraciones,
el Espíritu
Emmanuel, en la
obra Camino,
Verdad y Vida
(psicografia de
Francisco C.
Xavier),
enfatiza, por su
parte, que el
dinero que
conquistamos por
los caminos
rectos,
bendecido por la
claridad divina,
es un amigo que
nos busca la
orientación sana
y la utilización
humanitaria.
Pero el sabio
mentor advierte
igualmente: “Responderás
a Dios por las
directrices que
le des y ay de
ti se
materializas esa
fuerza benéfica
en el sombrío
edificio de la
iniquidad”.
De ese modo,
poseer el
dinero, en sí,
no es algo
negativo; sin
embargo, las
finalidades para
las cuales lo
dirigimos
impactarán
fuertemente
nuestro futuro.
Por eso, el
Espíritu
Emmanuel, en
El Evangelio
según el
Espiritismo,
observa que: “El
egoísmo, llaga
de la humanidad,
tiene que
desaparecer de
la Tierra,
a cuyo progreso
moral obsta. El
egoísmo es,
pues, el blanco
para el cual
todos los
verdaderos
creyentes deben
apuntar sus
armas, dirigir
sus fuerzas, su
coraje [...]”.
Finalmente, la
mayoría de
nosotros trae en
sí, de manera
muy nítida aún,
ese vestigio. El
propio estilo de
vida que
adoptamos –
consumista y
eminentemente
volcado para la
adquisición y
el cúmulo de
bienes
materiales en
detrimento de
los bienes
espirituales
(virtudes) –
favorece, como
abordamos antes,
el
comportamiento
egoísta.
Hay personas
incapaces de
sacrificarse por
el prójimo
Emmanuel
esclarece la
necesidad de
[...] Que cada
uno, por lo
tanto, emplee
todos los
esfuerzos para
combatirlo en
sí, cierto de
que ese monstruo
devorador de
todas las
inteligencias,
ese hijo del
orgullo es el
causante de
todas las
miserias del
mundo terreno.
Es la negación
de la caridad y,
así pues, el
mayor obstáculo
a la felicidad
de los hombres”.
Emmanuel
concluye su
elevado
pensamiento
exteriorizando
lo siguiente:
“Es... por esa
lepra que se
debe atribuir el
hecho de no
haber aún el
cristianismo
desempeñado por
completo su
misión [...]”.
Desafortunadamente,
continuamos en
no entender que
debemos
empeñarnos para
generar
bienestar para
todos y no sólo
para algunos
grupos.
Por fin, él nos
llama a expulsar
el egoísmo de la
Tierra para que
ella pueda
ascender en la
jerarquía de los
mundos. Pero la
condición sine
qua non para que
tal objetivo sea
alcanzado es que
expulsemos ese
sentimiento
pernicioso de
nuestros
corazones.
Desprenderse,
así, que este es
el único camino
para alcanzar la
madurez
espiritual.
El Espíritu
Hermano José, en
la obra
Vigilad y Orad
(psicografia de
Carlos A.
Bacelli), aborda
otros aspectos
inherentes al
sentimiento de
egoísmo que
merecen
igualmente
reflexión de
todos nosotros.
Según ese sabio
mentor, “Existen
personas que no
son capaces de
sacrificarse por
nadie”. De
hecho, es
imperioso
reconocer que, a
veces, tales
personas están
bajo nuestro
techo en la
condición de
hijo(a), marido
o esposa, o
incluso como
madre o padre
esparciendo
energías
malsanas. “No
son capaces de
dejar de ir a
una fiesta, para
atender un
amigo”, pondera
el citado
mentor.
Siguiendo esa
línea de
razonamiento,
diríamos que las
personas
portadoras de
tal perfil
raramente salen
de su zona de
confort y,
cuando lo hacen,
están claramente
imbuidas de mal
humor o de
interés
personal. De
hecho, es
altamente
desagradable
constatar que
muchos pacientes
ingresados en
hospitales con
enfermedades
graves están sin
visitas o
aguardan hasta
un año por el
paso de
parientes.
El Hermano José
observa aún que
esas personas
son incapaces de
renunciar a sus
intereses
(generalmente
mezquinos y
egocéntricos),
de examinar una
posición, de
compartir algo e
incluso de
considerar al
otro como
extensión de
ellas mismas.
Por tener la
mente obnubilada
no consiguen
vislumbrar la
obligación moral
de que debemos
hacer a los
otros lo que,
fundamentalmente,
deseamos para
nosotros mismos.
De manera
general, el
egoísmo puede
ser considerado
como una
adicción. Es la
adicción de
mirar sólo para
sí, para los
propios
intereses
personales;
esencialmente,
es la actitud
viciosa de
importarle sólo
consigo mismo y
nadie más. A
propósito, vemos
en la actualidad
jóvenes viciados
robando cosas de
valor de sus
propios hogares
– actuando
egoístamente a
causa de la
drogadicción –
sin importarle
el dolor y
decepción que
generan y ni con
las
consecuencias de
sus locuras.
