Continuamos el estudio
metódico de “El
Evangelio según el
Espiritismo”, de Allan
Kardec, la tercera de
las obras que componen
el Pentateuco
Kardeciano, cuya primera
edición fue publicada en
abril de 1864. Las
respuestas a las
preguntas sugeridas para
debatir se encuentran al
final del texto.
Preguntas para debatir
A. ¿Qué
quiso enseñar Jesús al
ordenar a Pedro guardar
su espada y no
utilizarla?
B. Hacer
el bien sin ostentación
es un gran mérito. Pero,
¿en qué consiste esto y
en qué momento tal
acción se vuelve más
sublime?
C. Kardec
nos recomienda buscar
los infortunios ocultos
y nos muestra un ejemplo
de la generosidad
aplicada. Comente el
hecho.
D. ¿Cuál
es la caridad más
difícil de practicar?
Texto para la lectura
177. La
Tierra, mundo de pruebas
y de exilio, será un día
purificada por ese fuego
sagrado y verá
practicarse en su
superficie la caridad,
la humildad, la
paciencia, la
dedicación, la
abnegación, la
resignación y el
sacrificio, todas las
virtudes hijas del amor.
(Cap. XI, ítem 9,
Fénelon)
178. El
egoísmo, ese monstruo
devorador de todas las
inteligencias, ese hijo
del orgullo, es el
causante de todas las
miserias del mundo
terrenal. Es la negación
de la caridad y, en
consecuencia, el mayor
obstáculo para la
felicidad de los
hombres. (Cap. XI, ítem
11, Emmanuel)
179.
Tendréis razón si
afirmáis que la
felicidad está destinada
al hombre en este mundo
si la busca no en los
goces materiales, sino
en el bien. La historia
de la cristiandad habla
de mártires que se
encaminaban alegres
hacia el suplicio. Hoy,
en vuestra sociedad,
para ser cristianos, no
es necesario ni el
holocausto del martirio
ni el sacrificio de la
vida, sino única y
exclusivamente el
sacrificio de vuestro
egoísmo, de vuestro
orgullo y de vuestra
vanidad. Triunfaréis,
pues, si la caridad os
inspira y la fe os
sostiene. (Cap. XI, ítem
13, un Espíritu
protector)
180. ¿Se
debe exponer la vida,
inclusive por un
malhechor? La abnegación
es ciega; se socorre a
los enemigos; se debe,
pues, socorrer a un
enemigo de la sociedad,
a un malhechor, en suma.
¿Creéis que es sólo de
la muerte que, en este
caso, se libra el
desdichado? Es, tal vez,
de toda su vida pasada.
¡Lanzaos, entonces,
hombres! Lanzaos todos
vosotros a quienes la
ciencia espírita
esclareció; lanzaos,
arrancadlo de su condena
y tal vez ese hombre que
hubiera muerto
blasfemando, se arrojará
a vuestros brazos. (Cap.
XI, ítem 15, Lamennais)
181.
“Aprendisteis que fue
dicho: ojo por ojo, y
diente por diente. –
Pero yo os digo que no
resistáis al mal
que os quieran hacer;
que si alguien os golpea
en la mejilla derecha,
presentadle también la
otra”
(Mateo, cap. V, vv. 38 a
42). Al orgulloso estas
enseñanzas le parecen
una cobardía, porque no
comprende que haya más
valor en soportar un
insulto que en vengarse,
y no lo comprende porque
su mirada no puede
extenderse más allá del
presente. (Cap. XII,
ítems 7 y 8)
182. No
se debe, sin embargo,
tomar este precepto al
pie de la letra. El
mismo instinto de
conservación, que es una
ley de la Naturaleza,
impide que alguien
extienda su cuello al
asesino. Al enunciar
esta máxima, Jesús no
quiso prohibir la
defensa, sino
condenar la venganza.
Al decir que ofrezcamos
la otra mejilla a aquél
que nos ha golpeado en
la primera, dijo de otra
manera, que no se debe
devolver mal por mal;
que el hombre debe
aceptar con humildad
todo lo que tienda a
disminuir su orgullo;
que es más glorioso para
él ser ofendido que
ofender, soportar con
paciencia una injusticia
que cometerla; que más
vale ser engañado que
engañar, ser arruinado
que arruinar a los
demás. (Cap. XII, ítem
8)
183. La
venganza es uno de los
últimos remanentes de
las costumbres bárbaras
que tienden a
desaparecer entre los
hombres. Vengarse es tan
contrario a la
prescripción de Cristo:
“Perdonad a vuestros
enemigos”, que aquél
que se niega a perdonar
no sólo no es espírita,
sino que tampoco es
cristiano. (Cap. XII,
ítem 9, Julio Olivier)
184.
Amaos los unos a los
otros y seréis felices.
Sobre todo, amad de
corazón a los que os
inspiran indiferencia,
odio o desprecio.
