El extraño
descubrimiento se dio en
los años 30, cuando una
adolescente
norteamericana había
salido de vacaciones con
su familia para una
región localizada
próxima al Cooper
Canyon, en México. La
chica exploraba la
región cuando encontró
un túnel de una mina
abandonada. Por
curiosidad ella entró en
la
mina y en el interior de
esta encontró un
esqueleto humano
completo acostado de
espalda sobre el suelo.
Al lado de aquel
esqueleto, un montón de
tierra, semejante a una
sepultura, con un hueso
de brazo saliendo de la
tierra. La adolescente
cavó con las propias
manos y retiró de dentro
de la “sepultura” otro
esqueleto
allá enterrado. Ella
intentó recuperar los
dos esqueletos, sin
embargo, cuando iba a
salir del túnel, una
lluvia muy fuerte cayó y
acabó anegando la
entrada de la mina, y
ella acabó perdiendo la
mayoría de los huesos,
sobrando solamente dos
cráneos y un maxilar.
Aquel hallazgo fue
mantenido guardado en
una caja de cartón por
la adolescente.
Ella creía que el cráneo
era de una persona que
había tenido algún tipo
de deformidad.
Formato del
rostro del
Starchild hecho
por un artista
plástico
En el comienzo de 1990,
ya adulta, la
descubridora de los
cráneos falleció y, en
1998, los dos cráneos y
el maxilar fueron dados
de regalo para Ray y
Melanie Young del Paso,
en Texas (EUA). Melanie
era fisioterapeuta y
también enfermera
neonatal, y percibió que
aquel cráneo extraño no
podría ser debido
a algún tipo de
deformidad. Conversando
con su marido Ray
decidieron enviar
aquellos hallazgos para
Lloyd Pye, escritor e
investigador. En
posesión de aquel
precioso hallazgo, Lloyd
creó el Proyecto
Starchild en febrero de
1999. Él encaminó los
cráneos para un examen
de tomografía
computadorizada, y este
reveló que la parte de
la mandíbula superior
del cráneo deformado
posee diversos dientes
inclusos (recogidos), y
eso sugería la hipótesis
de tratarse del cráneo
de un niño que murió
entre los cinco y seis
años de edad.
Cráneo humano y
Cráneo de
la star child
El cráneo humano,
mostrado arriba, en el
lado izquierdo y en el
centro, muestra una
cavidad ósea frontal
típica, localizada entre
las cavidades oculares.
El cráneo Starchild en
el lado derecho, por su
parte, no tiene trazo
alguno de sinus frontal,
ni incluso vestigios de
donde esta cavidad
podría desarrollarse.
Este hecho es
considerado
extremadamente raro.
El segundo cráneo era de
una mujer adulta,
normal, pero tenía algo
diferente: él había sido
moldeado con tablas de
madera – una práctica
que consistía en amarrar
la cabeza de los bebés
para que el cráneo
quedara con formato
alargado.
Los cráneos fueron
fechados en el 900 a. C.
con la prueba del
Carbono 14.
Generalmente los bebés
eran amarrados a una
tabla usándose una
cuerda, o un tejido,
posicionándose la cabeza
vuelta para el frente,
con el ángulo de visión
y el cuello levemente
flexionado para
facilitar la
respiración, pero, si
rotáramos el cráneo
Starchild a fin de
alinearlos con su área
plana, notamos que los
ojos apuntan para bajo,
y más aún, el cuello
queda inclinado de modo
que bloquea el pasaje
del aire en la
respiración.
La capacidad volumétrica
del cráneo Starchild es
de aproximadamente 1600
centímetros cúbicos; más
de 200 cm que la de un
ser humano.
El cráneo Starchild
tiene un leve formato de
corazón, y se expande en
ambos lados de la sutura
sagital (centro). Un
examen de esta sutura
muestra que ella no está
fundida, así no podría
restringir la expansión
si hubiera sido causada
por un acumulo del
fluido cefalorraquídeo.
Esto sugiere que la
forma del cráneo no fue
causada por este motivo,
y sí que era su
estructura normal.
Otra indicación de que
este no sea el problema
con el cráneo, es que
las cavidades oculares
no quedan distorsionadas
en los niños
hidrocéfalos. Las caras
de esos niños son
absolutamente normales.
