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Año 7 313 – 26 de Mayo de 2013
DAVILSON SILVA          
davsilva.sp@gmail.com 
São Caetano do Sul, SP (Brasil)
 
Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 
 

Davilson Silva

El Cristo mitológico y las contradicciones paulinas


Los teólogos ven en Jesucristo una deidad pre-existente que se hizo mortal, y no como un mortal transformado en deidad conforme a la Doctrina de Ario (280/336). El apóstol Pablo habría sostenido la primera idea, o sea, la de la deidad pre-existente y mortal.

Según piensan algunos historiadores, Pablo, con el propósito de que Roma más fácilmente aceptara las enseñanzas de Jesús, lo niveló a las divinidades de allá. Dicen que el Apóstol de los Gentiles endiosó y mitificó al Maestro Nazareno para satisfacer intereses del patriciado, siendo él, Pablo, ciudadano romano.

Pablo lo colocó a la misma altura de otros dioses de las creencias mucho más antiguas, además de igualar al Maestro Jesús a los dioses romanos y a aquellos llenos de misterios y de cultos secretos, pertenecientes a Egipto, India, Persia, Grecia y otros. Tal parecer viene de los que admiten sólo al Jesús histórico, como el historiador especulativo Michael Baigent, el cuenta cuentos Richard Leigh y el escritor-periodista Henry Lincoln, autores de la obra El Santo Grial y el Linaje Sagrado, libro best seller con 17 ediciones en Inglaterra.

Concepto de divinidad a través de los tiempos

Había una tendencia de considerarse “dios” a cualquier persona notable en el mundo antiguo. Orientales, griegos y romanos endiosaban a sus personajes. A causa de esa tradición, concibieron a Jesús como el propio Dios. El concepto de divinidad, a lo largo de los siglos, evolucionó desde las formas más primitivas, oriundas de las tribus de largísimo periodo histórico hasta las dogmáticas definiciones religiosas.

Históricamente, no se sabe cuando los primeros grupos primitivos concibieron y pasaron a rendir culto a esos símbolos plenos de poderes especiales, concebidos a la imagen y semejanza del hombre.

No se sabe en que época surgió la idea. Las primeras concepciones habrían aparecido en los periodos Paleolítico y Neolítico, manifestadas por el sentimiento humano de un vínculo con la Tierra, con la Naturaleza, con los ciclos y la fertilidad. La idea más moderna de dioses, dicen provenir de las religiones sumeria, védica y egipcia, existentes alrededor de 3.600 a. C.

Era común tener por hijos de alguna divinidad a ciertos hombres. Aquel que se destacara de los demás por su sabiduría y primacía moral era, por lo tanto, considerado una de esas divinidades, según se pensaba, consecuencia de la unión de ellas con criaturas humanas del sexo femenino. El conjunto de mitos greco-romanos restablecidos de sentimiento de lo extraordinario y magnitud de sus políticos, guerreros y filósofos, presenta como hijos de dioses tales personalidades conscientes, de intelecto, deseos y emociones bastante humanas; no es raro, poseedores del poder, se reputaban autoridades supremas y se hacían obedecidos, imponiendo sus leyes.

Refutaciones y declaraciones

Cristo no se fundamenta en la lógica ni en bases científicas, dicen. En el caso del Cristianismo de los teólogos, Cristo mitificado por Pablo no tiene lógica por la incoherencia de la afirmación según la cual él y el Padre serían una sola persona, debido a la Doctrina o Misterio de la Santísima Trinidad copiada del Budismo, del Hinduismo, del Duidrismo, del Caldeísmo, de la mitología escandinava y de la egipcia; sin base científica, con ocasión del supuesto origen sin el acto sexual seguido del embarazo, su fase ovular, embrionaria y fetal hasta el nacimiento. 

Pablo habría sido el gran responsable por el endiosamiento de Jesús de Nazaret en cartas y predicaciones, dicen. Estudiosos de textos evangélicos creen que Pablo incluyó a Jesús en el número de las divinidades de personificación masculina superiores a los hombres. Hay un pasaje que parece aludir a esto en Romanos, capítulo 9, versículo 5, en el cual Pablo llama a Jesús “Dios bendito para siempre”; aun así, no se puede categóricamente afirmar que el apóstol haya querido decir que Jesús sería el propio Dios, según pensamos.

En nuestra comprensión, Pablo jamás afirmó que Jesús fuera Dios, como también sugiere este otro pasaje igual a aquel: “Dios bendito para todo  siempre” (1.a Corintios, 8, 5). Esa supuesta apoteosis del Maestro procedería mucho más de Juan Evangelista que de Paulo (Juan, uno de los principales líderes del Cristianismo Primitivo, junto con Santiago, hermano de Jesús). Quién más dio fuerza a esa idea fue de hecho el Evangelista, cuando del “yo y el Padre somos uno” (Jo., 10, 30), y en el capítulo 14, versículo 9, hay el “quién me ve a mí ve al Padre”.  

