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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 7 311 – 12 de Mayo de 2013

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
 
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

El Evangelio según el Espiritismo

Allan Kardec 

 (Parte 17)
 

Continuamos el estudio metódico de “El Evangelio según el Espiritismo”, de Allan Kardec, la tercera de las obras que componen el Pentateuco Kardeciano, cuya primera edición fue publicada en abril de 1864. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al  final del texto.

Preguntas para debatir

A. ¿Qué quiso enseñar Jesús al ordenar a Pedro guardar su espada y no utilizarla?

B. Hacer el bien sin ostentación es un gran mérito. Pero, ¿en qué consiste esto y en qué momento tal acción se vuelve más sublime?

C. Kardec nos recomienda buscar los infortunios ocultos y nos muestra un ejemplo de la generosidad aplicada. Comente el hecho. 

D. ¿Cuál es la caridad más difícil de practicar?

Texto para la lectura

177. La Tierra, mundo de pruebas y de exilio, será un día purificada por ese fuego sagrado y verá practicarse en su superficie la caridad, la humildad, la paciencia, la dedicación, la abnegación, la resignación y el sacrificio, todas las virtudes hijas del amor. (Cap. XI, ítem 9, Fénelon)

178. El egoísmo, ese monstruo devorador de todas las inteligencias, ese hijo del orgullo, es el causante de todas las miserias del mundo terrenal. Es la negación de la caridad y, en consecuencia, el mayor obstáculo para la felicidad de los hombres. (Cap. XI, ítem 11, Emmanuel)

179. Tendréis razón si afirmáis que la felicidad está destinada al hombre en este mundo si la busca no en los goces materiales, sino en el bien. La historia de la cristiandad habla de mártires que se encaminaban alegres hacia el suplicio. Hoy, en vuestra sociedad, para ser cristianos, no es necesario ni el holocausto del martirio ni el sacrificio de la vida, sino única y exclusivamente el sacrificio de vuestro egoísmo, de vuestro orgullo y de vuestra vanidad. Triunfaréis, pues, si la caridad os inspira y la fe os sostiene. (Cap. XI, ítem 13, un Espíritu protector)

180. ¿Se debe exponer la vida, inclusive por un malhechor? La abnegación es ciega; se socorre a los enemigos; se debe, pues, socorrer a un enemigo de la sociedad, a un malhechor, en suma. ¿Creéis que es sólo de la muerte que, en este caso, se libra el desdichado? Es, tal vez, de toda su vida pasada. ¡Lanzaos, entonces, hombres! Lanzaos todos vosotros a quienes la ciencia espírita esclareció; lanzaos, arrancadlo de su condena y tal vez ese hombre que hubiera muerto blasfemando, se arrojará a vuestros brazos. (Cap. XI, ítem 15, Lamennais)

181. “Aprendisteis que fue dicho: ojo por ojo, y diente por diente. – Pero yo os digo que no resistáis al mal que os quieran hacer; que si alguien os golpea en la mejilla derecha, presentadle también la otra” (Mateo, cap. V, vv. 38 a 42). Al orgulloso estas enseñanzas le parecen una cobardía, porque no comprende que haya más valor en soportar un insulto que en vengarse, y no lo comprende porque su mirada no puede extenderse más allá del presente. (Cap. XII, ítems 7 y 8)

182. No se debe, sin embargo, tomar este precepto al pie de la letra. El mismo instinto de conservación, que es una ley de la Naturaleza, impide que alguien extienda su cuello al asesino. Al enunciar esta máxima, Jesús no quiso prohibir la defensa, sino condenar la venganza. Al decir que ofrezcamos la otra mejilla a aquél que nos ha golpeado en la primera, dijo de otra manera, que no se debe devolver mal por mal; que el hombre debe aceptar con humildad todo lo que tienda a disminuir su orgullo; que es más glorioso para él ser ofendido que ofender, soportar con paciencia una injusticia que cometerla; que más vale ser engañado que engañar, ser arruinado que arruinar a los demás. (Cap. XII, ítem 8)

183. La venganza es uno de los últimos remanentes de las costumbres bárbaras que tienden a desaparecer entre los hombres. Vengarse es tan contrario a la prescripción de Cristo: “Perdonad a vuestros enemigos”, que aquél que se niega a perdonar no sólo no es espírita, sino que tampoco es cristiano. (Cap. XII, ítem 9, Julio Olivier)