Aún, las cavidades
oculares del cráneo en
cuestión están
completamente fuera de
la normalidad. Como
puede ser visto arriba,
en humanos, las
cavidades son profundas,
con aproximadamente
cinco centímetros de
profundidad, en forma de
cono, con las aberturas
de los nervios ópticos
localizados en lo más
profundo de las
cavidades.
Las cavidades oculares
en el cráneo Starchild
tienen aproximadamente
dos centímetros de
profundidad y las
aberturas de los nervios
ópticos están
localizadas más abajo y
más próximas de la base
interior de la nariz.
Las superficies de las
cavidades oculares son
perfectamente lisas, sin
ningún disturbios
en su topografía, los
cuales son idénticos en
ambos lados. Ellos
pueden ser sentidos con
la punta de los dedos.
Esta increíble simetría
hace la posibilidad casi
nula de que la
“deformidad” pueda haber
sido consecuencia de
alguna enfermedad, o
anomalía genética.
Existen aún varias otras
disparidades entre este
cráneo y el de un
humano, como por
ejemplo, la localización
del oído interno. En los
seres humanos, el oído
interno es usado para
ayudarnos a determinar
lo que está para arriba,
o para bajo, para
izquierda o para la
derecha, y para nuestro
equilibrio. Él es
esencial
para nuestra existencia
en la gravedad de este
planeta. En el cráneo
Starchild, existe un
enorme oído interno,
mucho mayor que el
humano. Tal vez haya
sido muchas veces más
sensible a los pequeños
cambios de posición y
movimiento. La posición
del oído interno también
difiere en este cráneo
(más bajo y más para el
frente). Este tipo de
deformidad desafía
cualquier explicación
científica.
En 2003 el laboratorio
Trace Genetics retiró
una muestra del cráneo
Starchild y otra de uno
de los cráneos humanos
encontrados junto con
él, para extraer el ADN
y realizar exámenes, y
dividió esas muestras en
cuatro partes. Dos de
ellas fueron colocadas
cada una dentro de un
tubo de ensayo
conteniendo ácido
etilenodiamino
treta-acético. Se sabe
que en una semana este
ácido disolvería
completamente un hueso
humano, y fue eso que
ocurrió con la muestra
del cráneo humano, sin
embargo, no disolvió la
del Starchild. Después
de un mes la muestra del
cráneo Starchild aún no
había sido disuelta,
hecho que sólo ocurrió
cuando utilizaron otra
sustancia aún más
fuerte. Este primer
experimento ya indicó
que había alguna cosa
allí diferente…
Parte de donde fue
retirada la muestra para
el test de ADN.
La densidad del cráneo
Starchild era anormal,
diferente de la humana,
y, además de eso, la
resistencia era también
mayor. La constitución
de él era semejante a la
del esmalte de los
dientes.
Las otras muestras de
los cráneos (el humano y
el Starchild) fueron
sometidas a pruebas de
ADN nuclear y
mitocondrial. Los
resultados chocaron a
los investigadores: ¡no
consiguieron extraer
marcadores provenientes
de seres humanos de la
muestra del cráneo
Starchild! En otras
palabras, la madre del
Starchild era humana,
pero el padre no era.
Cráneo humano y el
Starchild.
Como la Doctrina
Espírita presenta
informaciones tanto
sobre la venida de seres
de otros orbes para la
Tierra (los capelinos y
otros más) y también
comenta sobre la
pluralidad de mundos
habitados, tenemos en el
Starchild una evidencia
de ese evento, ya que ni
aún en la prueba de ADN
se pudieron identificar
marcadores
humanos, o sea, el ADN
del padre de aquel niño
no era proveniente de
los seres del planeta
Tierra. Tenemos
entonces, un elemento
más para estudiar como
favorable las
informaciones
presentadas por los
Espíritus en sus
mensajes esclarecedores
sobre la vida en el
Universo. No estamos
solos en el Cosmos,
porque, a fin de
cuentas, conforme el
Maestro Jesús afirmó
hace más de dos mil
años: La casa de mí
Padre tiene muchas
moradas.
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