Para que Brasil
sea un país
serio, mucha
cosa tendrá
que
cambiar
A propósito de
la crisis que
redundó, en el
año pasado, en
el proceso de
destitución de
más un alcalde
de una
importante
ciudad
brasileña, nos
vino a la
memoria un
oportuno mensaje
que nos fue
enviado, algún
tiempo atrás,
por un lector.
Dice el
escribiente:
“La clase
política
brasileña es
reconocidamente
corrupta e
incompetente.
Sólo algunos
nombres del
escenario
político están
libres de
procesos
judiciales. De
cualquier
manera, tales
señores fueron
electos de
manera
democrática, a
través del voto
popular.
Sistemáticamente
escogemos
pésimos
representantes
y, durante el
mandato, somos
bombardeados por
acciones
abyectas,
incompatibles
con hombres de
bien. Pregunto:
¿Nuestros
políticos no son
sólo el reflejo
lamentable de
nuestra
población
estúpida y sin
preparación?
¿Serán
necesarios
varios años,
para que nos
tornemos un país
serio, conforme
afirmó el
antiguo
presidente de
Francia, el
general De
Gaulle?”
En respuesta a
las
consideraciones
arriba
reproducidas,
nos toca
recordar, en
homenaje a la
verdad, que el
retraso moral no
constituye
privilegio sólo
de los que
habitan nuestro
país, pero es,
infelizmente, el
modelo del
planeta en que
vivimos, donde
el mal y sus
derivados reinan
soberanos en
forma de
conflictos de
todo orden,
corrupción,
iniquidad,
violencia,
desigualdades
sociales e
injusticias, que
se averiguan en
todos los
cuadrantes del
mundo y no sólo
en algunos pocos
lugares.
En el año en que
escribió el
libro “Volví”,
psicografado por
Chico Xavier, 64
años atrás,
Hermano Jacob
nos transmitió
una información
muy importante
relativa a la
composición del
nuestro planeta.
Según él, más de
la mitad de los
habitantes de la
Tierra era,
entonces,
constituida por
Espíritus poco
evolucionados o
bárbaros y
solamente 30% de
la población
global formaría
el contingente
de personas
aptas a la
espiritualidad
superior. En
pocas palabras:
los habitantes
de la Tierra son
efectivamente
muy retrasados y
se encuentran
muy distantes de
los que son
considerados
angelicales, que
es lo que
caracteriza a
los seres que
llegaron a la
meta para la
cual fuimos
creados.
Lo que se
averigua en
Brasil es, por
lo tanto,
parecido con lo
que está
ocurriendo en
los principales
países del
planeta. La
diferencia es
que, por una
serie de
factores, la
impunidad
constituye aquí
la regla, en
cuanto que en
otros lugares –
pero no en todos
– el político o
el administrador
corruptos son
llevados a
prestar cuentas
a la Justicia.
De acuerdo con
eso, podemos
concluir, en
respuesta a las
observaciones
hechas por el
lector:
·
Los políticos
que elegimos
son, sí, el
reflejo
lamentable de la
población que
los eligió. A
cada elección,
aunque cambien
los electos, el
problema
continúa, porque
la fuente de
donde ellos
emanan es la
misma.
· Para
que Brasil se
torne un país
serio, muchas
cosas tendrán
que cambiar y
eso requiere
tiempo, es
decir, mucho
tiempo, una vez
que la
naturaleza no da
saltos. En ese
proceso, la
cuestión
educacional
tendrá que ser
preponderante y
jamás
descuidada.
La
transformación
del mundo – tan
propalada en los
últimos tiempos
– vendrá
realmente, pero
solamente
después de
muchos siglos de
esfuerzo, de
sufrimiento y de
trabajo en el
bien, a fin de
que la paz, la
concordia y el
entendimiento
puedan tornarse
práctica común
en el mundo
donde vivimos.
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