La práctica del
bien es esencial
a nuestra
sanidad mental
El análisis del
egoísmo también
comporta una
faceta
colectiva. Las
omnipresentes
huelgas de
operarios de las
compañías de
Metro, autobús,
trenes,
hospitales y
seguridad
públicas son
algunos ejemplos
indiscutibles de
la indiferencia
humana.
Explorando un
poco más los
pensamientos del
Hermano José, él
afirma que los
egoístas son los
primeros “en
valerse de la
generosidad
ajena”. Más aún:
“Se travisten de
humildad, pero
se rebelan
cuando no son
atendidos de
inmediato”.
Paradójicamente,
“Esperan de los
otros lo que
nunca dieron a
nadie”. De ese
modo, esclarece
con mucha
propiedad el
Espíritu Chico
Xavier que sólo
a través de
nuestro contacto
con el dolor de
los semejantes
para no sucumbir
a nuestras
insanas crisis
narcisistas. Y
remata, por fin,
que: “La
práctica del
bien a los
semejantes es
esencial a
nuestra sanidad
mental”.
Creemos que vale
recordar un
pasaje contenido
en la obra
Días Venturosos
del Espíritu
Amélia Rodrigues
(psicografia de
Divaldo P.
Franco) que trae
el pensamiento
del propio
Cristo acerca de
tan complejo
asunto. Las
enseñanzas son
magníficamente
claras y
actualizadas
dado que el
egoísmo es
endémico.
Buscaremos
presentar un
pequeño resumen
de la lección y
recomendamos al
lector
interesado en
coger más
informaciones
que las busque
en la luminosa
obra. Puesto
esto, recuerda
la mentora del
más allá que
aquel día – de
hecho, como
siempre ocurría
– el sermón del
maestro había
atraído inmensa
multitud y “Su
mensaje cargado
de ternura y de
esperanza
invitaba
esencialmente a
los oyentes a la
transformación
moral”.
Los pedidos de
socorro eran
incontables y
los que pedían
no demostraban
atención para el
visible
cansancio y
desgaste del
Maestro
inolvidable. De
hecho, Amélia
Rodrigues
observa con
precisión que
“En su ceguera y
desconcierto
moral, las
criaturas nunca
ven los dolores
de los otros,
sus dificultades
y problemas,
delante
de los propios
desafíos”.
Infelizmente,
tal cuadro no
fue disipado a
la vista que los
centros
espíritas
reciben enorme
cantidad de
personas en ese
estado del alma.
Y añade aún
ella: “El ansia
de
solucionarlos,
las hacen
indiferentes a
los testimonios
silenciosos y
afligidos que
fustigan a
aquellos a quién
recurren, sin la
menor
consideración”.
Jesús, sin
embargo, había
atendido a todos
con atención y
compasión “hasta
el momento en
que Simón Pedro
lo rescató de la
masa informe e
insaciable”.
Transcurrido un
intervalo para
el descanso y
alimentación, en
la habitual
reunión nocturna
de estudios,
Simón, bajo el
efecto de un
desagradable
encuentro que
hubo tenido con
un antiguo
amigo que otrora
lo hubo
calumniado, y
sintiéndose aún
amargado y
resentido, le
indagó motivado
por un sincero
deseo de
aprender – como
proceder delante
de los que nos
perjudican y
perturban...
El egoísmo es
responsable por
males
incontables
Jesús, solícito,
le respondió con
bondad: “Simón,
los verdaderos
adversarios del
hombre no se
encuentran fuera
de él, aunque sí
en su mundo
íntimo,
persiguiendo e
inquietándolo
sin término
[...]”.
Buscando obtener
más
esclarecimientos,
le preguntó aún
Simón cuáles
eran los
enemigos íntimos
que cargamos
dentro de
nosotros. El
Maestro fue
extremadamente
didáctico al
explicar que:
“Hay tres
enemigos feroces
en el interior
del ser humano,
que responden
por todas las
miserias que
asolan la
sociedad,
dilacerando los
tejidos
sutiles del
alma. Se trata
del egoísmo, del
orgullo y de la
ignorancia”. Tal
diagnóstico aún
prevalece, pues
vemos las
terribles
consecuencias de
esos elementos
produciendo
sufrimiento y
aflicción
diariamente.
Continuando sus
enseñanzas,
Jesús adujo lo
siguiente:
“El egoísmo es
un verdugo sin
piedad, que
absorbe a su
víctima al hecho
de la
esclavitud,
haciéndola
infeliz.
Gracias a él
predominan los
prejuicios
sociales, las
dificultades
económicas, los
problemas de
relación
humana... Cual
una molestia
devoradora, se
instala en los
sentimientos y
los estrangula
con la fuerza de
la propia
locura.
El egoísmo es
responsable por
males
incontables que
devastan la
humanidad. El
egoísta
solamente piensa
en sí, a nada ni
a nadie respeta
en la saña de
desear
exclusivamente
en beneficio
propio, a todo
cuanto
ambiciona. Se
hace avaro y
perverso, porque
transita
insensible a las
necesidades
ajenas.