184. Amaos los unos a los otros y seréis felices. Sobre todo, amad de corazón a los que os inspiran indiferencia, odio o desprecio. Cristo, a quien debéis tomar por modelo, os dio ejemplo de esa abnegación. Misionero del amor, amó hasta dar su sangre y su vida por amor. No olvidéis, queridos hijos míos, que el amor acerca a la criatura a Dios y el odio la aleja de Él. (Cap. XII, ítem 10, Fénelon)

185. Sólo es verdaderamente grande aquél que, considerando la vida como un viaje que lo debe conducir a un determinado punto, hace poco caso de las asperezas de la jornada y no deja que sus pasos se desvíen del camino recto. Exponer sus días para vengarse de una injuria es retroceder ante las pruebas de la vida, es siempre un crimen a los ojos de Dios. (Cap. XII, ítem 11, Adolfo, obispo de Argel)

186. En ciertos casos, el duelo puede constituir una prueba de valor físico, de desprecio de la vida, pero también es, indudablemente, una prueba de cobardía moral, como el suicidio. El suicida no tiene el valor de enfrentar las vicisitudes de la vida; el duelista no tiene el valor de soportar las  ofensas. (Cap. XII, ítem 12, San Agustín)

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Qué quiso enseñar Jesús al ordenar a Pedro guardar su espada y no utilizarla?

La frase “Guarda tu espada en la vaina, porque aquél que mata con la espada, perecerá por la espada” enseña que toda acción negativa genera una reacción igualmente negativa y demuestra también que, al hablar de esta manera, Jesús condenaba expresamente el duelo, el desquite, el crimen y todo tipo de venganza. (El Evangelio según el Espiritismo, capítulo XII, ítems 12 y 13.)

B. Hacer el bien sin ostentación es un gran mérito. Pero, ¿en qué consiste esto y en qué momento tal acción se vuelve más sublime?

“Cuando deis limosna, no sepa vuestra mano izquierda lo que hace vuestra mano derecha; a fin de que la limosna sea en secreto y vuestro Padre, que ve lo que pasa en secreto, os recompensará.” Tales palabras dichas por Jesús explican por sí solas que el bien que practicamos no debe ser divulgado ni debe ser motivo de orgullo para aquél que lo practica. Hacer el bien sin ostentación y ocultar la mano que da constituyen una señal indudable de gran superioridad moral, porque actuando así la persona renuncia a la satisfacción que proporciona el testimonio de los hombres y espera tan sólo la aprobación de Dios. Y esa acción se vuelve aún más sublime cuando el benefactor, invirtiendo los papeles, encuentra los medios de parecer que es él el beneficiado ante aquél a quien presta el servicio. (Obra citada, capítulo XIII, ítems 1 y 3.)

C. Kardec nos recomienda buscar los infortunios ocultos y nos muestra un ejemplo de la generosidad aplicada. Comente el hecho. 

Kardec cita el caso de una mujer de aire distinguido, pero de vestidos sencillos, que entra en una casa de sórdida apariencia, donde yace una madre de familia rodeada de niños. A su llegada, brilla la alegría en aquellos rostros enflaquecidos, porque ella trae los recursos que necesitan, sazonados con dulces y consoladoras palabras, que hacen que sus protegidos acepten el beneficio sin ruborizarse. El padre está en el hospital, y mientras está allá, la madre no logra proveer a las necesidades de la familia con su trabajo. Gracias a la buena señora, aquellos pobres niños no pasarán frío ni hambre. Luego, al salir de allí, ella va al hospital para llevar al padre algo de consuelo y lo tranquiliza sobre la situación de su familia. Al describir los pormenores del caso, Kardec nos está indicando a todos nosotros el camino que debemos seguir y cómo la caridad material puede y debe ser practicada. (Obra citada, capítulo XIII, ítem 4.)

D. ¿Cuál es la caridad más difícil de practicar?

Aunque todos puedan practicarla, porque no cuesta nada material, la caridad más difícil de practicar es la caridad moral, que consiste en soportarnos unos a otros. Existe un gran mérito en un hombre que sabe callarse, para dejar que hable otro más tonto que él; en saber ser sordo cuando una palabra burlona se escapa de una boca habituada a la burla; en no ver la sonrisa desdeñosa con la que nos reciben algunas personas que, muchas veces de manera equivocada, se consideran superiores a nosotros, cuando en la vida espírita, la única real, a menudo están muy abajo. Todas estas conductas son también expresiones de la caridad moral. (Obra citada, capítulo XIII, ítem, 9.)

 

 


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