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Editorial Português   Inglês    
Año 6 295 – 20 de Enero de 2013
Traducción
Elza Ferreira Navarro - mr.navarro@uol.com.br
 

 

Para que Brasil sea un país serio, mucha cosa tendrá
que cambiar

 
A propósito de la crisis que redundó, en el año pasado, en el proceso de destitución de más un alcalde de una importante ciudad brasileña, nos vino a la memoria un oportuno mensaje que nos fue enviado, algún tiempo atrás, por un lector.

Dice el escribiente: “La clase política brasileña es reconocidamente corrupta e incompetente. Sólo algunos nombres del escenario político están libres de procesos judiciales. De cualquier manera, tales señores fueron electos de manera democrática, a través del voto popular. Sistemáticamente escogemos pésimos representantes y, durante el mandato, somos bombardeados por acciones abyectas, incompatibles con hombres de bien. Pregunto: ¿Nuestros políticos no son sólo el reflejo lamentable de nuestra población estúpida y sin preparación? ¿Serán necesarios varios años, para que nos tornemos un país serio, conforme afirmó  el antiguo presidente de  Francia, el general De Gaulle?”     

En respuesta a las consideraciones arriba reproducidas, nos toca recordar, en homenaje a la verdad, que el retraso moral no constituye privilegio sólo de los que habitan nuestro país, pero es, infelizmente, el modelo del planeta en que vivimos, donde el mal y sus derivados reinan soberanos en forma de conflictos de todo orden, corrupción, iniquidad, violencia, desigualdades sociales e injusticias, que se averiguan en todos los cuadrantes del mundo  y no sólo en algunos pocos lugares. 

En el año en que escribió el libro “Volví”, psicografado por Chico Xavier, 64 años atrás, Hermano Jacob nos transmitió una información muy importante relativa a la composición del nuestro planeta.

Según él, más de la mitad de los habitantes de la Tierra era, entonces, constituida por Espíritus poco evolucionados o bárbaros y solamente 30% de la población global formaría el contingente de personas aptas a la espiritualidad superior. En pocas palabras: los habitantes de la Tierra son efectivamente muy retrasados y se encuentran muy distantes de los que son considerados angelicales, que es lo que caracteriza a los seres que llegaron a la meta para la cual fuimos creados.

Lo que se averigua en Brasil es, por lo tanto, parecido con lo que está ocurriendo en los principales países del planeta. La diferencia es que, por una serie de factores, la impunidad constituye aquí la regla, en cuanto que en otros lugares – pero no en todos – el político o el administrador corruptos son llevados a prestar cuentas a la Justicia.

De acuerdo con eso, podemos concluir, en respuesta a las observaciones hechas por el lector:

·        Los políticos que elegimos son, sí, el reflejo lamentable de la población que los eligió. A cada elección, aunque cambien los electos, el problema continúa, porque la fuente de donde ellos emanan es la misma.

·       Para que Brasil se torne un país serio, muchas cosas tendrán que cambiar y eso requiere tiempo, es decir, mucho tiempo, una vez que la naturaleza no da saltos. En ese proceso, la cuestión educacional tendrá que ser preponderante y jamás descuidada.

La transformación del mundo – tan propalada en los últimos tiempos – vendrá realmente, pero solamente después de muchos siglos de esfuerzo, de sufrimiento y de trabajo en el bien, a fin de que la paz, la concordia y el entendimiento puedan tornarse práctica común en el mundo donde vivimos.



 


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