Es en esos dos referidos pasajes de Juan que los literatos alegan la divinidad de Jesús. Lo curioso es que ellos no consideran este tramo en que Juan dice más adelante: “Padre Santo, guárdalos en tu nombre, que me diste, para que ellos sean uno, así como nosotros”. Note, en este pasaje, que el Maestro deifica a los apóstoles (Jo., 17, 11, 21). Jesús nunca hubo afirmado ser Dios. El título a que Él reiteradas veces se atribuía era el de Hijo del Hombre. Consta este dicho 80 veces en los evangelios: 30 veces en el de Mateo; 14 veces en el de Marcos; 26 veces en el de Lucas; 10 en el de Juan. Pocas veces Jesús se autodenominó “Hijo de Dios”. Los discípulos y otros así lo llamaban. “Hijo de Dios”, necesariamente, no significa el propio Dios cómo se deduce del Evangelista, cap. 1º, vers. 2: “A todos cuantos lo recibieron, les dio el poder de hacerse hijos de Dios”.

A propósito, Krishna era igualmente llamado “Hijo de Dios”. Esa figura central del Hinduismo, considerada la Segunda Persona de la Trinidad, conforme las escrituras hindúes, como Cristo, es el “único salvador del mundo”, “el verbo creador”. En consonancia con el Bhagavata Purana, Krishna nació milagrosamente de un parto del vientre de Devaki, su madre terrena, como ocurrió a la madre de Jesús, Maria de Nazaret, ambas “concebidas sin pecado”. Krishna se transfiguró, y era visto aún como el Mesías y la “palabra de Dios”; autor de muchas curas milagrosas, al declararse “camino, verdad y vida”: Yo soy el camino [...]; yo soy la vida[...]; soy yo aún la luz de la Verdad [...]”.

Jesús fue un ser humano como otro cualquiera de este planeta. Él, conforme la Doctrina Espírita, representa al ser más puro visto en este mundo, el tipo más perfecto para servir de guía y modelo a los Espíritus encarnados y desencarnados pegados a la Tierra. En el concepto del maestro Allan Kardec, él es el tipo de la pureza moral a que puede aspirar la Humanidad, y la doctrina enseñada por él es de la más pura expresión de la ley divina. De hecho, otros enseñaron lo que Jesús enseñó; pero los sentimientos demasiado terrenos, siendo dominantes, nos hicieron confundir leyes divinas con leyes humanas. Sólo que un Espíritu del valor de Jesús de Nazaret, que no reencarnó, y sí encarnó en la Tierra, vino aquí y enseñó como se hace el bien, ejemplificándolo; he ahí la diferencia.

Conclusión

Por endiosar a personas juzgadas especiales en el mundo antiguo, como vimos, los apóstoles así fueron vistos por el pueblo, y por el propio Maestro de Nazaret (¡o de Belén, y hay controversia!). Probablemente, Pablo y Juan desearon proyectar al Maestro como divinidad, en medio de otras tantas. Cristo del Cristianismo de los teólogos, estamos de acuerdo con los ilustres citados autores, no pasa incluso de una figura utópica.

Ni Paulo, ni Juan, según nuestro punto de vista, tienen responsabilidad por el endiosamiento de Jesús de Nazaret. Responsabilidad tienen los teólogos antiguos y modernos: los antiguos, por aprovecharse de aquel ambiguo pensamiento acerca de Jesús; los modernos, por la defensa de los compañeros antiguos sobre ese pensamiento que conviene al dogma de aquella famosa trilogía a que se apegan y similares.

Cristo, en verdad, es el Hombre de Nazaret. Los espíritas, lejos de ver en Jesús una niñera, un camicase, ven en él al Maestro amigo e inteligente, amoroso, el Hermano más perfecto en virtudes, un Espíritu de alta jerarquía espiritual, viniendo al mundo para enseñarnos, sobre todo, como se ama a Dios, y no como temerlo.

Jesús es un Dios... ¡¿Y por qué no?! ¡Está claro! Él lo es conforme lo que pensaba Juan, Pablo, Tomás (Juan, 20, 28) y los Espíritus superiores, porque nadie mejor que Jesús merece ese título, con todo el respeto a los demás objetos de culto de las antiguas civilizaciones.

Y haciendo nuestras las palabras de un ex-pastor protestante, el dignísimo Jayme de Andrade, acerca de Jesús: Él fue, con efecto, la más perfecta de las criaturas que jamás pisaron este planeta; en él se manifestó corporalmente toda la plenitud de la divinidad (Pablo a los Colosenses, 2, 9), pues en ningún otro hombre se presentaron más excelsas la sabiduría y la virtud.

Es así que los espíritas sinceros, de verdad, piensan y siguen a Jesús, tomándolo como ejemplo en las acciones del día a día, principalmente, respetando todas las religiones, sin ofender, decir calumnias y condena a quien quiera que sea. Los que así proceden, ciertamente que están en contra de las enseñanzas de Jesús.



 


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