Cristo, a quien debéis
tomar por modelo, os dio
ejemplo de esa
abnegación. Misionero
del amor, amó hasta dar
su sangre y su vida por
amor. No olvidéis,
queridos hijos míos, que
el amor acerca a la
criatura a Dios y el
odio la aleja de Él.
(Cap. XII,
ítem 10, Fénelon)
185. Sólo
es verdaderamente grande
aquél que, considerando
la vida como un viaje
que lo debe conducir a
un determinado punto,
hace poco caso de las
asperezas de la jornada
y no deja que sus
pasos se
desvíen del camino
recto. Exponer sus días
para vengarse de una
injuria es retroceder
ante las pruebas de la
vida, es siempre un
crimen a los ojos de
Dios. (Cap. XII, ítem
11, Adolfo, obispo de
Argel)
186. En
ciertos casos, el duelo
puede constituir una
prueba de valor físico,
de desprecio de la vida,
pero también es,
indudablemente, una
prueba de cobardía
moral, como el suicidio.
El suicida no tiene el
valor de enfrentar las
vicisitudes de la vida;
el duelista no tiene el
valor de soportar las
ofensas. (Cap. XII, ítem
12, San Agustín)
Respuestas a las
preguntas propuestas
A. ¿Qué
quiso enseñar Jesús al
ordenar a Pedro guardar
su espada y no
utilizarla?
La frase
“Guarda tu espada en la
vaina, porque aquél que
mata con la espada,
perecerá por la espada”
enseña que toda acción
negativa genera una
reacción igualmente
negativa y demuestra
también que, al hablar
de esta manera, Jesús
condenaba expresamente
el duelo, el desquite,
el crimen y todo tipo de
venganza.
(El
Evangelio según el
Espiritismo, capítulo
XII, ítems 12 y 13.)
B. Hacer
el bien sin ostentación
es un gran mérito. Pero,
¿en qué consiste esto y
en qué momento tal
acción se vuelve más
sublime?
“Cuando
deis limosna, no sepa
vuestra mano izquierda
lo que hace vuestra mano
derecha; a fin de que la
limosna sea en secreto y
vuestro Padre, que ve lo
que pasa en secreto, os
recompensará.” Tales
palabras dichas por
Jesús explican por sí
solas que el bien que
practicamos no debe ser
divulgado ni debe ser
motivo de orgullo para
aquél que lo practica.
Hacer el bien sin
ostentación y ocultar la
mano que da constituyen
una señal indudable de
gran superioridad moral,
porque actuando así la
persona renuncia a la
satisfacción que
proporciona el
testimonio de los
hombres y espera tan
sólo la aprobación de
Dios. Y esa acción se
vuelve aún más sublime
cuando el benefactor,
invirtiendo los papeles,
encuentra los medios de
parecer que es él el
beneficiado ante aquél a
quien presta el
servicio.
(Obra
citada, capítulo XIII,
ítems 1 y 3.)
C. Kardec
nos recomienda buscar
los infortunios ocultos
y nos muestra un ejemplo
de la generosidad
aplicada. Comente el
hecho.
Kardec
cita el caso de una
mujer de aire
distinguido, pero de
vestidos sencillos, que
entra en una casa de
sórdida apariencia,
donde yace una madre de
familia rodeada de
niños. A su llegada,
brilla la alegría en
aquellos rostros
enflaquecidos, porque
ella trae los recursos
que necesitan, sazonados
con dulces y
consoladoras palabras,
que hacen que sus
protegidos acepten el
beneficio sin
ruborizarse. El padre
está en el hospital, y
mientras está allá, la
madre no logra proveer a
las necesidades de la
familia con su trabajo.
Gracias a la buena
señora, aquellos pobres
niños no pasarán frío ni
hambre. Luego, al salir
de allí, ella va al
hospital para llevar al
padre algo de consuelo y
lo tranquiliza sobre la
situación de su familia.
Al describir los
pormenores del caso,
Kardec nos está
indicando a todos
nosotros el camino que
debemos seguir y cómo la
caridad material puede y
debe ser practicada.
(Obra
citada, capítulo XIII,
ítem 4.)
D. ¿Cuál
es la caridad más
difícil de practicar?
Aunque
todos puedan
practicarla, porque no
cuesta nada material, la
caridad más difícil de
practicar es la caridad
moral, que consiste en
soportarnos unos a
otros. Existe un gran
mérito en un hombre que
sabe callarse, para
dejar que hable otro más
tonto que él; en saber
ser sordo cuando una
palabra burlona se
escapa de una boca
habituada a la burla; en
no ver la sonrisa
desdeñosa con la que nos
reciben algunas personas
que, muchas veces de
manera equivocada, se
consideran superiores a
nosotros, cuando en la
vida espírita, la única
real, a menudo están muy
abajo. Todas estas
conductas son también
expresiones de la
caridad moral.
(Obra
citada, capítulo XIII,
ítem, 9.)
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