Por su parte, el
orgullo es
tóxico que ciega
y destruye los
valores morales
del individuo,
llevándolo a no
considerar las
demás criaturas
que lo cercan.
Creyéndose
excepcional y
portador de
valores que
piensa poseer
subestima todo
para sobresalir
donde se
encuentra,
exhibiendo la
fragilidad moral
y las distonías
nerviosas de que
se vuelve
víctima
indefensa.
La ignorancia
igualmente
esclaviza y hace
al ser déspota,
indiferente a
todo cuanto no
le dice respecto
directamente,
olvidado de que
todas las
personas son
miembros
importantes e
interdependientes
del organismo
social”.
Al egoísmo se
debe sobreponer
la solidaridad
Pedro deseando
aprender más
preguntó al
Mesías como
extirpar tales
males del alma y
qué antídotos
podrían ser
usados para
eliminarlos. Y
Jesús le ofreció
la siguiente
sublime
orientación:
“Al egoísmo se
debe sobreponer
la solidaridad,
que abre los
brazos a la
gentileza y al
altruismo.
El corazón
generoso es rico
de dádivas.
Mientras más las
reparte, más
posee, porque se
multiplican con
celeridad.
La solidaridad
anula la soledad
y amplía el
círculo de
auxilios mutuos,
dignificando el
ser que se eleva
emocionalmente,
engrandeciendo
la vida y la
humanidad.
El orgullo cede
ante la
humildad, que
dimensiona la
persona con la
medida exacta,
descubriéndole
el significado,
su realidad
[...].
Sin la humildad
el hombre se
rebela, porque
no reconoce la
flaqueza que le
es peculiar, ni
se da cuenta,
conscientemente,
de que
inmediatamente
más será
desligado del
coche orgánico,
nivelándose a
todos los demás
en el vaso
sepulcral...
A La ignorancia
se facultan el
conocimiento y
el dilecto hijo
del sentimiento
mayor, que es
hálito del Padre
vivificando todo
y todos, origen
y finalidad del
Universo: ¡el
amor!
[...]
La victoria real
es siempre sobre
sí mismo, en las
provincias del
alma.
El perdón a la
ofensas, el
respeto al
derecho ajeno,
la beneficencia
y la bondad son
los hijos
dilectos del
amor-conocimiento
que vuela en luz
con alas de
caridad,
haciendo el
mundo mejor y
todos los seres
felices”.
Después de las
profundas
aclaraciones,
Jesús silenció.
Enseguida, se
puso a caminar,
mientras los
demás compañeros
caían en
profunda
meditación. Por
lo tanto,
nosotros
espíritas
deberíamos
considerarnos
inmensamente
felices por
disponer de
obras como
aquella arriba
referida que
trae
esclarecimientos
e informaciones
de la
fuente más pura.
Concluyendo, el
egoísmo sólo
será superado
cuando el
individuo busque
entender su
realidad
eminentemente
espiritual.
Nuestro modesto
consejo es para
que busquemos
extirpar ese mal
que cargamos en
nosotros de eras
incontables para
acreditarnos a
la felicidad
eterna.
BIBLIOGRAFIA:
Bacelli, C. A.
(Pelo Espírito
Irmão José). Vigiai
e orai. 4ª
edição. Uberaba:
Editora Vitória,
2002, p. 169-170
Bacelli, C.A.
(Pelo Espírito
Francisco
Cândido Xavier). O
Espírito de
Chico Xavier. 2ª
edição. Uberaba:
Liv. Espírita
Edições “Pedro e
Paulo”, 2004, p.
29, 122-123.
Franco, D. P.
(Pelo Espírito
Amélia
Rodrigues).
(2009). Dias
venturosos. 3ª
edição.
Salvador, BA:
Livraria
Espírita
Alvorada
Editora, Cap.
15, p. 91-96.
Kardec, A. O
evangelho
segundo o
Espiritismo. 79ª
edição. Rio de
Janeiro: FEB,
1980, Cap. XI,
p. 197-198.
Kardec, A. O
livro dos
Espíritos. 58ª
edição. Rio de
Janeiro: FEB,
1983, p. 422.
Leite, F.
Famílias
“esquecem”
idosos em
hospitais. Folha
de São Paulo, São
Paulo, 30 abr.
2006. Folha
Cotidiano, p.
C1.
Ministério do
Trabalho e
Emprego.
Trabalho Escravo
no Brasil em
Retrospectiva:
Referências para
estudos e
pesquisas. p. 7,
janeiro 2012.
Organização
Internacional do
Trabalho,
(2011). Piso
de Proteção
Social para uma
Globalização
Equitativa e
Inclusiva.
Quadro 1 - A
extensão do
desafio social
global, p. 22.
Disponível em:
http://www.oit.org.br
Acessado
em 28 mar 2012.
Xavier, F.C.
(Pelo Espírito
Emmanuel). Caminho,
verdade e vida. 7ª
edição. Rio de
Janeiro: FEB,
1978, Cap. 57,
p. 129-130.
|